Lo dicho. Que en cuanto te despistas un momento te cambian el mundo. O en este caso Euskadi -que para muchos, como en el chiste, es lo mismo-.
Jesús Eguiguren, el presidente de los socialistas vascos -los socialistas, no los socialistas abertzales, que tal como está el patio hay que afinar mucho- se disfraza del viejo Nostradamus y nos asombra con una profecia sobre el fín de ETA. Aunque, para ser más precisos, se disfraza de Charles Dickens y nos presenta la versión vasca de Un Cuento de Navidad.
Tal como se organiza la política en nuestro país, estó provocará ríos de tinta sobre si tiene razón o no, si ha hablado con ETA o no, si es un riesgo o no. Pero yo, que no soy muy de modas ni de tendencias, ante este ejercicio dikensiano de Eguiguren, he decidido pensar en otra cosa. He dicidido reflexionar sobre qué pasara si tiene razón en eso de la tregua definitiva verificable de ETA.
Sé que no es lo que se estila en los tiempos de la rendición exquisita del existir al día, del "vivamos el momento", del "existamos como si no hubiera futuro y como si no hubiera habido pasado", del "tomemos lo que la vida nos da porque a lo mejor mañana no nos da nada" o, lo que es peor, nos exige esfuerzo para lograr aquello que deseamos. Pero yo insisto en pensar, como díria el viejo bolero, en qué pasara mañana.
Me temo que, como en todo cuento de navidad, la fábula de Eguiguren nos arroja a la presencia de los tres fantasmas que atormentaron a Ebenezer. Mas, ¿que podrían enseñarnos los fantasmas dickensianos en esta versión para Euskadi de tan elogiado y repetido cuento?, ¿qué nos dirían los ecos ectoplásmicos del pasado, el presente y el futuro?
El fantasma de las navidades pasadas se nos aparecería junto al abeto iluminado, sin duda adoptando en su tenue silueta la forma de atentado fallido a Aznar, de explosión en la T4, de caso Segundo, Marey, de juicio de los GAL y un sinfín de fantasmagóricos recuerdos más, para enseñarnos una sola lección.
Que ETA, que lo que haga o deje de hacer ETA no puede ser utilizado como arma electoral, que no se puede usar para ganar votos o para restarselos al rival, que no se puede utilizar de arma propagándistica o contrapropagandística. Que siempre que nuestros políticos y nuestros partidos lo han hecho han fracasado, han logrado reactivarla, la han dado aire, la han permitido recuperar el aliento y la esperanza de lograr imponer en Euskadi una visión en la que, realmente, no creen ni ellos, que solamente creen en el poder.
Si el cuento navideño de Eguiguren se produce, su fantasma del pasado habrá de explicar alto y claro que esa desaparición de ETA no podrá ser usada para recuperar los votos que la crisis económica y la mala gestión han quitado al PSOE; para acceder a los sufragios que una oposición anonidina y plana y una falta absoluta de propuestas reales le han impedido ganar al PP ni para elevar los porcentajes que su nacionalismo de nadar y guardar la ropa y su soberanismo de medio pelo le han arrebatado al PNV.
El fantasma del pasado de ETA ha de enseñar a aquellos que hacen y deshacen la política en sus despachos y nuestros hemiciclos que nadie ha de hablar ni asignarse la victoria.Que todos hemos de asignarnos la paz. Que la paz y la victoria no son la misma cosa, aunque a algunos les suenen a lo mismo.
y ¿qué nos enseñará el fantasma de las navidades presentes en este cuento navideño que nos propone el presidente de los socialistas vascos?
Sin duda aparecería frente a nuestras chimeneas engalanadas con calcetines colgantes del santo Nicolás en forma de Foro de Ermua, de Manos Blancas, de Plataforma ciudadana, de manifestación multitudinaria, de manifiesto trágico de Sabater o de detención allende nuestras fronteras con cámaras de televisión de todos los informativos misteriosamente impecablemente apostadas para que sea vea todo con nitidez meridiana en el telediario de las tres.
Y lo haría para decirnos que la mesura en las declaraciones y la firmeza en las acciones de hoy es más útil que la tragedia en las palabras, el dramatismo en los discursos y el terrorismo propagandístico de antaño; que el trabajo diario, sin prisa pero sin pausa, es más importante que la retrasmisión de manifestaciones y de funerales; que una detención justificada de ahora hace mucho más trabajo que el cambio sospechoso de mil leyes de otros tiempos o que las acciones chapuceras hechas a toda prisa para dar espectáculo.
Si ETA deja las armas este fantasma nos haría aprender que es ahora, precisamente ahora y no entonces, cuando ETA se hunde, cuando ETA se apaga. Cuando la sociedad española, a través de sus encuestas y sus barómetros estadísticos, los ha colocado allá donde no querían estar. Cuando ya no los considera un problema, que era precismente lo que ellos querían ser.
Y, tras recibir tantas enseñanzas del pasado y del presente, ¿qué aprendizaje podremos obtener del fantasma de las navidades futuras en este cuento vasco de navidad?
Es muy posible que el ectoplasma navideño flote sobre nuestros regalos del Olentzero y nuestros dulces en forma de Jerry Adams, de logo de Aralar o de bigotes sin cuerpo de Carod Robira.
Y ese oscuro espectro nos mostrará que, una vez terminada la vida de ETA, el independentismo vasco tendrá que ser respetado, tendrá que ser tratado como una idología más Que los que quieran oponerse a él no podrán esconderse bajo el escudo de la oposición a la violencia y tendrán que demostrar porqué el nacionalismo español es más sólido que el vasco -si es que lo es-; que no podrán recurrir al recuerdo del miedo para oponerse a aquello que defiende el independentismo y tendrán que empezar a construir argumentos políticos para enfrentarse a él, si que quieren hacerlo.
El fantasma de las navidades futuras nos mostrará como, si ETA abandona las armas, nunca más podrá recurrirse para desacreditar o vencer electoralmente al nacionalismo a lo que ETA hizo o a lo que el PNV dejó de hacer cuando la banda aún existía.
Así y sólo así podremos conseguir que cuando desaparezca ETA -no, si desaparece ETA, sino cuando desaparezca. La historia ya ha decidido que sea así- el cuento de navidad de Eguiguren llegue a su final.
Sólo si, como Ebenezer, escuchamos y asimilamos las enseñanzas que los fantasmas del pasado, del presente y del futuro tienen para nosotros, lograremos que el Cuento de Navidad de Euskadi sobre ETA tenga un final feliz. Aunque no sea en Navidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario