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Charango y pandereta,
Rado y Sacrístía.
Rado y Sacrístía.
Devotos de Frascuelo y de María...
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.Bienvenidos a la última república bananera de Europa. O a la primera Monarquía Esperpéntica de la historia universal.
¿Es eso lo que quiere hacer el Partido Popular con este país?
Siempre nos hemos movido en el filo de la navaja entre lo absurdo y lo sublime. Somos un país que continuamente ha vivido por encima de sus posibilidades intelectuales gracias al trabajo cabezón y concienzudo de unos pocos. Quijotes que practicaban la ciencia cuando la ciencia era anatema; que defendían la justicia cuando la justicia era tuerta y sólo veía el dinero. Escritores y pensadores que ejercían las nobles artes de la literatura y la filosofía cuando eran tenidas por cosas de rojos y ateos. Siempre hemos sido funambulistas de nuestra propia dignidad, haciendo oscilar la barra de equilibrios de la lógica en ángulos mucho más escorados que el resto de la civilización occidental.
Pero el proceso malabar que ha iniciado el Partido Popular raya el absurdo más absotulo.
Cargos electos de Melilla que acuden a correos a pedir 500 formularios de voto por correo, sabiendo que es ilegal; que, cuando no se los dan, intentan compiarlos en una imprenta; que, cuando les descubren, envían a compañeras a conseguir otro puñado; concejalas de festejos que, cuando se los niegan, vuelven acompañadas de otros tantos para presionar a los funcionarios de correos hasta el punto -literal- del infarto.
Portavoces políticos -Acebes, tenía que ser Acebes- que exhiben airados copias del formulario de voto por correo impresas desde una página web como argumento para la legalidad de copiar un documento oficial. Como si la descarga de Internet fuera una carta de naturaleza que confiriera legalidad a los documentos. Como si los falsos títulos de Cambridge, Oxford o Harvard que se pueden descargar en la red se convirtieran en auténticos por el mero hecho de estar colgados en un espacio web.
Cascadas de cargos del PP que repiten estas actuaciones en Granada, Malaga, Albacete... En una vorágine parecida a un reality show que se emitiera en alguna cadena local prometiendo un coche a cambio de engañar a la Administración del Estado.
Cargos políticos de Castellón que inscriben masivamente a votantes en pueblos casi deshabitados en la mejor tradición de los tiempos en los que Cánovas y Sagasta pugnaban por el control del gobierno para conservadores y liberales, cambiando votos por liebres o censando varias veces a los mismos votantes en distintos pueblos.
Y mientras todos estos espectáculos circenses se producen en torno a las próximas elecciones municipales y autonómicas, las muñecas de los líderes del PP están a punto de dislocarse de soltar rúbricas sin freno sobre actas de expulsión de concejales, diputados y senadores de sus filas.
Cabría esperar que, ya que estamos asistiendo a un espectaculo, fuera una obra de teatro shakespiriana donde el perverso recibe una dosis de su misma medicina o, cuando menos, un producto hollywoodiense en el que el delíto no compensa. Pero no. El PP se ha instalado en el esperpento.
Los falsificadores, los embusteros, los caciques del voto a cambio de pan siguen encabezando sus listas electorales y se expulsa del partido a diputados que están en contra de hacer del terrorismo un arma electoral, a concejales que han hecho comentarios sexistas o a antiguos alcaldes que han acosado a concejalas. Pero robar, medrar y engañar, falsificar, atentar contra las normas del juego democrático también se debe castigar, se debe purgar. Aunque sea en beneficio del partido.
Llega un momento en que uno espera que en las fotografías que ilustran esas noticias aparezcan los grandes rostros del cine de berlanga. Uno casi puede ver a Sazatornil, a Florinda Chico o a Agustín González dando vida a todos esos concejales y cargos del PP que pretenden convertir la política y las elecciones en un juego de engaños y cesantías.
Pero no aparecen. Aparecen políticos reales que se presentan a unas elecciones.
Alguien, un maestro de la pluma, el pensamiento y el pacharán, me dio una respuesta a esa paradoja ayer mismo: Berlanga no puede hacer cine hoy en día porque cualquier argumento que encontrara sería superado por un escándalo del PP.
Si Berlanga hiciera cine a día de hoy no sería Berlanga. Sería Ken Loach. Nos haría llorar.
Así que el PP pretende llevarnos de nuevo a la España machadiana de charango y panderta, de rado y sacristia, pero no ha elegido la poesía para ello. Ha elegido el esperpento.
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