sábado, febrero 25, 2012

La intercesión de Santa Illa ante dios por la crisis


Existe de repente, así por la tremenda, una nueva fecha en el calendario, un nuevo y beatífico poblador del santoral que ha ascendido repentinamente a los altares sin paso previo por las curias vaticanas ni por los sellos papales. Hoy es el día de Santa Illa.
El colegio privado madrileño  embargado y desembargado ha saltado al altar de los medios de comunicación, al sagrario televisivo de las noticias de calado social porque 160 niños y adolescentes se han quedado sin clase, sin colegio porque la crisis ha sacudido a la educación privada. Que sacuda a la pública con sus recortes de profesorado y de fondos no es noticia. No lo es por reiteración; que zarandee a la concertada por impagos de gobiernos levantinos y concesiones absurdas de presidentes baleares tampoco lo es por acumulación.
Pero que se cebe en la educación privada, en ese epítome de educación de calidad que todos los que están ahora en el gobierno nos quieren vender, en ese pendón ondeante de educación elitista que la egregia presidenta madrileña defiende a Chanel y espada por doquier, sí es noticia.
Así que, de pronto nos encontramos con que el Santa Illa se ha convertido en el nuevo artífice del martirologio de esta muerte económica de nuestro sistema que muchos se siguen empeñando en llamar crisis.
Pero cuando un santo asciende a los altares siempre lo hace con un propósito, con una única función secular y eterna: la intercesión. Todo santo es patrón de algo.
¿Por qué o por quién intercederá Santa Illa ante El Altísimo? Para muchos sería el patrón o patrona -que esto de los espíritus puros me da mucha manga ancha en lo del género- que rogaría al ser dormido e inconstante para que nos salvara de la crisis. Santa Illa, santa patrona de la crisis cíclica del sistema liberal capitalista, sacada en procesión en fechas no fijas -como la Semana Santa, eso es un grado- en ciclos cada vez más cortos y desesperados.
Suena ecléctico pero puede pasar.
Más, como en todo proceso de santificación, se tiende a minimizar, sino a obviar completamente, la vida pretérita del santificado. Como se ignora de Saulo, el natural nombre del mítico San Pablo que recomendaba a las mujeres raparse si no llevaban velo -¿sería yihadista?- que pasó de ser soguilla de lapidadores a convertirse en asesino sanguinario, cazador de hombres mujeres y niños. Como se olvida que San Luis fue un rey irracional y cruel que abofeteó y mató a un papa en su sitial pontificio -aunque el bueno de Bonifacio se lo merecía, hay que reconocerlo- , como incluso se olvidan los excesos del ficticio Ammonius a la hora de elevarle al martirio en Ágora.
¿Qué ha pasado por alto el abogado del diablo en esta canonización de Santa Illa?, ¿qué verdad vital ha ocultado la nueva congregación de los santos de la crisis a la hora de ponernos el martirologio de Santa Illa de ejemplo de la crisis?
No hay mejor abogado del diablo que el diablo mismo. Así que me toca hacerlo.
Si de algo ha de ser patrón Santa Illa es de la caradura, si de algo ha de ser intercesora Santa Illa ha de serlo para que el dios de los oídos duros y la existencia difusa nos proteja el egoísmo, la irresponsabilidad y el santo derecho a engordar nuestro bolsillo a costa de los otros.
Esos han de ser sus patronajes.
Porque el propietario del Santa Illa no es embargado de pupitres, encerados y elementos gimnásticos porque no tenga dinero para pagar a sus proveedores que han subido los precios por la crisis, porque haya perdido ingresos porque los padres despedidos hayan tenido que sacar a sus hijos del colegio, porque haya agotado su crédito para pagar a sus trabajadores y dar material educativo a sus alumnos.
El nuevo Ammonius parabolano de la educación privada madrileña es embargado porque le debe 992.000 euros a la Seguridad Social.
Y eso nos saca del martirologio de la crisis de un bofetón cóncavo con la mano abierta y nos arroja de un revés furibundo a la más completa hipocresía y al más completo fraude. Nos cambia al mártir en verdugo, nos transforma a la víctima en perpetrador.
El Santa Illa sería embargado aunque nuestro país tuviera la economía más saneada del orbe occidental, aunque nuestro presupuesto nacional tuviera el superávit más alto desde la llegada del primer galeón cargado de oro de las indias occidentales, aunque Merkel fuera comunista y aunque Europa estuviera repartiendo dinero los fines de semana porque le sobrara.
El repentinamente famoso Iñaki Santa no es una víctima de la crisis, es un causante de ella.
El colegio se fundó en 1959 cuando la Seguridad Social no existía, y en 1978 se acogió a la amnistía tributaria por los seguros sociales que se decretó cuando esta se reformó por primera vez en el sistema democrático. Y desde 1979 no ha pagado un duro en seguros sociales por sus trabajadores. Es decir no ha pagado jamas un seguro social. Con crisis o sin ella. Con Seguridad Social o sin ella.
No hay excusa, no hay motivación lógica o económica en ese impago, no hay circunstancia o coyuntura -como dirían los economistas de pro- que le justifique para tomar ese camino de fraude e impago. Es una decisión consciente que antepone su ganancia y su beneficio a la ley y a la justicia.
Lleva casi 35 años horadando los pilares del sistema de cobertura social en España. Iñaki Santa lleva casi 35 años siendo uno de los integrantes de la quinta columna de los infiltrados que han hecho morir el sistema liberal capitalista para comerse sus despojos.
Y eso le conduce directamente de una patada bíblica en sus educativas posaderas de los altares al patíbulo.
Eso le convierte en lapidador no en apedreado, en delincuente, no en víctima. En Longinos, no en Joshua.
Eso le hace ejemplo y paradigma de otra cosa. No de la crisis, no de la educación privada, no de nada que tenga que ver con la circunstancia económica presente, pasada o futura de este país. Le hace ejemplo de algo muy diferente.
En España se defraudan al año -¿estáis sentados?- 88.000 millones de euros. Lo repito. 88.000 millones de euros.
¿Cuantos millones dice el presidente Rajoy que necesitamos para sanear las cuentas públicas?, ¿40.000 en números redondos? ¡Leche, si tenemos superávit! Hasta podemos recuperar 44.000 millones de los 160.000 emitidos en deuda pública - la famosa deuda soberana que nos está ahogando en los parqués europeos y atlánticos- que nunca se contabilizan como déficit nadie sabe por qué extraño motivo. Quizás porque nunca piensen pagarla y todo el mundo lo sepa.
De esos 88.000 millones, 33.000 son fraude directo a la Seguridad Social.
Dejando a un lado las pensiones cobradas de mala manera, las estafas en las bajas y las inclusiones fraudulentas en coberturas de familiares, que según los expertos de Hacienda no alcanzan los 2.500 millones, ese fraude se realiza principalmente por la contratación fraudulenta y el impago de los seguros sociales.
Así que no son los trabajadores, sus bajas continuadas y sus excesivas prestaciones los que han colapsado el sistema. No son los jubilados, sus pírricas pensiones, sus medicamentos para los gases aerofágicos y su toma de tensión del jueves por la mañana los que han conducido la Seguridad Social a la banca rota.
Son los empresarios.
O, para ser más exacto, son empresarios. No todos los los empresarios defraudan en los pagos a la Seguridad Social pero todos los que defraudan en las cotizaciones sociales son empresarios.
Porque son los empresarios los que contratan ilegalmente, en negro. Los trabajadores aceptan esos contratos por obligación -y en algunos casos minoritarios por conveniencia- pero en la inmensa mayoría de los casos la propuesta parte de la empresa.
Porque son los empresarios los encargados de pagar los seguros sociales de los trabajadores. No los trabajadores mismos, aunque ellos sean los beneficiarios de esos seguros.
Así que por descripción y por definición los que defraudan a la Seguridad Social son siempre empresarios.
E Iñaki Santa es su santo patrón.
Quizás, solamente quizás, Don Mariano y su gobierno deberían colgar un icono de esos de pan de oro y verde intenso con su rostro en la sala del Consejo de Ministros y fijar su vista en él antes de empezar a decretar y autorizar copagos autonómicos, antes de permitir que se pague un euro por receta, que se racionen los medicamentos a los enfermos crónicos, que se cierren las unidades cardiacas y contra el dolor de los hospitales públicos, que se reduzcan los sueldos de los funcionarios o que se permita que se privaticen hospitales para sanear las cuentas de la Seguridad Social.
Quizás deberían pedirle al Santo Iñaki que identifique a todos los que han cavado y siguen agrandando el agujero de la Seguridad Social en lugar de pretender arreglarla reduciendo las cotizaciones sociales que tienen que pagar las empresas, ignorando el hecho de que el que ha decidido no pagar no lo hará porque considera que, por ínfima que sea la cantidad, no tiene por qué abonarla.
Quizás deberían rezar a San Iñaki para que obrara el milagro de infundirles la presencia de ánimo suficiente para recuperar esos 33.000 millones -o todo lo posible- de las cuentas cifradas en Ginebra o Caiman Brac, de las propiedades personales y familiares de los defraudadores y de los dividendos de los accionistas de las empresas que han cometido esos fraudes y que han seguido operando y repartiendo beneficios durante años antes de pedirnos que trabajáramos tres años más en nuestra ancianidad -sé que eso lo hizo el PSOE, no se me alteren- para poder mantener la Seguridad Social.
Quizás deberían tener la imagen de Santa Illa presente para recordar que el fraude a la Seguridad Social parte mayoritariamente de los empresarios y no tienen que pagar por él los trabajadores antes de recortar prestaciones a los que no son culpables y otorgar ayudas a los que sí lo son.
Y cuando por medio de la intercesión de Santa Illa hayan recuperado y frenado ese fraude, entonces que se vuelvan a nosotros. Y si tenemos que hacer algo, lo haremos. Y si tenemos que renunciar a algo, lo haremos.
Pero hasta entonces que se encomienden a Santa Illa. Porque no pueden en justicia exigirnos nada hasta que hayan atravesado ese Via Crucis de enfrentarse a los empresarios en el fraude a la Seguridad Social.
Ese es el orden correcto de estos pasos procesionales. Primero el Beso de Judas del defraudador representado en Santa Illa, después las lágrimas de sangre de Getsemaní del que no ha hecho nada pero tiene que sacrificarse para el bien de todos.
Pero me temo que si saliera el primer paso de esta mínima procesión no quedarían los costaleros suficientes para llevar el segundo porque sencillamente no sería necesario sacarlo en procesión.
Sarcillo estaría orgulloso de este post.

1 comentario:

Tu economista de cabecera dijo...

Totalmente de acuerdo, sólo una apostilla, ¡que casualidad que de todos los defraudadores millonarios, e incluso de todos los defraudadores millonarios del sector Educación, sea casualmente un colegio laico "de calidad" el primero en ser represaliado por Rajao.

Primero tiras la educación pública al suelo todo lo que puedes quitando medios y exigencia, luego atacas a la privada laica, ¿quien se beneficia?

Va a ser que los amiguitos del lobby educativo confesional, de la cuerda de Rajao.

Vale, se merece todo lo que les caiga, pero antes que ellos quizás hay muuuuchos otros, y esos no se tocan, es mejor ejemplarizar con el "contrario".

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