Nuestro gobierno, ese que nos tiramos encima con nuestros sufragios y nuestra falta de responsabilidad para con el futuro, ha demostrado que tiene pocos amigos.
Bueno, pocos amigos de esos que no piden y dan, de esos que no esperan distraídos a que metas la mano en tu cartera para invitar, de esos que dan antes de recibir. De esos que no se arriman al árbol del que más billetes caen en ese otoño nepotista que siempre decora los vestíbulos de los bancos helvéticos.
Pero si hay algo de lo que la corte genovita ha sido siempre amiga, son los números.
Don Mariano y sus chicos siempre se han llevado bien con ellos. Los han utilizado hasta el hartazgo cuando creían que les beneficiaban, los han engrandecido cuando eran negativos y podían echarles la culpa a otros, los han reducido, escondido y guardado a buen recaudo -es de suponer que para su seguridad- cuando crecían y crecían y ya no tenían a nadie a quien culpar de ellos.
La Santa Cospedal nos ha mareado con cifras de déficit que cambiaban de un día para otro, de deuda pública que ora eran enormes y ora se reducían por arte de magia, con recuentos de funcionarios recortados, de asesores de confianza, de profesores despedidos.
No cabe duda que los números son el orgullo del Partido Popular.
Y ellos, que han puesto su futuro y su orgullo, sobre todo su orgullo, en esos números -o en su recorte, según se mire-, de repente han descubierto que las grandes cifras no importan, que el orgullo del Gobierno de toda una nación, de toda una sociedad, tiene que basarse en los números pequeños, en una miserable treintena mas uno.
La Virgen Santísima del Recorte, que ha manejado cifras de miles de millones de euros para hablar del déficit, de cientos de miles de millones para hablar del dinero que Europa le ha dado a España no para capear la crisis sino para salvar a las entidades bancarias a las que la gestión partidaria de las mismas había convertido en un sumidero, que ha visto pasar ante sus ojos números de miles de funcionarios despedidos o de millones de dineros cambiados de manos en los sobrecogedores pasillos de Génova, 13, ahora cifra su orgullo en un número primo casi ínfimo: treinta y uno.
La divina patrona del déficit cero y la intransigente austeridad saca pecho -y es figurado, ¡los hados nos libren de insinuar que tan virtuosa dama descubra su busto en público!- porque hoy, en España, hay 31 parados menos que el mes pasado.
Y te haría reír si no te hiciera llorar. Te resultaría ridículo si no fuera kafkiano
María Dolores de Cospedal se enorgullece de los números, de sus números. Y ese orgullo simplemente la vuelve pequeña, miserable, la condena a desaparecer.
Porque estar orgulloso de 31 es en estos términos estar orgulloso de nada.
Nadando en una historia en la que el orgullo numérico se fijó en el "One Million men" de Malcom X, en los 100.000 hijos de San Luis, en los míticos 1.000 barcos de La Armada -hundida pero invicta- o incluso en los 300, los famosos 300 de Leónidas -que en realidad eran 15.000- que se enfrentaron al millón de Xerjes -que en realidad eran 70.000-, que la buena de "Mari Loli" a arrebole de y satisfacción por 31 parados menos da una medida de la pírrica grandeza de su dignidad.
Resulta curioso que los sindicatos no puedan, siempre según las fórmulas mentales de Génova, 13, de juntar a un millón de manifestantes o cien mil profesionales indignados por las privatizaciones sanitarias, o a treinta mil maestros que no quieren que se desmantele la educación pública, pero una simple treintena de nuevos empleados -pese a todo lo que el gobierno hace para que aumente el paro- sean motivo de orgullo incontestable para alguien como la santa Cospedal, que ha visto elevarse el paro por las decisiones propias y la de su partido a niveles desconocidos en España.
Resulta curioso que los sindicatos no puedan, siempre según las fórmulas mentales de Génova, 13, de juntar a un millón de manifestantes o cien mil profesionales indignados por las privatizaciones sanitarias, o a treinta mil maestros que no quieren que se desmantele la educación pública, pero una simple treintena de nuevos empleados -pese a todo lo que el gobierno hace para que aumente el paro- sean motivo de orgullo incontestable para alguien como la santa Cospedal, que ha visto elevarse el paro por las decisiones propias y la de su partido a niveles desconocidos en España.
Porque el Gobierno del PP tiene tantos números de los que avergonzarse que necesita tirar de un dato que estadísticamente es cero para justificarse, para poder mirarse al espejo, para poder seguir defendiendo todas las tropelías y cacicadas que permite a sus gobernantes, todas las fallas ideológicas que ha puesto en marcha, todos los destrozos sociales, los recortes de derechos y las involuciones que está permitiendo y alentando.
¿Qué hará con esos 31 parados que ya no lo son?
¿Los localizará y los conducirá en procesión bajo palio en rogativas toledanas con mantilla incluida?, ¿los enviará al Rocio en carro enjaezado a unirse a Fátima Bañez en sus oraciones a la Blanca Paloma para que haya trabajo?, ¿los convertirá en caravana itinerante, como hiciera el viejo dictador del bigote y las botas de charol con los míticos niños de la Operación Plus Ultra, para que recorran el territorio español -incluido Gibraltar por su puesto- como símbolo viviente del Milagro del Empleo Patrio?
¿O simplemente los sacará del mercado laboral y los encerrará en vitrinas como otrora se hiciera con el Negro de Bañolas y los pigmeos bosquimanos en museos y casas de fieras como muestra de una especie en peligro de extinción: el español con trabajo?
No me gustaría que nada de eso ocurriera. Porque eso significaría que me vería separado de una de mis hijas que, utilizando el mismo modo de pensamiento simplista que permite a Cospedal enorgullecerse hasta el paroxismo de ese dato, debe ser una de esas 31 personas ahora orgullosamente empleadas que antes no lo estaban.
En julio no tenía trabajo y ahora tiene uno en el que le pagan 300 euros por 20 horas de trabajo semanales y en el que le renuevan los contratos por semana -y a veces por días- a través de una empresa de trabajo temporal que se queda con 50 euros mensuales de sus nóminas semanales.
Yo estoy orgulloso de ella pero el Gobierno que permite ese tipo de contrataciones no debería estarlo. El gobierno que ha facilitado legalmente la precariedad laboral hasta colocarnos en el limite mismo de la servidumbre feudal no debería estarlo. El gobierno que solamente ha conseguido 31 puestos de trabajo más pese a que los empresarios son prácticamente de nuevo señores de horca y cuchillo gracias a sus cada vez más apretadas reformas laborales no debería estarlo.
Si después de todo lo que nos han quitado y nos quieren seguir quitando solamente han conseguido 31 parados menos en el mes de agosto en un país con seis millones de personas sin empleo ni siquiera deberían atreverse a dar el dato y mucho menos a presentarlo a bombo y platillo como si fuera la victoria en la batalla de Maratón.
Y esa simple actitud de María Dolores de Cospedal es la mejor prueba de la incapacidad del Gobierno que nos dirige -aunque ella no sea parte del mismo- y de la inoperancia y falta de criterio del partido político que lo sustenta -y de ese sí es responsable la santa toledana-.
Cuando eres tan incapaz que tienes que presentar como un éxito algo que es un fracaso ya dejas de dar lástima, simplemente produces repugnancia.
Solo treinta y un parados menos no es un orgullo, es una vergüenza. Y Cospedal debería saberlo. De hecho lo sabe, pero no le importa.
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