¡Como son las
cosas!
Mientras el saturno
goyesco en el que se ha convertido nuestro Gobierno se empeña en comerse a
trozos al Estado que una vez contribuyó a parir para bienestar de sus vástagos,
Euskadi, esa parte geográfica de nuestro país que siempre ha dudado en parte si
quiere serlo, deja de sangrar y comienza a pensar.
Y encima lo hace
en tiempos de elecciones. De crisis, de fractura económica y social, de
desastre financiero, pero de elecciones.
Y eso es algo
que a algunos les sienta mal, les cambia el paso, les destruye los esquemas.
Eso es algo que
al PP de Euskadi -aunque ellos dirían del País Vasco a regañadientes por no
poder decir las Provincias Vascongadas como en otros tiempos- no le sienta nada
bien porque Euskadi y los vascos ya no van a pensar en lo que ellos quieren que
piensen.
Por primera vez
en muchos años, tras mucha sangre y tras cientos de mentiras ideológicas de
unos y de otros. Euskadi y sus urnas van a pensar –o, al menos, pueden hacerlo-
por fin en sí mismos y no en esos otros que parecía que tenían que ocupar sus
pensamientos día y noche, en la vigilia y en sueño, en el miedo y en el valor.
Euskadi ya no
piensa en ETA. Y eso al Partido Popular de Euskadi le ha sentado fatal. Y sobre
todo a su líder, Antonio Basagoiti.
Le ha sentado
fatal porque se queda sin discurso, se queda sin propuesta, se queda sin capa y
embozo tras el que esconder lo que es, lo que quiere ser y lo que quiere que
Euskadi sea.
Quedarse sin ETA
para Basagoiti es un revés de difícil solución, un factor en la ecuación que la
descompensa en su contra. Es el fin de los años que vivimos
peligrosamente.
Peligrosamente
por aquellos que abrazaban el fascismo criminal más absoluto para imponer su
beneficio a disparo y bomba y por aquellos que lo bordeaban una y otra vez para
combatir contra eso a golpe de pliegue constitucional y acciones cuando menos
cuestionables.
Y si el PP no
puede vivir peligrosamente en Euskadi, simplemente no puede vivir. Languidece
como un héroe sin villano, como un unionista sin IRA, como un soldado de la
Unión sin el General Lee, como un isabelino sin carlistas.
Como todo el que
se dice noble combatiente por la paz, por la justicia, por la dignidad o por
cualquier otra cosa, el PP de Euskadi necesita un enemigo y si no lo tiene ya
no tiene nada.
De ahí su exabrupto
que en realidad no lo es.
Es más bien otra
cosa, más parecida a un canto de sirena desesperada que ve como los marineros
del navío al que reclama para sus escollos se han tapado los oídos y siguen navegando
como hiciera el mítico Odiseo en otros tiempos.
"Nos importa un bledo la situación de
los presos de ETA enfermos. Nos importa un bledo cómo estén. El PP está en lo
fundamental: que el País Vasco siga siendo España después de ETA y que España
siga siendo España después de ETA".
Eso es lo que ha
dicho. Y ha dicho probablemente más de lo que quería decir.
Ha dado en el
clavo porque a todos -menos a sus allegados, supongo- nos importa realmente un
bledo la situación de los presos de ETA. Sin la banda criminal operando, la
situación de sus presos se convierte en algo que oscila entre los principios
generales de unos y de otros y las necesidades de marketing electoral de
algunos.
¿Es este el
mismo PP que hizo toda una campaña electoral basada en la excarcelación de De
Juana?, ¿es este le mismo Partido Popular que acusó de traición a otro partido
por acercar los presos a Euskadi? ¿Es el mismo que pidió la eliminación del Tribunal
Constitucional o afirmó estar dispuesto a no reconocer una sentencia del
Tribunal de Estrasburgo cuando la dieron la razón a Otegui en sus procesos?
No, no es el
mismo porque ya no tiene enemigo, porque ya carece de la única herramienta que
ha utilizado para asentar su base electoral en Euskadi -y en gran parte del
resto del país- que es ETA.
Y por eso Mayor
Oreja y la tita Aguirre se arrojan al cuello de Rajoy en la Ejecutiva de
Génova.
No es porque les
importe más que a Basagoiti la situación de los presos. Es simplemente porque
quieren explotar hasta el último resquicio que les queda de esa herramienta
electoral que ha sido para ellos el terrorismo de ETA, porque no quieren perder
a su villano para poder seguir llevando los calzoncillos por encima de los
pantalones en sus disfraces de superhéroes hispanos.
Pero ya estamos "después de ETA" y a Basagoiti
se le escapa y eso es el fin de la inamovible estrategia electoral del PP en
los últimos veinte años.
Desde siempre
Euskadi sólo podía pensar en ETA. La mala economía era culpa de ETA, la falta
de expectativas de futuro de la juventud vasca era culpa del terrorismo, la
crispación social, los malos resultados económicos, la desindustrialización y
cualquier cosa negativa que ocurriera allende el condado de Treviño era culpa
de ETA.
Pero ahora ETA
ya no está y Basagoiti necesita una nueva estrategia.
Por mucho que
hable de las víctimas, de su dignidad y de todo lo que quiera -un discurso muy
parecido, por cierto, al de la parvularia memoria histórica de José Luis Rodríguez
Zapatero- eso como mucho será un elemento tangencial, no puede ser un eje de su
campaña electoral.
Así que sólo le
queda España, el nacionalismo español y el españolismo. Lo que realmente
siempre fue lo único que tuvieron en Euskadi, lo que ocultaban bajo su capa de héroes
antiterroristas, bajo su antifaz de vengadores por la justicia y la paz. Sólo
tienen eso.
Basagoiti de
repente se transforma en uno de tantos nacionalistas, pasa a engrosar las filas
de un coro inarmónico que abarca desde Córcega hasta Irlanda, desde Inglaterra
a Timor Occidental pasando por Israel, Palestina Bosnia, Serbia, Albania,
Kosovo, Turquía, el Kurdistán, Mali, el nuevo reino tuareg o cualquier otro
lugar.
Ese coro en el
que cada vocalista entona, contra toda lógica, la letanía de que todos los que
defienden una identidad nacional propia son nacionalistas, menos él, que
defiende la suya porque es un patriota.
Basagoiti sólo
tiene España y sólo quiere tener España. Y tener a España como arma electoral en una
tierra que ha votado al soberanismo mayoritariamente en la primera ocasión que le
han dado, no parece ser un arma muy efectiva. No puede serlo.
El presidente
del PP vasco, Rajoy y la Ejecutiva del PP saben que ya nunca podrán ser héroes.
Porque… ¿qué es
el Capitán América si el pérfido nazi Cráneo Rojo se está muriendo de cáncer en
una prisión de máxima seguridad en Rikers Island?
Nada. No es nada
salvo un nacionalista más vestido estúpidamente con una bandera.
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