La lógica formal de la actualidad impondría que hoy se hablara de China y sus problemas consigo misma y su población musulmana. O de esa nuestra financiación autonómica que coloca y recoloca los dineros públicos de manera que a nadie le gusta pero que todos termian aceptando. O incluso de las muertes -ya omitidas por obvias- en Pakistán, Irán y Afganistán en alas de la locura religiosa.
Pero como normalmente los demonios nos negamos a aplicar la lógica -la logíca de la normalidad, se entiende- y el formalismo es algo es algo que, en mi caso, ralla en lo desconocido, hablaré de Mogadiscio.
Mogadiscio es una de esas ciudades que hacen necesario tirar de google para saber de qué país son capitales. Y, cuando se descubre que lo es de Somalia, hay que repetir la operación para encontrar el país. Algunos -los menos, afortunadamente- tienen que realizar una tercera búsqueda para localizar África. Pero eso ya es culpa de nuestro sistema educativo. No tiene nada que ver con la política internacional.
Pues bien, Mogadiscio se muere. Mogadiscio, capital de Somalia, se muere porque su país se muere y su país se muere porque su continente lleva 300 años agonizando.
Dicho así, parecería que esta cascada de mortandad es algo tan enquistado y antiguo que no merece la pena ser reseñada. Y quizás sea cierto. Mogadiscio no va dejar de morir porque hablemos de ello, aunque toda muerte merece un epitafio.
Pero lo que es endémico, lo que está tan enquistado en África, en Somalia y en Mogadiscio como la muerte y la paranoía, es el silencio.
Hace dos años, Etiopía invadio Somalia y o no nos enteramos o no lo recordamos; hace un año, las milicias yihadistas de Al Shabaad reconquistaron parte del territorio y el gobierno -si es que a los que mandan en Somalia se les puede llamar así- firmó un acuerdo con Etiopía para su retirada del resto del país. De eso ni nos acordamos.
Dos meses atrás, las milicias entraron en Mogadiscio y sometieron la ciudad a los tribunales islámicos y a la masacre étnica. De eso no podemos acordarnos porque nunca lo quisimos saber.
Hoy se está escribiendo un nuevo capítulo en esa guerra interminable en la que no puede haber vencedor y en la que habrá millones de derrotados y tampoco nos enteramos de ello.
No podriamos imaginarnos que Pakistán invadiera Afganistan y no enterarnos. No podríamos concebir que las milicias insurgentes mantuvieran bajo control y progromo las calles de Bagdad, Kabul o Islamabah y no nos enterarmos, no entraría en nuestras cabezas que la China de Han entrara en guerra social y civil con los musulmanes de Xinjiang y no se virtieran rios de tinta sobre ello. Pero de lo que ocurre en Mogadiscio nos parece normal no enterarnos.
El yihadismo campa por sus respetos a golpe de ejecución y Sharia y no nos preocupa -como se supone que está de moda que lo haga-; tres millones de personas son desplazados de sus casas, sus tierras y sus aguas y no nos interesa -para eso esta Acnur, cuando está-; un país es invadido y recupera malamente parte de su soberanía y no despierta en nosotros el impulso de avidos consumidores de actualidad.
Y la pregunta es ¿por qué?
La respuesta es tan sencilla como lo es todo en la mente de la sociedad occidental. No nos interesa porque no nos afecta y no nos afecta porque no tienen nada que pueda interesarnos.
Bagdad es el petróleo, Kabul es el opio, Islamabad es el gas y el control del opio de Kabul, China es el mercado más grande del mundo y así podríamos ir refiriendo uno tras otro todos los países y las situaciones que acaparan nuestra atención internacional
Pero Somalia y Mogadiscio no son nada. Ya no lo eran en el reparto colonial de hace dos siglos. Le cayeron en el reparto a Italia, con eso está dicho todo. Y con el canal de Suez dejaron de ser lo poco que eran.
Así las cosas, que la asole el yihadismo, que la masacren los paredones y los juicios islámicos de Al Shabaad, que la invadan las tropas de Etiopía o que Acnur declare que dos millones de sus habitantes van a morir de hambre porque no tiene recursos para alimentarlos no nos llega porque, aunque no ocurriera todo eso, aunque fuera el país más próspero de África, aunque el Cuerno de Oro -para muchos, otra búsqueda en Google- lo fuera literalmente no podríamos sacar nada de él.
A Occidente y a los occidentales no les preocupa el yihadismo, ni la represión, ni la soberanía nacional, ni el sufrimiento de las familias desplazadas, ni la corrupción, ni el esclavismo. A Occidente le preocupa todo eso cuando ocurre en países en los que no resulta conveniente que ocurra. Y, por desgracia para ellas, Somalia y Mogadiscio no están en esa lista.
No quieran los hados del destino geopolítico que mañana aparezcan petróleo, semiconductores o cualquier otra materia necesaria para el mundo libre en Somalia. Entonces las cosas cambiarán. Mogadiscio seguirá muriendo pero lo hará en primera plana.
Como Mogadiscio muere y va a seguir haciéndolo porque a nadie le importa que lo haga, cuando se lea en la pagina doce de la sección de internacional de cualquier periódico algo como esto...
"Un mínimo de 40 milicianos y tres soldados han perdido la vida en el norte de Mogadiscio el domingo. El combate enfrentó al grupo insurgente Al Shabaad, según fuentes gubernamentales del país situado en el Cuerno de Africa, con el Ejercito y las fuerzas para la paz de la Unión Africana(UA). Además hay 16 heridos, según fuentes médicas. La UA intervino por la cercanía del ataque insurgente al palacio presidencial".
...sabremos que no es una noticia. Es un epitafío por Somalia y Mogadiscio.
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