Cuando alguien se instala en el andamio del engaño suele creerse firme porque tiene los pies bien asentados en sus mentiras, en sus excusas, pero lo que nunca cuenta es que es precisamente el andamio de la mentira lo que falla, tiembla y se derrumba porque no puede mantenerse sobre el firme de una realidad que lo rechaza.
Y eso es lo que les está pasando a nuestros gobernantes con la cortina de humo de la gestión privada de la sanidad pública. Tanto han apoyado los pies en sus frases repetidas que han llegado no solo a creer que nosotros las creeríamos sino a creérselas ellos mismos.
"Nada cambiará para el paciente", "no supone ninguna diferencia", "no es una cuestión de beneficios sino de maximización de recursos"... Mantras repetidos como frases de un responso, como oraciones de una letanía, que estaban seguros de que creeríamos, de que nos llevarían a la fe ciega en un modelo que desde el principio no era otra cosa que una forma de intentar lograr beneficios privados de lo público.
Pero llega la realidad y les sacude el andamio hasta que se lo destruye.
Una prótesis de cadera en Tarragona es la última punta del iceberg de realidad contra el que ha chocado el Titanic de la privatización sanitaria en España. Una mujer que paja 9.300 euros por saltarse la lista de espera es hoy el epicentro de un seísmo que empezó hace tiempo y que va a seguir mucho tiempo más a menos que lo paremos.
Empezó con pequeños temblores en distintos lugares, como lo hacen siempre los grandes cataclismos. En Castilla - La Mancha, con una ambulancia parada esperando que dos consejeros autonómicos de sanidad se pusieran de acuerdo sobre quien pagaba el traslado del paciente, en Madrid con un paciente no atendido en un centro sanitario de gestión privada de un infarto porque no le pertenecía, con una enferma en León derivada a otro hospital en pleno ataque de epilepsia.
Y continuó con seísmos de intensidad cada vez más elevada en la escala de lo ridículo y lo dantesco. Hospitales que exigen a los pacientes de hemodialisis que se lleven sus propias almohadas, centros sanitarios que cobran por la cama del acompañante e incluso por la silla que está a la cabecera del enfermo, gestores privados que pretenden cobrar las dietas especiales que precisan determinados enfermos.
El andamio de mentiras que intenta ocultar que la privatización sanitaria cada vez tiembla más pero aquellos que se aferran a él por deseo de beneficio propio, desde Moncloa a los gobiernos autonómicos, desde los políticos hasta las empresas privadas beneficiadas, siguen firmes creyendo que sus rezos les salvarán, que los dioses de su dinero y nuestra estupidez acudirán en su auxilio para que el andamio no se derrumbe. Para que el terremoto pare, para que una mano divina haga desaparecer el inmenso iceberg de la trayectoria de colisión del Titanic privatizador que no quieren parar y no saben cambiar de rumbo.
Pero el cataclismo estalla cuando la realidad demuestra que en realidad el objetivo final es el que se barruntaba, el que se profetizó, el que se sabía.
Un hospital catalán con una lista de espera de seis meses para la implantación de prótesis encuentra un hueco si le pagas 9.300 euros. Los mismos médicos, los mismos quirófanos, la misma gestión privada de lo público son cambiados y retorcidos para ganar dinero, con el único objetivo de obtener beneficios.
Un hospital madrileño bajo gestión privada de lo público -el palíndromo imposible que nos han querido vender- deja esperando a un enfermo que entra por urgencias para realizar una operación programada de un dolencia no grave simplemente por el hecho de que ese paciente es de pago.
Y ya no hay andamio de mentiras que oculte la realidad de que quien paga recibe atención y el que no tiene dinero para pagarla no; ya no hay ninguna colección de mentiras que pueda ocultar el hecho de que aquellos que han sido colocados por decisiones nepotistas al frente de la gestión de nuestra salud solamente buscan beneficios y hacen cualquier cosa para obtenerlos.
El Titanic de la gestión privada la Sanidad se encamina hacia el iceberg que le partirá por la mitad porque ya nada oculta que se pretende un nuevo feudalismo sanitario en el que el dinero, la posición y la condición económica marca la vida y la salud.
Los gobernantes, sus adláteres y sus socios en la sombra no van a cambiar el rumbo, van a seguir enfilados hacia su objetivo porque una prótesis de cadera en Tarragona les ha dejado sin andamio en el que sostenerse y a nosotros nos toca ser el iceberg.
Nos toca seguir ahí, viendo lo que viene, resistir el impacto y lograr que el trasatlántico de seis cubiertas de la privatización sanitaria se estrelle contra nosotros, contra nuestras convicciones, contra nuestros derechos, contra nuestra resistencia como profesionales, como pacientes y como ciudadanos en general.
Conviene recordar para aquellos que se encojan por el miedo ante el estruendo del choque que, cuando el Titanic se partió en dos y se hundió llevándose estrepitosamente el lujo y el dinero de todas sus cubiertas a los fondos marinos, el iceberg contra el que se estrelló seguía estando allí.
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