Desde una de esas páginas de búsqueda de empleo -que, tal como está el patio, siempre hay que consultarlas- me ha llegado una de esas píldoras informativas virtuales tan de moda en nuestros días. Lo que los teóricos de esta maraña de datos llamada Internet califican como un newsletter -échale huevos al nombrecito-. La misiva electrónica en cuestión va sobre cómo aprender a ser jefe y, superada mi sorpresa sobre el asunto abordado en una página a la que normalmente se entra para intentar como máximo volver a ser asalariado, me ha dado por leerlo.
Y resulta que ser jefe y tener razón no son dos realidades indisolubles.
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Resulta que con la jefatura no se te concede el rango oficial de líder excelso ni heróico procer.
Resulta que para mandar hay que pensar en la colectividad no en el sentido individual de las preferencias -de ideas y de personas-.
Resulta que para ser jefe hay que reconocer a los que realmente líderan el grupo y colocarlos en una posición en la que puedan hacerlo.
Resulta que hay que reconocer a los que verdaderamente tienen iniciativas creativas y permitirles que las realicen.
Resulta que hay que colocar a cada uno en la posición en la que puede dar lo máximo de si mismo, ni por encima ni por debajo.
Resulta que es necesario consensuar las normas de funcionamiento interno con todos los actores de las mismas.
Resulta que la amenaza del despido no es la forma de mantener los criterios.
Resulta que la jefatura no lleva aparejada en su escudo de armas la leyenda: "ni un paso atrás".
Resulta que hay que ofrecer las reprimendas en privado y las loas en público -sorprendente esto de que haya que felicitar de vez en cuando a los que hacen bien su trabajo-.
Resulta que hay que asumir los errores colectivos como propios, los de otros como colectivos y los propios como propios. Para eso se está al mando -dice el newsletter-.
Resulta que hay que reconocer el talento y pugnar por mantenerlo.
Y resulta -esto si que es sorprendente- que el mantenimiento de la jefatura y el refuerzo del liderazgo se fundamenta en la comunicación.
¡Si yo también me he sorprendido! ¿Mandar no consiste en ladrar órdenes a diestro y siniestro, ignorar las quejas de los que trabajan, golpear con fuerza hercúlea la mesa con el puño y sacar con regularidad las gonadas a relucir en las justificaciones de la toma de decisiones?
Pues parece que no.
La comunicación -un concepto tan en desuso que merece una explicación- exige que todos aquellos que trabajan en un proyecto sepan de dónde parten y hacia dónde se encaminan. Lo que pretenden conseguir y con qué medios cuentan para ello. Exige guardar en el armario de lo trasnochado y demodé las reuniones secretas conspirativas en la cumbre de las que vuelven los directivos sin decir una palabra a nadie y con la sonrisa o el rictus torcido como único gesto informativo. Exige comunicar los problemas cuando existen, anticiparlos cuando pueden producirse y solucionarlos de forma colectiva. Claro, que también exige no crearlos desde la misma jefatura cuando no existen y luego exigir a los demás que los solucionen.
En fin, que conluída mi lectura del newsletter y las reflexiones posteriores emanadas de él. He reconocido la necesidad de hablar de la jefatura en una página de busqueda de empleo. Debe ser el puesto con más ofertas de trabajo en nuestro país.
Tenemos ideológos, burocrátas, lastres, mandones, comandantes, propietarios, empresarios, ejecutivos, directores y directivos.
Pero mandar exige pensar. Así que no tenemos jefes.
Rectifico, los tenemos, pero rara vez los que ejercen de todos los otros rangos les dejan serlo.
2 comentarios:
Crees que si se lo traemos enfotocopias de esas que le gustan tanto se lo leerá????
Lecé saluda al Führer
Despues de leer este elogio, me complace y me enorgullece cuando algunos de mis compañeros, a la par que amigos, de trabajo, me llaman "jefa". Gracias.
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