Ha sido una niña la que ha solucionado, aportando la lógica más estricta, el problema que acosaba y acusaba a los pensadores orientales y occidentales.
Tiene 26 años, pero es una niña. Lo es en estas nuestras sociedades en las que muchos y muchas -que la paridad se impone en este campo- de treinta y tantos se encadenan a la eterna adolescencia de la irresponsabilidad y muchos y muchas de cuarenta y pocos sufren aceleradas regresiones al imperio de la hormona y la espinilla - pero con exfoliante de a 40 euros, por supuesto- en cuanto se descuidan.
Pero a lo que vamos. Una niña, una jovencita ha dado con la solución, la única plausible, la única posible del pensamiento que mantenía en jaque y riesgo de escisión a oriente y occidente: el velo, el burka. Y ya es triste que ese sea un problema que ocupe pensamientos.
En otro tiempo hubiera resultado sorprendente, pero en estos días que corren ya nada nos sorprende. No porque no lo sea, sino porque nos hemos colocado voluntariamente más allá del límite de nuestra propia sorpresa.
Claro que la joven en cuestión es diputada en Bélgica, lo que ya evita que se la tilde de inocente y desconocedora de las verdades sociológicas que mueven el mundo. Y la chica es musulmana con lo de aquello de que no comprende las peculiaridades culturales y religiosas de un mundo que a la mayoría se nos acapa también está de más.
Y por si fuera poco es mujer. Y el machismo, el machismo que justifica el desprecio de toda opinión que se opone al políticamente correcto feminismo de mesa, asociación y rango, ha de omitirse por rancio e improcedente.
Así que, como a la diputada - Mahinur Ozdemir, se llama la moza- la han dejado pensar y la han dejado hablar, ha solucionado el problemita de marras que ha hecho reunirse a los Estados Generales en Francia, iniciar ofensivas a los marines en Kandahar y alimentar las amenazas de miedo y destrucción a los terroristas desde donde quiera que su miedo y su odio les mantienen escondidos.
Pero lo peor de todo es que no lo ha hecho con la lógica aplastante que suelen utilizar los jóvenes o los niños para desarmar y terminar las discusiones. Para zanjar una cuestión que nunca debió iniciarse, que nunca debío ampliarse, que nunca debió agrandarse. Ha recurrido al razonamiento más directo, al argumento más simple, a la ley del mínimo esfuerzo intelectual que aplica la Guardia Civil en nuestras carreteras, La Polícia nacional en sus comisarías y los buitres de la crisis y la miseria en los despachos franquiciados de las empresas de trabajo temporal.
"El rostro debe ir descubierto porque nos identifica"
Es tan abrumador, tan sencillo que mientras te ríes se te ponen los pelos de punta.
De un plumazo, de una frase, de una sorisa, de un juramento como diputada, ha convertido el traido y llevado velo, el tan discutido y analizado burka en lo que son. En unas gafas de sol en un control de alcoholemia, en una melena por delante de la cara en una foto de esos carnets cibernéticos que nos traen de cabeza, en unos ojos cerrados en una foto de curriculum.
Ha transformado la batalla entre el laicismo y la religión que se dirimía en Versalles y El Eliseo en algo intrascendente; la guerra que estallaba y se paraba entre el occidente imponedor y el islam recalcitrante en algo irrelevante; el cansino enfrentamiento entre el feminismo vengativo y el machismo agotador que puebla las líneas de nuestros periódicos y las pantallas de nuestros televisores en algo trivial, fútil, vano y baladí.
La sinceridad de una joven y la lógica directa de La Benemérita han cambiado el punto de vista. Han colocado al burka y al chador en el lugar que nunca debieron abandonar: el uno es algo que si no molesta, no importa y el otro es algo que se omite por molesto, no por importante.
"El rostro debe ir descubierto porque nos identifica".
Y los talibanes, que disparan y matan , que humillan y maltratan en defensa de un islam que no es suyo, no estarán de acuerdo con tan simple argumento de una mujer que, según ellos defeienden, no tiene ni siquiera derecho a la palabra.
Y las talibanas -palabro no sexista, por supuesto-, que discriminan y odian, que se vengan y humillan en nombre de una liberación y una igualdad que no las pertenecen por es algo de todos, no estarán de acuerdo con la lógica aplicada por tan machista órgano como lo suele ser -al menos para ellas- el benemérito instituto.
Pero ninguno de ellos ni de ellas importan. No son factores para la evolución de la civilización. Si alguna vez lo fueron, perdieron esa función y ese derecho.
Una mujer belga y musulmana y un principio básico de la Guardia Civil les superan con creces.
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