Alguien dijo una vez que las peores personas son aquellas que critican y persiguen en los demás aquello que no soportan de ellas mismas pero que no están dispuestas a cambiar.
No sé si Eva Borox, diputada regional madrileña por Ciudadanos, y Jaime González Taboada, consejero de Medio Ambiente en el nuevo gobierno regional del Partido Popular en Madrid son de ese tipo de personas. Pero los que están demostrando sufrir ese vicio son los partidos dentro de los cuales se hallan integrados.
Ciudadanos y el Partido Popular, después de cargar a todo lo que da contra los concejales de Ahora Madrid por sus imputaciones en faltas que nada tienen que ver con el ejercicio político -contar chistes y manifestarse ligera de ropa-, después de exigir dimisiones y de tremolar a los cuatro vientos la bandera de la transparencia, la limpieza y hasta la pureza de intenciones, ahora permanecen en un sospechoso silencio cuando estas dos personas se encuentran implicadas en la trama del Caso Púnica, un ejemplo de libro de corrupción política a alto nivel.
Mientras era "intolerable" mantener a un concejal de Ahora Madrid por contar chistes de mal gusto, ahora tienen "toda la esperanza del mundo" en su diputada regional, a quien varias confesiones y declaraciones de implicados en Púnica colocan en el meollo de los trapicheos urbanísticos de la trama en Valdemoro, el mismo Partido Popular que clamaba contra la portavoz municipal por haber mostrado los pechos en una iglesia ahora muestra su "absoluta confianza en Taboada" por boca de la mismísima Cristina Cifuentes.
En definitiva, exijo para los demás lo que no estos dispuesto a asumir para mi. Algo muy nuestro.
Demandamos respeto cuando creemos que estamos autorizados por derecho divino para el desprecio a los otros, exigimos cortesía y educación pero creemos que nosotros tenemos bula para ser los seres más maleducados de la tierra, exhibimos con denuedo los errores ajenos pero nos indignamos cuando alguien nos recuerda educadamente los nuestros. Demandamos la perfección en los demás al tiempo que exigimos que se nos acepte con todo nuestro catálogo completo de imperfecciones.
Y Ciudadanos y el Partido Popular hacen lo mismo. Todos los demás tienen que dimitir y abandonar su cargo ante la más mínima mácula aunque poco o nada tenga que ver con el ejercicio político pero los míos siguen siendo de confianza aunque una investigación de la Guardia Civil y las declaraciones de los implicados les señalen con el dedo como algunos de los que meten la mano en los dineros públicos para beneficio propio o del partido.
Así que por más que Ciudadanos pregone el cambio a los cuatros vientos lo único que demuestra es que los cachorros del PP que lo abandonaron por no encontrar nicho para ascender en la cadena alimenticia de Génova,13 no han cambiado en sus fondos ni en sus formas y el Partido Popular, por más que pretenda izar la bandera de la regeneración, está en las mismas.
Critican y les parecen insoportables las pequeñas maculas que salpican la vida privada de los miembros de otros partidos porque ya no saben como tapar las inmensas manchas de corrupción y nepotismo que anegan sus formaciones.
El vicio es viejo pero no por la costumbre de contemplarlo resulta menos mezquino y repugnante. En los partidos y en las personas, me temo.
No sé si Eva Borox, diputada regional madrileña por Ciudadanos, y Jaime González Taboada, consejero de Medio Ambiente en el nuevo gobierno regional del Partido Popular en Madrid son de ese tipo de personas. Pero los que están demostrando sufrir ese vicio son los partidos dentro de los cuales se hallan integrados.
Ciudadanos y el Partido Popular, después de cargar a todo lo que da contra los concejales de Ahora Madrid por sus imputaciones en faltas que nada tienen que ver con el ejercicio político -contar chistes y manifestarse ligera de ropa-, después de exigir dimisiones y de tremolar a los cuatro vientos la bandera de la transparencia, la limpieza y hasta la pureza de intenciones, ahora permanecen en un sospechoso silencio cuando estas dos personas se encuentran implicadas en la trama del Caso Púnica, un ejemplo de libro de corrupción política a alto nivel.
Mientras era "intolerable" mantener a un concejal de Ahora Madrid por contar chistes de mal gusto, ahora tienen "toda la esperanza del mundo" en su diputada regional, a quien varias confesiones y declaraciones de implicados en Púnica colocan en el meollo de los trapicheos urbanísticos de la trama en Valdemoro, el mismo Partido Popular que clamaba contra la portavoz municipal por haber mostrado los pechos en una iglesia ahora muestra su "absoluta confianza en Taboada" por boca de la mismísima Cristina Cifuentes.
En definitiva, exijo para los demás lo que no estos dispuesto a asumir para mi. Algo muy nuestro.
Demandamos respeto cuando creemos que estamos autorizados por derecho divino para el desprecio a los otros, exigimos cortesía y educación pero creemos que nosotros tenemos bula para ser los seres más maleducados de la tierra, exhibimos con denuedo los errores ajenos pero nos indignamos cuando alguien nos recuerda educadamente los nuestros. Demandamos la perfección en los demás al tiempo que exigimos que se nos acepte con todo nuestro catálogo completo de imperfecciones.
Y Ciudadanos y el Partido Popular hacen lo mismo. Todos los demás tienen que dimitir y abandonar su cargo ante la más mínima mácula aunque poco o nada tenga que ver con el ejercicio político pero los míos siguen siendo de confianza aunque una investigación de la Guardia Civil y las declaraciones de los implicados les señalen con el dedo como algunos de los que meten la mano en los dineros públicos para beneficio propio o del partido.
Así que por más que Ciudadanos pregone el cambio a los cuatros vientos lo único que demuestra es que los cachorros del PP que lo abandonaron por no encontrar nicho para ascender en la cadena alimenticia de Génova,13 no han cambiado en sus fondos ni en sus formas y el Partido Popular, por más que pretenda izar la bandera de la regeneración, está en las mismas.
Critican y les parecen insoportables las pequeñas maculas que salpican la vida privada de los miembros de otros partidos porque ya no saben como tapar las inmensas manchas de corrupción y nepotismo que anegan sus formaciones.
El vicio es viejo pero no por la costumbre de contemplarlo resulta menos mezquino y repugnante. En los partidos y en las personas, me temo.
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