lunes, marzo 10, 2008

No creo que vote a Sandro o Konrad, pero los echo en falta

Quizás sea una obligación o quizás sea una devoción, pero cuando se ha realizado una reflexión previa a las eleciones se antoja ineludible un análisis posterior a los resultados electorales. Aunque este no esté impuesto por la ley electoral como la jornada de reflexión.
Y este análisis me lleva al pasado para desear por anticipación un futuro. El análisis me arroja a lo que conozco más por viejo que por diablo.
Los cuarenta años que me hacen seguir en mi casa, los cuarenta años que me impiden lograr un trabajo digno por excesiva edad y experiencia, también me sirven para recordar lo que ocurría en este país cuando era un niño, cuando no podía votar. Cuando este país era más esperanza que crispación, más renuncia que imposición, más compromiso que ofuscación. Cuando España era más un pueblo que una frente de combate.
No se trata de analizar a los que han ganado. No se trata de analizar a los grandes. Lo que suben, lo que mantienen o lo que pierden. No se trata de intentar comprender la veleta de polarización que nos lleva, en periodos de tiempos más o menos extensos, a las manos gubernativas de unos u otros. Se trata de analizar a los pequeños, a los que surgen y a los que desaparecen.
Y con esto tampoco me refiero a los nacionalismos. Esos aliados o adversarios ocasionales que defienden un modelo radicalmente distinto de Estado -aunque muchos mantengan que no defienden el Estado- y que siempre van a defenderlo para seguir sobreviviendo. Los nacionalismos pueden ser un factor actual y futuro en el gobierno -o la gobernabilidad, como dicen los expertos- pero su desaparición no nos salvaría de la polarizacíon, no nos evitaría el riesgo constante de ruptura y el hedor continuo a enfrentamiento que destila nuestra política.
Lo único que nos libraría de ese constante rumor de trinchera es que cayeran los disfraces, que concluyera el baile de máscaras en el que deambulan los grandes partidos en busca de votos que no están destinados a ellos y que no le buscan a ellos.
Y como siempre, como casi siempre, la izquierda ha comenzado a perder esas máscaras un instante -instante histórico, me refiero- antes que la derecha. El Partido Socialista ya se ha centrado -políticamante hablando- todo lo que ha podido y más de lo que ha querido y cuando no ha sido capaz de centrarse más ha visto desgajarse de él a alguien y a algo que propone otra cosa.
Sí. Me refiero a Rosa Diez, su partido impronunciable y su escaño pírrico. Pero que representa un proceso que -aunque algo teñido de arribismo, de oportunismo y de inoportunidad- era imprescindible para una izquierda que se comporta como una línea política democrática y coherente.
Y esa coherencia la demuestra también el hundimiento de IU. No queda espacio político a la izquierda del PSOE si realmente se quiere influir en el gobierno y en el destino político de este país. Uno se puede definir como ecologista, pacifista y feminista, como lo hizo anoche el triste Llamazares, pero esos presupuestos políticos son mucho más útiles como línea dura de un gran partido de izquierdas que como formación política independiente condenada a una representación minoritaria baldía y tristemente inútil a efectos de gobierno.
Así que la gran izquiera española ya no puede ir más allá ni venir más acá. No puede acercarse más al centro ni alejarse más a la izquierda. No puede hacer ninguna de las dos cosas porque no hay centro al que acercarse ni izquierda hacia la que alejarse.
Para que haya lo segundo hay que recurrir al anarquismo que, aunque ciertamente se me antoja como la filosofía de organización más deseable, no es conveniente olvidar que exige la inexistencia de un gobierno.
Para que haya lo primero, es decir, un centro político, la derecha debe hacer el mismo paso y sufrir la misma transformación que Rosa Diez y Llamazares suponen para la izquierda. Debe demostrar que es igual de demócrata y de coherente. Debe de dejar de usar la aclamación, la intimidación y la conspiración para organizarse y comenzar a utilizar la evolución.
Para explicar eso es para lo que vuelvo la vista al pasado. Para recordar cuando la derecha -y me refiero a la derecha que se quita el disfraz de democraciá cada vez que se apagan las cámaras y los micrófonos- no estaba enmascarada de centro. Me refiero a cuando existía un centro real en este país ¿alquien recuerda cuantos votos y escaños obtenía Alianza Popular -el antiguo PP- cuando existía de verdad el centro en España? Yo no lo voy a decir pero no es díficil descubrirlo.
La derecha sigue teniendo el voto enmascarado de todos aquellos que son liberales económicamente en mayor o menor grado, que quieren controlar a ultranza el gasto público, que confian más en la generación de riqueza que en el reparto de la misma. Pero ese voto no es suyo, ni siquiera lo tiene prestado. Lo recibe porque no hay otra papeleta en el que depositarlo y se cree falsamente que el Partido Popular es el depositario natural de ese voto.
Pero ese proceso de separación y reconocimiento del centro como tal no será posible mientras el PP siga defenestrando, acallando y ocultando a todos los que dentro de su formación defienden que hay que ser conservador no es igual que ser de derechas -de la derecha de este país, que no es por más que lo intente la derecha europea-, que ser liberal no implica ser cacique, que ser federalista o autonomista no significa no ser español, que ser unionista no significa bramar aquello del Una, Grande y Libre.
Este país necesita un Konrad Adenauer que separe a los conservadores de los nazis, un Sandro Perttini que distinga a los conservadores de los fascistas o, remontándonos a los más arcaicos momentos de la democracia europea, un Brissot que distinga a los girondinos de los absolutistas. España necesita saber que todos y aquellos que representan una opción política en cada proceso electoral están del mismo lado; están en contra de las soluciones autoritarias y de los recursos militares.
España necesita saber que todos sus partidos hicieron la guerra en el mismo lado. Como lo saben los alemanes, como lo saben los franceses, como lo saben los ingleses y como lo saben los italianos. España necesita tener conservadores y no derechistas.
Y por eso para mi estas elecciones sólo demuestran que ese camino puede hacerse y que se necesita un conservador que vuelva a devolver los votos del centro al espacio de la democracia y evitar que corran el riego de caer en manos de un partido en el que las beleidades totalitarias y megalómanas están a la orden del día.
Tampoco lo voy a poner aquí, pero muchos sabemos o creemos saber quién podría liderar ese cambio dentro del PP o, si es necesario, fuera de él. A lo mejor el ejemplo de Rosa Diez en el lado contrario del arco parlamentario le anima pese a que la inquisición del PP le haya impuesto voto de silencio o le haya arrojado en un cuarto oscuro.
No es que vaya a votar a ese centro conservador y económicamente liberal en las próximas elecciones, pero si de estas surge esa opción. Votare sabiendo que la derecha tendrá los votos de los que en 1976 eran continuistas disfrazados de demócratas y en 2008 son nostálgicos disfrazados de conservadores.
Si Rosa Diez puede hacerlo en la izquierda, quizá otros puedan hacerlo en la secular derecha que repersenta el PP, aunque se disfrace de centro.
Estas elecciones me han demostrado que necesito -y creo que el país también- votar sabiendo que si mi formación, sea cual sea, no gana las elecciones lo harán mis adversarios, no mis enemigos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cómo? ¿Que no hay espacio a la izquierda del PSOE?

Si 1 millón no te parece espacio..

devilwritter dijo...

Y si sumamos los votos del PCPE, los de los verdes, los del partido humanista y los de todo el resto de formaciones de izquierda a la izquierda del PSOE podremos llegar hasta casi millón y medio ¿Y?

Esas cantidades no le darán jamás una representación política que, como una formación independiente, les permita ejercer de ancla ideológica y llave gubernamental para el PSOE. Y a las pruebas me remito (dos escaños y uno todavía bailando).
Y si volvemos con aquello de que el sistema electoral perjudica a Izquierda Unida tendremos que recordar que el PCE lo admitió como el mejor posible porque, en palabras de sus líderes, "un Estado que se define como autonómico tiene que tener en cuenta las sensibilidades políticas propias de cada autonomia y cada nacionalidad en su sistema electoral" (y eso lo dijo Gerado Iglesias).
No se puede ser federalista en el programa electoral y luego pretender un sistema de elecciones unitario ¿Como crees que se organizan los repartos de escaños en los paises federados?
No digo que no se pueda estar ideológicamente a la izquierda del PSOE actual, lo único que digo es que ese millón de votos lograrían más como factor de disensión interna cuando sea necesario que como formación politíca independiente.
Es una cuestión de estrategia política, no de ideología.
Y que conste que en este mismo post me sitúo ideológicamente bastante a la izquierda del PSOE.

javiertopati dijo...

Personalmente, me siento triste de haber contribuido a la decadencía de IU como alternativa.Siempre los voto, en éstas no.
Lo esencial y al mismo tiempo lamentable es que hayamos sido capaces de votar Psoe para ahuyentar una vez más los mal llamados "fantasmas del pasado";son reales, tienen jeta y les sigue oliendo el abundante y tupido pelo a cine Palafox.
Yo estoy cansado,cansado de que nos pueda la melancolía,que poco a poco la maquinaría de la desesperación (taller éste constantemente engrasado por sus departamentos estratégicos y propagandisticos)nos empuje al miedo y a la renuncia de la ideología.Hoy más que nunca quiero renunciar al liberalismo depredador de unos y al proteccionismo de estado de los otros.Quiero seguir teniendo ánimo y algo de fé en el esfuerzo personal.Aprender con el de al lado al ver que sigue luchando sin sentirse heroe.En resumidas cuentas, seguir eliminando juicios y prejuicios que me hacen más pequeño y cojo de caracter...y sobre todo huir del drama.

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