lunes, abril 20, 2009

Rouco asciende la crisis al rango de plaga bíblica -y a Keynes a los altares, supongo-

Ya estaban tardando.
Uno dedica sus mentes y sus corazones - que los de aquí abajo tenemos mentes y corazones para varias cosas- a otros pensamientos más personales y sentimentales durante un periodo de tiempo más o menos extenso y cuando regresa a preocuparse del mundo que está más allá de su mundo se lo encuentra regresado al milenarismo más esencial.
No es que sorprenda viniendo de quien viene -que es de quien terminan viniendo todas estas cosas, aunque parezca un trabalenguas-, pero resulta ya apenas sufrible que nuestro, siempre esperado por estos andurriales infernales, Rouco Varela recurra de nuevo al milenarismo para lograr que se le escuche -y, sobre todo, intentar que se le haga caso-.
Porque eso es lo que ha hecho al inaugurar hoy la enésima asamablea de la Conferrencia Episcopal Española. Tirar de milenarismo a falta de algo mejor.
Que cargue contra lo de la reforma de la Ley del aborto es algo comprensible -y hasta justificable-, si se tiene en cuenta su punto de vista; que la emprenda contra la Educación para la Ciudadanía es algo que se puede anticipar -aunque aún ni siquiera él tenga claro del todo cual es el motivo de su oposición-. De todos es sabido que para Rouco hay que oponerse a todo que incluya las palabra respeto y homosexual en la misma frase.
Pero lo que me hace pensar en milnarismo, en rogativas de flajelo y ceniza por los cabellos, en dulcinistas gritando ¡Penitenciachite! mientras arden en las hogueras inquisitoriales; lo que me hace pensar en el año 1000 y en el fin del mundo anunciado por aquellas medievales fechas es su frase final en el discurso:
"No saldremos de esta crisis económica, mientras no salgamos de esta crisis moral".
Vamos, que los señores de traje caro y portafolio de Davos y los muchachos de rastas multicolores y camiseta con lema antisistema de Belem se han estado quebrando la cabeza en valde; que los mandamases de G20 se han devanado los sesos para nada.
La crisis económica no tiene que ver con el fallo de la economía liberal, ni con la quiebra del concepto de riesgo financiero. La crisis nos la manda dios porque nos hemos apartado de su camino.
Bienvenidos al primer acto divino en versión completa desde los tiempos de Moises.
O sea que los agujeros financieros del tamaño de la Galaxia de Andrómeda que pululan por los estados contables de entidades bancarias varias son equiparables a la plaga de langosta -o de oscuridad, para estar mas a tono- lanzada sobre los ímpios egipcios en los tiempos mosaicos.
Y es de suponer que los activos tóxicos, el paro galopante, el endedudamiento hipotecario y la falta de liquidez bancaria son el equivalente moderno y keinesiano -¿habrá leído Jehová a John Maynard Keynes o se habrá limitado a revelarle su teoría económica?- al fuego caído del cielo sobre Sodoma y Gomorra.
Si es que cuando hay homosexuales de por medio, dios siempre se enfada mucho.
O sea que la crisis económica es producto de la crisis moral y por tanto es un castigo que nos hemos buscado por alejarnos de la doctrina inquebrantable y inamovible de la santa madre iglesia -católica, por supuesto-.
Y yo me lo creo. No soy muy dado a creer en lo que dice Rouco. Pero me lo creo.
Porque que un puñado de banqueros hayan decidido jugar a la ruleta rusa -o francesa, ya puestos- con el dinero de otros y cuando lo han perdido, eleven sus brazos hacia el Estado, el mismo Estado al que le han negado siempre la capacidad de intervenir en sus negocios, y le exijan dinero para cubrir sus errores e impunidad para no pagar por sus delitos, tiene que ir contra los mandatos morales de dios.
Porque que unas decenas de entidades bancarias que se han arriesgado más allá de los límites permisibles, se salven gracias a los dineros de toda la sociedad y luego pretendan no repercutir ese favor y quierar ejecutar hipotecas por la muerte de los avalistas o seguir cobrando sus intereses cuando el hipotecado ya ha perdido su casa, tiene que ir en contra de las normas morales eclesiales
Porque que unos centenares de ejecutivos cojan dinero que ha salido de los bolsillos de todos, cobren bonificaciones millonarias por unos beneficios que no han logrado para sus empresas y salgan corriendo a paraisos fiscales, tiene que ir contra la moral divina.
Porque que unos miles de empresarios aboguen por el despido libre y pretendan echar a la calle a sus asalariados para mantener su nivel de vida y no ver reducidas sus cuentas de befecios, tiene que estar enfrentado con la moral católica.
Porque que unos cuantos millones de intransigentes y locos furiosos en su xenofobia culpen a los extranjeros de las perdidas económicas que su consumismo y su falta de previsión les ha generado por hipotecarse para tres vidas y gastar para siete, tiene que estar frontalmente en contra de las enseñanzas morales del dios católico
Así que creo a Rouco. Por lo menos le creo hasta que recuerdo que, para él, la moral no se centra en los bolsillos y los cerebros. Se centra en las entrepiernas.
De modo que como 112.000 mujeres abortan en España y nuestro gobierno considera que hay que enseñar a los niños a respetar a la gente, independientemente de cual sea el sexo y la condición civil de aquel con quien comparten cama y placer -aunque sea el mismo que el suyo-, entonces nos hemos apartado de la moral de dios y dios nos castiga con una crisis económica de proporciones keynesianas, sino bíblicas.
Pues bien, Rouco recupera el milenarismo porque poco le queda por recuperar para justificar sus posiciones.
Pretende que volvamos al redil sexual de su iglesia, prometiéndonos que si lo hacemos la crisis económica pasara. Arrimando el ascua del temor y la falta de expectivas de futuro, que origina un horizonte económico negro como la pez, a la sardina de su dios y sus principios morales por debajo del ombligo.
Vuelve a mezclar churras con merinas y a recuperar ese dios de Lot que destruyó una ciudad por la sodomía y se cargó a todos los primogénitos de un pueblo. Vuelve a recurrir al temor milenarista al fin del mundo, al juicio eterno, a las rogativas para que lloviera, a los actos de contricción pública para que se salvaran las cosechas o se alejara la peste de los pueblos.
Retorna a formas y maneras que asustaron a los medievales, escamaron a los renacentistas, cabrearon a los ilustrados e hicieron reir a los liberales. Vuelve a lo único que le queda cuando se da cuenta que ni la lógica, ni la razón, ni sus propios feligreses le apoyan en sus argumentos.
Aunque, ahora que lo pienso con detalle, no vuelve a ello. No vuelve a sembrar el terror milenarista al castigo divino y a la redención medieval por la contricción para evitar las plagas que su dios manda contra los ímpios.
En realidad, no puede volver a ello porque nunca ha dejado de hacerlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Toma, para que entiendas el catolicimo, Gerardo, ovejita perdida:

http://100x100angelcaido.blogspot.com/2009/05/el-catoliismo-explicado-las-ovejas.html

¡Vente al rebaño, que se está calentito!

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