Algunos dirán que es algo enfermizo y absurdo, que eso de estar siempre escrutando al Gobierno, sea este cual sea, es una especie de remedo del infante que cuestiona continuamente la autoridad.
Y puede que tengan razón, que en parte sea una reminiscencia de cientos, quizás miles de años, de inconsciencia colectiva acumulada por algunos.
Pero, siento tener que decirlo, es todo eso y es una cosa más. Es nuestra obligación.
Como ciudadanos, como trabajadores, como simples y llanos seres humanos. Es nuestra obligación por una sencilla razón que alguien que va y viene en mis sentimientos y memoria me ha recordado hace unas fechas.
Respirar no es vivir.
Como en casi todo, hay dos opciones, siempre hay solo dos opciones.
La conformidad, el bajar la cabeza y pensar en lo que falsamente se ha dado en llamar "en positivo". Que el gobierno tendrá alguna razón para no aceptar refugiados, que ellos sabrán si hay que colaborar o no en la Guerra de Irak, que seguramente el Presidente Zapatero sabrá mejor que nadie que no hay crisis y solo desaceleración, que ganaremos la guerra de Vietnam, que "todo va a ser para bien", "las cosas mejorarán" y "seguro que el tiempo pone las cosas en su sitio".
Vamos, a respirar. A cualquier precio, hipotecando nuestros deseos a un tiempo mejor que no hacemos nada por construir, vendiendo nuestra dignidad al peor postor en aras de otra inspiración, de otro soplo de aire que llevarnos a los pulmones aunque el aire que nos vendan esté viciado rancio y envenenado.
Y luego esta luchar, protestar, pelear, decir a voz en grito y acción en mano que no.
Que no nos gusta lo que están haciendo, que no queremos que lo hagan, que tenemos derecho a las cosas a las que tenemos derecho, que nos hemos ganado lo que somos. Que queremos que ayuden a quien no pueden ayudarse a sí mismos, que no nos conduzcan a la guerra, que se pongan a solucionar la crisis económica pensando en las personas, que nos saquen de Vietnam a todo correr y cambiando helicópteros de combate por personas
Vamos, dedicarnos a intentar mantener nuestro derecho de vivir. Aunque sea arriesgado, aunque pueda no funcionar, aunque tengamos que poner en juego nuestras seguridades y arriesgar nuestras comodidades, aunque sea oneroso o peligroso querer mantener nuestra dignidad.
Y al final sabemos que muchas veces no funcionará pero otras lograremos que por fin ayuden a los refugiados sirios, que saquen a nuestro ejército de Irak o de Vietnam, que respeten nuestros derechos, que no privaticen nuestros servicios públicos, que no transformen a nuestros hijos en siervos de la gleba desde el mismo colegio.
Y si no sale, y si no lo conseguimos, da igual. Eso no hace que deje de ser nuestra obligación en todos los sentidos.
Respirar no es vivir y quien solo se empeña en seguir respirando tan solo ha elegido empañarse en morir.
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