Vale, supongamos que me creo que la única solución a todo este estadio de la guerra que perdemos desde siempre, es tirar de lo militar a discreción. Hasta poniéndome a pensar como ellos les veo las vergüenzas, la soberbia, el error de persistir en el error.
Si ya nos hemos puesto a esto de la guerra: estrategia, estrategia, estrategia.
Sabemos o deberíamos saber que por mas plomo, fósforo y muerte que lancemos desde el aire no podemos matar así al Califato, por más banderas que sumemos a la colección de cazas de combate que bombardean sus posiciones en tres países, solo tienen que meterse bajo tierra y esperar a que pase o, lo que es peor para nuestra estrategia militar, pueden marcharse a otro lugar desconocido o esconderse dentro de las fronteras del imperio para seguir causándonos bajas a destajo y hacer inútil y peligrosa para nosotros mismos esa estrategia.
¡Ah, que ya lo están haciendo!
Así que sabemos que debemos pelear sobre el terreno.
Y ahí, por mas estrellas que luzcan nuestros egregios generales es donde cometen el error de persistir en el error, en los errores, para ser más exactos.
Arman a las tribus rivales del cruel Califato y rearman al régimen de Asad hasta los dientes.
Lo primero está bien, nunca ha fallado. No le falló a Roma con los britanos, vándalos y alanos que armó contra sus enemigos y luego asolaron su suelo y desmoronaron su poder; no le pasó a Inglaterra con los irlandeses que llevo a la guerra de Escocia en tiempos del mítico y eterno por el cine William Wallace, no le falló a Francia con los iroqueses, mohawk y adenakis a los que dio pólvora y mosquetes en su guerra americana colonial contra Inglaterra, no le fallo al imperio español con los católicos de Flandes.
Así que es de suponer que es una buena estrategia porque nunca ha fallado. Es de suponer que los kurdos, o las milicias sirias, turkmenas o libanesas no usarán el adiestramiento y el armamento que les damos para sus fines en lugar -o en el mejor de los casos, además- de para los nuestros.
¡Ah, que también están ya haciendo eso! ¡Que ya están haciendo limpiezas étnicas los unos con los otros, recrudeciendo la interminable guerra en Líbano atacando a quien no les dijimos que atacaran, limpiando el kurdistan de turcos y viceversa!
Y luego lo que parece más moderno, una estrategia más apropiada a nuestros tiempos. Otra que siempre la ha salido bien a nuestras mentes pensantes militares.
Resulto maravillosamente a Occidente contra Irán, armando y manteniendo en el poder a un Sadam Hussein que terminó arrojando misiles Scud sobre Israel cuando quisimos quitarle del poder, nos funcionó a la perfección contra la Unión Soviética en Afganistán, otorgando entrenamiento y recursos a los muyahidines que terminaron formando el ejército talibán y las filas de Al Qaeda. Eso solamente por poner los ejemplos más cercanos.
Que hablar de lo bien que nos fue cipayos y Marajás de la India, los caudillos bélicos de Laos y Camboya, los señores de la guerra africanos nos obliga a pensar en la historia y parece que hemos desarrollado una alergia especial que nos impide acercarnos siquiera a sus páginas, no vaya a ser que logremos aprender algo de ella.
¡Vaya por Dios!, ¡que Al Asad está utilizando los recursos de inteligencia y armamento que le da Rusia para perseguir a todo opositor que se le ponga por delante, masacrar población civil y recuperar el control de zonas de Siria que no están bajo el mando del funesto y furioso Califato!, ¡quien lo iba a decir. Con lo elegante que viste siempre el chico y lo guapa y atractivamente occidental que siempre fue su esposa!
Así que parece ser que la única manera de luchar sobre el terreno es mandar allí a los nuestros, a aquellos de cuya lealtad a nuestros intereses nos podemos fiar. De nuevo la historia nos demuestra que si se opta por la solución militar a corto plazo hay que enviar las legiones a Britania, los tercios a Flandes, los gloriosos casacas rojas a las colonias, los marines a Vietnam.
Invadir, conquistar y mantener tropas en las tierras conquistadas y tener claro que tienen que seguir allí porque sino en cuanto nos demos la vuelta las cosas volverán a ser como son ahora.
Pero claro. Nosotros no somos el Imperio Romano, Español, Británico o Francés. Nosotros no estamos bajo el gobierno absoluto de un monarca al que no le importa lo que sus súbditos opinen de mandar a sus hijos a morir en el otro extremo del orbe conocido. Nosotros tenemos elecciones y una sociedad que solo se compromete con las cosas de palabra no con sangre, que llama a la lucha contra el Califato pero no se alista para ir a la guerra. Que no va a soportar más allá de un límite mínimo de bajas por muy dura que sea la guerra.
De modo que, aunque militarmente la única forma de lograr una victoria y mantenerla un mínimo tiempo histórico sea enviar a la Legión Extranjera, los marines, los SAS o la Legión Extranjera , es lo único que no nos plantemos de momento porque la muerte de uno de los nuestros resta muchos más votos que las de muchos desconocidos inocentes de otro sitio.
Claro que sin nos acordamos de Genserico y Varo en el boscoso Teutoburgo, Del Duque de Enghein y Francisco de Melo en Rocroi, del Barón de Chelmsford y Khoza en Isandhwana, de Abrahams y Duong Van Minh en Saigón o de los chicos de la infantería acorazada estadounidense en Irán y Afganistán a lo mejor nos damos cuenta que ni siquiera eso funciona mucho tiempo.
¡Vaya me habéis pillado!, no me he puesto en modo de pensamiento militar!
La solución bélica a corto plazo no funciona. No puede hacerlo. Se haga como se haga no hay estrategia que la permita funcionar.
No lo digo yo. Lo dicen tres mil años de historia y ni se sabe cuantos millones de muertos intentándola.
Aunque siempre se puede cerrar a cal y canto el libro de la historia y la capacidad de pensamiento autónomo y seguir gritando a los cuatro vientos con las vísceras: "La guerra es la única solución".
A lo mejor de repetirlo mucho se hace cierto.
¡Vaya me habéis pillado!, no me he puesto en modo de pensamiento militar!
La solución bélica a corto plazo no funciona. No puede hacerlo. Se haga como se haga no hay estrategia que la permita funcionar.
No lo digo yo. Lo dicen tres mil años de historia y ni se sabe cuantos millones de muertos intentándola.
Aunque siempre se puede cerrar a cal y canto el libro de la historia y la capacidad de pensamiento autónomo y seguir gritando a los cuatro vientos con las vísceras: "La guerra es la única solución".
A lo mejor de repetirlo mucho se hace cierto.
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