sábado, marzo 07, 2015

Cifuentes y Aguirre: primera promesa incumplida

Todo el mundo está pendiente de Cristinita y Tita Espe, se me perdone la familiaridad con tan egregias damas .
Tita Espe, que abandonó la presidencia de Madrid en la huida mas bochornosa que se recuerda desde el desastre de Dunquerque para poder dedicarse a su familia (ja ja), para tener el tiempo que no había tenido  (ja ja ja), reaparece como candidata a la alcaldía de la capital.
Y Cristina Cifuentes, que ya debe aburrirse de no tener pruebas policiales que tuitear ilegalmente o de llevar a los tribunales a avatares de las redes sociales por insultarla -lo de la obsesión de esta mujer con Twitter es ya de hacérselo mirar-, irrumpe como candidata a la Comunidad de Madrid.
Y esas designaciones determinan lo que es el Partido Popular y lo que ha decidido ser.
Pese a llenarse la boca de la necesidad de regeneración de la política en las declaraciones públicas, recurre a lo más rancio y lo más antiguo de sus filas.
Porque al PP la juventud de centro derecha se le está escapando hacia Ciudadanos y no tiene ni un candidato joven que pueda simular ese supuesto cambio. 
Y eso nos deja ver que no está en condiciones ni tiene voluntad de aclimatarse a las exigencias de buena parte de su electorado y cambiar la forma de hacer política. 
Vamos, que lo de la regeneración se lo pasan por el arco del triunfo.
Porque coloca en disposición de alcanzar la alcaldía a una Esperanza Aguirre, que demostró creer que era digna de los privilegios que ella estime oportunos al estacionar por sus santos bemoles en zona prohibida y luego decirle a los agentes que fueran a su casa a multarla.
Y eso demuestra que siguen interpretando que la política y su ejercicio confieren privilegios especiales y otorgan patente de corso para hacer y deshacer al antojo del cargo que sea.
O sea que de regeneración nada.
Porque pretende que gobierne la Comunidad de Madrid alguien que ha sido pillada en mil mentiras, que propuso leyes que iban contra los principios y libertades constitucionales más básicas, y ha pretende convertir a las fuerzas del orden en sicarios armados al servicio de sus necesidades políticas y obedientes al gobierno, no a los gobernados.
Y eso deja claro que el Partido Popular no hace intención alguna de cambiar esa perversa forma de ver el gobierno que hace que crean que la sociedad debe aclimatarse a sus designios y no a la inversa. 
En resumen, que lo de la regeneración se perdió en el limbo.
Porque ambas están en medio de unos entramados familiares financieros de difícil explicación.
El marido de Cifuentes se declara insolvente para pagar una deuda de 2.000 euros pero a la vez es el vicepresidente y consejero de "Licencias y Certificaciones de Madrid SL", una empresa dedicada a dar licencias de actividad facultada por el Ayuntamiento de Madrid -¡Vaya por dios, qué casualidad!-.
Y sus socios son Rafael Verdes, cuñado de concejala del Ayuntamiento de Madrid, Paloma García Romero y Gonzalo Martín Borregón que fue secretario y consejero de Telemadrid y es socio habitual de la familia de Rodrigo Rato. 
Y los entramados familiares y financieros de Esperanza Aguirre son tan conocidos y complejos que hacen que el nudo gordiano de Alejandro Magno parezca la lazada de las bambas de un niño pequeño.
Y eso deja patente y cristalino que el Partido Popular no ha renunciado a su deseo de convertir el gobierno en un cortijo, en una maquinaria copada por familiares y socios que solamente buscan el provecho personal y el beneficio económico propio. En dos palabras, regeneración cero.
En definitiva, que ni en lo ético ni en lo estético, ni en lo esencial ni en lo superfluo, el Partido Popular tiene intención de regenerarse.
Cristina Cifuentes y Esperanza Aguirre significan eso y nada más que eso. Son la primera promesa electoral del PP incumplida antes incluso de las elecciones.

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