Puede que parezca reiterativo e insensible, puede que muchos se cansen de escuchar, de leer o de que les recuerden que existen o que exisiteron.
Pero, una vez más, toca hablar de las víctimas, las del terrorismo, aquellas a las que muchos se han empeñado en convertir en las únicas víctimas de nuestro país.
De nuevo los que las representan -su memoria, supongo, porque poca representación necesita alguien que ha muerto- vuelven a protagonizar un incidente, vuelven a salir a la palestra de los medios y a la ventana de la imagen pública. Una vez más no las dejan descansar, no dejan descasar la tierra en la que vivieron y en la que murieron. Una vez más le hacen un flaco favor a su memoria, le hacen un flaco favor a Euskadi.
En este caso, Ángeles Pedraza, Presidenta de la Asociación de Víctimas de Terrorismo, ha marcado y recalcado en la pública presencia de una sala de justicia el problema de aquellos que hacen de las víctimas una bandera, un motivo de disputa, una presencia constante en Éuskadi.
En su enfrentamiento con la Presidenta de las Juntas Generales de Guipuzcoa, espetó una frase que resume el problema que experimentan todos aquellos que ponen a las víctimas del terrorismo por delante de todo y de todos: "a nosotros ya nos han matado".
Es una frase que pone los pelos de punta no por lo que dice, sino por lo que significa.
Da igual que seas socialista o del Partido Popular, da igual que seas nacionalista, independentista o soberanista; da igual que seas abertzale o españolista. Incluso da igual que no seas vasco. Cuando escuchas la frase de Pedraza sólo puedes sentir una cosa. Solamente puedes sentir miedo.
Porque Pedraza no está muerta pero se empeña en estarlo, porque se niega a recibir la condolencia, la conmiseración, la comprensión o la lástima y desea otra cosa.
Porque no comprende que esas cosas son lo único que los vivos podemos dar a los muertos -y las ha recibido con creces de todos, hasta de los que la criticamos-, pero a ella no le bastan.
Porque, después de años y años reclamando justicia, exigiendo justicia como condición previa para cerrar las heridas -como si las heridas que la muerte abre en los vivos se pudieran cerrar a voluntad en virtud de un pacto político-, hablando de justicia en los medios y gritando justicia en las calles, cuando la justicia llega la rechaza, la burla, la omite y acude al deseo de otra cosa.
Por que es de justicia que Eguiguren acuda a testificar en el juicio contra Otregui. Es de justicia que responda con la verdad. Y la verdad es que la declaración de Batasuna por la que se le acusaba de enaltecimiento del terrorismo fue hecha pública antes del acto y fue aceptada por la Lendakaritza, es cierto que se conocía su contenido, es cierto que todo el mundo en las instituciones vascas y en la Delegación del Gobierno conocía el mitín de Anoeta y lo que en él se iva a decir.
Pero Ángeles Pedraza está muerta, lo dice ella misma, y es incapaz de ver los matices y los recovecos que supone la palabra justicia para los vivos. No entiende que la justicia impone que Eguiguren testifique, supone que la verdad prevalezaca, significa que el abogado de Otegui puede preguntar y el presidente de los socialistas vascos debe responder.
La muerte propia elegida por Ángeles como respuesta a la muerte obligada por ETA de sus seres queridos le impide ver que lo que se juzga en esa sala y en ese día no es la condición de terrorista o de asesino de Arnaldo Otegui sino un hecho concreto. No le permite estudiar esa realidad, aislándola de aquello que suena y resuena en su cabeza cada día y cada noche: que su hija está muerta y que Otegui y los suyos la mataron.
Ángeles Pedraza ya está muerta, ha decidido considerarse muerta y por eso no puede ver los grises del mundo. Por eso contempla el mundo en blanco y negro. Por eso confunde justicia con venganza.
Ángeles Pedraza y aquellos a los que representa han hecho la trágica y perversa metonimia de intentar sustituir la muerte de sus seres queridos por sus vidas en un intento de mantenerles con ellos, de que sigan vivos. Ellos ya están muertos como holocausto desesperado para mantener a los suyos en el reino de los vivos.
Pero no es así, aunque por dentro se lo parezca, aunque su eterna tristeza se lo dicte, aunque su corazón se lo repita cada noche, cada sueño y cada despertar. Ángeles Pedraza no esta muerta. Euskadi y el mundo no se pueden permitr más víctimas. Aunque ellas decidan serlo.
Alguien tiene que decirle que la víctima - la que perdió todo lo que era y todo lo que podría haber llegado a ser- es su hija; alguien tiene que recordarle que ella camina, habla, siente y continua en el mundo; alguien tiene pedirle que deje de hacer caso a su dolor -no que deje de sentirlo- y preste por fin oídos a su esperanza.
Alguien tiene que presentarle a Shujaa Graham, quizás así comprendería por fin lo que es ser víctima. Lo que es estar muerto.
Durante doce años Shujaa Graham fue víctima diaria y constante de una muerte injusta que era un hecho incuestionable. Cada día se despertaba estando muerto, cada vez que salía de su celda caminaba un hombre muerto. Nadie puede imginarse lo que significa para la vida que alguien grite "¡Dead Man walking!" cuando te ve pasar -bueno, algunos sí podemos, aunque sea en otro contexto-.
Shujaa Graham estuvo muriendo, siendo victima durante doce años y no dejó que la muerte se enseñoreara de su vida. Y los suyos no dejaron que su muerte se enseñoreara de sus vidas.
Pese al tiempo que ha estado siendo víctima, que ha estado muriendo, Graham y otras víctimas de la muerte injusta ahora no claman venganza, no pierden la vida, suya, de los que le rodean y del mundo que les necesita, en recordar la muerte. Se limitan a buscar algún motivo por el que creer en la humanidad. Un trabajo arduo y difícil tal y como está el patio de la humanidad en estos tiempos.
"Cuando naces todos a tu alrededor sonríen orgullosos y tú lloras. Vive de tal modo que cuando mueras tú sonrias y todos a tu alrededor lloren". Alguien debería hacer que esa gloriosa frase de Graham se convirtira en la letra del himno de la AVT. Alguien tendría que susurrarla al oído de Ángeles cada mañana al levantarse y cada noche al acostarse.
Alguien debería explicar a esta mujer que ha decidio considerarse muerta que,cuando llegue la muerte -la real, la que siempre está llegando-, haberte dedicado al dolor y la venganza sólo hace que aquellos que contemplan tu muerte suspiren de alivio o esbocen una sonrisa de victoria. Alguien debería decirle que el hecho de que alguien sonría con tu muerte es una derrota. Aunque quiensonría haya sido tu enemigo.
Nunca un spot publicitario hecho con otro fin se ajustó mejor a la necesidad real de una persona, de una sociedad, de una tierra y de un pueblo. Euskadi necesita a los vivos para afrontar el tiempo en el que la muerte ya no sea un factor determinante de su sociedad, los vascos necesitan dejar de mirar atrás y hacia dentro para atisbar lo que hay hacia adelante y hacia fuera. Ángeles necesita creer en la humanidad no pelearse con ella.
Nunca un slogan diseñado para vender se hizo tan patente en un entorno tan trágico y real como lo es el escenario que inicia el futuro de una tierra que lo extravión hace tiempo entre el terror y la sangre: La mente de Euskadi, de los vascos y de Ángeles Pedraza necesitan liberarse.
Más allá de que quise y quiero a demasiada gente en esas tierras como para lo que allí ocurre no me me importe, da igual que no yo no sea socialista, ni del PP; da igual que no sea españolista, ni soberanista, ni abertzale, ni independentista, ni nacionalista. Incluso da igual que no sea vasco. Lo digo antes de que alguien sienta la tentación de echarme cualquiera de esas cosas en cara.
Sé lo que es el miedo, sé lo que es la venganza, sé lo que es el dolor y sé lo que es la muerte. He tenido la oportunidad de charlar con todos ellos frente a frente. Sé perfectamente de lo que hablo.
Nunca -y que me perdonen por lo prosaico de la metáfora- Euskadi necesitó tanto dejar de consumir Kas y comenzar a beber Aquarius.
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