Extracto literal de:
UNA HISTORIA APÓCRIFA DE LA COMUNICACION HUMANA
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Compilación histórica independiente
AUTOR: Prof. Ramón Glarsser
REF: 124.678/WCA/W5A
AUTORIZADA CONSULTA NIVELES 1A Y 1B
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La cabecera del informe tilitó en el interior de sus córneas y se mantuvo allí aunque cerró los parpados y los apretó fuertemente. Su corcex pareció sacudirla para exigirla que prestara atención a lo que estaba llegando por vía de prioridad. Los Samsung diseñados para la Infored poseían subrutinas invasivas conectadas a los nervios. Podía estar viendo el encabezamiento del informe hasta que le prestara atención. Hasta en sueños. Algunos aprovechaban el sueño para eso. Ella no estaba dispuesta a regalarle sus sueños a La Red.
Abrió los ojos. Las espigas se agitaron junto a sus ojos y acariciaron sus piernas. No sintió el cosquilleo. Sus medias termodermicas lo evitaron. eran finas como una película de nácar pero nada podía atravesarlas. Seguridad y belleza. La simbiosis de moda. Glammy las producía en todos los colores posibles y algunos imposibles. Hoy las suyas eran transparentes.
Se levantó y miró alrededor. El trigal estaba en pleno mayo. Un mayo de cielo despejado y sol perpetuo. Las lámparas meteorológicas se encargaban de ello. No un cielo con un sol mortecino e inestable . Decían que el sol se estaba muriendo. Era posible. Pero el trigal no tenia sol. O tenía miles.
Antes de comenzar a andar cerró los ojos. Sus iris de gacela desparecieron bajo sus casi traslucidos párpados. Palidez. No como la del Embudo. Con venas pequeñas en ellos. Palidez genética, no endémica. Se concentró en el texto enviado a su corcex con invasiva prioridad administrativa nivel uno.
Estrictamente podría decirse que hace más de cincuenta siglos que el ser humano no sabe lo que es comunicarse. Desde el origen de las comunicaciones en clave de secreto militar, la comunicación humana perdió todo el sentido real de intersección.
Comenzó a andar a través del trigal con las manos extendidas. Los granos rozaban la piel de sus dedos mientras las letras desfilaban sobre sus sentidos. Soldados efímeros enviados por un general con despacho diez pisos por encima del trigal. Se preguntó a que venía una diatriba de Teoría de la Comunicación en ese momento. en ese día. Las espigas seguían alimentando las sensaciones de su mando. Ahora el granulado era más basto, mas denso. Cebada. La rotación de cultivos era vieja. Parcelas intercambiables. Casi pudo ver los inmensos servomotores que, bajo el suelo de acero permeable y la base de sustrato químico hacían girar las parcelas para que cambiaran de posición. Era más caro que modificar los mil soles que las alumbraban. También era más cómodo. Abrió los ojos y siguió caminando hacia la linde del campo. Volvió al informe, memorando o lo que fuera.
Desde que la familia se estableció como entidad de disciplina y progreso por encima de unidad en la supervivencia y afecto; desde que el sexo se descubrió como placer; desde que alguien puso el poder absoluto en manos de los dioses mecánicos de la protohistoria; desde que santos, sacerdotes, augures y magos levantaron sus ojos para invocar a sus deidades con versos arcanos; desde que el hombre es sabio y, por tanto, social; desde ese momento la comunicación no existe.
- Erika, está poética –pensó mientras una sonrisa mostraba a los cultivos sus dientes alineados en blanco con simetría de plasma quirúrgico. Los Autarks usaban el plasma para afilarse las piezas dentales. Las laterales o las frontales, dependiendo del puesto que ansiaban ocupar o que ocupaban en sus comunas de las afueras, plagadas de hidropónicos de calabacín y de niños probeta. Entre los Meta la última moda era redondearlos. Ella sólo los había nivelado. Más clásico y universal. Algo a lo que volver tras las modas y los Autarks.
Todas las formas de expresión para el otro han sido viciadas y revertidas en mecanismos de control. Los elementos comunicativos del sexo se han perdido entre una multitud de complicados juegos sexuales que excitan, masturban y complacen las mentes de aquellos que sólo buscan extraer placer en lugar de comunicar sentimientos.
- ¡Por favor! – bufó al tiempo que abandonaba las rectangulares áreas de cereal para acceder al pequeño camino de electroarena que serpenteaba entre los sembrados perdiéndose en dirección hacia un horizonte con colinas y nubes probablemente sacado de alguna proyección del SimClim de la llanura de León o de Idazo. Pero en Idazo no rotaban cultivos. No antes del Colapso. Quizás ahora si – Todo el mundo tiene un mal polvo. Pero nadie hace un memorando por ello.
Cuando salió al camino aprovecho para alisarse la ropa. Traje de tres piezas. Serio en gris y blanco con un toque de beige en el escote las mangas y la falda con raja atrás. Observó como la electroarena apartarse de sus zapatos, unos Klisten austriacos de tacón alto, para no ensuciarlos. Los electrones hacían su trabajo. Otra vez los militares habían inventado algo útil. Avanzó por el sendero. Una ventana de intersección se abrió en su corcex. Las cifras de las cotizaciones de cambio comenzaron a correr en delgadas columnas junto a las palabras. Datos verdes y azules. Tiempos y espacios de Red cayendo en carcajada junto a siglas de tres letras.
Las palabras corrieron de boca en boca y de mano en mano durante siglos. Cantidades ingentes de información se perdieron en el proceso sin poder ser comunicadas. Cuando el hombre dejó de comunicarse nació la información y está se entendió como un bien escaso.
Decenas, cientos, quizá miles, de sistemas de información se alzaron, se hundieron, se enfrentaron y se coaligaron. Se sustituyeron, se superpusieron, se pervirtieron y se autopurgaron. Miles de modelos de información crecieron, ensancharon, dominaron y liberaron, dieron beneficios, quebraron, hicieron crisis y revolucionaron. Todos ellos buscaban lo mismo y ninguno pudo hacer nada para disimular la absoluta, dolorosa y castrante falta de comunicación entre los seres humanos.
Cuando el sendero terminó aprovecho para ajustarse el peinado. Una cola alta sujeta con un broche de inducción que evitaba que su cabello, largo, castaño y ceroso en su brillo, siguiera su extravagante tendencia a actuar como una masa de filamentos independientes. Se miró en el tenue reflejo del acero que comenzaba a aparecer. Los sensores Clemson de proximidad la habían detectado al menos doscientos pasos antes y habían dado orden de seguimiento al sistema de Los Sembrados, un complejo grupo de cuatro virtucreadores, también de Clemson, dos regeneradores de esfera bicúbica Hitachi y probablemente una fuente de simulación de núcleo biogenetico en escamas de CrioCo, para ir diluyendo el infinito fondo de la simulación climática a medida que avanzaba por el sendero. Miró atrás suspiró y dio un paso más. El pomo apareció. Sujetó la esfera metálica sintiendo el cosquilleo de los analizadores de palma y lo giró. la puerta se abrió y salió.
UNA HISTORIA APÓCRIFA DE LA COMUNICACION HUMANA
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Compilación histórica independiente
AUTOR: Prof. Ramón Glarsser
REF: 124.678/WCA/W5A
AUTORIZADA CONSULTA NIVELES 1A Y 1B
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La cabecera del informe tilitó en el interior de sus córneas y se mantuvo allí aunque cerró los parpados y los apretó fuertemente. Su corcex pareció sacudirla para exigirla que prestara atención a lo que estaba llegando por vía de prioridad. Los Samsung diseñados para la Infored poseían subrutinas invasivas conectadas a los nervios. Podía estar viendo el encabezamiento del informe hasta que le prestara atención. Hasta en sueños. Algunos aprovechaban el sueño para eso. Ella no estaba dispuesta a regalarle sus sueños a La Red.
Abrió los ojos. Las espigas se agitaron junto a sus ojos y acariciaron sus piernas. No sintió el cosquilleo. Sus medias termodermicas lo evitaron. eran finas como una película de nácar pero nada podía atravesarlas. Seguridad y belleza. La simbiosis de moda. Glammy las producía en todos los colores posibles y algunos imposibles. Hoy las suyas eran transparentes.
Se levantó y miró alrededor. El trigal estaba en pleno mayo. Un mayo de cielo despejado y sol perpetuo. Las lámparas meteorológicas se encargaban de ello. No un cielo con un sol mortecino e inestable . Decían que el sol se estaba muriendo. Era posible. Pero el trigal no tenia sol. O tenía miles.
Antes de comenzar a andar cerró los ojos. Sus iris de gacela desparecieron bajo sus casi traslucidos párpados. Palidez. No como la del Embudo. Con venas pequeñas en ellos. Palidez genética, no endémica. Se concentró en el texto enviado a su corcex con invasiva prioridad administrativa nivel uno.
Estrictamente podría decirse que hace más de cincuenta siglos que el ser humano no sabe lo que es comunicarse. Desde el origen de las comunicaciones en clave de secreto militar, la comunicación humana perdió todo el sentido real de intersección.
Comenzó a andar a través del trigal con las manos extendidas. Los granos rozaban la piel de sus dedos mientras las letras desfilaban sobre sus sentidos. Soldados efímeros enviados por un general con despacho diez pisos por encima del trigal. Se preguntó a que venía una diatriba de Teoría de la Comunicación en ese momento. en ese día. Las espigas seguían alimentando las sensaciones de su mando. Ahora el granulado era más basto, mas denso. Cebada. La rotación de cultivos era vieja. Parcelas intercambiables. Casi pudo ver los inmensos servomotores que, bajo el suelo de acero permeable y la base de sustrato químico hacían girar las parcelas para que cambiaran de posición. Era más caro que modificar los mil soles que las alumbraban. También era más cómodo. Abrió los ojos y siguió caminando hacia la linde del campo. Volvió al informe, memorando o lo que fuera.
Desde que la familia se estableció como entidad de disciplina y progreso por encima de unidad en la supervivencia y afecto; desde que el sexo se descubrió como placer; desde que alguien puso el poder absoluto en manos de los dioses mecánicos de la protohistoria; desde que santos, sacerdotes, augures y magos levantaron sus ojos para invocar a sus deidades con versos arcanos; desde que el hombre es sabio y, por tanto, social; desde ese momento la comunicación no existe.
- Erika, está poética –pensó mientras una sonrisa mostraba a los cultivos sus dientes alineados en blanco con simetría de plasma quirúrgico. Los Autarks usaban el plasma para afilarse las piezas dentales. Las laterales o las frontales, dependiendo del puesto que ansiaban ocupar o que ocupaban en sus comunas de las afueras, plagadas de hidropónicos de calabacín y de niños probeta. Entre los Meta la última moda era redondearlos. Ella sólo los había nivelado. Más clásico y universal. Algo a lo que volver tras las modas y los Autarks.
Todas las formas de expresión para el otro han sido viciadas y revertidas en mecanismos de control. Los elementos comunicativos del sexo se han perdido entre una multitud de complicados juegos sexuales que excitan, masturban y complacen las mentes de aquellos que sólo buscan extraer placer en lugar de comunicar sentimientos.
- ¡Por favor! – bufó al tiempo que abandonaba las rectangulares áreas de cereal para acceder al pequeño camino de electroarena que serpenteaba entre los sembrados perdiéndose en dirección hacia un horizonte con colinas y nubes probablemente sacado de alguna proyección del SimClim de la llanura de León o de Idazo. Pero en Idazo no rotaban cultivos. No antes del Colapso. Quizás ahora si – Todo el mundo tiene un mal polvo. Pero nadie hace un memorando por ello.
Cuando salió al camino aprovecho para alisarse la ropa. Traje de tres piezas. Serio en gris y blanco con un toque de beige en el escote las mangas y la falda con raja atrás. Observó como la electroarena apartarse de sus zapatos, unos Klisten austriacos de tacón alto, para no ensuciarlos. Los electrones hacían su trabajo. Otra vez los militares habían inventado algo útil. Avanzó por el sendero. Una ventana de intersección se abrió en su corcex. Las cifras de las cotizaciones de cambio comenzaron a correr en delgadas columnas junto a las palabras. Datos verdes y azules. Tiempos y espacios de Red cayendo en carcajada junto a siglas de tres letras.
Las palabras corrieron de boca en boca y de mano en mano durante siglos. Cantidades ingentes de información se perdieron en el proceso sin poder ser comunicadas. Cuando el hombre dejó de comunicarse nació la información y está se entendió como un bien escaso.
Decenas, cientos, quizá miles, de sistemas de información se alzaron, se hundieron, se enfrentaron y se coaligaron. Se sustituyeron, se superpusieron, se pervirtieron y se autopurgaron. Miles de modelos de información crecieron, ensancharon, dominaron y liberaron, dieron beneficios, quebraron, hicieron crisis y revolucionaron. Todos ellos buscaban lo mismo y ninguno pudo hacer nada para disimular la absoluta, dolorosa y castrante falta de comunicación entre los seres humanos.
Cuando el sendero terminó aprovecho para ajustarse el peinado. Una cola alta sujeta con un broche de inducción que evitaba que su cabello, largo, castaño y ceroso en su brillo, siguiera su extravagante tendencia a actuar como una masa de filamentos independientes. Se miró en el tenue reflejo del acero que comenzaba a aparecer. Los sensores Clemson de proximidad la habían detectado al menos doscientos pasos antes y habían dado orden de seguimiento al sistema de Los Sembrados, un complejo grupo de cuatro virtucreadores, también de Clemson, dos regeneradores de esfera bicúbica Hitachi y probablemente una fuente de simulación de núcleo biogenetico en escamas de CrioCo, para ir diluyendo el infinito fondo de la simulación climática a medida que avanzaba por el sendero. Miró atrás suspiró y dio un paso más. El pomo apareció. Sujetó la esfera metálica sintiendo el cosquilleo de los analizadores de palma y lo giró. la puerta se abrió y salió.
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