jueves, enero 11, 2007

Año nuevo, vicios viejos


Los demonios nunca perdemos la esperanza. Somos las pandoras de la mitológia católica. Por eso tras diez días de espera y desespero vuelvo para constatar que hay cosas que un puñado de uvas, unas campanadas, unos bailes desenfrenados y unos cuantos propósitos de enmienda no cambian.
Sadam murió el penútimo dia del año y ETA se tómo las uvas con un atentado en la T-4. Por más que les pese a muchos ni una cosa ni la otra han cambiado demasiadas cosas. Dos factores esperados, estudiados y valorados hasta la saciedad por analistas, políticos y demás mentes pensantes se han quedado en agua de borrajas.
Irak sigue desangrándose en una guerra intestina que, por más que algunos se empeñen, sólo se cortará como lamentablemente se cortan todas las guerras: cuando una de las facciones gane. Y eso no ocurrirá mientras las tropas estadounidenses y británicas permanezcan en suelo irakí. No ocurrirá porque Estados Unidos no puede consentir que gane ninguna de ellas, porque la victoria chiita refuerza a Irán y la sunnita dará la razón al ahorcado dictador.
Pero eso sí. Occidente saca pecho y se puede olvidar un momento, un breve instante, Irak y colgarse otra medalla contra el avance del islamismo radical. Los medios occidentales han recuperado de repente a Somalia en sus portadas en este comienzo de año.
Las tropas del gobierno regular somalí han derrotado a las milicias de los tribunales islámicos somalies y, literalmente, han eliminado la primera posibilidad de un gobierno islámico en Africa.
Podría parecer una victoria pero no lo es.
Africa es islámica. Eso ya nadie puede pararlo. Ni los misioneros, ni el dinero ni el control económico que ejerce occidente sobre sus recursos y sus medios de producción, ni los gobiernos y las dictaduras militales mantenidas por Estados Unidos, ni la emigración, ni el hambre. Ni los espíritus antiguos ni el mismo San Vicente Ferrer.
África es islámica.
Las pequeñas victorias contra el yihadismo radical pueden parecer importantes pero lo único que hacen es enquistar los conflictos. De repente se olvida que gran parte de los señores de la guerra que han desangrado somalia durante dos décadas, que han permitido que sus tropas se comieran -de forma absolutamente literal- a los cascos azules, que utilizaran los envios de ayuda humanitaria como moneda de control y soborno y que han realizado cientos de miles de tropelías estaban pagados, mantenidos y amparados por Etiopía, el único país cristiano del áfrica negra.
El yihadismo aprenderá de sus derrotas que se produciran continuamente durante mucho tiempo y llegará un momento en el que sepa disfrazarse adecuadamente. Llegará un momento en que sus mujeres vistan minifaldas, sus hombres lleven corbata, sus imanes llamen a la oración por Internet, sus guerreros dejen de inmolarse matando a civiles con sus bombas. Llegará el momento en que Occidente esté tranquilo y crea que todas sus pequeñas victorias han servido para algo.
Entonces el Yihadismo habrá ganado.
Y lo puede hacer por un principio tan básico como elemental en el desarrollo histórico. El Yihadismo mediavalista se enfrenta a la desidia occidental. Es la misma lucha de los bárbaros arrianos del norte contra los cultos reiterativos y vacuos de los divinos césares de Roma; es la misma lucha de los jinetes mongoles en alas de sus dioses bárbaros contra el imperio del Mandato del Cielo de la China de Han. Ellos creen equivocadamente en sus dioses y occidente no tiene un factor aglutinador.
El Islam terminará triunfando y caera por su propio peso, como todos los imperios. No es un ejercicio de adivinación. Es un comentario de proyección histórica.
Y contra ese arrollador elemento aglutinador que es la religión mal entendida y el proselitismo mediavalista de la espada y la Yihad ¿Que opone occidente?
Las respuestas pueden llenar muchos folios pero se resumen en una sola palabra: Nada
Occidente, por fortuna, no cree en sus dioses. Por más que el Vicario Inquisidor lance a sus clérigos y exorcistas a recuperar el concepto de Infierno y meter el miedo en el cuerpo a los católicos para que vuelvan al redil, occidente ha perdido la religión como factor aglutinador con las guerras religiosas que desangraron Europa hace siglos.
Dios no existe en occidente por más que algunos intenten hacerle el boca a boca para resucitarle. Al menos como factor político. Occidente ha pasado la Edad Media y no puede ni quiere volver a ella. El Yihadismo no.
Podría decirse que a ese concepto medieval del Islam se pueden oponer los valores democráticos, pero Occidente sólo cree en esos valores para uso interno y en ocasiones ni siquiera eso. Europa mira a otro lado mientras Israel decide no reconocer a un gobierno salido de las urnas simplemente porque le viene bien; Estados Unidos protesta y amenaza con sanciones porque Bolivia elige a Morales o porque Venezuela reelige a Chavez; Todos los líderes occidentales se fotografían con un dictador encubierto que mata espías, encarcela opositores, asesina periodistas, simplemente porque no es conveniente reconvenir al Zar Espía y enfrentarse a Rusia; Estados Unidos y La Unión Europea pugnan por la presencia económica en territorio Chino, mientras el gobierno del Imperio Comunista de Han ni siquiera tiene la palabra democracia en su diccionario; Francia se encoge de hombros mientras se anulan una tras otra las elecciones en Argelia simplemente porque su población se empeña en votar al FIS; La clase politíca española no ve problema alguno en que siga vigente una ley departidos que el propio Tribunal Constitucional ha llenado de reparos. Europa no puede vender al Yihadismo y al mundo islámico su democracia porque simplemente la utiliza pero no cree en ella.
Y por supuesto tampoco cree en la fuerza. Cada vez que la utiliza lo hace con tal oposición que resulta imposible concebir que la población occidental apoye masivamente acciones de fuerza contra el Yihadismo que se esconde y parapeta tras la ignorancia y la falta de esperanza de poblaciones civiles indefensas.
En estas circunstancias, resulta imposible que, por más invectivas papales, por mas avisos políticos y por más reflexiones intelectuales que se produzcan, occidente pueda enfrentarse al Yihadismo.
Durante años, muchos años probablemente, se estarán librando batallas parciales en las que es más que posible que, sistemáticamente, triunfen la organización y el poderío militar occidental. Esas derrotas no sólo radicalizarán al Yihadismo sino que también le harán más listo, más efectivo y al final occidente se verá avocado a una confrontación que no podrá ganar.
Occidente tiene que caer. No porque el Yihadismo islámico sea mejor, no porque lo merezca. Caerá simplemente porque ningún gobierno hegemónico pervive para siempre.
Es posible que no ocurra en el siglo que vivimos. Es posible que si.
Pero lo único que puede hacer occidente al respecto es poner a sus clérigos a rezar fervientemente para que no nazca un califa en el mundo Islámico y poner a sus agentes secretos a trabajar para localizarlo y matarlo en la cuna si los rezos no funcionan.
Hemos cometido demasiados errores con el Islam Yihadista y con el mundo islámico en general como para poder convencerlos de algo.
Y aparte están ETA y la T-4. También hablaré de ellos.

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