Tras la huelgas fallidas por falta de compromiso de unos y falta de capacidad de convicción de otros; tras los desayunos de croissant y zumo de naranja en los salones de los hoteles estadounidenses con aquellos que participaron en el hundimiento de la economía -mundial, en general y española, en particular- para asegurarles que se haría todo lo posible para arreglar el desaguisado que causaron parcialemente sin que afectara a sus aún repletos bolsillos; tras el mítico "ni un paso atrás" del gobierno en su reforma -que no se sabe si lo ha hecho por socialista o por cabezón- trás el holocausto -pactado, eso sí, que es cuestión de talante- del ministro Corbacho rumbo a las elecciones catalanas; tras recuperar los cuatro millones de parados, paracería que no quedaba nada por decir sobre esta ley tardía, falsa, desencaminada e insuficiente que se ha dado en llamar Reforma Laboral.
Pero, quizás por esa tradición judeocristiana de la que no logramos deshacernos, toda reforma lleva invariablemente aparejada una contrareforma. Así que, como si de Trento se tratase, después de la Reforma Laboral del gobierno socialista, llega el Partido Popular.
Y la primera medida de oposición seria que proponen las huestes políticas del inefable Mariano, que últimamente también se las gasta de talante conciliador -pero menos-, para arreglar el desvarío laboral que se nos avecina es, ni más ni menos, que se amplie el contrato de formación hasta los treinta años. No podría ser de otra manera, no podría ser más sintomático, no podría ser más absurdo. No podría provenir de nadie salvo del PP.
No podía ser de otra manera porque el Partido Popular no puede criticar la Reforma Laboral salvo en un sentido: por ser escasa. No puede hacerlo en la misma dirección que los sindicatos porque iría contra su naturaleza y porque eso no sería liberal, neoliberal ni nada de lo que el Partido Popular dice ser, aunque no lo sea. No podría ser de otra manera porque, como siempre, los analístas económicos de Génova le listan los problemas a Don Mariano, pero no le dan ideas nuevas en las soluciones.
Así que el PP quiere que se aumente el contrato de formación, supuestamente para que todos esos jóvenes de entre 16 y 29 años que están sin trabajo accedan al mercado laboral. Parece una solución nueva pero es la misma que se lleva haciendo años. No sólo se abarata el despido sino que se abarata la contratación. Se hizo con la contratación de inmigrantes -que aceptan sueldos mucho más bajos que los trabajadores nacionales-, de mujeres -que también lo hacen-, de jóvenes - los jovenes de entonces, no los de ahora-... Es la misma situación que ya ha fracasado y que ha llevado a millones de personas a las colas del paro para que sea el Estado -y no las empresas que se aprovecharon del bajo coste de esa mano de obra- el que cargue con su sostenimiento.
Porque claro, Don Mariano y el PP no están para decirle a los empresarios, a los neoliberales ni a nadie, que el camino para reducir los costes de la mano de obra es mejorar la productividad, es reducir sus cuentas de beficios para afrontar inversiones a largo plazo que harán que esos costes disminuyan. No lo hizo en su momento y no puede hacerlo ahora porque es mucho más sencillo tirar de abaratamiento del despido y a otra cosa.
Don Mariano sabe -o debería saber- que eso es un parche, es una solución que crea otros problemas pero, en lugar de reconocerlo, pide que se invente otra forma de abaratar la mano de obra y que además se amplie en el tiempo. Pide un contrato de formación mas duradero. Pide el castigo de la Eterna Juventud
No podría ser más sintomático porque Rajoy y sus chicos dan por perdida la madurez en este país -y yo diría que el mundo occidental en general-, la demoran, la institucionalizan. Se rinden ante la realidad de que hay una gran parte de la población joven -y no tan joven- que renuncia a su formación, que renuncia a tomarse en serio su futuro. Por eso piden la ampliación del contrato de formación -para gente que ni siquiera tiene los estudios mínimos exigidos- y no el contrato de prácticas -para licenciados medios y superiores-.
Porque las reuniones de análisis de Génova -como antes las de Ferraz- dan por sentado que a los 30 años se puede vivir con 600 euros mensuales porque se seguirá viviendo en casa de los padres, porque seguirán sin emanciparse, porque seguirán sin tomarse en serio su obligación -que no derecho- a trabajar para ganarse la vida -la vida entera, no sólo las copas, la ropa, las vacaciones y los caprichos-.
El PP decide trasplantar abiertamente el concepto de adolescencia eterna al ámbito laboral y le parece una buena medida. Si los sindicatos nos han robado el concepto de ética laboral, el PP nos arrebata el de ética social.
El sistema te permite ser irresponsable hasta los 30 años, es más te obliga a serlo. Todo sea por el abaratamiento de la mano de obra, todo sea por dar trabajo a aquellos que no han hecho nada para garantizarse un futuro. Y si las empresas tienen que pagar esa formación que lo hagan, al fin y al cabo les estamos dando empleados baratos, y si los padres tienen que soportar el peso de la columna vertebral del sostenimiento económico de esas personas, que lo hagan, al fin y al cabo ellos los engendraron.
Pero claro todo eso se supone que no tiene nada que ver con el mercado laboral -como si el mercado laboral fuera algo ajeno a la sociedad, a sus necesidades, a sus vicios, a sus inconsistencias-. Se trata de lograr empleo y que ese empleo sea barato. El árbol del paro y los costes salariales nos impide ver el bosque de la infantilización de nuestra sociedad.
Si a los treinta años estás en formación ¿a que edad habrás ganado experiencia?, ¿a los 40?, ¿a lo 45?. Si no se te concede -ni se te exige- la condición de adulto maduro a los trienta en el ámbito laboral como podrá exigírsete en el afectivo, en el familiar, en el social, en el personal
¿No se podrá exigir responsabilidad social a nadie hasta los 40?, ¿no se podrá pretender madurez afectiva y personal hasta los 50? Puede que el objetivo no sea ese, pero si se envía el mensaje de que hasta los treinta años el mercado laboral no te reconoce como un adulto pleno, lo estás mandando para todo. Te estas cargando la sociedad adulta en todos los sentidos.
No podría ser más absurdo. No podría serlo porque cuando los trabajdores necesitán una sacudida que les haga ver la realidad de sus obligaciones, los empresarios un empujón que les muestre las carencias de su forma de concebir la empresa y el beneficio y los jóvenes una patada en el culo que les ponga en la órbita de sus responsabilidades personales y sociales, los dos partidos mayoritarios de este país compiten por ver quien les da a todos ellos más paños calientes, más palmaditas en la espalda y más excusas para demorar la frustración, la responsabilidad y el riesgo que exige crecer.
Pero eso sí. Aunque consigan que se pase sin solución de continuidad de la adolescencia a la vejez, todos seguirán votando. Es lo que cuenta ¿no?
No podía ser de otra manera porque el Partido Popular no puede criticar la Reforma Laboral salvo en un sentido: por ser escasa. No puede hacerlo en la misma dirección que los sindicatos porque iría contra su naturaleza y porque eso no sería liberal, neoliberal ni nada de lo que el Partido Popular dice ser, aunque no lo sea. No podría ser de otra manera porque, como siempre, los analístas económicos de Génova le listan los problemas a Don Mariano, pero no le dan ideas nuevas en las soluciones.
Así que el PP quiere que se aumente el contrato de formación, supuestamente para que todos esos jóvenes de entre 16 y 29 años que están sin trabajo accedan al mercado laboral. Parece una solución nueva pero es la misma que se lleva haciendo años. No sólo se abarata el despido sino que se abarata la contratación. Se hizo con la contratación de inmigrantes -que aceptan sueldos mucho más bajos que los trabajadores nacionales-, de mujeres -que también lo hacen-, de jóvenes - los jovenes de entonces, no los de ahora-... Es la misma situación que ya ha fracasado y que ha llevado a millones de personas a las colas del paro para que sea el Estado -y no las empresas que se aprovecharon del bajo coste de esa mano de obra- el que cargue con su sostenimiento.
Porque claro, Don Mariano y el PP no están para decirle a los empresarios, a los neoliberales ni a nadie, que el camino para reducir los costes de la mano de obra es mejorar la productividad, es reducir sus cuentas de beficios para afrontar inversiones a largo plazo que harán que esos costes disminuyan. No lo hizo en su momento y no puede hacerlo ahora porque es mucho más sencillo tirar de abaratamiento del despido y a otra cosa.
Don Mariano sabe -o debería saber- que eso es un parche, es una solución que crea otros problemas pero, en lugar de reconocerlo, pide que se invente otra forma de abaratar la mano de obra y que además se amplie en el tiempo. Pide un contrato de formación mas duradero. Pide el castigo de la Eterna Juventud
No podría ser más sintomático porque Rajoy y sus chicos dan por perdida la madurez en este país -y yo diría que el mundo occidental en general-, la demoran, la institucionalizan. Se rinden ante la realidad de que hay una gran parte de la población joven -y no tan joven- que renuncia a su formación, que renuncia a tomarse en serio su futuro. Por eso piden la ampliación del contrato de formación -para gente que ni siquiera tiene los estudios mínimos exigidos- y no el contrato de prácticas -para licenciados medios y superiores-.
Porque las reuniones de análisis de Génova -como antes las de Ferraz- dan por sentado que a los 30 años se puede vivir con 600 euros mensuales porque se seguirá viviendo en casa de los padres, porque seguirán sin emanciparse, porque seguirán sin tomarse en serio su obligación -que no derecho- a trabajar para ganarse la vida -la vida entera, no sólo las copas, la ropa, las vacaciones y los caprichos-.
El PP decide trasplantar abiertamente el concepto de adolescencia eterna al ámbito laboral y le parece una buena medida. Si los sindicatos nos han robado el concepto de ética laboral, el PP nos arrebata el de ética social.
El sistema te permite ser irresponsable hasta los 30 años, es más te obliga a serlo. Todo sea por el abaratamiento de la mano de obra, todo sea por dar trabajo a aquellos que no han hecho nada para garantizarse un futuro. Y si las empresas tienen que pagar esa formación que lo hagan, al fin y al cabo les estamos dando empleados baratos, y si los padres tienen que soportar el peso de la columna vertebral del sostenimiento económico de esas personas, que lo hagan, al fin y al cabo ellos los engendraron.
Pero claro todo eso se supone que no tiene nada que ver con el mercado laboral -como si el mercado laboral fuera algo ajeno a la sociedad, a sus necesidades, a sus vicios, a sus inconsistencias-. Se trata de lograr empleo y que ese empleo sea barato. El árbol del paro y los costes salariales nos impide ver el bosque de la infantilización de nuestra sociedad.
Si a los treinta años estás en formación ¿a que edad habrás ganado experiencia?, ¿a los 40?, ¿a lo 45?. Si no se te concede -ni se te exige- la condición de adulto maduro a los trienta en el ámbito laboral como podrá exigírsete en el afectivo, en el familiar, en el social, en el personal
¿No se podrá exigir responsabilidad social a nadie hasta los 40?, ¿no se podrá pretender madurez afectiva y personal hasta los 50? Puede que el objetivo no sea ese, pero si se envía el mensaje de que hasta los treinta años el mercado laboral no te reconoce como un adulto pleno, lo estás mandando para todo. Te estas cargando la sociedad adulta en todos los sentidos.
No podría ser más absurdo. No podría serlo porque cuando los trabajdores necesitán una sacudida que les haga ver la realidad de sus obligaciones, los empresarios un empujón que les muestre las carencias de su forma de concebir la empresa y el beneficio y los jóvenes una patada en el culo que les ponga en la órbita de sus responsabilidades personales y sociales, los dos partidos mayoritarios de este país compiten por ver quien les da a todos ellos más paños calientes, más palmaditas en la espalda y más excusas para demorar la frustración, la responsabilidad y el riesgo que exige crecer.
Pero eso sí. Aunque consigan que se pase sin solución de continuidad de la adolescencia a la vejez, todos seguirán votando. Es lo que cuenta ¿no?
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