Ya se nos vienen encima los Juegos Olímpicos y con ellos la cascada de buenas intenciones y sentimientos pacifistas que parecen inundar a todos aquellos que creen que esta competición es una escusa para la paz. Como si la paz necesitara excusas.
Y con los de Pekin -que ya han empezado a escenificarse- alcanzamos un grado que parece imposible de soportar. Porque los chinos tienen invadido el Tibet y se nos antoja que las olímpiadas no deberían de haberse celebrado en ese país.
Los que reclaman eso parecen olvidar que los juegos son un acontecimiento deportivo y desde luego no recuerdan que en muy pocas ocasiones los juegos olímpicos han sido celebarados en países que poco o nada tuvieran que ver con las guerras y las represiones del momento.
En 1886 estalla la guerra Bulgaro Griega y la sede de los primeros Juegos Olímpicos es en Atenas; En 1900, rebeldes de la Martinica reclaman el final del colonialismo francés, la armada francesa sitia Shangai, Los rebeldes indochinos se enfrentan a las fuerzas del ejercito colonial francés y la sede de los juego olímpicos es París. En 1904, Theodor Roosvelt mantiene la presencia de la armada estadounidense en Cuba, Holanda se enfrenta a los colonos africanos en la Guerra de los Boers, Japón declara la guerra a Rusia apoyada por la armada estadounidense y la sede de los juegos es San Luis, En 1908, Inglaterra sigue aplastando la última rebelión zulú y participando en la guerra africana de los Boers, Austria se anexiona Bosnia Herzegovina; Tropas inglesas apopyan al sultán de Marruecos en su guerra contra los franceses y la sede de los Juegos Olímpicos es Londrés.
Y así en un sinfín de ediciones más.
Pero parece que los únicos juegos olímpicos que se pueden comparar a los de Pekín son los de Berlín. A esos quesirvieron de parafernaria publicitaria al régimen más oscuro que haya sufrido europa y el mundo occidental. Sólo se pueden comparar con los juegos nazis porque la Europa y el occidente democráticos pueden saltarse el espíritu olímpico cuando les viene en gana y nadie lo cuestiona, pero si lo hacen los chinos es un insulto flagrante al espíritu de esa competición.
Pero, aún así, hay muchas situaciones que hacen absolutamente comparables los dos eventos deportivos pese al tiempo transcurrido. Porque ya sabemos que el tiempo no nos ha hecho más listos, simplemente no ha ofuscado la memoria.
Como en 1936, cientos de países mantienen relciones comerciales y doran la píldora a los tiranos mientras no hay olimpiadas, ignorando de dónde sale su capacidad industrial y llenando las arcas del régimen que ahora se permiten criticar en virtud del espíritu olímpico. Como en los juegos de Berlín, los mismos que critican al opresor y se lanzan a la defensa del oprimido no tienen ningún problema en adquirir cientos de productos que lo único que hacen es aportar sustento económico al tirano. Entonces eran acero y relojes, hoy son teléfonos móviles y reporductores mp3.
Como con los nazis alemanes, los mismos países que se cuestionan si China debería ser miembro del movimiento olímpico, votan a favor de su ingreso en organizaciones económicas y políticas mucho más importantes. Hay muchas similitudes que se vuelven exasperantes cuando uno se da cuenta de que no ha cambiado nada y nada puede cambiar ni en China ni en el resto del mundo desde que se iniciara el movimiento olímpico de la era moderna.
Como con los nazis, cubrimos la deshonra y la vergüenza de hacer negocios y cohabitar amablemente con el tirano por beneficio propio con patéticas reivindicaciones de libertad que ni nosotros mismos nos creemos cuando los juegos olímpicos no están en el horizonte de nuestra esperanza mediatica y nuestro mando a distancia.
Como yacemos con un monstruo tenemos que repetirnos a nosotros mismos que no somos monstruos, que nosotros no anexionariamos Checoslovaquia, no invadiriamos Tibet y no masacrariamos a razas o religiones enteras. Pero, como en esos tiempos en los que nuestra memoria selectiva no se para, los pueblos que más están en contra del tirano son los que más se benefician de los tratos con él.
Eso sería malo si fueran sólo los gobiernos, pero nuestros gobiernos no nos obligan a comprar dvds Princo fabricados en China, ni ropa de marca cosida en China, ni productos electrónicos e informáticos ensablados en China. Claro, que la vida está por la nubes y hay que ahorrar. Ya llegarán los Juegos Olímpicos y entonces podremos lavarnos la cara de nuestra complicidad y nuestra desidia con unas cuantas protestas.
Pero no pediremos que Estados Unidos, que invade Irak, secuestra ilegalmente a personas y mantiene abiertos campos de concentración, no acuda a los juegos. No demandaremos que Italia y el Reino Unido, que colaboran en una invasión ilegal, no participen en ellos.
No exigiremos que sean apartados del movimiento olímpico Turquía, que replime a los Kurdos; Paquistán y La India, que persiguen a los Sighs; Iran, que reprime a los cristianos y sumnitas; Israel que masacra a los palestinos; Birmania, que asesina a sus estudiantes en las calles, Siria; que manipula y asesina a los gobiernos libaneses; Marruecos, que degrada a los saharahuis; Etiopía, que invade impunemente Eritrea; Nigeria, que asesina a tiros a los opositores en las calles; Colombia, Venezuela y Ecuador, que se lanzan a una casi guerra que sólo satisface los egos de sus gobernantes; las dos koreas, que no se han enterado de que hace décadas que acabó la guerra fría; Rusia, que sigue con su política de tierra quemada en Chechenia; Cuba; que acaba de escenificar la sucesión de un régimen dictatorial; Polonia, que ha promulgado leyes y listas negras contra comunistas y homosexuales...
No pediremos todo eso porque entonces nos quedaríamos sin juegos olímpicos. Nos quedariamos sin espíritu olómpico y nos quedaríamos sin excusa para pretender que nosotros y nuestra cultura tiene derecho a determinadas licencias que otros no tienen.
Manipulamos el espíritu olímpico para lavar nuestras conciencias y olvidamos que si no se hubiera podido celebrar los juegos de una olimpiada en un país represor, no se hubieran realizado más la mitad de los juegos de la era moderna. Ni los de Berlín, ni muchos otros.
Y lo que es más. No se hubieran realizado los de la época clásica. Los Juegos marcaban una tregua entre guerras. Eso era todo.
Atenas y Esparta seguián defendiendo la esclavitud como forma económica. Macedonia seguia con Tebas y Tracia sometidas a una ferrea dictadura militar, Beocia seguía exigiendo a Corinto sus impuestos en oro y esclavos. Y los hoplitas y falanges de todos ellos seguían esperando tras los carros de batalla que sus mejores soldados se reincorporarna a filas tras sus gestas atléticas en Olímpia para reemprender la guerra.
Los Juegos Olímicos siempre fueron una larga tregua. En la era clásica lo eran para la guerra. En la moderna lo son para la conciencia .