No son atentados, son actos de guerra. No son terroristas o activistas, son guerreros fanáticos y adiestrados; no son sus víctimas, son sus enemigos; No es Francia es el Occidente Atlántico. No son los muertos parisinos, somos todos nosotros.
Y da igual que no queramos verlo, da igual que pensemos que presentándolo de otro modo nos sentiremos más a gusto, da igual que nuestros políticos lo enuncien de formas altisonantes para ocultar la auténtica realidad:
El Occidente Atlántico está en guerra con El Califato de la locura. Y la está perdiendo.
¿Hemos escuchado alguna vez al Estado Islámico pedir algo a cambio de nuestra vida y nuestra sangre?, ¿hemos oído alguna reivindicación sobre la independencia de tal o cual país, el derecho de tal colectivo o tal pueblo a esto o aquello antes de sus ejecuciones públicas y sumarias?
La respuesta es indefectiblemente no.
Los grupos terroristas tienen reivindicaciones, los estados en guerra no. Los activistas violentos tienen un objetivo concreto de esa violencia. Los países en conflicto solo buscan la victoria, a cualquier precio, sin reivindicaciones, sin concesiones, sin tregua.
Y desde el coche bomba en Bagdad hasta el atentado en París, desde el avance en el frente sirio hasta el repliegue en el kurdistán turco, desde la ejecución en Palmira hasta la limpieza étnica en Tikric, todas las acciones del Estado Islámico siguen ese patrón de guerra abierta.
Como hicieran las falanges griegas de Alejandro, como hicieran las cohortes romanas, los tercios españoles, los granaderos ingleses o la legión extranjera francesa. Matar o morir, victoria o muerta, ampliar el imperio.
Nosotros les bombardeamos en Damasco ellos nos hacen volar por los aires en París, nosotros les hacemos replegarse en Turquía, ellos destrozan las lineas de control y presencia occidental en Irak. Nosotros detenemos a sus comandos infiltrados en Occidente, ellos ejecutan a nuestros operativos encubiertos en el Kurdistan. Es el ritmo y la cadencia de la guerra.
Lo de anoche en París no son los atentados de Al Quaeda en Nueva York, Londres o Madrid, no son acciones terroristas. Son el bombardeo alemán sistemático de Londres, el bombardeo aliado de Dusseldorf, el lanzamiento de la bomba de Hiroshima. Son acciones de represalia bélica.
Usan hombres porque no tienen aviones, usan armas automáticas y granadas porque no tienen tanques. Pero cuando los tengan los usarán.
O despertamos y comprendemos que El Califato es un incipiente imperio arcaico en periodo de expansión que no parará hasta asentar su poder y que siempre será nuestro enemigo por pura dinámica de sustitución histórica o no quedará mucho de Occidente cuando abramos los ojos.
O nos damos cuenta de que estamos en guerra y no podemos permitirnos el lujo de pensar que somos inocentes, que a nosotros no nos viene ni nos va, que es injusto que vengan a por nosotros y nos preocupamos de defendernos o no encontraremos a tiempo la forma de hacerlo.
O comprendemos que la religión o cualquier otra ideología es solamente el factor aglutinante que está usando una base incipiente de poder para amalgamar a su alrededor las masas suficientes para sustentar su imperio o no quedará ideología ninguna a la que recurrir para sustentar nuestra posición.
O nos damos cuenta de que somos sus enemigos o terminaremos siendo sus esclavos.
Estamos en guerra y en el inevitable continuum de la historia ya le hemos perdido.
Y vamos a seguir muriendo, cayendo y sufriendo otros muchos.
Es lo que tiene la guerra. Y nos guste o no estamos en guerra
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