viernes, noviembre 27, 2015

O votar la PP porque es lo que hay que hacer.

La elecciones se nos vienen encima como llega el invierno en la famosa serie.
Y en ese ejercicio a veces doloroso, a veces revelador y a veces divertido de ponerse en la piel del otro toca hacer una de esas de si yo fuera...
Si yo fuera votante del PP, uno de esos fieles impenitentes que tienen preparado el sufragio desde las pasadas elecciones me sentaría a hacer examen de conciencia. No de la mía que siempre está limpia, sino la conciencia política de la formación política a la que apoyo.
Digamos que soy el votante que cree firmemente en la economía liberal capitalista de mercado como el mejor sistema posible. La he fastidiado de cabo a rabo. 
Vale, no me importa el desempleo porque es necesario en una economía liberal y es cosa del mercado, pero las huestes genovitas que residen en Moncloa se han pasado el liberalismo por el arco del triunfo. No han controlado el déficit pese a todos sus recortes, no han modificado la estructura del Estado para liberar del gasto de las administraciones autónomas, han dejado que la deuda se dispare, han aumentado el PIB tirando de obra pública como el más puro de los regímenes estalinistas, no han apoyado la iniciativa empresarial permitiendo por desidia la destrucción de miles de empresas pequeñas y medianas, han manipulado los mercados permitiendo a las grandes compañías energéticas campar a sus anchas para alterarlo en su beneficio, han subido tasas e impuestos directos e indirectos, un anatema en la economía liberal...
En resumen, han ido al panteón en el que yacen Adam Smith, John Stuart Mill y Milton Friedman entre otros y han miccionado con fruición en sus muros.
Pongamos que soy el votante al que su moral y sus valores religiosos le importa por encima de todo. Pues voy aviado
Han aparcado la reforma de la ley del aborto, han suprimido ayudas a la familia, se han cargado de un plumazo con los recortes la posibilidad de que los colegios concertados católicos -y cualquier otro, pero a mi los otros no me importan porque mis niños no van a ellos- tengan desdobles, refuerzos, psicólogos y todos los profesionales que puedan ayudar a mis hijos si tienen problemas educativos, no han hecho nada para diferenciar la familia tradicional, la de verdad, de esas "otras" familias que dios no quiere y que le drenan recursos a los que siguen el plan de dios. Y por si fuera poco se han pasado por debajo de la cúpula de San Pedro las recomendaciones del Papa Francisco dejando que la pobreza campe a sus anchas, no haciendo nada contra el injusto reparto de la riqueza, no aceptando el cambio de actitud que pregona desde su púlpito romano...
Vamos, que han cogido la biblia, el evangelio, los hechos de los apóstoles y todas las encíclicas papales desde Nicea hasta nuestros días y las han escondido en un baúl antes de leerlas.
También puedo ser el votante conservador con más edad y cierta prevención a temer lo que se ha ganado en manos de esa "izquierda" radical. También estoy jodido.
Han recortado las pensiones, han hecho descender los salarios, han llevado el poder adquisitivo a niveles que casi tocan la Inglaterra de Dickens -hipérbole metafórica, aviso para los que sientan la tentación de rebatir numéricamente este punto en concreto-, han recortado derechos, han eliminado servicios sanitarios, han paralizado ayudas a la dependencia que facilitarían la vida a los más mayores y los que les cuidan...
En seis palabras: No han dejado nada que conservar.
Imaginemos que soy el votante que les otorgo mi sufragio porque creo que representan ese sistema que cree en el esfuerzo personal y el valor del esfuerzo para progresar. Me he caído con todo el equipo.
Han hecho de la corrupción su principal fuente de ingresos, han protegido a corruptos, han manipulado a jueces y fiscales para intentar salir impunes de sus cohechos y corruptelas, han puesto la privatización de lo público -un supuesto axioma liberal conservador- al servicio de sus amigos ,parientes y sus cuentas en Suiza, han perdonado a defraudadores, se han lucrado del Estado, han metido hasta saciarse la mano en la caja pública...
Vamos, que lo de la ética del trabajo y el progreso personal ganado con esfuerzo es un eco lejano de un tenue susurro que apenas si resuena en sus oídos.
Y por fin digamos que soy el votante patriota que antepone el orgullo nacional a cualquier otra cuestión y piensa que el Partido Popular es quien mejor lo representa y lo defiende. Ahí ya me hundo.
Han plegado nuestra soberanía nacional a las órdenes que provienen de una Unión Europea que en realidad es la correa de trasmisión de las necesidades económicas alemanas, han hipotecado la hacienda pública por un lustro para rescatar unos bancos que luego se niegan a abrir los créditos a los españoles que lo necesitan, han hecho una reforma laboral que transforma a los orgullosos españoles en trabajadores semi siervos de multinacionales extranjeras con la excusa de la competitividad, han permitido que las empresas que que obtienen beneficios en España se los lleven a otra parte tributando en Irlanda. Por no decir que desde mi patriótica perspectiva han sido blandos con el soberanismo catalán, pacatos con las provocaciones gibraltareñas, débiles con las nacionalizaciones argentinas, consentidores con los insultos venezolanos...
O sea, que han dejado que se arrastre el himno y la bandera dentro y fuera de nuestras fronteras.
Así que mirando el sobre de mi sufragio preparado para el próximo día 20 de diciembre tendré qué preguntarme si realmente voto al PP porque defiende lo que creo que es bueno en política y para mi país o porque he decidido hacerlo desde siempre y luego ya encontraré excusa para explicar porque lo he hecho.

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