Esto empezó siendo un enfrentamiento ideológico. Y por esto me refiero a la reacción de los partidos tradicionales a la irrupción de otras formaciones políticas en el panorama que, hasta esta superposición de crisis, consideraban un feudo propio. Era de esperar. Era lo lógico
La cosa estaba en que cualquier propuesta que esas formaciones plantearan era utópica, irrealizable, ingenua, poco práctica o cualquier adjetivo que sonara a que no se podían llevar a buen término.
Por entonces se hablaba de economía, de déficit, de endeudamiento público, de gasto social, de aquello que estaba matando y sigue enterrando el futuro de este país y de otros muchos. Era un debate ideológico. Venga, va, es lo que tocaba.
Pero nuestros políticos, poco dados a argumentar y mucho menos a explicar esos argumentos más allá de un lema o eslogan electoral -¿eso no se conocía como populismo?- se cansaron pronto. Cuando se dieron cuenta que tras cada "eso es irrealizable", la gente, que no importaba mientras solo eran ciudadanos pero que empezaban a ser imprescindibles cuanto mas cera estaba el tiempo en el que se transformarían en votantes, había aprendido a preguntar ¿y tú que vas a hacer?
Fue entonces cuando tiraron de su cortina de humo favorita -después del terrorismo y de ETA, eso sí-, de su hoplos favorito: de la corrupción. Y en eso estamos
Hace semanas que ni siquiera se recurre a eso de gritar "comunismo", como si se pudiera convocar al fantasma del marxismo leninismo con ello y Vladimir Ilich Ulianov fuera a abrir los ojos en su panteón moscovita. Solo se habla de Monedero y de sus dineros, sus currículos, sus becas y todo lo que puede generar la más mínima apariencia de incorrección.
Porque saben o creen saber que como a nosotros nos indigna la corrupción, como nos ha cansado hasta el hartazgo ver a todos meter la mano en la caja pública y guardársela llena en el bolsillo, van a conseguir que poniéndonosla delante nos olvidemos de todo lo demás.
Nos ponen delante el capote de la corrupción para que embistamos cual toros de lidia y no nos demos cuenta cuan dentro de la cerviz tenemos clavado el estoque del sistema económico que sufrimos y que es lo que nos está haciendo sangrar.
Y así, cuando nos convenzan de que los nuevos partidos son tan corruptos como ellos, los que hasta ahora habitan en los baluartes políticos de Moncloa, Ferraz o Génova, 13, entonarán el mea culpa, echarán a unos cuantos de sus corruptos a la arena circense para que los devoren los votantes enfurecidos y podrán seguir en lo más alto de la cadena alimenticia de la política nacional.
Pretenden que votemos contra la corrupción y aunque sea suya la utilizan de cortina de humo contra el principal mal de este país y del occidente atlántico en general.
Tal como yo lo veo, la corrupción no es la causa de nada, es la consecuencia de muchas cosas. La corrupción no ha generado cinco millones de parados, no ha destruido el tejido empresarial de este país, no ha dejado a millones de familias sin recursos, no ha originado un agujero financiero de 180.000 millones de euros, no ha arrojado a la servidumbre y la precariedad a los trabajadores por cuenta ajena.
Eso lo ha hecho un sistema económico basado en la deuda apalancada, el crédito engordado, el crecimiento continuado del consumo, la falta de redistribución de la riqueza y los beneficios y la acumulación de capitales. Un sistema que aunque aquellos que lo dirigen hubieran sido tan honrados como San Martín de Porres y tan éticos como Emmanuel Kant hubiera originado el mismo ciclo infinito y nos hubiera llevado al mismo lugar.
Y como no quieren que votemos para salir de ello, como no tienen respuesta económica posible para las propuestas de los partidos que propugnan salir de ese sistema económico, nos arrojan a la arena dela corrupción.
Cada día que hablan de Monedero y sus supuestas corrupciones es una jornada que evitan hablar de déficit, de recortes, de deuda creciente o de paro galopante. Cada portada en la que se acusa al político de Podemos -o a cualquier otro, ya puestos- de corrupción es una edición que no se ve obligada a presentar propuestas económicas de cómo salir del agujero dentro de ese sistema que dicen que hay que mantener.
Nos hablan de corrupción para no tener que hablarnos de economía. Nos hablan de Monedero para no tener que hablarnos de la cartera. Y se me perdone el juego de palabras, pero me lo ponen a huevo.