Así comienza John Carlin, ese escritor e historiador que se disfraza de otra cosa cada vez que habla de política, su último artículo de opinión en El País.
Aunque en su caso habla del nuevo líder laborista Jeremy Corbyn y su postura con respecto al terrorismo yihadista, esta frase es el resumen de la postura que muchos mantienen ahora que se han dado cuenta de que la guerra nos afecta, ns crea bajas y no podemos vanagloriarnos de haber inventando un modo de guerrear que no derrame nuestra sangre.
La frase parece contundente, irreprochable, parece un axioma de esos que los griegos antiguos enunciaban y que aún no han sido superados. Pero si tiene que parecerse a algún enunciado clásico lo sería simplemente a un sofisma.
Porque iguala dos términos que no tienen nada que ver y para más inri -que diría mi abuela- uno de ellos no pinta nada en la expresión porque se utiliza como falso sinónimo.
Me explico.
Me explico.
Buscar y analizar las causas de algo no significa no tomar partido. Cae en el más viejo error de pensamiento occidental: el maniqueísmo.
Si yo digo que la culpa del auge del yihadismo está en los actos de Occidente eso significa que me pongo de parte del yihadismo, que quiero que ganen esta guerra, que considero que lo que hacen es justo y bueno, sobre todo bueno, que la división maniquea no existe sin el bien y el mal.
Pues lamento comunicarle a Carlin que eso es una mentira como un templo, un error de estructura de pensamiento del tamaño de la catedral de Burgos. Y eso siendo amable con usted porque, dado su nivel de inteligencia, me inclino a pensar que es un burdo intento de manipulación que toma a todos sus lectores por idiotas.
Que se analice, se descubra y se señale el origen de un mal -por seguir utilizando una terminología moral que parece ser la única que pueden entender algunos- no significa que se apoye o que uno se ponga de parte de ese mal, que no se defienda uno de él o que no intente evitarlo.
Por poner un ejemplo religioso, ya que los que defienden esta teoría quieren vincular este problema falsamente a una religión en concreto: Que yo diga y sepa que Dios creó al Diablo no significa que me haga adorador de Belcebú y quiera que este triunfe en su batalla mitológica contra su inexistente creador.
Por poner un ejemplo religioso, ya que los que defienden esta teoría quieren vincular este problema falsamente a una religión en concreto: Que yo diga y sepa que Dios creó al Diablo no significa que me haga adorador de Belcebú y quiera que este triunfe en su batalla mitológica contra su inexistente creador.
Así que, se sea de izquierdas o de derechas o de lo que se quiera, nadie yerra al responsabilizar a las acciones de Occidente del nacimiento y auge del yihadismo y por supuesto nadie apoya lo que hacen por el hecho de analizar los hechos y llegar a esa conclusión. Carlin lo sabe pero creo que también sabe que encontrará más oídos dispuestos a escuchar lo contrario.
Porque ese argumento lo único que hace es tranquilizar conciencias, permitirnos enfrentarnos a un monstruo que nacido de las entrañas de nuestro egoísmo como si fuéramos inocentes, como si fuéramos los buenos. Y sobre todo mantiene a salvo de su responsabilidad a todos los gobernantes que han tomado las decisiones que nos han llevado a esto. Muchos de ellos están muertos y solo responderán ante la historia pero otros todavía están en sus palacios de gobierno y residencias presidenciales.
Y luego está lo de "Hay que tomar partido". ¿perdón?
Un sofisma, dentro de otro sofisma, dentro de una falacia, dentro de una mentira.
Carlin y todos los que expresan de forma más o menos depurada esa línea de pensamiento igualan defenderse a tomar partido. Es una opción, por supuesto, pero no es una verdad necesaria.
Según él hay que hacerlo "porque cuando aparezca el yihadista con un Kaláshnikov en un bar o un teatro o un supermercado y empiece a liquidar a gente uno por uno, no preguntará si su siguiente víctima es de izquierdas o de derechas, progresista o neoliberal, imperialista o anti imperialista. Matará, como una peste, sin prejuicio y sin piedad".
Y tiene razón. Eso me obliga a defenderme de él pero no a estar a favor de lo que hacen todos los demás que dicen defenderse de él, ni a ir a atacarle en su casa, ni a justificar la matanza de civiles inocentes para darle caza, ni a participar en ella.
Y desde luego no me obliga a decir que los que se enfrentan a él son los buenos y tomar partido por ellos.
Puede que las mentes maniqueas solo soporten la idea básica y sin matices de "quien no está conmigo está contra mi" o de "El bien es la única fuerza que se opone al mal" pero entonces son tan medievales, primarios, bárbaros y retrógrados como aquellos a los que se enfrentan.
Por supuesto que si tengo la oportunidad cortaré la garganta a un individuo yihadista que llegue a mi casa para intentar imponer la Sharia a mis hijas, pero si tengo esa misma posibilidad también la cortaré igualmente la yugular a un reclutador vestido con uniforme de gala que llame al timbre para llevarse a mi hijo a combatir en los eriales de Irak y los valles de Siria. Y en ningún caso sentiré que estoy de parte de un bando o de otro solo que me estoy defendiendo de dos males que se enfrentan por el control del mundo.
Creo que el ejemplo deja crudamente claro que defenderse no es igual que tomar partido.
Así que, desde mi punto de vista, vender que nosotros somos los buenos y nuestros enemigos son los malos puede ser un elemento eficaz de propaganda como lo ha sido en toda guerra para lograr la victoria.
Pero a estas alturas todos deberíamos saber que la historia nos demuestra que la victoria en una guerra es el germen del estallido de la siguiente y Carlin que se hace llamar historiador a veces debería tenerlo claro. Las guerras médicas, las púnicas, las cruzadas, la Guerra de los Cien Años, las guerras imperiales españolas, las guerras napoleónicas, las guerras indias, las dos conflagraciones mundiales...¡Por el amor de su dios!, ¿cuantos más ejemplos necesitan?
De modo que todos esos que van de realistas y pragmáticos y acusan de idealistas y utópicos a los que nos acusamos a nosotros mismos como civilización del surgimiento y auge del monstruo del yihadismo belicista e imperialista quizás deberían darse cuenta de que los inconscientes, en la más pura acepción de la palabra son ellos porque defienden repetir una y otra vez una solución que siempre falla -la simple victoria militar- en la esperanza que contradice a la historia y la estadística de que tenga un resultado diferente.
Es posible que ya solo nos quede el recurso a la defensa armada en esta guerra pero si no reconocemos sus causas y responsabilidades, si nos negamos a ver los errores como civilización y sistema económico que nos han llevado a ella no podremos evitar repetirlos y dentro de una década o de un siglo volveremos a estar en idéntica situación.
Vamos, ganaremos una guerra para morir en la siguiente.
Según él hay que hacerlo "porque cuando aparezca el yihadista con un Kaláshnikov en un bar o un teatro o un supermercado y empiece a liquidar a gente uno por uno, no preguntará si su siguiente víctima es de izquierdas o de derechas, progresista o neoliberal, imperialista o anti imperialista. Matará, como una peste, sin prejuicio y sin piedad".
Y tiene razón. Eso me obliga a defenderme de él pero no a estar a favor de lo que hacen todos los demás que dicen defenderse de él, ni a ir a atacarle en su casa, ni a justificar la matanza de civiles inocentes para darle caza, ni a participar en ella.
Y desde luego no me obliga a decir que los que se enfrentan a él son los buenos y tomar partido por ellos.
Puede que las mentes maniqueas solo soporten la idea básica y sin matices de "quien no está conmigo está contra mi" o de "El bien es la única fuerza que se opone al mal" pero entonces son tan medievales, primarios, bárbaros y retrógrados como aquellos a los que se enfrentan.
Por supuesto que si tengo la oportunidad cortaré la garganta a un individuo yihadista que llegue a mi casa para intentar imponer la Sharia a mis hijas, pero si tengo esa misma posibilidad también la cortaré igualmente la yugular a un reclutador vestido con uniforme de gala que llame al timbre para llevarse a mi hijo a combatir en los eriales de Irak y los valles de Siria. Y en ningún caso sentiré que estoy de parte de un bando o de otro solo que me estoy defendiendo de dos males que se enfrentan por el control del mundo.
Creo que el ejemplo deja crudamente claro que defenderse no es igual que tomar partido.
Así que, desde mi punto de vista, vender que nosotros somos los buenos y nuestros enemigos son los malos puede ser un elemento eficaz de propaganda como lo ha sido en toda guerra para lograr la victoria.
Pero a estas alturas todos deberíamos saber que la historia nos demuestra que la victoria en una guerra es el germen del estallido de la siguiente y Carlin que se hace llamar historiador a veces debería tenerlo claro. Las guerras médicas, las púnicas, las cruzadas, la Guerra de los Cien Años, las guerras imperiales españolas, las guerras napoleónicas, las guerras indias, las dos conflagraciones mundiales...¡Por el amor de su dios!, ¿cuantos más ejemplos necesitan?
De modo que todos esos que van de realistas y pragmáticos y acusan de idealistas y utópicos a los que nos acusamos a nosotros mismos como civilización del surgimiento y auge del monstruo del yihadismo belicista e imperialista quizás deberían darse cuenta de que los inconscientes, en la más pura acepción de la palabra son ellos porque defienden repetir una y otra vez una solución que siempre falla -la simple victoria militar- en la esperanza que contradice a la historia y la estadística de que tenga un resultado diferente.
Es posible que ya solo nos quede el recurso a la defensa armada en esta guerra pero si no reconocemos sus causas y responsabilidades, si nos negamos a ver los errores como civilización y sistema económico que nos han llevado a ella no podremos evitar repetirlos y dentro de una década o de un siglo volveremos a estar en idéntica situación.
Vamos, ganaremos una guerra para morir en la siguiente.
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