lunes, septiembre 03, 2012

De Guindos y el FROB nos hacen patriarcas bíblicos

Otra vuelta de tuerca.
Nuestro gobierno está demostrando una y otra vez las raíces judeocristianas del pensamiento de los que lo componen.
Pero no es en el aborto -oponerse al cual contradice por otro lado le más simple teología cristiana. Algún día me dedicaré a decir por qué- ni en la educación para la ciudadanía ni en el matrimonio homosexual. Nuestro Gobierno se demuestra profundamente judeocristiano en algo tan supuestamente prosaico y alejado del místico ruido como es la reforma financiera. O el fiasco financiero, si se prefiere.
Es en ese asunto donde nos revierte a uno de los momentos más celebrados por judíos y cristianos de antaño del Antiguo Testamento: el mito de Moisés.
Luis de Guindos se sienta en una rueda de prensa y anuncia que el FROB -esa entidad a la que supuestamente va el dinero que nos esquilman de los recortes y las subidas de impuestos para ayudar a los bancos que han tenido el descuido de perder por su cuenta miles de millones de euros- asumirá las pérdidas que supongan la liquidación o el reflote de los bancos intervenidos.
Y en ese momento es cuando en lugar de estar leyendo el texto de un decreto parece que se ha puesto a recitar el Libro del Éxodo. Es entonces cuando nos convierte a todos en Moisés bajando del Monte Sinaí.
Porque eso ya no solamente significa que tenemos que apretarnos el cinturón hasta que nos produzca una úlcera gástrica para sacar dinero y recursos para cubrir las pérdidas de eso bancos, o sea, la mala gestión privada de empresas privadas, sino que además significa que, si una segunda gestión de estas entidades -en este caso pública- no hace que la liquidación resulte cuando menos neutra -es decir, que deje el saldo a cero-, tendremos también que asumir ese segundo pecado.
O sea que de repente la situación es como si todos y cada uno de nosotros hubiéramos subido con todo nuestro pio esfuerzo las laderas del pedregoso Sinaí, haciendo todos los sacrificios que el siempre original dios de la zarza nos hubiera exigido en el camino -congelación salarial, aumento de impuestos, recorte de prestaciones, inseguridad laboral- y al bajar, satisfechos con nuestros mandamientos bajo el brazo, hubiésemos sido castigados a vagar cuarenta años por el desierto porque otros se habían puesto a adorar a un becerro de oro.
Igualitos que Moisés.
Pero como España y el gobierno español siempre tienen la tendencia a ser más papista que el papa. Lo nuestro es otra vuelta de tuerca.
Esto es igual que si el viejo mitológico patriarca hebreo hubiera hecho subir a todo su macilento pueblo por las escarpadas paredes del monte en sacra procesión -o en excursión turística guiada, que tanto da- y cuando todos bajaran fueran castigados a asumir el pecado de tres o cuatro que se hubieran quedado con el susodicho torito dorado.
Vamos, cincuenta y pico millones de “moiseses” -curioso plural, ¿no?- condenados a un desierto de futuro y expectativas por un puñado de "becerritas" –o sea, adoradores del becerro- que sólo rinden culto al oro.
Puede que el dios de la zarza no hubiera consentido tal despropósito, pero el dios de los mercados está satisfecho y orgulloso de ello.
Pero claro, si la operación del FROB sale bien no se nos reembolsará la parte proporcional de lo que gane el Estado con ella. Eso no. Que a las duras sí, pero a las maduras nuestro Gobierno se relaja en eso del cumplimiento bíblico.
Es de suponer que servirá para cubrir su sagrado déficit -todo es sagrado en la economía de este gobierno, menos nosotros- o para poner dinero en otras adoraciones idólatras como la deuda de las comunidades por ejemplo.
Y nosotros a seguir vagando por el desierto en espera de llegar al déficit cero prometido.
En fin, que tampoco resulta sorprendente este gusto por la mitología bíblica porque nuestro Gobierno nos ha hecho pasar prácticamente por todos los papeles reservados a esos personajes de túnica y cayado.
Como a Job nos ha exigido poco más que la resignación ante la enfermedad, como a Lot nos ha dejado sin casa y sin ciudad en aras de la expiación de las culpas de algunos, como a Abraham nos ha exigido sacrificar a nuestros hijos -su educación y su futuro- en el altar de un dios exigente, como a Isaac nos ha engañado para otorgar la primogenitura y el poder que emana de ella a unos pocos que no la merecen ni se la han ganado, como a Noé nos ha obligado a convivir hasta la ancianidad con nuestros hijos y ser responsables de su sustento, como a Ismael nos ha abocado a buscar el futuro en otras tierras porque estas han sido entregadas a otros hijos que no han hecho nada por merecerlas
Aunque, por supuesto, el dios por mor del cual nos ha convertido en patriarcas bíblicos ha cambiado: ahora es un monstruo bicéfalo llamado mercado financiero y déficit cero.
No es un nombre muy místico y grandilocuente. Pero es lo que hay.

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