Hay personajes que no hacen otra cosa que desperdiciar ocasiones para hacer lo que mejor saben hacer, es decir, callarse. Y uno de esos personajes es la ministra de Sanidad, Ana Mato.
Mal le iba ya con su socrático enroque en el "solo sé que no sé nada" que le permitía ignorar quién pagaba sus viajes a Disneyland París, quién hacía aparecer, emulando a David Copperfield -el mago de Las Vegas, no el personaje de Dickens, por supuesto-, jaguars de a millón de euros incluidos los extras en sus garajes o qué despacho ocupaba en cada momento su señor esposo, así que decidió que tenía que saber algo.
Y, en un país en el que casi dos millones de niños viven en el límite interno de la pobreza, en el que hay cinco millones largos de parados -uno y medio de ellos sis prestación o subsidio- y 700.000 familias en condiciones de pobreza, ella descubrió que la causa de la malnutrición infantil que varios estudios internacionales han detectado en nuestro país son "los malos hábitos alimenticios".
Y tiene razón. No hay peor hábito alimenticio que no tener nada que llevarse a la boca.
Con esa afirmación ya hubiera sido suficiente para sustituir al cristo crucificado por la procelosa Mato en cualquiera delas procesiones que se nos avecinan. Pero la ministra debió pensar que saber no es suficiente. Que ella es del gobierno y tiene que arreglar las cosas.
Así que decidió poner la solución a este rampante problema en otra de las áreas que mas cuida la corte genovesa que actualmente es inquilina, por nuestros sufragios, de La Moncloa: la educación
"El Ministerio está trabajando con las escuelas para que los niños realicen una alimentación saludable, con una dieta que incluya verduras, legumbres, fruta y pescado, y para que realicen diariamente ejercicio físico".
Y de un plumazo consigue airear lo que otro de los ínclitos del Consejo de Ministros había estado intentando evitar, tapar, eludir y esconder. Que los recortes en educación lo son también sanitarios. Que el ataque a la Sanidad Pública y al Educación pública son la misma andanada contra los ciudadanos que les atacan en su salud presente y futura.
Porque otro ministerio, el de Educación, es uno de los principales responsables de la pérdida de calidad en la alimentación en los colegios, de esos mismos centros a los que Ana Mato dice que irá a pedir una dieta con verduras.
Porque han cercenado o eliminado las becas de comedor para muchas familias, porque permiten que los colegios concertados, que se mantienen con dinero público, prohíban a los alumnos llevar sus tarteras con comida o no les faciliten un microondas para calentarlos y les fuercen a comer bocadillos o la comida fría.
Porque los impagos reiterados de las comunidades autónomas bajo su gobierno, desde Madrid a Valencia, desde Castilla - La Mancha a Murcia, obligan a los servicios de catering que atienden a esos colegios a suspender el servicio o, en el mejor de los casos, a bajar la calidad de los alimentos y el tamaño de las raciones.
Porque la política de recortes de sus compañeros de Consejo de Ministros hace que haya docentes que hagan comida en sus casas para luego llevársela todos los días a algunos de sus alumnos que tienen a sus dos padres en paro y sin prestación de desempleo.
Y Ana Mato se atreve a decir que la solución a la malnutrición infantil está en comedores de colegios públicos que su propio gobierno está llevando a la precariedad y el desastre.
Y encima lo dice la titular de Asuntos Sociales, que debería saber la cantidad de recortes que ha hecho en esa materia, que debería haber respondido -si hubiera tenido respuesta- a las quejas de organizaciones no gubernamentales de todo tipo -incluidas las de su amado catolicismo- sobre el recorte en gato social que han obligado a cancelar campañas de ayuda, reparto de alimentos e incluso a cerrar comedores sociales.
Ana Mato hace lo que se ha hecho siempre, lo que cualquier gobierno haría. Vincula, salud, alimentación y educación, tirando de un triduo clásico y repetido hasta la saciedad por los expertos.
Pero ignora que su gobierno nos está negando las tres cosas y que son responsables de la malnutrición creciente porque han sacrificado la calidad alimenticia en los centros educativos en aras de conseguir dinero para otros fines y porque les están negando a las familias los recursos necesarios para alimentar bien a sus niños.
Mejor habría hecho la ministra en permanecer en su socrático "solo sé que no sé nada" y seguir preguntándose con sorpresa quién aparca coches de lujo en su garaje.
Y de un plumazo consigue airear lo que otro de los ínclitos del Consejo de Ministros había estado intentando evitar, tapar, eludir y esconder. Que los recortes en educación lo son también sanitarios. Que el ataque a la Sanidad Pública y al Educación pública son la misma andanada contra los ciudadanos que les atacan en su salud presente y futura.
Porque otro ministerio, el de Educación, es uno de los principales responsables de la pérdida de calidad en la alimentación en los colegios, de esos mismos centros a los que Ana Mato dice que irá a pedir una dieta con verduras.
Porque han cercenado o eliminado las becas de comedor para muchas familias, porque permiten que los colegios concertados, que se mantienen con dinero público, prohíban a los alumnos llevar sus tarteras con comida o no les faciliten un microondas para calentarlos y les fuercen a comer bocadillos o la comida fría.
Porque los impagos reiterados de las comunidades autónomas bajo su gobierno, desde Madrid a Valencia, desde Castilla - La Mancha a Murcia, obligan a los servicios de catering que atienden a esos colegios a suspender el servicio o, en el mejor de los casos, a bajar la calidad de los alimentos y el tamaño de las raciones.
Porque la política de recortes de sus compañeros de Consejo de Ministros hace que haya docentes que hagan comida en sus casas para luego llevársela todos los días a algunos de sus alumnos que tienen a sus dos padres en paro y sin prestación de desempleo.
Y Ana Mato se atreve a decir que la solución a la malnutrición infantil está en comedores de colegios públicos que su propio gobierno está llevando a la precariedad y el desastre.
Y encima lo dice la titular de Asuntos Sociales, que debería saber la cantidad de recortes que ha hecho en esa materia, que debería haber respondido -si hubiera tenido respuesta- a las quejas de organizaciones no gubernamentales de todo tipo -incluidas las de su amado catolicismo- sobre el recorte en gato social que han obligado a cancelar campañas de ayuda, reparto de alimentos e incluso a cerrar comedores sociales.
Ana Mato hace lo que se ha hecho siempre, lo que cualquier gobierno haría. Vincula, salud, alimentación y educación, tirando de un triduo clásico y repetido hasta la saciedad por los expertos.
Pero ignora que su gobierno nos está negando las tres cosas y que son responsables de la malnutrición creciente porque han sacrificado la calidad alimenticia en los centros educativos en aras de conseguir dinero para otros fines y porque les están negando a las familias los recursos necesarios para alimentar bien a sus niños.
Mejor habría hecho la ministra en permanecer en su socrático "solo sé que no sé nada" y seguir preguntándose con sorpresa quién aparca coches de lujo en su garaje.
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