viernes, julio 10, 2009

Rosa Díez, los trajes de Camps y el pequeño gobierno -o cuando el tamaño sí importa-

Mientras los líderes del G8 intentan refundar el mundo para conseguir que todo siga igual -con sus países al mando y el resto del universo conocido pudriéndose-; mientras los universitarios iraníes, los mismos que trajeron a los ayatolahs, quieren quitarlos dos generaciones después y sangran y mueren por ello; mientras los sueños mesiánicos y las realidades golpistas de Honduras chocan en Costa Rica sin llevar al país a otro sitio que aquel en el que siempre ha estado: la miseria, España, su política y sus políticos se vuelven pequeños, se hacen casi ínfimos por la mezquindad de sus errores y la intrascendencia de sus disputas.
Sera el verano, será el IPC negativo que hace que todo descienda. Será lo que sea pero la política española se ha hecho raquítica.
Francisco Camps ve tambalearse su falsa sonrisa por un quitame allá esos trajes, mientras toda la jeraquía del Partido Popular va mutando cada día pasando de las comparaciones penosas con las anchoas del Cantábrico a las dudas -más penosas todavía- sobre cual es el tipo penal en el que incurre un individuo que ostenta un cargo político y se viste de gorra a cambio de contratos millonarios.
La cuestión es tan pequeña, el beneficio tan ridículo que incluso pareciera que no puede ser delito. Pero si luego lo piensas ta das cuenta de que no. De que lo es. De que tiene que ser un delito cambiar 800.000 euros en contratos por unos trajes.
Cuando te das cuenta de lo que en realidad ha gastado Camps en los dichosos trajes -aunque el dinero no sea suyo-, te das cuenta de que tiene que ser por lo menos un delito de despilfarro. Cuando recuerdas que los trajes ni siquiera son unos Armani -como mandan los cánones- que llevarse al escualido cuerpo del presidente valenciano, te das cuenta de que el delito de estupidez debe unirse al de despilfarro.
Y si escaso, nimio, casi miserable es el asunto estrella de la politica de los grandes partidos en este verano de pequeñeces y acaloramientos baldíos, lo que le sigue no es menos microscópico.
El partido de Rosa Díez, UPyD, se escinde, se rompe por dentro, se atomiza. Se queda en lo que siempre fue. El Partido de Rosa Díez.
Más allá de lo que defienda, más allá de la personalidad de su líder -espero que ella no quiera ser lideresa, como la ínclita Espe- es un partido pequeño que se hizo más pequeño cuando quiso ser más grande.
Rosa Díez fundó su partido mirando al norte, sólo al norte. Más de la mitad de los puntos de su programa electoral hacían referencia directa o indirecta al terrorismo, a la territorialidad, al concepto de nación, a la unidad de España, a los fueros navarros y todo aquello que a Rosa, vasca y unionista ella, le interesaban.
Pero el partido, tan pequeño como esa visión de la política española se merece, se le rompe por Aragíon, por Andalucía, por castilla La Mancham, por extremadura, por los lugares en los que la territorialidad, la unión de España y el honor de las víctimas no dan votos, no son más que una referencia lejana.
Así que por mas que Savater y Boadella quieran hacer grande a UPyD, por más que los disidentes quieran hacer grande la ruptura, por más que Rosa Díez quiera hacer grande su figura política. No deja de ser un partido, una ruptura y una figura pequeña.
Y para rematar nuestra lista de pequeñeces políticas en un mundo en el que cada vez las caídas y los dolores son más grandes, está el Gobierno. Nuestro gobierno.
Contesta a las anchoas de camps, se pierde en mociones de censura en Álava, replica de nuevo lo de las anchoas, saca leyes para la Televisión, se atasca en el diálogo social, vuelva a contestar a lo de las ahchoas, da explicaciones sobre una gripe que no es tal.
Se pierde en un motón de pasos reducidos, escuálidos, pequeños que le impiden afrontar los grandes temas, las enormes zanjas sociales y económicas que los que vivimos en esta país estamos teniendo que empezar a tener que saltar o evitar todos los días.
Siempre nos ocurre lo mismo. Nos hartamos de decir que el tamaño no importa y cuando importa de verdad lo ignoramos de lleno. El gran error hispano.
Hace siglos caímos y sufrimos por intentar ser grandes cuando la solución estaba en hacerse pequeño. Hoy seguiremos caídos porque la pequeñez se nos mete en la carne política cuando es el momento de los grandes momentos.
Será el verano o será el IPC negativo. Algo tiene que ser.

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