No voy a hacer lo que hacen otros. No voy a dar por cierto lo que publica un medio de comunicación y dedicarme a crucificar a alguien sólo porque salga en los papeles, pero lo que está ocurriendo con Zaplana, el egregio Eduardo Zaplana del honor y la gloria en la Comisión Parlamentaria de Interior, me impone de momento una reflexión.
Más allá de que se demuestren o se nieguen sus excesos con el uso de aviones privados y de fondos públicos; más allá de que sus otros cargos judiciales -que tiene un buen puñado de ellos pendientes- le confieran el rango oficial y judicial de político corrupto -algo que se le intuye por los fondos y las formas, pero que, de momento, es sólo una intuición-, Zaplana merece estar en la palestra por miserable, por mezquino y, como diría la eterna Ofelia de Mortadelo y Filemón, por "ruín, zafio y hortera".
Un Ministro de Trabajo, a la sazón diputado, cobra en este país una media de 75.000 euros al año, más otros 3.500 en dietas y las asistencias a comisiones parlamentarias aparte. No me parece ni bien ni mal, pero ¿Cómo se puede ser tan mezquino de pasar una nota de 20 euros?
Me da igual que el atún fuera para él, los chicles para Josemari y las patatas fritas para el Ministro de Trabajo del Senegal que, en visita oficial a nuestro país, hubiera descubierto el encanto casi adictivo de las patatas fritas al punto de sal. Un individuo que cobra 78.000 euros al año y no es capaz de sacarse del bolsillo un billete de 20 euros y pagar la cuenta sin pasar el ticket es tan pesetero y miserable que se merece, no se si un juicio, pero si una reprimenda pública en forma de carcajada social.
Y con los regalos de Navidad pasa lo mismo. Nunca se me ocurriría ser tan ruín como para hacer regalos navideños a mi familia a costa del herario público -ni de cualquier otra empresa-.
Es como si te regalan una cesta de Navidad y tú la entregas por partes a modo de regalo en lugar de gastar tu tiempo, tu esfuerzo, tu imaginación y tu dinero en elegir y comprar esos regalos que, al fin y al cabo, no son otra cosa que una demostración, quizás superficial, de cariño hacia tu familia. Es como decir que el Ministerio de Trabajo le tiene más apego a la familia de Zaplana que Zaplana mismo.
Se que hay gente capaz de hacer cosas así por ahorrarse unos euros que luego no podrán llevarse a la tumba, pero el unico adjetivo que se me ocurre para ellos es miserable. Algo mucho más bajo que ser simplemente corrupto o nepotista.
Luego ya se verá si el legal o ilegal. pero, despues de esto, Eduardo Zaplana nunca dejará ya de ser un tipo mezquino.
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