jueves, agosto 08, 2013

BUPA y Lasquetty se llevan la sanidad al cementerio

Nos faltaba uno. En esta danza de  manipulaciones y veleidades nepotistas en la que el gobierno madrileño ha transformado la privatización de la sanidad pública, nos quedaba uno de los personajes de la comedia del absurdo que completan el drama.
Si HIMA asume el papel del villano desalmado, pendiente cual tío Gilito tan solo de su montaña de oro y Ribera Salud ejerce por voluntad propia de eterno fracasado, de primogénito melifluo y vanidoso, incapaz de mantener lo que papá Estado le regala y que acude a exigir más cuando ha dilapidado lo otorgado, aún os quedaba el personaje que no puede faltar en este drama, -en cualquier drama, de hecho-, el de oscuro y escurridizo sicario que lleva la muerte por encargo allá donde le llaman.
Señoras y señores, con un ustedes, en el tercer acto de este drama que amenaza con robarnos la salud para colocarla en las cuentas corrientes suizas de otras gentes, Sanitas.
O, para ser más exactos, BUPA.
La tercera adjudicataria de los hospitales privatizados, concretamente en del Henares, es en España Sanitas, pero en realidad es una parte del conglomerado del negocio sanitario británico llamada BUPA.
Hasta los medios de comunicación más críticos con la privatización nepotista e ilógica de la sanidad madrileña consideran a esta la empresa más seria, más fiable, de todas aquellas que han competido por quedarse con los beneficios de restringirnos la sanidad y robarnos la salud.
Para empezar los chicos de BUPA parecen no tener pudor en reconocer que saben más de lo que deberían, que lo suyo con el Hospital del Henares no es del todo limpio. Dan por sentada la adjudicación, incluyen al hospital dentro de los de su propiedad y gestión cuando ni siquiera se han adjudicado, cuando ni siquiera se han resuelto la mitad de los contenciosos judiciales que están pendientes.
Luego se retractan, matizan, argumentan y piden disculpas pero el hecho es que igual que sabían que nadie más iba a concurrir a la oferta por su hospital, igual que sabían que se iba a rebajar el aval necesario para obtener la concesión de 200 a 28 millones de euros, igual que sabían todas esas cosas, saben que al final se les otorgará el Hospital del Henares para que hagan y deshagan a su antojo.
Como hiciera HIMA o Ribera Salud, sus mandamases hablan de triunfo, hablan de éxito antes de que este se produzca porque sus amigos, socios y aliados en los despachos del gobierno madrileño les han asegurado, a despecho del deseo de la sociedad, a despecho de la opinión de todo el colectivo sanitario, que eso se producirá. Para eso esta Fernández Lasquetty. Esa es su trabajo. Esa es su función. Defender los intereses de los escogidos en contra de los de todos los demás. En primer lugar de sus ciudadanos.
Pero ese cariz nepotista es solamente un matiz, un a pincelada difusa y de relleno en la verdadera historia del tercero en discordia en esto del negocio de la sanidad madrileña.
¿es este el único pecado social de BUPA?, ¿es esto lo único que sería motivo para poner en entredicho su idoneidad para la concesión?
Pues va a ser que no.
"Una nueva ola de clientes del Reino Unido ha abandonado Bupa, en la última señal de que los altos costos están impulsando a los pacientes a dar la espalda al sector privado".
La frase no es mía -claro, de ahí el entrecomillado-, no es de un político español, no es ni siquiera de un informe de alguien a quien se pueda achacar un intento sórdido de oponerse a la sagrada voluntad de Lasquetty y su gobierno y por tanto acusable de antisistema y antidemocrático.
La cita es del Financial Times, cuya dirección está ideológicamente a la derecha de los Minute Men y que no es precisamente un medio antisistema, ácrata y anticapitalista radical.
De modo que Lasquetty y sus chicos le conceden -cambiando los pliegos de condiciones a última hora y posiblemente a través de acciones aún más cuestionables- la gestión de un hospital a una compañía cuya matriz británica está sufriendo un éxodo de clientes porque no hace otra cosa que subir los precios de sus servicios sanitarios. Como está perdiendo la batalla en el mercado británico se expande a España donde es el propio Estado -en este caso a través de un gobierno autonómico- el que le garantiza la afluencia de ingresos constantes.
Es típico del capitalismo, cuando tu incapacidad o avaricia te impiden competir en situación de igualdad en un país desarrollado te buscas una república bananera, te metes al gobierno en el bolsillo -normalmente con suculentas mordidas- y te conviertes en un monopolio basado en la corrupción y el nepotismo. Lo dicho, un gran clásico.
Pero ahí no acaba la cosa. No es que BUPA pierda clientes porque sus competidores lo hagan mejor y a precios más razonables. Al menos no es solo eso.
"A pesar del escándalo por las muertes evitables en Mid Staffordshire NHS Foundation Trust, la aseguradora médica había perdido 100.000 clientes a finales de la primera mitad, en comparación con el año 2012".
O sea que, como diría el relator clásico del mítico Crimen de Cuenca, no contentos con el cura la emprendieron con el ama.
Lasquetty no tiene bastante con otorgar la salud de los habitantes del Corredor del Henares a una empresa en franco retroceso, incapaz de mantener por calidad y precio a sus clientes de pago -los que dan la auténtica medida de la capacidad de una empresa privada, sea en la sanidad o en cualquier otra cosa- sino que además pasa por alto el hecho de que se encuentra involucrada en un escándalo de desatención y falta de profesionalidad que originó muertes de pacientes en un hospital gestionado -al menos parcialmente- por ellos en el Reino Unido.
No solo nos ponen en manos de inútiles sino que también nos arrojan en las zarpas de negligentes que se sitúan al borde de lo criminal. No solamente nos convierten en los sustitutos obligados sin voz ni voto de los 120.000 pacientes que ha perdido BUPA por su escasa credibilidad en la Pérfida Albión, sino que además nos ponen en manos de quienes ya han demostrado que son capaces de permitir muertes con tal de cuadrar cifras de gastos e ingresos. Y además como gestores de un hospital público.
¿De verdad quieren hacernos creer que eso no hay que valorar todo eso a la hora de conceder la gestión de un hospital?, ¿de verdad cree Lasquetty y su corte nepotista que vamos a creernos que esta privatización responde a otro criterio que lo que reciba o recibirá de empresas denostadas en su propio ámbito de negocio que han visto en él la única forma de asegurar sus ganancias?
Pero, para rematar la faena, el Financial Times no solamente nos muestra lo que ha hecho y hace BUPA, sino que también se disfraza de oráculo y nos muestra lo que está dispuesta a hacer si las cosas van mal.
"Estas pérdidas (de pacientes) se suman a una caída de 142.000 en el mismo periodo de hace un año (...) Pero Bupa ha adoptado una línea más dura en el pago de las reclamaciones - una ofensiva que ha molestado a algunos médicos - ayudar a mantener las ganancias subyacentes del Reino Unido y subirlas a 59 millones de libras".
O sea que los buenos chicos de BUPA -que ya se saben adjudicatarios, aunque nadie lo haya dicho- cuando pintan bastos, cuando pierden 140.000 clientes un año y 120.000 al siguiente por culpa de sus precios y sus negligencias lo que hacen es apretar las clavijas a los que les quedan. Negarles sus derechos, cerrarles prestaciones, dificultarles o impedirles reclamaciones y así consiguen mantener sus ganancias.
Y además en contra de la opinión de sus médicos. Debe ser que la vocación sanitaria y el juramento hipocrático con eso de que te obligan a salvar la vida a las personas te transforman en un pérfido radical antisistema profundamente antidemocrático.
Y por si alguien cree que esto es una interpretación viciada, sesgada y parcial de un artículo "inocuo" del Financial Times, llega como colofón la declaración postrera de Stuart Fletcher -que nombre más británico, por dios-, Director Ejecutivo de BUPA
"(...) la tasa del éxodo cliente se ha reducido del 5 por ciento de hace un año al 3 por ciento, y tengo la esperanza de los números se estabilizaran en la segunda mitad del año (...) La gente sigue mirando sus carteras (...) como la gente está más desanimada -por el escándalo del hospital del  NHS- creo que van a seguir cambiando (...) Sin embargo en todo el grupo, las ventas aumentaron un 8 por ciento a 4.5 millones de libras, la expansión en el extranjero compensó la caída de los clientes en el Reino Unido".
Y ahí está el quid de la cuestión. Como BUPA no tiene ni ética ni capacidad para mantener sus clientes en el Reino Unido, allí donde se los tiene que ganar, es mucho mejor venirse aquí donde un gobierno se los regala, haciendo caso caso omiso de su responsabilidad, sin tener en cuenta los datos ni los problemas que esa empresa ya ha generado en su país matriz.
Y así se completa del triduo de HIMA, buscada hasta debajo de las piedras por el departamento del Tesoro Estadounidense por evasión de impuestos y pagos en negro, Ribera Salud, empleadora impenitente de familiares de políticos -y de los propios políticos- y autora del mayor fiasco sanitario de España y BUPA, perdedora de clientes y posible negligente criminal, como las tres mejores opciones para gestionar la vida y la salud de los madrileños.
Un curioso trío para el desastre. Poker si se tiene en cuenta al que reparte las cartas, Francisco Javier Fernández Lasquetty. Pero, claro, hacen falta cuatro para portar un catafalco al cementerio.
Se dice que también quiere privatizar los cementerios. No es de extrañar. Así controlaría todos los sectores del negocio de la muerte de madrileños.

miércoles, agosto 07, 2013

Sanidad Pública y el sofisma de la sostenibilidad

Una de las restricciones que impone la democracia es la imposibilidad de hacer las cosas por aquello de las santas gónadas que tanto gustan de traer a colación los totalitarios. 
Este gobierno nuestro no lleva demasiado bien esa restricción. Tan mal la lleva que su cabeza visible llega a decir que él dará explicaciones "cuando lo estime necesario", es decir, cuando le de la real gana. Pero como todavía quieren fingir que ellos son los demócratas -y todos los que se oponen a ellos los antidemócratas  por definición- todavía intentan argumentar sus decisiones. Y la que más intentan argumentar es la que afecta a la privatización -¡Uy, perdón!, quise decir la externalización de la gestión, es que mi pensamiento antidemocrático me traicionó- de la Sanidad Pública.
Y para ello se han inventado el concepto de sostenibilidad. Para ser más exactos, han manipulado el concepto de sostenibilidad. Que parece lo mismo pero no lo es.
Como los profesionales de la Sanidad Pública les presentan cifras y datos en Madrid para desmentir su ahorro y para demostrar que, a la larga, su "externalización" saldrá carísima; como los informes independientes del proyecto Alzira en la Comunitat Valenciana no dejan títere con cabeza en el fiasco que ese experimento supuso, nuestro gobierno decide tirar de expertos -del BBVA- y presentar un informe post apocalíptico, digno de la cuarta entrega de Mad Max, según el cual la sanidad pública y su modelo actual son insostenibles.
Nadie duda de los datos. Lo que se duda es del análisis y del silogismo que esos datos generan.
El gasto sanitario no hace otra cosa que crecer, en Madrid, un 30%, en Valencia un 45%, un 50% en Castilla-La Mancha, en Murcia un 60% y en Baleares un 89%. Y como no hace otra cosa que crecer precisa que la economía del país crezca. Y como la economía no va a crecer, el sistema público de salud se colapsará y no es sostenible.
Así que hay que cambiarlo, hay que "externalizarlo", hay que privatizarlo. Es la única solución.
Pero si miramos con lupa esos datos, si nos paramos a pensar, nos damos cuenta de que el silogismo es falso, de que no responde a la realidad, de que se ha construido sobre premisa falaces. De que es un sofisma.
¿A nadie le ha llamado la atención de que el gasto sanitario haya subido por encima de cualquier otra comunidad en Castilla-La Mancha, Valencia, Murcia y Baleares, todas ellas controladas por gobiernos del PP, la mayoría de ellas desde tiempo inmemorial?
¿A nadie le ha sorprendido que esas comunidades no tengan dinero para sufragar su sanidad?
¿Nadie ha caído en la cuenta que tres de esas comunidades tienen más políticos procesados, imputados y condenados por corrupción, cohecho y nepotismo que todo el resto de los estados de la Unión Europea juntos?
Es lógico. Las políticas de "expansión", que no de crecimiento económico, del Partido Popular basadas en esas formas de hacer las cosas han generado unos agujeros financieros del tamaño de las lunas de Júpiter. 
Han permitido que las empresas que allí se asentaban prácticamente no pagaran impuestos por su actividad, han gastado dinero público en concesiones a empresas que luego quebraron -más o menos fraudulentamente- y jamás hicieron aportación alguna a las arcas públicas en forma de impuestos, pese a que el dinero para sufragarlas salió de los créditos pedidos por los gobiernos autonómicos.
Por eso no tienen dinero, por eso no recaudan, por eso no encuentran forma de sufragar su sistema sanitario -y ya puestos tampoco el educativo-. El dinero que tenían que haber utilizado en ello, se usó para aeropuertos fantasmas, circuitos de fórmula 1 sin gran premio, campos de golf, urbanizaciones en playas protegidas, puertos deportivos, visitas papales y un largo etc.
Cierto es que en mayor o menor medida todas las comunidades autónomas cayeron en ese error, pero esa política era la bandera de "crecimiento" del PP desde los tiempos de Zaplana, Matas y Aznar. Y ahora con todas esas burbujas estalladas en miseria y desempleo no hay cotizaciones suficientes, no hay ingresos en la Seguridad Social para sufragar el actual modelo.
Así, el silogismo se transforma en otra cosa. El modelo actual de Sanidad Pública no es lo que no es sostenible. Es el modelo actual de hacer política y de falso crecimiento es lo que es insostenible.
Y así la otra verdad apocalíptica se derrumba por pura lógica.
Se dice que hace falta un crecimiento económico del 1,6% en todo el país para que el actual sistema sanitario sea sostenible. Pero, visto lo visto, es mentira.
Lo que hace falta es que el Estado ingrese el dinero como si el actual sistema económico creciera un 1,6 por ciento. De nuevo, puede parecer lo mismo pero no lo es.
Ese aumento de ingresos llegará de evitar de una vez por por todas el fraude impositivo de las grandes empresas, ese aumento de ingresos llegará de penar que las empresas creen sociedades de acciones en paraísos fiscales para eludir los impuestos, ese aumento en los ingresos llegará de dejar de rebajar una y mil veces las cotizaciones de las empresas a la Seguridad Social por hacer lo que tienen que hacer, es decir, contratar gente -sean mujeres, jóvenes, hombres o lo que sea-.
Ese aumento llegará de que el Gobierno de Madrid deje de perdonar impuestos y cotizaciones a empresarios extranjeros a cambio de contratar en régimen de servidumbre sin representación sindical a mujeres y hombres de la comunidad de Madrid para maquillar sus cifras de paro; llegará de que el Gobierno de la Comunitat Valenciana cobre al Vaticano el alquiler de  los espacios que utiliza para la visita papal y no la pague de sobaquillo a través de cuatro empresas interpuestas que encima luego no pagan a Hacienda; llegará de que la Santa Cospedal deje de firmar convenios que reducen los impuestos de las empresas de sus familiares y socios prácticamente a cero a cambio de que contraten cuatro secretarias de Albacete y dos administrativos de Valdepeñas.
Esos ingresos se incrementarán si se deja de hacer la política de dádivas de Matas, Fabra, Aguirre, Camps y todos aquellos que nos vendían y venden que "España iba bien" y que anteponían sus egos y sus magnificencias a la justicia en la recaudación de los impuestos que hacen posible el mantenimiento del sistema sanitario.
Y además llegará de que los Gobiernos pongan de su parte. 
De que recorten gastos de representación, campañas de concienciacion de lo que sea que no conciencian a nadie, promociones turísticas millonarias que tampoco generan impacto ninguno, campañas promocionales que bordean el delito electoral que solamente buscan perpetuarse en el poder, gastos en medios de comunicación públicos que se convierten en aparatos de propaganda con sueldos millonarios a colaboradores y contertulios de la cuerda política mientras se despide en masa a los verdaderos profesionales de la información.
Y si se hace todo eso, Si se empieza a recaudar con seriedad de las corporaciones y empresas, si se empiezan a exigir los pagos a aquellos que dejan las arcas gubernamentales, autonómicas y municipales bajo cero, entonces nos daremos cuenta del verdadero silogismo que esconden las cifras del sistema sanitario público.
Si la forma de hacer política y de pervertir la economía no permite mantener el actual modelo de Sanidad Pública, hay que cambiar la forma de hacer política, no el modelo sanitario. 
Los que no son sostenibles son los políticos y los gobiernos que piensen de otra forma.

Futuro, salarios y el deicidio liberal capitalista

Tiende a creerse que diez mentes pensando sobre un problema tienen mayor capacidad para encontrar la solución a esa cuita en concreto que una sola. Y ese constructo arquetípico de la mente colectiva se ha generado por repetición,como lo hacen todos. Normalmente ha funcionado. Lo ha hecho en la ciencia, cuando la lucidez de varias mentes ha abierto caminos que un solo cerebro no era capaz de desbrozar, lo ha hecho en la creación artística, en la invención práctica e incluso en el siempre aciago y reemprendido camino de la guerra y la estrategia militar.
Pero al parecer esa creencia demostrada ya no es válida. Los pensadores políticos -lo sé, lo sé, suena a oxímoron- son incapaces de hacerla de nuevo realidad, son incapaces, por mucho que se junten, de encontrar una solución al mal que nos aqueja, que nos destruye. 
Son incapaces de encontrar unas parihuelas para el sistema económico que agoniza que no supongan cercenarnos los miembros para dárselos a la economía, que no signifiquen sacarnos la sangre para inyectársela a una economía que ya no puede recuperarse por ese camino.
¿Qué otra explicación tiene que el Fondo Monetario Internacional, con todas sus mentes expertas, solamente sea capaz de llegar a la conclusión de que para salvar la economía hay que rebajar un 10% los sueldos?, ¿de qué otra manera puede explicarse que, ante la mirada ojiplática de toda la sociedad española -incluido por una vez su Gobierno- Bruselas y su comisario económico respalden esa propuesta?
Pues muy simple. La explicación es que por más mentes que sumen al cerebro político colectivo todas piensan en la misma línea, todas cometen el mismo error, todas aplican el mismo prejuicio que les impide ver lo evidente.
Se niegan a reconocer que el liberalismo ha muerto. Que está tan muerto como lo están el comunismo estalista, el socialismo nacionalista, el librecambismo colonial o el feudalismo autárquico. Su liberalismo capitalista sin control ya solamente sirve para estudiarlo en las facultades de historia. Si es que Wert no las cierra en unos meses. Y como no lo ven y no quieren verlo siguen recurriendo a fórmulas muertas.
Alguien dijo que la contención salarial crea empleo. En teoría es así. 
Pero, al igual que Marx no contó con la el ansia de poder humana a la hora de definir su Dictadura del Proletariado, al igual que los teóricos del Derecho Divino y las relaciones feudo vasalláticas no contaron con el deseo de autonomía de la humanidad, los teóricos del liberalismo, neoliberalismo y postliberalismo no contaron con el factor decisivo en su ecuación: los empresarios.
Bruselas y el FMI se niegan a renunciar a su muerto liberalismo capitalista, se niegan a reconocer que les falla el factor empresarial, que los dueños de las empresas no son emprendedores beatíficos que en cuanto suman unos centenares de euros pierden el sueño por ver en qué nueva empresa los invierten, en que nuevo proyecto generador de empleo los utilizan. Que no son Aristóteles Onasis, son Gerardo Díaz Ferrán.
No son los trabajadores los que han defraudado a Hacienda 80.000 millones de euros en cuentas suizas y caribeñas, son los empresarios. No son los trabajadores los que han ocultado y manipulado balances para poder llevarse cientos de millones de las cuentas empresariales en quiebras fraudulentas, son los empresarios. No son los trabajadores los que han diseñado corporaciones transnacionales y sociedades de acciones con sede en Luxemburgo, Andorra o Mónaco para pagar un 1% de sus ganancias en impuestos en lugar del 30% que les corresponde por justicia -que no por ley, que hace tiempo que una cosa y la otra no son lo mismo en estos asuntos-.
Puede que los trabajadores hayan también eludido a la Agencia Tributaria desgravando pisos en los que no residen, emitiendo facturas que no lo son de gastos laborales, ocultando salarios en negro. Pero todos sabemos que esa no es la parte del león, todos sabemos que estamos donde estamos porque las empresas no han cumplido el beatífico rol que Adam Smith, Keynes y Galbraith les asignaron en la utopía liberal capitalista.
Y pese a ello, pese a todas las pruebas y evidencias en contra de su teoría del empresario como generador de empleo y riqueza -para otros, se entiende-, siguen exigiendo que sean los trabajadores los que se sacrifiquen, los que pongan un diez por ciento de su salario en manos de unos empresarios que ya han demostrado una y mil veces que lo único que pretenden hacer con ese dinero es mantener su suntuoso nivel de vida.
Reducir los salarios no creará empleo por la sencilla razón de que los empresarios que se beneficiaran de esa rebaja no harán lo que los adalides del sistema suponen que harán. 
El único empleo que crecerá será el de ejecutivo de cuentas en la Confederación Helvética porque ellos tomarán esos excedentes de capital y lo utilizarán para engordar sus cuentas cifradas. Exactamente igual que están haciendo ahora.
Y los trabajadores habrán sacrificado su salario para nada. Por más que los políticos intenten hacer a los que trabajan por sueldos que no han crecido en cinco años, por nóminas que ni de lejos están ajustadas a los trabajos que realizan ni a la preparación que les exigen, responsables de la falta de trabajo de todos los demás.
¿Por qué entonces siguen confiando en ellos?, ¿por qué entonces siguen proponiendo y exigiendo una contención salarial que no servirá para nada?
Esa insistencia, esa incapacidad de ver la realidad no es otra cosa que la imposibilidad de renunciar a unas creencias que se demuestran falsas. Es la base de cualquier fanatismo.
Ellos no renuncian a su visión del mundo pero exigen a los sindicatos, que en contra de su función, de su esencia, de su razón de ser, acepten rebajas salariales para entregar un holocausto de miseria e infraempleo a unos empresarios que no harán lo que ellos quieren que hagan; ellos son incapaces de renunciar a sus principios liberales de dejar libres los mercados pero exigen que el coste del trabajo sea regulado fuera del mercado por leyes y acuerdos políticos porque les viene bien.
Todo para no reconocer que su dios ha muerto -si es que alguna vez estuvo vivo-, todo para no reconocer que han fracasado.
Porque si hicieran eso verían lo que todos vemos, lo que cualquiera que no esté cegado por la falsa religión del libre mercado de capitales a ultranza lleva viendo desde hace años.
Que no se puede reducir en Educación, Empleo, Sanidad y todo lo que necesitamos en nuestra sociedad para nuestro futuro para poner dinero en manos de aquellos que ya han dilapidado sus oportunidades y las nuestras en un ciclo sin fin de crisis provocadas por su incontenible avaricia.
Que no hay que reducir los salarios, hay que regularlos para que sean justos.
Que no hay que hacer descender los rendimientos del trabajo, hay que controlar los rendimientos especulativos de los mercados que salvan y destruyen economías nacionales para especular con las primas de riesgo de sus deudas públicas.
Que si los salarios en España no han crecido en los últimos cinco años y los beneficios empresariales se han multiplicado por doce, el problema está en el control de los beneficios empresariales, no en la contención salarial.
Que si los empresarios no reinvierten y no redistribuyen sus beneficios entre aquellos que contribuyen, incluso más que ellos, a obtenerlos hay que forzarles a hacerlo con leyes tributarias y de reparto de beneficios si es preciso.
Que si los accionistas e inversores especulan desde el anonimato de sus fondos de inversiones con el futuro de las empresas y de los países hay que controlarlos, limitar los beneficios especulativos y hacerles tributar tanto por ellos que ya no suponga un negocio rentable.
Que no hay que reducir los salarios, hay que que redistribuir los beneficios.
Y si el dios del capitalismo liberal se ofende iracundo por ello, se atraganta  boquea y muere, que lo haga. No será el primer dios al que matamos para poder seguir viviendo ni será el último.
Aunque sus fieles clérigos del FMI y Bruselas tengan que ser enterrados con él en su tumba de oro, beneficios empresariales defraudados y réditos especulativos sin control.

domingo, agosto 04, 2013

Lasquetty y quienes hacen el trabajo de Telemadrid

"Aquellos que hacen lo debido lo demuestran no con las acciones que realizan sino con aquellas que no dejar de realizar".
En pleno estío vacacional reconozco que es un poco duro empezar con Schopenhauer, así por la tremenda, un post. Lo suyo sería hablar de operaciones bikini, el ya ritual reportaje sobre la cervecita o la noticia de obligado cumplimiento sobre la ocupación playera.
Pero es que la frase del en ocasiones ininteligible filósofo alemán nos muestra a las claras una situación que entre tanto calor, viaje y baño veraniego tiende a pasar inadvertido.
Hace unos días Telemadrid, ese medio de comunicación transformado en plataforma de propaganda y agitación política, se descolgó con uno de esos típicos reportajes suyos a los que solamente les falta un fondo musical de fanfarrias y trompetas para que sean la perfecta loa del gobierno madrileño y su política sectaria y nepotista.
En este caso fue la sanidad y se descolgaron con que los británicos, los hijos de la Pérfida Albión, raramente interesados en algo que no haya sido inventado por ellos mismos en sus años dorados, habían venido a Madrid a interesarse por el sistema de gestión sanitaria privatizada impulsado por los gobernantes madrileños.
Porque claro, si los ingleses se interesan en algo tiene que ser bueno, si el gobierno británico nos quiere copiar es que recortar el acceso, los recursos y la capacidad de la atención sanitaria pública debe ser bueno. Si los hijos de la Isla de Las Brumas vienen a preguntar por algo que pone en manos de magnates privados sin ética ninguna y ávidos de resultado nuestra vida y nuestra salud, tiene que ser bueno.
Hasta aquí la propaganda, hasta aquí la agitación y la manipulación ideológica de la que el bueno de Nikita Kruchev estaría orgulloso.
Pero todo esto nada tiene que ver la cita inicial. Lo que hace relevante esa frase es que era mentira, que se lo habían inventado, que habían utilizado Telemadrid para engañar. Lo que dota de significado al algo enrevesado pensamiento de Schopenhauer es quién lo ha descubierto y sacado a la luz.
Porque no han sido los informativos de las televisiones públicas los que han descubierto esa mentira -nadie lo esperaba-, no han sido los servicios de investigación de las cadenas privadas, ni los diarios de gran tirada. Han sido unos señores que se agrupan bajo el nombre genérico de salvemostelemadrid.es.
¿Se acuerdan de ellos? Son aquellos que según el presidente comunitario hacían inviable Telemadrid, aquellos de los que se prescindió para que Telemadrid seguía abierta y dando beneficios a las relaciones nepotistas de sus directivos y sus dirigentes políticos.
Lo han hecho aquellos que no tenían porque hacerlo. El problema de la sanidad madrileña no era su problema -según lo ven muchos de los que han hecho de su egoísmo individualista la única medida de la realidad-. Podían haber dedicado el espacio en su página solamente a lo suyo, a hablar de su ERE ilegal, de las conexiones corruptas de aquellos que dirigen Telemadrid y la utilizan para engordar el recuento de sus votos y las cifras de sus cuentas privadas en la Confederación Helvética.
Pero no lo han hecho. Han informado sobre la Sanidad Pública, sobre lo que interesa e importa a los madrileños. Han hecho su trabajo.
Dejadme que lo repita, dejadme que me llene la boca y el teclado con la frase. Han hecho su trabajo. Aunque nadie les pague por ello, han hecho su trabajo. Aunque hayan perdido el empleo por hacerlo, han hecho su trabajo. Aunque no les reporte ningún beneficio, han hecho su trabajo. Aunque no tenían porque hacerlo, han hecho su trabajo.
No han dejado de hacer, como diría el retorcido alemán, las acciones que tenían que realizar.
Porque los madrileños merecen saber que su gobierno manipula, miente y utiliza medios públicos para fingir que el gobierno británico apoya con su interés una privatización que es rechazada por prácticamente toda la sociedad; porque la sociedad tiene derecho a saber que los profesionales de la información, que aquellos que por compromiso y vocación han elegido mantener informada a la gente, lo harán aunque no se les pague, aunque se les deje sin trabajo, aunque le venga mal al poder.
Porque la Sanidad Madrileña, que se la está jugando cada día contra los engranajes de un poder corrupto y nepotista, tiene derecho a saber que hay gente que sabe que su trabajo es informar y no hacer propaganda, que sabe que Telemadrid ha caído por los rostros perfectos de melena rubia de peluquería que sonríen a cámara mientras mienten -y saben que lo hacen- y no por aquellos y aquellas que pretendieron siempre que su condición de trabajadores públicos suponía un servicio a la sociedad, no a los gobernantes.
Y ahora podemos hacer dos cosas. O pararnos, entre cañas y tapas, a pensar qué es lo que la frase de Schopenhauer tiene que decirnos a nosotros, como se lo ha dicho a los chicos y chicas de salvemostelemadrid.es y a todo el colectivo profesional sanitario que permanece en lucha, podemos descubrir qué acciones no debemos dejar de hacer para hacer lo correcto o podemos poner Telemadrid y relajarnos con el reportaje de turno que nos pongan.
Creo que hoy toca ese gran clásico de los consejos contra los golpes de calor. Nosotros mismos.

Y Wert nos hizo el favor de dejarnos sin ética.

Que es mucho lo que nos están quitando y nos quieren quitar aquellos que han puesto en marcha su regresión educativa es algo que apenas si merece la pena ser repetido por conocido y evidente.
Pero entre todas esas cosas, entre el derecho a educarnos, el derecho a no tener que hipotecar nuestra vida para obtener formación y el derecho a que la falta de la misma no nos transforme en siervos de aquellos que, sin tener tampoco formación alguna, disponen del dinero y el poder, hay otra cosa que nos ha arrebatado por la espalda y a traición.
Nos han quitado la ética.
La desaparición de esa asignatura de los planes de estudio es algo más que la consecuencia de elevar a rango de nota su contrapartida de moral llamada Religión. Es algo más que la consecuencia de una austeridad parcial e ideológicamente fanática que permite gastar 700 millones de euros en profesores de religión pero recorta de los elementos más básicos y sociales de la educación como son las becas o los comedores. 
La desaparición de la ética es un arma de destrucción masiva, es la última linea de defensa de aquellos que, desde que les colocamos en La Moncloa, pretenden ser incuestionables y no soportan ser cuestionados.
Porque se mire donde se mire, ya sea al juzgado de Ruz y a Génova, 13 o a la Audiencia sevillana de Mercedes Ayala y la sede de La Junta de Andalucía, si hay algo que no precisan nuestros gobernantes y políticos es que nosotros sepamos de ética.
Porque el  rebuscado Aristóteles les exigía acabar con el circo mediático y judicial de los sobrecogedores genoveses con un buen trago de cicuta en la bañera, el inaccesible Kant les enviaría a la condenación tanto en lo material como en lo formal tras conocer sus tejemanejes de Eres andaluces; el ponderado en estos asuntos Descartes les reservaría a ellos y sus regalos y donaciones oscuras los párrafos más radicales de su Discurso del Método y hasta el bueno de Tomas de Aquino o incluso su antagonista de Epona, no encontrarían misericordia divina suficiente como para evitar su condenación eterna.
Porque la ética del poder del Príncipe de Maquiavelo les mandaría al desván de los malos gobernantes con justificación o no para sus medios y sus fines, porque la guillotina de Rosseau rubricaría su Contrato Social para separar sus cabezas de sus hombros.
Porque no hay ética formal o material, social o de poder, humana o divina que les permita justificar aquello que están haciendo y todo lo que están dispuestos a hacer. Salvo quizás la de Nietzche, claro. Y tampoco está el patio para tirar de Nietzche y su superhombre.
Así que es mejor que nadie nos enseñe esas cosas, que nadie meta en nuestra mente esos filtros que nos hagan pasar sus actos y los nuestros por la ética, es mejor que nadie nos confunda, nos "adoctrine", nos aparte de nuestro objetivo, que no debe ser otro que aprender la manera más eficaz de apretar tornillos, de ensamblar piezas y de poder sobrevivir con 700 euros al mes para que los beneficios empresariales sigan subiendo.
Puede que la asignatura se considerara una "maría", puede que no se impartiera de forma profunda y relevante, pero eliminarla supone un mensaje demasiado evidente por parte de aquellos cuya ética lleva en el candelero desde que accedieron al gobierno e incluso desde antes de que los colocáramos ahí.
Es la rúbrica perfecta a la carta de presentación de la sociedad que quieren construir para nuestro futuro.
Una sociedad en la que la estética sustituya a la ética, en la que la moral sustituya a la conciencia, en la que el poder releve al gobierno y la necesidad a la justicia.
Una sociedad en la que no hayamos recibido los mimbres suficientes como para anteponer el bien común al beneficio propio, como para hacer prevalecer la justicia para todos por encima de nuestros intereses egoístas y particulares.
Una sociedad en la que la estética de los ternos perfectos, de la eterna erótica del mando, el ejercicio del poder omnímodo y la capacidad de hacer lo que nos venga en gana, nos atraigan mucho más que la construcción de una sociedad en la que nadie pueda hacer de su capa un sayo, en la que nadie -ni siquiera nosotros mismos- podamos pasar por encima de los derechos de otros para imponer nuestra santa voluntad.
Quieren construir una sociedad donde la medida de la virtud se encuentre siempre por debajo del ombligo. En la que la apariencia de corrección sea la única vara de medir a la hora del triunfo. 
En la que una moral episcopal de puritanismo aparente nos obligue a casarnos pero no cuestione los motivos de ese casamiento, nos impida ser "contra natura" en el amor pero no nos reclame ni nos exija auténtico amor en nuestras relaciones. Nos oculte las vergüenzas pero no nos haga responsables de tenerlas. 
Una sociedad en la que la mujer del césar ya no tenga que ser honesta y parecerlo, solamente parecerlo -sea quien sea él o la que se atribuya la condición de mujer del césar, claro está-
Y es posible que los inquilinos moncloitas hayan dado en el clavo al suprimirnos la ética de aquello que nos es obligatorio conocer, que nos es imprescindible saber. Es posible que nos conozcan mejor de lo que nosotros reconocemos que nos conocemos a nosotros mismos. Hasta es posible que hagan lo que realmente queremos.
Porque hace demasiado tiempo que esta sociedad occidental atlántica nuestra lleva más su vista hacia la estética que hacia la ética. Y nuestros gobernantes, al fin y al cabo, tienen en su naturaleza ser reflejo de lo que nosotros somos.
Hace demasiado tiempo que las mozas se colocan y refuerzan los senos a los veinte para triunfar en la tele mientras no ponen interés alguno en reforzar sus mentes para afrontar su futuro; hace demasiado tiempo que los ciclados jovencitos de afterhour y metrosexualidad radical hacen crecer sus pectorales y sus bíceps mientras dejan que sus electroencefalogramas se hundan en una curva cóncava cada vez más pronunciada.
Hace demasiado tiempo que hemos sacrificado el compromiso sindical y combativo con nuestras profesiones y nuestros sectores a cambio de una imagen de "profesionales liberales" que negocian por su cuenta, ignoran los convenios colectivos y no se sienten parte de nada para lograr el éxito profesional a fuerza de entrar y salir en los despachos adecuados, practicando el cansado arte de la genuflexión servil y la delación mezquina.
Porque hace demasiado tiempo que hemos convertido la ideología en una excusa para una militancia que busca tener un carné que presentar ante los poderosos de turno para asegurarnos el acceso a los pasillos del poder y evitar que nadie abra una puerta que de a esos pasillos y nos obligue a entrar dentro.
Porque llevamos dos generaciones gastando todo nuestro tiempo disponible en lo estético, demorando lo ético. 
Durante demasiado tiempo hemos dedicado el poco tiempo del que disponemos y el aún menor esfuerzo del que somos capaces a mantener las nalgas en su sitio, los pechos en su lugar, las piernas delgadas y las cinturas controladas para "estar estupendas" en lugar de dedicarnos a buscar la manera, quizás con trabajo, preparación y un poco más empatía de "ser estupendas".
Y no hemos parado de gastar nuestro tiempo y dinero en gimnasios, en injertos capilares, en crear perfiles virtuales atrayentes, en vestir a la moda para "resultar interesantes", mientras no hemos dedicado un solo segundo, una sola milésima de nuestro tiempo de ocio o de negocio, a "estar interesados" en nada de los demás ni en nadie de los otros.
Porque hemos dedicado horas, días, semanas, meses y años a encontrar un trabajo que nos lo de todo sin pensar ni un minuto en qué queremos dar a la sociedad con ese trabajo. Porque hemos dedicado un tiempo constante y casi infinito a lograr un orgasmo de quince segundos como mucho y ni un solo minuto a intentar -de nuevo con esfuerzo- un amor que nos llene la vida hasta la muerte.
Y ahora nos quitan la ética, nos quitan la voz y los ecos de aquellos que a lo largo de la historia de la humanidad han clamado contra eso, han escrito contra eso y han pensado contra eso.
Quien sabe, Al cabo puede que a muchos de nosotros Wert y su gobierno les hayan hecho un gran favor.
Quizás para eso les votaron.

Lo pensado y lo escrito

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