Hay ocasiones en las que un solo acto, un solo hecho público y notorio, de repente nos arroja a una realidad que desconocíamos o nos empeñábamos en desconocer.
Y esto es lo que ha ocurrido con el asesinato de la líder provincial del PP de León, Isabel Carrasco.
Mientras sus compañeros se empeñaban en intentar desactivar la protesta tildando de terrorismo los escarches, mientras el gobierno que su partido ejerce y mantiene pretendía y aún pretende silenciar la sociedad acusando de violentos a todos los que alzan su voz y sus acciones contra él, dos mujeres, que no protestaban, que no estaban en colectivo reivindicativo ninguno, que no tenían nada en contra de la política de los gobiernos central, regional o local, atravesaron una plataforma peatonal y descerrajaron cinco tiros a la presidenta de la Diputación Provincial de León.
Y los políticos se quedan estupefactos, la sociedad arruga la comisura de los labios y los medios de comunicación se ven forzados a tirar de partes policiales para rellenar páginas porque parece que es algo que no es lógico.
Las declaraciones y entrecomillados empiezan a hablar de "sin sentido", "sin explicación" y en realidad lo que quieren decir es que la muerte de la política castellano leonesa nos deja fuera de juego, sin saber en qué dirección movernos.
Porque no es un asesinato político o terrorista -como si matar a alguien por pensar de forma diferente a nosotros fuera una explicación aceptable-; porque no es una muerte en un acto criminal o delictivo -como si disparar a alguien por dinero fuera fácilmente explicable-. Porque es algo que parte de una de las realidades más viscerales de nuestro país, de nuestra forma de hacer las cosas.
Porque no es un asesinato político o terrorista -como si matar a alguien por pensar de forma diferente a nosotros fuera una explicación aceptable-; porque no es una muerte en un acto criminal o delictivo -como si disparar a alguien por dinero fuera fácilmente explicable-. Porque es algo que parte de una de las realidades más viscerales de nuestro país, de nuestra forma de hacer las cosas.
Y no se trata de la venganza, que también. Se trata del nepotismo.
Hay muchos en este país que centran sus expectativas de futuro, de ascenso o simplemente de supervivencia en acercarse a otros. En la vida real es así, pero en la política es un virus que lo inunda todo, que invade y carcome las entrañas de prácticamente todas las organizaciones políticas y sociales.
Y así dejamos de ser nosotros y nuestras circunstancias,como eramos para Ortega y Gasset, para transformarnos en nosotros y nuestros contactos, nuestras amistades, nuestra agenda.
La asesina de Isabel Carrasco era parte de esa agenda. Había ascendido hasta entrar en las listas pero no salió elegida y entonces se la contrató de interina en la Diputación, luego hubo que recortar y se la despidió, pero se la mantuvo como autónoma y finalmente se la dejó de pagar.
Y en ese momento, según parece, es en el que Isabel Carrasco empezó a ser asesinada.
Y en ese momento, según parece, es en el que Isabel Carrasco empezó a ser asesinada.
Porque cuando se deposita nuestro futuro en las manos de otros, en las supuestas lealtades y amistades de otros, en los secretos y mentiras compartidos, dejamos de controlarlo. Dejamos de vivir para pasar a solamente servir.
Nuestra vida y nuestras acciones dejan de pertenecernos y comienzan a pertenecer a un solo señor, el miedo.
El miedo a perder lo que hemos conseguido, lo que tenemos y que depende en parte o en todo de la voluntad de otro, de los deseos de otra persona y sobre todo de que aquellos que nos han ayudado a medrar, ascender o simplemente mantenernos estén contentos con nosotros.
Así que tenemos que hacer lo que dicen. Da igual que lo ordenen directamente, lo aconsejen amigablemente o lo insinúen arteramente, tenemos que hacer lo que dicen.
Aunque no nos guste, aunque no queramos hacerlo. Incluso aunque no digan nada, con que muestren un descontento general hacia nuestros actos, nosotros corremos a recoser las relaciones, a ponerlas en su sitio, a rendirles pleitesía para que sepan que seguimos siendo de los suyos.
Y si, después de todo eso, de todas esas ofrendas, de todas esas acciones regidas por el miedo a ser nosotros mismos y a asumir nuestros riesgos, vemos que no nos sirve, vemos que somos aparcados definitivamente en la cuneta porque ya no les valemos para los objetivos que tenían para nosotros, porque tienen otras cosas en qué pensar o simplemente porque tienen sus propios amos a los que contentar, entonces es cuando llega la desesperación.
Entonces es cuando llegan los cinco disparos a quemarropa.
De repente, aquel líder, aquel político, aquel poderoso en el ámbito que sea, que era nuestro aliado y protector se transforma en nuestro enemigo.
Cuando vemos que no controlamos una situación que creíamos que estaba en nuestras manos porque le teníamos de nuestra parte es cuando nos damos cuenta de ya no podemos manejarle, de que ya no podemos seguir cabalgando a lomos del potro desbocado que es el compadreo gubernativo, el servilismo partidario o cualquier otra forma de nepotismo político y social, es cuando nos damos cuenta que todo ha sido en vano, que nuestras renuncias no cuentan, que nuestra lealtad no importa, que nuestros servicios son prescindibles.
Y como el segundo de a bordo que ha esperado sentarse a la mesa del gabinete del capitán pirata a fuerza de machacar a la tripulación y no obtiene el mando de la segunda nave; como el esclavo de confianza que la ha ganado a fuerza de flagelar la espalda de sus compañeros de raza y plantación y descubre que va a ser vendido, nos damos cuenta de que no nos queda una vida propia a la que recurrir.
Da igual que sea porque nos intenten obligar a hacer algo que no podemos hacer o porque simplemente dejen de preocuparse por nuestra situación y nuestra protección.
Cuando vemos que nuestra vida se destruye por la misma voluntad a la que recurrimos para crearla, comprendemos que no tenemos salida. Que ni siquiera la traición es ya una salida.
Y algunos o algunas, cuando se quedan sin salidas, cogen una pistola y disparan cinco veces. Ese -en el rango de tragedia que se quiera- parece ser el motivo de la muerte de Isabel Carrasco.
Así es nuestra política, así es en parte nuestra sociedad. Que nadie se atreva a decir que su muerte no tiene explicación. La tiene y muy clara. Aunque a nosotros no nos guste reconocerlo.
Es el mismo motivo que está desgarrando nuestra política y otros muchos ámbitos de nuestra existencia como individuos y como civilización occidental atlántica: En una sociedad y una política como la que hemos creado y ahora padecemos, la agenda es fundamental, los contactos son imprescindibles, pero nosotros los buscamos por poder y los mantenemos por oportunidad. No los elegimos por honestidad y los cuidamos por coherencia.
Nuestra política lleva escrito en las hojas de sus agendas y las memorias de sus móviles el nombre de su propio asesino, inscrita la fórmula de su propia destrucción.
Y de la nuestra.
Nuestra vida y nuestras acciones dejan de pertenecernos y comienzan a pertenecer a un solo señor, el miedo.
El miedo a perder lo que hemos conseguido, lo que tenemos y que depende en parte o en todo de la voluntad de otro, de los deseos de otra persona y sobre todo de que aquellos que nos han ayudado a medrar, ascender o simplemente mantenernos estén contentos con nosotros.
Así que tenemos que hacer lo que dicen. Da igual que lo ordenen directamente, lo aconsejen amigablemente o lo insinúen arteramente, tenemos que hacer lo que dicen.
Aunque no nos guste, aunque no queramos hacerlo. Incluso aunque no digan nada, con que muestren un descontento general hacia nuestros actos, nosotros corremos a recoser las relaciones, a ponerlas en su sitio, a rendirles pleitesía para que sepan que seguimos siendo de los suyos.
Y si, después de todo eso, de todas esas ofrendas, de todas esas acciones regidas por el miedo a ser nosotros mismos y a asumir nuestros riesgos, vemos que no nos sirve, vemos que somos aparcados definitivamente en la cuneta porque ya no les valemos para los objetivos que tenían para nosotros, porque tienen otras cosas en qué pensar o simplemente porque tienen sus propios amos a los que contentar, entonces es cuando llega la desesperación.
Entonces es cuando llegan los cinco disparos a quemarropa.
De repente, aquel líder, aquel político, aquel poderoso en el ámbito que sea, que era nuestro aliado y protector se transforma en nuestro enemigo.
Cuando vemos que no controlamos una situación que creíamos que estaba en nuestras manos porque le teníamos de nuestra parte es cuando nos damos cuenta de ya no podemos manejarle, de que ya no podemos seguir cabalgando a lomos del potro desbocado que es el compadreo gubernativo, el servilismo partidario o cualquier otra forma de nepotismo político y social, es cuando nos damos cuenta que todo ha sido en vano, que nuestras renuncias no cuentan, que nuestra lealtad no importa, que nuestros servicios son prescindibles.
Y como el segundo de a bordo que ha esperado sentarse a la mesa del gabinete del capitán pirata a fuerza de machacar a la tripulación y no obtiene el mando de la segunda nave; como el esclavo de confianza que la ha ganado a fuerza de flagelar la espalda de sus compañeros de raza y plantación y descubre que va a ser vendido, nos damos cuenta de que no nos queda una vida propia a la que recurrir.
Da igual que sea porque nos intenten obligar a hacer algo que no podemos hacer o porque simplemente dejen de preocuparse por nuestra situación y nuestra protección.
Cuando vemos que nuestra vida se destruye por la misma voluntad a la que recurrimos para crearla, comprendemos que no tenemos salida. Que ni siquiera la traición es ya una salida.
Y algunos o algunas, cuando se quedan sin salidas, cogen una pistola y disparan cinco veces. Ese -en el rango de tragedia que se quiera- parece ser el motivo de la muerte de Isabel Carrasco.
Así es nuestra política, así es en parte nuestra sociedad. Que nadie se atreva a decir que su muerte no tiene explicación. La tiene y muy clara. Aunque a nosotros no nos guste reconocerlo.
Es el mismo motivo que está desgarrando nuestra política y otros muchos ámbitos de nuestra existencia como individuos y como civilización occidental atlántica: En una sociedad y una política como la que hemos creado y ahora padecemos, la agenda es fundamental, los contactos son imprescindibles, pero nosotros los buscamos por poder y los mantenemos por oportunidad. No los elegimos por honestidad y los cuidamos por coherencia.
Nuestra política lleva escrito en las hojas de sus agendas y las memorias de sus móviles el nombre de su propio asesino, inscrita la fórmula de su propia destrucción.
Y de la nuestra.
6 comentarios:
CUANDO LOS PSICÓPATAS NO ENCUENTRAN UNA VÍCTIMA SOBRE LA QUE DESCARGAR SU NECROFILIA, SU ODIO PROVOCA UNA GUERRA INTESTINA. OJO ¡NO COMPARAR CON LA PROPAGANDA POR EL HECHO1
No tiene nada que ver el asesinato premeditado con la mucha demagogia que se esta utilizando.
Despues de estar toda mi vida trabajando , me han despedido de varios sitios por las razones que sean , pero eso no me da motivos para asesinar a sangre fria con tiro de gracia y todo a mis antiguos jefes
Manuel Suárez Gutiérrez.
Sólo puntualizar una cosa. Me parece que como otras muchas personas e instituciones -incluidos los partidos políticos- está cayendo en un error de concepto:
Explicar una cosa no es justificarla.
Si vuelve a leer detenidamente el texto se dará cuenta de que la culpable de su situación es sobre todo quien acude al nepotismo y los favores para mejorar su situación, no solamente el político que se vale de ellos para beneficiarse.
En este país hay muchos despedidos y muy pocos ni siquiera han agredido a aquellos que les despiden. Algo diferente hay en este caso.
Nadie justifica el asesinato de Isabel Carrasco. Simplemente encuentra cómplice a todo un sistema político de él.
Lo repito: decir "Isabel Carrasco fue asesinada por este y este motivo" no es lo mismo que decir "La asesina de Isabel carrasco tenía razón al matarla".
Creo que está cristalínamente claro. Si no es así será que me he explicado mal.
Un saludo.
Me gustaría dar mi opinión sobre este artículo, pues soy de León y llevamos años conociendo todas las actividades -también se podrían denominar "jugarretas"- de Isabel Carrasco.
Al margen de esto -Sin dejar de tenerlo en cuenta- está la historia REAL, la cual no se cuenta en los medios de comunicación y de la cual me gustaría hacer un breve resumen.
Triana fue contratada enpara la Diputacion de León después de que su padre comenzase una relación sentimental con Isabel Carrasco tras abandonar a su esposa. Más tarde el padre de Triana volvió con su antigua esposa e Isabel Carrasco, -rencorosa y vengativa- despidió a Triana de la Diputación.
Tras varios juicios realizados debido a la denuncia presentada por Triana por despido Improcedente, Isabel Carrasco debe pagar 12.000€ a Triana (en un principio eran 60.000€). Tres años despues, el Viernes 9 de Mayo de 2014 y después de que Isabel Carrasco utilizase casi todas de sus artimañas políticas, una ultima sentencia dictamina que Triana debe devolver todo el dinero que habría recibido más el coste de todos los juicios realizados, a mayores había sido informada de un inminente desahucio del piso en el que residían de lunes a viernes en León Triana y su madre.
Esa es la historia que no permiten contar a los medios de telecomunicación.
Al último comentario.
Al fin y al cabo clientelismo político.
Por un lado o por otro, por un motivo o por otro, pero clientelismo político.
Muchas gracias por la explicación.
Todos los hechos en esta vida tienen una explicación. Los asesinatos tienen una razón de ser y una explicación. Otra cosa es que sea lógica o ilógica esa explicación o que su razón sea tan imverosímil que no aceptemos creerla...
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