Un elemento vagamente humano de Granada -casi me avergüenza decir su procedencia- acude al juez a sus 22 primaveras para exigir que obliguen a sus padres a que le suban la paga. La primera pregunta sería ¿Qué hace un tipo de 22 años recibiendo paga?
La cosa sería cómica -esperpéntica pero cómica al fin y a la postre- si el colega, porque seguro que es un colega, eso sí, perteneciera a una familia acomodada, incluso si formara parte de una unidad familiar de esa clase media que hay que encontrar con lupa hoy en día.
Pero no. El individuo en cuestión ha tenido la fortuna de nacer en una familia que sobrevive con 700 euros al mes del subsidio de desempleo para los dos progenitores y tres hijos. Y digo la fortuna porque recibir 150 euros al mes -que es el montante neto de su paga- en esas condiciones financieras supone que has nacido en la casa de un economista en potencia capaz de hacer malabares con el dinero.
Pese a ello el reclama más. Pese a la situación de su padre y de sus hermanos, él reclama más. Pese a la claridad meridiana de la matemática de la economía familiar, él reclama más. Eso convierte el cómico esperpento en lacerante tragedia.
La mayor parte del personal -sean colegas o no- puede tender a pensar que este exigente granadino es un caradura. Está claro que no se le puede achacar ignorancia puesto que estudia una carrera universitaria -esperemos que sea Económicas- sufragada también por su padres.
Pero yo pienso que no.
Si fuera un caradura hubiera metido la mano en el monedero de su madre para aumentar un par de euros su percepción de emulumentos familiares, como hacía yo a los 15 años -notesé la amplia diferencia de edad-, o hubiera buscado una excusa para lograrlos con zalamerias y medias verdades, sino con méntiras completas, como también hacía yo hasta que dejaron de funcionar a los quince años y recurrí directamente al latrocinio doméstico ya confesado.
Pero el individuo no ha hecho nada de todo eso. Ha cogido sus bártulos, sus estudios universitarios y sus 150 euros mensuales y ha iniciado un proceso judicial. El tipo no es un caradura es algo mucho más peligroso: alguien que cree tener derecho a ser un miserable parásito social. Eso también es trágico.
Reconozco que yo a su edad también pedía pagas mayores. Pero se las pedía a los que me pagaban por parsarme cinco horas al día limpiando mesas y tostando hamburguesas y panecillos en una plancha. Reconzco que yo a su edad también rellenaba multitud de papeles para reclamar más dinero, pero todos iban dirigidos al Ministerio de Educación para que me asignara una beca salario mientras estudiaba en la universidad. Yo, a los 22 años, no podía reclamar el aumento de la paga porque, aunque era de los de letras puras -y además con griego-, sabía que aritméticamente no me compensaba: cualquier aumento proporcional de cero tiende a mantenerse en cero. Es una ley matemética jodida pero inmutable.
Lo del elemento granadino -aún dudo en conferirle la humanidad que debería suponérsele- es preocupante como síntoma social pero casi más preocupante es que su espúrea reclamación haya llegado a los tribunales y haya precisado de una sentencia judicial.
Sabemos que existe el habeas corpus, sabemos que existe el derecho a un juicio justo, pero hay veces que te preguntas por qué los abogados no se han negado a defender a este individuo y porqué el juez no se ha negado a admitir a trámite su denuncia. Por qué nadie le ha dicho que volviera a su casa y le ha dado la bienvenida al mundo real con un buen sopapo.
Y todavía hay gente que de estas cosas les hecha la culpa a los padres por haber sido demasiado blandos con el crio -el crio tiene 22 años, no lo olvidemos. Hace tiempo que posee el derecho al voto y la responsabilidad legal, pero parece que nadie le exige, al mismo nivel, la responsabilidad financiera-. Y los pobres padres, además de cornudos apaleados.
Mis hijas quieren una Nintendo DS y yo no se la compro. Les digo que ahorren para comprarla. Ellas lo hacen a regañadientes.
Ya empiezan a darse cuenta de que su hucha -una vaca horrible vestida redundantemente de vaquera, por cierto- es el mayor ejemplo de Fresh Banknig desde la invención de la Cuenta Naranja. Por cada dos euros que meten terminan encontrando seis. Los billetes se multiplican en ocasiones sin contacto sexual ninguno y sin motivo aparente. Pero ellas siguen echando cada semana un par de euros en esa hucha de réditos del 300 por cien.
Podría comprales directamente la DS de marras y ya está. Sería mas directo, menos cansado y menos complicado que hacer negocios con ellas. Que alquilarles un reproductor mp3 que yo mismo les he regalado por diez euros durante una semana; que fingir que las chucherías que aparecen en algunos cajones estaban allí mucho antes de que ellas comenzaran a renunciar a ellas para invertir sus dos euros semanales en la maquinita infernal.
Pero no lo hago. Soy padre y por tanto blando, ese es mi derecho cuasi constitucional, pero cuando tengan su consola -que la tendrán, ¡yo ya no puedo pararlo!-, les quedará la sensación de haberlo conseguido por sus medios, renunciando a algo, resposabilizandose de una elección y transformándola en una decisión. Se puede llamar blandura paterna si se quiere. Yo lo llamo educación.
Las manipulo, cierto, pero es una manipulación positiva -esperemos que ninguna vicepresidenta del gobierno lea este blog, porque ya sabemos que haría con el concepto-. Positiva para ellas y positiva para mi. Así me aseguro que no irán a un tribunal cuando tengan 22 años y me exijan réditos del 300 por ciento en sus pagas mensuales.
Que todo puede ocurrir.
2 comentarios:
¡Gran historia! Del tipo de historia que sólo puede suceder en este país, por cierto. Por otro lado, tu plan educativo me parece del todo correcto.
Yo, por mi parte, anuncio a las autoridades que he iniciado una huelga de hambre. Consiste en que me salto las meriendas, que a la larga seguro pondrá mi vida en peligro. Todo para reivindicando un piso. Y para que vean mis buenas intenciones, me vale con un apartamento en piso bajo. Al fin y al cabo, ni siquiera tengo antecedentes penales. Todavía.
Gracias por lo del plan educativo y ciertamente te doy la razón: hay paises como el nuestro en los que la aglomeración de estupidez, caradura y sinrazón se encuentra en la frontera de lo tolerable para el ser humano.
En cuanto a tu huelga de hambre no debes preocuparte. En cuanto se vea claramente que corre peligro tu vida intervendremos obligandote a ingerir pinchos de tortilla y raciones varias generosamente regadas con cerveza. Y para que veas que valoramos tu decisión personal, te dajeremos que ingieras sólo la cerveza mientras nosotros nos hacemos cargo de los pinchos ¡Que hay que respetar la libertad personal!
Seguro que encontramos un piso bajo en el que hacer la fiesta, aunque me temo que sobre el asunto de la titularidad dela vivienda en cuestión poco podremos ayudarte.
Publicar un comentario