Hoy empieza la campaña electoral. Hoy termina el sainete. Bueno, por lo menos termina el primer acto del sainete trágico que han sido, son y serán estas elecciones municipales y autonómicas.
Mientras aparecen los carteles con rostros sonrientes de personas que no tienen motivo alguno para sonreír ni para pedir un voto que ninguno ha ganado con sus actos, cae el telón sobre las dramatis personae que han protagonizado el primer acto de campaña de los partidos españolistas en Euskadi: la ilegalización de Bildu.
Y como toda buena obra dramática, como toda pieza épica, acaba en alto, dejando las cosas para el siguiente acto, para el final de la escenificación dantesca que ha sido este esperpento jurídico electoral durante el último mes y pico.
Si esto fuera una serie televisiva de prime time se impondría un continuará antes del rótulo sobre negro con el nombre del productor ejecutivo, si fuera un partido de fútbol sería necesaria la sobreimpresión del empate sin goles en la parte baja de la pantalla junto a un comentario del tipo "la espadas están en todo lo alto".
Pero como es política, como es justicia, como es futuro, como el algo que debería ser importante -que, de hecho, es importante- solamente hay una cosa que se pueda imponer. Se impone la vergüenza.
La vergüenza que da que diecisiete jueces -seis de la sala segunda y once del pleno del tribunal Constitucional- hayan tenido que estar reunidos hasta las dos de la madrugada para decidir lo que ya sabían que iban a decidir, lo único que se podía decidir:
El sonrojo que provoca que todos esos magistrados no tuvieran claro desde el principio que la lógica matemática que aprenden los chavales de doce años de que la suma de A + B mantiene las propiedades de sus partes es algo que se aplica por definición a una coalición de partidos legales que, por tanto nunca puede ser ilegal.
El rubor que produce que, desde el prólogo de esta representación macabra de lo que es un sistema de justicia y derechos, la Abogacía y la Fiscalía del Estado, supieran que no tenían base ninguna para ilegalizar las listas de Bildu pero se limitaran a hacer lo que les pedían sus jefes, que también atesoraban desde el principio el mismo conocimiento pero se negaron a reconocerlo, poniendo por encima del futuro de Euskadi un puñado de votos, anteponiendo a la justicia y la razón, su manifiesta necesidad de aplacar los aullidos del victimismo vengativo y del españolismo doliente.
El oprobio que origina que toda esta farsa versallesca, este juicio de Dreyfus al futuro de un pueblo que está harto de que unos y otros se lo nieguen por vengar el pasado, se apoye en un guión de informes policiales que no aportan prueba alguna salvo interpretaciones de documentos de ETA, solo vistos por ellos, salvo informes de reuniones entre Garaikoetxea y ETA de las que tienen soplos pero ni una prueba.
El pudor ajeno que origina que, desde el principio de este sainete, el Tribunal Supremo supiera lo que iba a pasar, supiera que lo que estaba decretando era ilegal, era inconstitucional, era absurdo y además era un riesgo democrático, un atropello a la libertad en Euskadi y en España. Y el que levanta el hecho de que, aún así, sentenciara lo que sentenció, para dejar constancia de quién les ha colocado en tan alto estrado judicial, de los intereses electorales que defienden, de a qué linea ideológica sirven en lugar de a la justicia y a la equidad.
El oprobio que origina que toda esta farsa versallesca, este juicio de Dreyfus al futuro de un pueblo que está harto de que unos y otros se lo nieguen por vengar el pasado, se apoye en un guión de informes policiales que no aportan prueba alguna salvo interpretaciones de documentos de ETA, solo vistos por ellos, salvo informes de reuniones entre Garaikoetxea y ETA de las que tienen soplos pero ni una prueba.
El pudor ajeno que origina que, desde el principio de este sainete, el Tribunal Supremo supiera lo que iba a pasar, supiera que lo que estaba decretando era ilegal, era inconstitucional, era absurdo y además era un riesgo democrático, un atropello a la libertad en Euskadi y en España. Y el que levanta el hecho de que, aún así, sentenciara lo que sentenció, para dejar constancia de quién les ha colocado en tan alto estrado judicial, de los intereses electorales que defienden, de a qué linea ideológica sirven en lugar de a la justicia y a la equidad.
Todas esas vergüenzas se suman y restan para llevar el sinsentido a la justicia española, para convertirla en el brazo de aquellos, cuya acción de gobierno o de oposición les impide ganar los votos que pretenden robar en Euskadi, ilergalizando por sistema todo lo abertzale con la excusa agotada y ridícula de que ETA está detrás de todo lo que huela, aunque sea de lejos, a independestismo, a soberanismo o incluso -que también se dijo en su momento- a nacionalismo.
Todos esos oprobios se separan y juntan para justificar el maquiavelismo político que supone poner en cuestión el sistema de derechos y libertades que tanto dicen defender para acabar con algo que ya está agonizando y prácticamente muerto. Para seguir tirando del pasado y la venganza como arma de capitalizar conciencias y sufragios, en la absurda esperanza de que vuelva a funcionar una estrategia que ya estaba agotada un año después de que el coche de Aznar aterrizara frente a la clínica Ruber. Ese lema interno que parece repetirse como un mantra o una psicofonía en los pasillos y despachos de Ferraz y de Génova: "el españolismo da votos", "el victimismo da votos", "el terrorismo da votos", "ETA da votos". Y en esa letanía los derechos, el presente y el futuro de Euskadi no importan para nada.
Pero todas estas vergüenzas que se juntan en un pleno del Tribunal Constitucional que no matiza, no corrige, no puntualiza al Supremo sino que le elimina, le desautoriza y envía a sus integrantes de nuevo a la facultad a estudiar Derecho Constitucional, no son nada, ni siquiera un suspiro o un torcimiento de gesto, comparadas con el otro sentimiento que provoca la representación mediática de la ilegalización de Bildu.
Si siguiéramos viendo la serie de prime time este sería el momento de impresionarse por descubrir el giro de guión que nos cambia los malos y los buenos; si estuviéramos contemplando el choque fútbolistico sería el instante adecuado para el exabrupto ante el error arbitral que nos cambia el partido -¡vale, vale, no tuvieron que expulsar a Pepe-. Pero como esto no es ficción, no es el fútbol y es algo tan relevante que el futuro de todos se dibuja sobre ello, lo único que nos toca es la rabia.
La rabia que provoca que todo el sistema judicial supiera lo que tenía que hacer e hiciera lo contrario para seguir un guión establecido en virtud de unos intereses electorales.
La cólera que despierta que el gobierno jugara con las libertades políticas para ejecutar su guión electoral y que el PP, que ha seguido el suyo sin importarle esa constitución que afirma defender, siga haciendo lo mismo y clamando por aplicar un Estado de Sitio encubierto en Euskadi para acabar con el independentismo, no con ETA.
La exasperación que produce que el resultado de dos votaciones de las más altas instancias judiciales del país dependan de la correlación de fuerzas políticas y de las necesidades de aquellos que propusieron para un cargo u otro a los señores magistrados.
El coraje que da que hayan olvidado la ley, la justicia y La Constitución y solamente respondan a sus intereses partidistas. Porque, tanto los que han votado en contra en el Supremo y el Constitucional como los que han votado a favor en el segundo tribunal, sabían que esa ilegalización nunca tendría que haber llegado a juicio. Sabían que Eusko Alkartasuna es legal, que Alternativa es legal y ahí acababa todo.
La ira que origina que haya "razones" que consideren que "España ha perdido y ETA gana" ignorando el hecho de que el Tribunal Constitucioal ha dicho que ETA no estaba en el proceso y por eso Bildu es legal, ignorando el hecho de que para ser consitucionalista hay que respetar, asumir y cumplir las resoluciones del máximo organismo en materia de Constitución. Y el Tribunal Constitucional ha dicho que Bildu no es ETA.
Así que España gana, Euskadi gana y Bildu gana porque gana la ley, porque gana la Constitución, porque ganan los derechos y libertades y porque gana la lógica. Y debería ganar hasta La Razón.
La aversión que origina que haya rotativos alfabéticos que se atrevan a llamar "proetarras" a los integrantes de una formación que apenas seis horas antes el Tribunal Constucional ha dictaminado, aunque a ellos no les guste, que no son proetarras,que no tienen nada que ver con ETA y que tienen derecho a pensar lo que quieran y a defender políticamente lo que les de la gana. Como todos los demás en Euskadi y en España.
Así que, a estas alturas, los unicos defensores del terrorismo son aquellos que lo utilizan para sus fines, ya sea para lograr resultados electorales o para vender periódicos. Los únicos proetarras son los que quieren verla en todas partes, que Euskadi la vea en todos los sitios y que España la tenga siempre presente aunque no esté donde ellos la señalan.
Y la indignación que provoca que la Fiscalía y la Abogacía del Estado, tan prontas a la denuncia por injurias al rey cuando un abertzale dice una verdad incuestionable e innegociable como que "el rey es el jefe de los torturadores condenados por el Tribunal de Estrasburgo", ahora permanezcan calladas y no corran ante quien corresponda para interponer demandas contra La Razón o contra ABC por acusar a las más altas jerarquías judiciales del Estado de connivencia con el terrorismo o de colaboración con banda armada. -no se me indignen: los torturadores son Guardias Civiles, La Guardia Civil es un Instituto armado militar, el rey es el Jefe Máximo de las Fuerzas Armadas, ergo y por definición...-"
Así que Bildu está en las elecciones no porque lo haya decidido uno u otro tribunal, no porque lo haya acordado uno u otro gobierno, no porque lo haya pactado una oposición u otra.
Bildu está en las elecciones porque ese es su derecho, siempre lo fue y no dejará de serlo solamente porque los partidos españolistas necesiten pervetir la ley D'Hondt y aprovecharse de ella porque les asignaría los restos de todos los abertzales a los que pretendían dejar sin ningún independentista al que votar.
Bildu está en las elecciones porque es el derecho de Euskadi y de los vascos, porque siempre han tenido el derecho de votar a quien quieran y de decidir si quieren ser abertzales o no, si quieren ser independentistas o no, si quieren ser soberanistas o no, si quieren ser nacionalistas o no e incluso si quieren ser españolistas o no y lo siguen teniendo aunque eso venga mal a algunos para sus recuentos, para sus venganzas o para sus ideologías.
Y Bildu está en las elecciones porque España se lo ha ganado. Se ha ganado el derecho a que cualquiera pueda pensar lo que le de la gana sin miedo a que le llamen terrorista. España se ha ganado el derecho a que se pueda expresar un ideario político sin necesidad de justificarse cada vez que se abre la boca, cada vez que se defiende una idea, cada vez que se realiza un programa o se crea un partido político.
Así que Bildu está en las elecciones porque hay elecciones en Euskadi y el independentismo es una opción política en esas tierras. Y todos los que han querido decir otra cosa son los únicos que pierden.
Bildu siempre ha estado en las elecciones autonómicas y municipales en Euskadi y Navarra. Y todo lo demás es basura banal y sin sentido. O sea propaganda electoral.
Todos esos oprobios se separan y juntan para justificar el maquiavelismo político que supone poner en cuestión el sistema de derechos y libertades que tanto dicen defender para acabar con algo que ya está agonizando y prácticamente muerto. Para seguir tirando del pasado y la venganza como arma de capitalizar conciencias y sufragios, en la absurda esperanza de que vuelva a funcionar una estrategia que ya estaba agotada un año después de que el coche de Aznar aterrizara frente a la clínica Ruber. Ese lema interno que parece repetirse como un mantra o una psicofonía en los pasillos y despachos de Ferraz y de Génova: "el españolismo da votos", "el victimismo da votos", "el terrorismo da votos", "ETA da votos". Y en esa letanía los derechos, el presente y el futuro de Euskadi no importan para nada.
Pero todas estas vergüenzas que se juntan en un pleno del Tribunal Constitucional que no matiza, no corrige, no puntualiza al Supremo sino que le elimina, le desautoriza y envía a sus integrantes de nuevo a la facultad a estudiar Derecho Constitucional, no son nada, ni siquiera un suspiro o un torcimiento de gesto, comparadas con el otro sentimiento que provoca la representación mediática de la ilegalización de Bildu.
Si siguiéramos viendo la serie de prime time este sería el momento de impresionarse por descubrir el giro de guión que nos cambia los malos y los buenos; si estuviéramos contemplando el choque fútbolistico sería el instante adecuado para el exabrupto ante el error arbitral que nos cambia el partido -¡vale, vale, no tuvieron que expulsar a Pepe-. Pero como esto no es ficción, no es el fútbol y es algo tan relevante que el futuro de todos se dibuja sobre ello, lo único que nos toca es la rabia.
La rabia que provoca que todo el sistema judicial supiera lo que tenía que hacer e hiciera lo contrario para seguir un guión establecido en virtud de unos intereses electorales.
La cólera que despierta que el gobierno jugara con las libertades políticas para ejecutar su guión electoral y que el PP, que ha seguido el suyo sin importarle esa constitución que afirma defender, siga haciendo lo mismo y clamando por aplicar un Estado de Sitio encubierto en Euskadi para acabar con el independentismo, no con ETA.
La exasperación que produce que el resultado de dos votaciones de las más altas instancias judiciales del país dependan de la correlación de fuerzas políticas y de las necesidades de aquellos que propusieron para un cargo u otro a los señores magistrados.
El coraje que da que hayan olvidado la ley, la justicia y La Constitución y solamente respondan a sus intereses partidistas. Porque, tanto los que han votado en contra en el Supremo y el Constitucional como los que han votado a favor en el segundo tribunal, sabían que esa ilegalización nunca tendría que haber llegado a juicio. Sabían que Eusko Alkartasuna es legal, que Alternativa es legal y ahí acababa todo.
La ira que origina que haya "razones" que consideren que "España ha perdido y ETA gana" ignorando el hecho de que el Tribunal Constitucioal ha dicho que ETA no estaba en el proceso y por eso Bildu es legal, ignorando el hecho de que para ser consitucionalista hay que respetar, asumir y cumplir las resoluciones del máximo organismo en materia de Constitución. Y el Tribunal Constitucional ha dicho que Bildu no es ETA.
Así que España gana, Euskadi gana y Bildu gana porque gana la ley, porque gana la Constitución, porque ganan los derechos y libertades y porque gana la lógica. Y debería ganar hasta La Razón.
La aversión que origina que haya rotativos alfabéticos que se atrevan a llamar "proetarras" a los integrantes de una formación que apenas seis horas antes el Tribunal Constucional ha dictaminado, aunque a ellos no les guste, que no son proetarras,que no tienen nada que ver con ETA y que tienen derecho a pensar lo que quieran y a defender políticamente lo que les de la gana. Como todos los demás en Euskadi y en España.
Así que, a estas alturas, los unicos defensores del terrorismo son aquellos que lo utilizan para sus fines, ya sea para lograr resultados electorales o para vender periódicos. Los únicos proetarras son los que quieren verla en todas partes, que Euskadi la vea en todos los sitios y que España la tenga siempre presente aunque no esté donde ellos la señalan.
Y la indignación que provoca que la Fiscalía y la Abogacía del Estado, tan prontas a la denuncia por injurias al rey cuando un abertzale dice una verdad incuestionable e innegociable como que "el rey es el jefe de los torturadores condenados por el Tribunal de Estrasburgo", ahora permanezcan calladas y no corran ante quien corresponda para interponer demandas contra La Razón o contra ABC por acusar a las más altas jerarquías judiciales del Estado de connivencia con el terrorismo o de colaboración con banda armada. -no se me indignen: los torturadores son Guardias Civiles, La Guardia Civil es un Instituto armado militar, el rey es el Jefe Máximo de las Fuerzas Armadas, ergo y por definición...-"
Así que Bildu está en las elecciones no porque lo haya decidido uno u otro tribunal, no porque lo haya acordado uno u otro gobierno, no porque lo haya pactado una oposición u otra.
Bildu está en las elecciones porque ese es su derecho, siempre lo fue y no dejará de serlo solamente porque los partidos españolistas necesiten pervetir la ley D'Hondt y aprovecharse de ella porque les asignaría los restos de todos los abertzales a los que pretendían dejar sin ningún independentista al que votar.
Bildu está en las elecciones porque es el derecho de Euskadi y de los vascos, porque siempre han tenido el derecho de votar a quien quieran y de decidir si quieren ser abertzales o no, si quieren ser independentistas o no, si quieren ser soberanistas o no, si quieren ser nacionalistas o no e incluso si quieren ser españolistas o no y lo siguen teniendo aunque eso venga mal a algunos para sus recuentos, para sus venganzas o para sus ideologías.
Y Bildu está en las elecciones porque España se lo ha ganado. Se ha ganado el derecho a que cualquiera pueda pensar lo que le de la gana sin miedo a que le llamen terrorista. España se ha ganado el derecho a que se pueda expresar un ideario político sin necesidad de justificarse cada vez que se abre la boca, cada vez que se defiende una idea, cada vez que se realiza un programa o se crea un partido político.
Así que Bildu está en las elecciones porque hay elecciones en Euskadi y el independentismo es una opción política en esas tierras. Y todos los que han querido decir otra cosa son los únicos que pierden.
Bildu siempre ha estado en las elecciones autonómicas y municipales en Euskadi y Navarra. Y todo lo demás es basura banal y sin sentido. O sea propaganda electoral.
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