martes, septiembre 19, 2006

Inqusición versus Jihad

De nuevo Jacobo tiene algo inteligente que decir
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Quien haya querido escuchar más allá del ruido que ha provocado el discurso del papa entre quienes ni lo han leído, ni lo han querido entender, estarán agradecidos de la altura y la riqueza que ha cobrado el debate intelectual que nos propone este nuevo y sorpendente Papa. Cualquiera que haya leído con atención Los Hermanos Karamazov, sea agnóstico, ateo o creyente, recordará como uno de los momentos más profundos y entrañables del libro, las palabras finales del moribundo Starets Zosimo a Aliosha. Zosimo expone de manera convincente la incapacidad del hombre moderno, para analizar y aprehender el mensaje que subyace en los textos revelados de la religión. El hombre moderno cada vez tiene más incapacidad de trascender las limitaciones del método empírico, método al cual exige que se someta todo aquello que aspire a brillar con la luz de la verdad. El mensaje cristiano queda así reducido al absurdo, diseccionado en un montón de datos anecdóticos, que analizados aisladamente, rebajan el contenido a una colección de mitos y supersticiones. No hay más que ver cómo la opinión pública sólo admite a debate las cuestiones religiosas más prosaicas y ridículas para aquellos de nosotros que no somos religiosos, como lo son el uso de preservativos, las células madre o las bodas gays. Sin embargo, el papa Benedicto, aboga en su conferencia del otro día, por superar ese empobrecimiento de la mirada del hombre moderno, que ha excluido de la razón –del logos– todo aquello que para los antiguos griegos estaba más allá del mundo físico, y formaba parte de lo metafísico y lo inteligible. En definitiva, hemos oído las palabras de un príncipe filósofo (el papel que debería desempeñar un papa), que nos exhortan a recuperar ese espíritu helénico que hizo que el hombre occidental jamás se agotara de preguntarse a sí mismo, sin autocomplacencias y lleno de espíritu crítico, “quiénes y qué somos, a dónde vamos, de dónde venimos.” Esas preguntas han sido la zanahoria que como a burros nos puso en marcha para recorrer el dificilísimo camino que lleva a Isaac Newton, a David Hume, a los enciclopedistas, y en definitiva, a la era digital en la que estamos. La búsqueda de las respuestas a esas preguntas es lo que eventualmente nos ha dotado de instrumentos de percepción tan refinados como los que nos procura la ciencia actual (microscopios, telescopios, aceleradores de partículas, simuladores informáticos, etc…), pero si dejamos de hacernos seriamente esas mismas preguntas, o si las despojamos de su amplitud abstracta para reducirlas a la concreción que exije el método científico, el peregrinaje espiritual del hombre en pos de verdades trascendentes, habrá terminado.Es triste que desde muchas tribunas de opinión y pensamiento, el único debate que haya suscitado este interesantísimo discurso, sea la conveniencia diplomática de someter a una mayor censura aquellos argumentos del Papa que sean susceptibles de ser interpretados como una provocación por sectores hiperreactivos, intransigentes y violentos del mundo musulmán. La Academia, –pues después de todo, este es un mensaje leído en un contexto académico y para lectores con cierto bagaje cultural– ha de ignorar absolutamente la presión de las mases enfervorecidas de extremistas religiosos que no admiten ningún cuestionamiento de sus certezas. Si cedemos a esta presión, sería el fin de la Academia.En Europa viven casi una veintena de musulmanes, el Islam ya forma parte de nuestra sociedad y por tanto, ha de ser sometido a la misma crítica a la que hemos sometido a todos los sistemas ideológicos que influyen en el comportamiento moral de cualquer sector de nuestra sociedad. El no poder hablar libremente sobre el Islam, como lo hacemos de cualquier otra ideología, venga presuntamente revelada por un Mesías o por un Karl Marx, vulnera los principios que han hecho progresar a Europa hacia una sociedad abierta, libre y plural. Es preferible una pataleta incendiaria de borrokas islámicos que no quieren aceptar ningún debate, que silenciar las voces críticas y profundas que mantienen en marcha los motores intelectuales de nuestra civilización. Por eso pienso, que los europeos deberían prestar más atención al contenido del discurso del Papa, y menos, al ruido sordo de los fanáticos energúmenos o a las peticiones de silencio, que visten de propósitos diplomáticos lo que en realidad es cobardía y claudicación. Sería una ironía histórica que hoy en día, frente a la intransigencia religiosa, sea el papa quien diga “eppur si muove”, y los gobiernos e intelectuales europeos quienes ayuden a aquellos que han renunciado al logos, a decir que no se mueve.
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Y de nuevo yo tengo algo que contestarle
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No dudo que haya que buscar más allá del mundo físico, que haya que volver a los principios de la existencia de lo metafísico y de lo que trasciende a nuestros propios sentidos.Lo que pongo en duda es la capacidad que un hombre como Ratzinger, por mucho que ahora haya adoptado el nombre de Benedicto VXI, tiene para hacer aseveraciones de ese tipo.
Puede disfrazarse de lo que quiera pero durante treinta años ha dirigido la Oficina para la Pureza de La Doctrina y de La Fe y, los que somos un poco ilustrados en temas eclesiales, sabemos lo que eso significa.Durante treinta años ha impuesto silencio a religiosos y teólogos (mas de dos centenares), ha creado listas negras de publicaciones, de libros y de ensayos en los que se ascendía o descendía a lo metafísico de forma diferente a la visión que la Iglesia Establecida ha adoptado como la única manera de llegar a la divinidad, de enfrentarse a ella o de explicarla.Durante treinta años ha negado todo el espíritu académico al negar la posibilidad de enfrentarse con argumentos a los que acceden al conocimiento de dios, de su dios, de una manera diferente a la suya.Si el hombre moderno está incapacitado para ir mas allá de lo empírico, de si mismo -algo que yo también defiendo- la iglesia actual está incapacitada para trascender al metodo agustiniano de la prueba negativa: Muestrame una prueba irrefutable de que dios no existe. La Iglesia está incapacitada para ir más allá de su fe.
El mensaje cristiano ha sido reducido a una serie de principios sin sentido, no por aquellos que no creen en él, sino por aquellos que han medrado con él. Ha sido el aparato eclesial de proseletismo el que ha eliminado todo componente revolucionario e igualitarista del mensaje de Joshua Ben Juseff. Ha sido el aparato eclesial el que ha santificado dictaduras, conducido a dictadores bajo palio hasta los templos y hecho hincapié en la mansedumbre y no en aquello de "deja tu riqueza y siguemé", por poner algún ejemplo. Si la condición de Papa ha convertido a un Gran Inquisidor en un Principe Filósofo, ¿Por qué no levanta la prohibición de publicar que pesa sobre los ideólogos de la Teología de La Liberación? ¿Por qué sigue manteniniendo el anatema sobre las ideas de Monseñor Thriellard sobre la naturaleza de la transustanciación? ¿Por qué su primera aportación teológica ha sido enviar a los exorcistas por el mundo recuperando el concepto de posesión demoniaca y de condena infernal?
Realmente, no creo que el Papa sea un Principe Filósofo y quiera recuperar el espíritu de la Academia por más que lo diga, y por más que elija un entorno universitario para decirlo. Entorno que se encuentra muy cerca de otro, La Universidad de Tubinga, donde alguien colgó hace unos siglos unas cuantas tesis para la discusión que nunca fueron discutidas que aún hoy pese a las pruebas históricas siguen sin ser discutidas. Que sólo fueron prohibidas.
El espíritu helénico se basaba en el diálogo, un diálogo erudito si se quiere, pero el diálogo. Ninguno de los que respiraban ese espíritu se presentaban en una discusión asumiendo ninguno de los principios que defendían como dogmas incuestionables que no admiten discusión y la iglesia lo hace constantemente. Y el Papa lo hace constantemente. Lo ha hecho durante treinta años desde la sombra de los despachos vaticanos y lo hace ahora desde el balcón de San Pedro.
La iglesia se apropia de un mensaje que no es suyo como si fuera una aportación única e irrepetible y pretende demostrar con eso la superioridad ética de su credo. Un mensaje que ya era viejo en los tiempos de Zaratustra, un mensaje que pone al amor a la igualdad y a la lucha en el centro del a relación del hombre con su futuro.
El Papa Ratzinger llora y se lamenta porque el hombre moderno no ve más allá del logos, porque el hombre moderno ha perdido el sentido de la trascendecia y de la metafísica ¿Que institución ha colaborado más en ello que la Iglesia?
¿Eran los ritos paganos una forma de comunicarse con lo metafísico? ¿Eran los sentimientos naturalistas celtas una forma de comunicarse con lo metafísico? ¿Eran los sentires animistas africanos y amazónicos una forma de relacionarse con aquello que trascendía a los ojos y los oídos de los que los sentían? Yo creo que si, eran formas primitivas, tan primitivas como el zeus colérico o el Helios deslumbrante de nuestros idolatrados griegos, pero eran formas de reflexión metáfisica. ¿Fueron los enciclopedistas los que acabaron con ellas? Me temo que no. No creo que el Papa pueda reivindicar el academismo mientras su institución no acepte que todo es cuestionable, absolutamente todo, y que sus dogmas de fe son sólo puntos de partida para una discusión metafísica. No verdades incuestionables.
Sobre lo relacionado con la famosa cita sobre los musulmanes, creo que una vez más tomamos el todo por la parte. La máxima autoridad religiosa de Siria no hace mucho que dijo "Hay dos tipos de creyentes el hombre que se levanta y piensa y el hombre que se levanta y reza. Ala, con toda seguridad, prefiere al primero".
Cierto es que el integrismo inmovilista es el que más ruido hace ¿Pero no pasa eso con todas las religiones? No todos los protestantes de América queman fotos de Madonna a la entrada de sus conciertos, No todos los católicos del mundo rezan rrosarios y hacen piquetes ante los cines en los que se proyecta la Ultima Tentación de Cristo o el Código Da Vinci. No todo los hebreos del mundo intentan evitar la proyección de Yentle. Los fanáticos son los que más ruido hacen.
Pero el papa no es quien para hablar de esos asuntos. El Darai Lama quizas, El patriarca de Constantinopla tal vez, pero el papa no.
La Iglesia de Roma inventó la Guerra Santa. Once guerras santas consecutivas cuando el Islam no había puesto en marcha Jihad alguna. La Iglesia de Roma propagó la Guerra Santa a su propia religión con Los Templarios y los hugonotes en La Rochelle, con los calvinistas en toda Europa, con los cátaros en Albi, con los dulcinistas en Italia...
La Iglesia de Roma inventó la Guerra Santa con sus autos de fe y su quema de brujas y herejes. La Iglesia de Roma ha creado y recreado el concepto de guerra santa al decir que los pastorcillos franceses del siglo XI "hacían la obra de dios" cuando se dedicaban a cazar judios en ciudades y bosques, al sancionar como defensores de la cruz a todos los monarcas que expulsaban a moriscos y judíos de sus reinos o al declarar al fascismo italiano como "la última defensa contra el monstruo comunista". No creo que el papa pueda obviar todo eso a la hora de afrontar el concepto de fanatismo religioso y presentar sólo al islam como el responsable del concepto de guerra santa. Por mucho que un emperador bizantino del siglo XIV lo dijera.
La Iglesia de Roma ha aportado al concepto de guerra santa mucho más de lo que Mahoma, Moises o cualquier otro profeta de cualquier religión haya hecho a lo largo de la historia.
Coincido contigo en que deberían ser los gobiernos europeos los que pusieran en su sitio a los fanáticos, pero a los de ambos bandos y pará mi el papa Ratzinger ha demostrado ser uno de ellos. Igual que cualquier Ayatollah.
Sinceramente Jacobo, creo que si el papa dice "eppur si muove" es sólo para imponer que se mueva en su dirección. Es sólo para demostrar superioridad. Nadie tiene que hacerle el juego en eso. Que lo demuestre. Hechos son amores y no buenas razones.

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