En estos tiempos postelectorales en los que parece que todo el universo político español está preocupado de quién se mueve en Moncloa y quién se mueve en la calle Génova, a mi -que siempre me ha gustado hacer las cosas a destiempo- me da por mirar en otras direcciones. Miro, observo y lo que veo, aunque esperado, aunque tristemente anticipado, me llena de esa inmarcesible sensación de tristeza que se dibuja en el rostro cuanto te ves obligado a decirle a alguien esa secular letanía de te lo advertí.
Miro en la dirección en la que se encontraba Francisco José Alcaraz, a la sazón autonombrado profeta simuladamente eterno de las víctimas, y no encuentro nada.
No es que encuentre la habitual animadversión del presidente de la AVT al diálogo, a las posturas conciliadoras; no es que encuentre su fútil esfuerzo por encumbrar la venganza a nivel de política de Estado ni su sempiterna obsesión por la caza en lugar de por el apoyo y por el odio en lugar de por el consuelo; no es que encuentre sus habituales actitudes y palabras que para mi -y afortunadamente para mucha otra gente- no significan nada. Es que, literalmente no encuentro nada porque ha desaparecido.
Al anunciar su marcha no queda nada, sólo la sombra de un arribista dibujada en el asfalto por el que hizo desfilar su intransigencia y sus ambiciones.
Precisamente ahora, cuando por primera vez en mucho tiempo ETA ha matado intencionada y planificadamente, Alcaraz plega su petate y se marcha. Cabría decir que no es el mejor momento, ahora que -más allá de atentados con víctimas accidentales y de asesinatos para huir- ETA ha demostrado su inequivoca intención de seguir matando; se podría argumentar que ahora que el juicio del 11-M ha concluido, las negociaciones del Gobierno se han desactivado y los partidos de la izquierda abertzale están en el limite interno de la ilegalización es el mejor momento para ocuparse de las víctimas, de sus necesidades, de los apoyos que necesitan.
Podrían decirse muchas cosas, pero todas ellas implicarían que Alcaraz se preocupaba realmente por las víctimas del terrorismo, de todo el torrorismo. Y sería falso.
Sólo era una sombra y sólo queda eso. La sombra de alguien que fíngia ser lo que no era.
Alguien que permitía que sus manifestaciones se llenaran de banderas de España pero impedia la presencia de Ikurriñas o Señeras.
Alguien que permitía símbolos y emblemas preconstitucionales y fascistas y que estrechaba la mano a un Ynestrillas, quien se considera heredero directo del que ha sido el mayor engendrador de terror de la historia de nuestro país.
Alguien que movilizaba a la AVT para manifestarse por la unidad de España y contra el nacionalismo y el independentismo, ignorando el hecho de que son los terroristas y no los nacionalistas los que generan víctimas.
Alguien que callaba cuando un gobierno negociaba con ETA de forma más o menos oculta y protestaba cuando otro lo hacía abiertamente.
Alguien que expulsaba de la AVT a víctimas directas de atentados por oponerse a su criterio mientras que el era solamente un familiar de un familiar de alguien que había muerto en un atentado de ETA -no es cuetión de cuantificar el dolor, pero es de suponer que alguién que vio hundirse el Hipercor de Barcelona sobre su cabeza es más víctima que alguien que perdió a su cuñado-.
Alguien que engordaba las listas de afiliados de la AVT, apuntando por separado a padres, hijos, hermanos, hermanas, parientes lejanos y hasta vecinos de víctimas para lograr una masa social que le presentara como el líder de un colectivo con capacidad de influencia no sólo social, sino política y electoral.
Alguien que organizó casi semanalmente manifestaciones en Madrid pero ignoró las convocatorias de otros colectivos antiterroristas en Euskadi o Catalunya.
Alguien que pretendió manipular de la mano de los dirigentes del PP a Navarra para convencerles de que iba a ser entregados a ETA y al nacionalismo independentista vasco.
Alguien que desacreditó y atacó a las víctimas y familiares del mayor atentado terrorista de la historia de este país sólo porque no se plegaron a su visión y porque se opusieron a ser utilizadas como estádisticas por alguien que sólo parecía preocupado por aterrorizar a la gente con la amenaza de ETA.
Alguién que colocó de concejala en las listas del PP a su compañera sentimental...
Y sobre todo alguien que, hasta el último momento estuvo intentando implicar a las víctimas de terrorismo en una cruzada no en contra de nada, sino a favor de un partido político determinado al que intentaba presentar como el único adalid de sus intereses. Y como muestra el botón de sus últimas declaraciones: "'Es triste y lamentable que haya ciudadanos que vayan dar su apoyo a un Gobierno que tiene encima de la mesa el proyecto de negociar con asesinos" .
Sólo queda la sombra de ese alguien que mintió, medró, presionó, coaccionó, expulsó, insultó e intimidó para conseguir un objetivo que nada tenía que ver con las vícitmas de terrorismo, ni siquiera con su cuñado y que se va cuando, pese a lo que haga ETA, no ha logrado el objetivo personal que perseguia que, según se puede deducir de sus palabras, no es otro que comer de algo. Y parece ser que no ha conseguido que el victimismo le facilite un almuerzo regular.
Ojala esta sobra no impide que la AVT consiga lo que debería ser su principal objetivo que, másallá de la venganza, el odio, la unidad de España o las penas íntegras, no es otro que lograr que las víctimas dejen de serlo.
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