Hay una frase que tras el penúltimo capítulo en la escalada bélica entre el Occidente Atlántico y el Estado Islámico ocurrido en París se repite una y otra vez. Una expresión que encierra esa dicótoma perversa, esa realidad con dos caras de verdad y mentira que encierra siempre la guerra. Barbarie terrorista.
Es un sintagma que repiten una y otra vez los corresponsales y enviados especiales inútilmente destacados en la capital gala como si decir algo con el Arco del Triunfo o la Torre Eiffel a sus espaldas lo fuera a hacer más cierto o más real.
Y tienen razón. es una barbarie. Pero no como ellos quieren hacérnoslo ver, no con el significado que le damos hoy en día. Es una verdad en sentido etimológico estricto. Es una barbarie porque es un acto cometido por los bárbaros.
Aquellos que residen más allá de nuestras fronteras, de nuestro imperio. Por los extranjeros -sentido primero y primigenio de bárbaro-. Son bárbaros no porque maten, que eso también lo hacemos nosotros; no porque masacren a civiles, que de eso nosotros tenemos una amplia experiencia, ni siquiera porque se vanaglorien de ello, que eso también lo hacemos nosotros con conmemoraciones y monumentos.
Son bárbaros porque están más allá de los límites del imperio, porque no aceptan ni respetan el status quo impuesto por nuestro poder ni las normas creadas ad hoc tan solo para beneficio del imperio y sus ciudadanos. Pero lo son sobre todo porque desde fuera nos atacan a nosotros.
Esa es la única barbarie real de toda esta guerra y por extensión de cualquier guerra.
Porque si consideramos barbarie como sinónimo de crueldad también tendríamos que referirnos como barbarie al bombardeo aéreo de Homs y si la consideramos como sinónimo de asesinato indiscriminado también tendríamos que llamar barbarie a los actos de represalia bélica que en estos mismos momentos realiza la aviación francesa sobre la capital del Estado Islámico.
Y no queremos eso ¿verdad?
Y luego está la mentira flagrante. No es terrorismo.
Por definición, el terrorismo busca sembrar el terror para lograr un objetivo político. El Estado Islámico no busca eso. Busca diezmar las filas de su enemigo, busca devolver golpe por golpe, igualar los tantos de muertos en la guerra. Busca la victoria bélica.
Es una estrategia de guerra que nos puede parecer especialmente cruel -solo porque nos la aplican a nosotros, claro- pero no es terrorismo. Como no eran terroristas las SS, los pilotos del Enola Gay y aquellos que les dieron la orden de asolar Hiroshima, los carceleros de Abu Ghraib o las fuerzas israelíes que sembraron Gaza de fósforo blanco. Son criminales de guerra, asesinos de masas o como se quiera calificar a los que en la guerra realizan actos atroces. Pero no es terrorismo.
Porque si lo es también los pilotos franceses son terroristas, los infantes acorazados estadounidenses lo son, los soldados israelíes lo son y todos los que han participado, ordenado o perpetrado matanzas durante esta y cualquier guerra lo son.
Y tampoco queremos eso, ¿no?
Al final lo único que pretende ese lenguaje es vender una realidad falsa. Por mucho que se pregone a los cuantos vientos la guerra al terrorismo, lo único que se busca es lo que se intenta en cualquier guerra: sustituir la información por propaganda.
Porque si de verdad nos muestran la verdad de que esto es una guerra entre dos centros de poder, el Occidente Atlántico y el Estado Islámico, que buscan mantener o adquirir la hegemonía sobre el mundo, nos colocarán a una respiración de hacernos la pregunta que nunca quieren que hagamos ¿Quien empezó la guerra?
Y la respuesta a esa pregunta nos pondrá a un centímetro escaso de la sedición. Lo cual es delito capital en tiempos de guerra, por cierto.
Porque si lo es también los pilotos franceses son terroristas, los infantes acorazados estadounidenses lo son, los soldados israelíes lo son y todos los que han participado, ordenado o perpetrado matanzas durante esta y cualquier guerra lo son.
Y tampoco queremos eso, ¿no?
Al final lo único que pretende ese lenguaje es vender una realidad falsa. Por mucho que se pregone a los cuantos vientos la guerra al terrorismo, lo único que se busca es lo que se intenta en cualquier guerra: sustituir la información por propaganda.
Porque si de verdad nos muestran la verdad de que esto es una guerra entre dos centros de poder, el Occidente Atlántico y el Estado Islámico, que buscan mantener o adquirir la hegemonía sobre el mundo, nos colocarán a una respiración de hacernos la pregunta que nunca quieren que hagamos ¿Quien empezó la guerra?
Y la respuesta a esa pregunta nos pondrá a un centímetro escaso de la sedición. Lo cual es delito capital en tiempos de guerra, por cierto.
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