Antes de que
empiecen a proliferar por la parte baja de estas endemoniadas líneas las
acusaciones de fascista, totalitario, facha o cualquier otra cosa que se les
ocurra a los que han sido objeto de mi análisis en la primera parte de este
post. Voy con la segunda.
La docena de
errores que ha aquejado a los organizadores de esta convocatoria del 25 de
septiembre tiene un reflejo, idéntico, completamente simétrico y paralelo, en
aquellos que eran el supuesto objetivo de esas protestas, en ese gobierno
nuestro que es el referente de una sociedad que cada vez cree menos en él
porque cada vez cree menos en lo que está haciendo.
Sus errores
son los mismos, aunque parezcan algo radicalmente diferente..
1.- El Gobierno
ha tirado de la misma manipulación, fingiendo desconocer un hecho que todos
conocían.
Ha intentado
amalgamar a los convocantes de este acto con los manifestantes de citas
anteriores pese a que ninguno de los sindicatos nacionales o sectoriales, ninguna
de las plataformas ciudadanas o de los colectivos sociales de la manifestación
de hace diez días figuraba entre ellos.
Desde las
declaraciones del titular de Interior afirmando "que son los mismos que se manifiestan todas las veces". Hasta
las de la Delegada del Gobierno en Madrid -que cada vez que abre la boca hace
subir el pan- afirmando que “intentan lo
mismo que intentó el 15-M y no se les va a consentir", han buscado
hacer ver a todos que era un peldaño más cuando en realidad sabían que esta
convocatoria estaba intentando subir otra escalera diferente.
Han ocultado
la presencia y el apoyo de la extrema derecha radical para centrarse en lo que
ellos han llamado "restos trasnochados de la izquierda" algo en
lo que, desde luego, no pueden integrarse a grupos como el partido de
Ynestrillas y otras organizaciones de ese corte político, que se han mostrado
entusiasmadas con la iniciativa.
2.- Ellos
también han confundido la realidad con la ficción.
Han centrado su atención en
Internet, en los mundos virtuales intentando criminalizar su uso como
herramienta de oposición al Gobierno. Han olvidado que convocar algo de forma
virtual no lo convierte en real. Que los delitos solamente existen en el mundo
real. Han tirado de su nueva ley de Interior en un intento de convertir la
sociedad española en el mundo de Minority
Report, en el que se detiene a la gente por un delito que aún no ha
cometido solamente porque en Internet se dice que lo puede hacer.
Han
llegado a decir que es ilegal manifestarse ante el Congreso, confundiendo la
realidad de la legislación española con la ficción de la ley que a ellos les
gustaría que existiera y que ya cuenta con varias advertencias previas de
magistrados del Tribunal Constitucional.
3.- El
Gobierno ha echado mano del mismo desconocimiento del concepto de desobediencia
civil.
Primero, lanzando de nuevo a la egregia Delegada del Gobierno en Madrid
a la tarea, afirmando algo tan absurdo como que llamar a la desobediencia civil
y practicar la desobediencia civil es un delito.
Algo que
sabían falso y que solamente buscaba el miedo al castigo, el miedo a la
represalia legal. Porque la desobediencia civil solamente puede castigarse
legalmente -en los pocos casos en los que es castigable- cuando ya se ha
producido y nunca es considerada por nuestro ordenamiento jurídico como un
delito. Solamente como una falta. Si alguien no paga los impuestos, Hacienda se
los reclama, si alguien da su tarjeta sanitaria a un inmigrante, Sanidad se la
retira o le multa y así sucesivamente. Si alguien propone que se haga todo eso,
el Gobierno, le guste o no, se tiene que aguantar. A menos que cambie la ley
para adecuar la libertad de expresión y de reunión a sus necesidades.
4.- Los
tiempos tampoco han sido el fuerte del Gobierno en esto de su supuesta reacción
a la supuesta desobediencia civil.
Si quieren realizar respuesta punitiva a la
desobediencia civil tendrán que hacerla de uno en uno en los tribunales o los
procesos administrativos competentes, tendrán que gastar lo ingastable en esos
procesos. Tiene que ser una respuesta que se extiende en el tiempo, no algo
concentrado y prohibido de antemano para que no pueda producirse.
Aclimatan el
concepto de tiempo a sus necesidades. Afirman que no es tiempo de protestar
cuando cualquier sociólogo, analista social o Gobierno sabe que las crisis son el
tiempo de protestar y lo han sido siempre. Confunden las necesidades temporales
sociales y del Estado con los requerimientos de su calendario como
Gobierno.
Equiparan
dos líneas temporales que nada tienen que ver y de cuya mezcla ha derivado gran
parte del problema que aqueja a la sociedad Occidental Atlántica. Los tiempos
de los gobiernos y los mercados, con los tiempos de las sociedades y las
personas.
5.- Y por
supuesto, el Gobierno también ha tirado de una semántica falsa, aunque en su
caso ni siquiera el desconocimiento es excusa.
Ha utilizado la palabra anti
constitucionalista -término en el que misteriosamente el Partido Popular suele
incluir a todos los que se le oponen- para definir a los convocantes ¿cómo
puede ser anti constitucionalista alguien que reclama la redacción de una nueva
constitución?, ¿cómo alguien que exige un nuevo proyecto constituyente puede
estar contra el Estado Constitucional?
Y el
Gobierno lo sabe, pero prefiere fingir que lo quieren esos individuos lo que
quieren es un estado totalitario, que afirmar que no están legitimados para
exigir ese nuevo proceso constituyente. Porque así elimina la posibilidad de
que alguien pueda decir: "pues
pregúntanos a nosotros, la sociedad, el conjunto de la población que sí está
legitimado para exigirlo, si lo queremos".
Y luego tira
de aquello de antidemocráticos -otro lugar común- como otra forma de
desacreditarles. Y de nuevo sabe que no es así.
Es posible
que su inconsciencia y falta de reflexión hayan permitido que se les
filtren elementos de ese calibre. Y hasta se puede explicar que esa forma de
ocupación no es precisamente lo más democrático que se puede ocurrir. Pero
ellos saben que los convocantes -equivocados o no- están en contra del actual
modelo de democracia representativa basada en la ley Dont y tendente al
bipartidismo efectivo. No son contrarios al parlamentarismo ni a la democracia.
Y decir lo contrario bordea la delgada línea que separa el error semántico de
la pura y simple mentira manipulativa.
6.- La falta
de objetivo o la modificación de ellos de las acciones gubernamentales en este
asunto también ha bordeado lo ridículo.
Se empieza diciendo que lo que se
critica de estas protestas es la mala imagen que dan de España -sin entrar en
el fondo-, luego la forma de convocatoria porque no están autorizadas -sin
entrar de nuevo en el fondo- y luego que son antidemocráticas y anticonstitucionales
-sin seguir entrando en el fondo-. El Gobierno siente visceralmente que debe
desacreditar esa protesta pero no tiene muy claro porque y va utilizando
argumentos que se contradicen ¿si era antidemocrática porque dos días antes
solamente era una cuestión de imagen? ¿Si el problema es que se convocan por
Internet sin autorización porque de repente se convierten en
anticonstitucionales cuando la Constitución no afirma que esa forma de
convocatoria sea ilegal?
Su oposición
frontal a esta iniciativa muta tanto en sus objetivos que se vuelve difícil de
sustentar, simplemente porque quieren ocultar el objetivo básico de su
oposición que está en el fondo de la convocatoria.
Ni querían un referéndum
sobre el rescate, cuando esa era la supuesta reivindicación, ni quieren
sentarse a revisar qué es lo que falla en el proceso constituyente de nuestro
Estado para cambiarlo. Quieren que las cosas sigan como están.
7.-Y claro
eso deriva, como en el caso de sus antagonistas, en el error de no cuestionar
para nada su propio nivel de legitimidad.
Se atrincheran en su legitimidad primaria electoral
-que es innegable- sin cuestionarse la secundaría del incumplimiento de sus
promesas electorales -que también es un rango por el que se pierde la
legitimidad por mucho que te hayan votado-. ¿les votaron para solicitar un
rescate bancario? ¿Quieren sus electores -ya no digo los que no los votaron,
digo sus electores- que el dinero ahorrado por los recortes se destine a ese
fin? ¿Quieren aquellos que les votaron bajo la premisa de que tocarían las
pensiones que ahora originen, pese a todos los artificios, un descenso de
cuatro puntos como mínimo en el poder adquisitivo de los pensionistas?, ¿es legítimo
solicitar un rescate sin el consenso de la población?
Pueden
hacerlo como lo hicieron Islandia e Irlanda con un referéndum, incluso como
quiso hacerlo Grecia al adelantar dos años las elecciones para realizar unos
comicios en los que el rescate fuera el asunto central. Incluso pueden hacerlo
debatiéndolo en el Congreso y comprometiéndose al consenso. Pero olvidan que la
legitimidad del voto no es un folio en blanco para hacer lo que quieras hacer
si eso no se ha explicitado en las propuestas electorales.
Anclados en la legitimidad
pretérita pretenden olvidar la necesidad de legitimidad actual.
8.- Y desde
luego a ellos también les cubre el lodo de todo lo anterior cuando quieren
hacer ver que sus normas, sus leyes o sus acciones son inevitables y que si se
aprueban por su mayoría absoluta tienen el refrendo de toda la sociedad.
¿Es necesario convertir en delictivas
las convocatorias de reuniones por Internet para solucionar los problemas actuales de España?,
¿endurecer las condiciones para conceder permisos de manifestación arregla el
fiasco económico en el que nos movemos?, ¿otorgar más poderes a las
delegaciones del Gobierno o aumentar las atribuciones y coberturas legales de
las UIPs crea más empleo, genera reinversión o contribuye a la mejora de las
condiciones sociales del millón de familias que ahora atiende la
beneficencia?
Olvidan que
legislar contra la protesta sería innecesario si no hubiera motivo por el que
protestar, olvidan que abrir canales de comunicación con los descontentos es la
mejor forma de que esa protesta se canalice de forma productiva, no intentar
evitarla.
Confunden las legislaciones que son necesarias para ellos, como gobierno, con las que son prioritarias para el país. Más bien juegan a que los demás las confundamos.
9.-Y claro,
en un clásico, el uso de los medios de comunicación también les falla hasta el estrépito
en algo que ya está empezando a ser un clásico. Ellos no tiran de Internet
porque hasta hoy -salvo quizás Barack Obama- ningún gobernante ha sabido
utilizar esas redes como forma de comunicación.
Ellos tiran
de una comunicación falsa en la que el Presidente el Gobierno pretende ganar
apoyo social, como los convocantes ansiaban ganar relevancia, afirmando que la
mayoría de los ciudadanos no se manifiestan. Intentando tomar de rehenes de su
apoyo a los que no apoyan esta acción en concreto. Ignorando el hecho de que la
mayoría de la población no se manifiesta públicamente en ningún país del mundo.
Ignorando el hecho de que el CIS -órgano gubernamental, no lo olvidemos- le da
la valoración más baja como presidente que ha tenido ninguno -incluido Leopoldo
Calvo Sotelo- ignorando el hecho de que las encuestas del INE -también
gubernamentales- afirman que un 60 por ciento de la población está en contra de
los recortes en general y un 78 por ciento de alguno de ellos en particular.
Establece una política de comunicación maniquea del nosotros o ellos en la que
parece que solamente si se manifiestan los cincuenta millones de españoles a la
vez en el mismo sitio y por idéntico motivo eso reflejan el descontento masivo.
10.- Lo que
le arroja en el espejo de lo que también deseaban sus contrarios -que no sus
opuestos- El enfrentamiento.
El Gobierno arroja la percepción de que esto es
una guerra, de que la entiende así y de que reacciona así porque solamente sabe
moverse en se escenario.
Recurre a técnicas
policiales que solamente han sido utilizadas en los últimos veinte años en
regímenes en permanente guerra con su sociedad o en aras de la famosa
"guerra contra el terrorismo". Retenciones preventivas, prohibidas
expresamente por la Ley de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado salvo en
el caso de delitos -no faltas- anteriores de aquellos que consideran que van a
participar en los ya imaginados disturbios; identificaciones aleatorias,
prohibidas en idéntica legislación, de ciudadanos que viajan en autobuses en
controles que no se justifican por ningún delito previo -como un atentado o un
robo a mano armada- con el único objetivo de crear una lista de participantes
en la movilización; creación de un cordón policial en tres frentes idéntico -y
si no lo creen que lo comprueben- al que estableció el Gobierno de Nixon en las
manifestaciones contra la Guerra de Vietnam cuyo único objetivo táctico era
asegurar la represión posterior convirtiendo el lugar de la concentración en
una ratonera en lugar de minimizar los riesgos de un estallido violento;
introducción de infiltrados policiales para desatar los disturbios como si el
objetivo fuera que hubiese disturbios para luego poder desacreditar a los
manifestantes.
Y como sé
que eso habrá muchos que no lo crean.
De
repente, lo único que importa es la victoria militar -entendido militar como
operativo táctico, no nos encendamos- sobre los manifestantes, no la
disquisición sobres sus motivos.
11 Y eso
refuerza la falta de referente de la postura del Gobierno, de su supuesta legítima defensa.
Porque el referente de todo esto, el Congreso de los Diputados, desaparece
del escenario.
En lugar de
llenar de contenido el pleno de ese día. En lugar de debatir leyes de
importancia, de trascendencia, que aborden los problemas del país para
demostrar que su defensa del actual sistema parlamentario tiene un referente
fuerte, se permite que se transforme en un habitad fantasmal con apenas una
cincuentena de diputados en el hemiciclo y con los demás dispersos por el
edificio en número calculando del mínimo necesario para aprobar las leyes
irrelevantes que se han llevado a votación.
Dejan su
postura sin referente porque no convocan a 1.650 policías antidisturbios a
proteger la actividad el Congreso, les movilizan para defender los traseros de
un centenar de diputados que están haciendo lo que les acusan de hacer: nada
provechoso -aunque a lo mejor equivocado- para el país.
12. Y para
terminar el mismo error de inconsciencia.
Repetir la misma acción, la misma
forma de afrontar la protesta y la crispación social, la misma forma de
reaccionar ante el desacuerdo. Como si esta vez fuera a funcionar. Como si no
hubiera fracasado ya múltiples veces en el intento de acallar el disgusto
social y las ganas de cambio.
Esta docena de errores han dejado la supuesta defensa del Estado de Derecho
en otro brindis al sol que ha sido más pernicioso para la solución de las cosas
en nuestro país que beneficiosa y además ha dejado un tanto descolocados a
miles de los millones de personas que apoyaron a este Gobierno, creyendo que
podía servir para lograr los cambios que demandan cuando sus líderes e
integrantes ya sabían que no iba a ser así. Y lo ocultaron.
Y aún nos
queda un error. El que, unido a las dos docenas anteriores, suma el número 25
que completa este día de septiembre.
El error que es solamente nuestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario