Mientras, por más que se anuncien conversaciones y se retiren tropas después de siete años de carnicería, la locura, las amenazas y, en definitiva, la guerra no se toma ni un día de vacaciones en Oriente Medio, aquí, dentro de nuestras fronteras lo que no descansa ni un día, lo que no se detiene ni un momento es la lenta pero inexorable noria que hace girar nuestra justicia del ridículo a la desfachatez.
Y en esta ocasión le ha tocado al Tribunal Constitucional. Aunque, ultimamente que el Constitucional esté en tela de juicio no es noticia.
Hace unos dias asistíamos -yo atónito, otros muchos indiferentes- a una sentencia del Alto Tribunal que tenia, ni más ni menos, que recordarle a un parlamento de nuestro país -en este caso el valenciano- que el trabajo de los diputados es preguntar y hacer oposición -incluso sobre el caso Gürtel- y que no se puede negar el derecho a preguntar porque no se sepa lo que responder o porque las respuestas vayan a dejar en mal lugar al gobierno.
Y parecía entonces que el Tribunal Constitucional había empezado a hacer su trabajo, es decir, a recordarle al resto de los poderes públicos y a los ciudadanos que la Constitución Española, además de para utilizarla de escudo y piedra de honda en todas las batallas políticas de cierto calado, está para cumplirla.
Pero poco dura la cordura en las salas de la alta judicatura. Tan poco como la alegría en la casa del pobre. Tan poco como los deseos de paz en Oriente Medio.
La sentencia contra el Parlament Valenciano hizo olvidar por unos días el más absoluto de los ridiculos y escandalosos ejercicios de manipulación mediática en ambas direcciones que la no prensa española realizó con respecto al Tribunal Constitucional: la sentencia del Estatut Catalán -y escribo "no prensa" porque, cada día que pasa, nuestros periódicos e informativos se asemejan más a cualquier otra cosa menos al concepto ético de prensa-. Los medios de comunicación convirtieron esa sentencia en lo más parecido a un empate sin goles en la Liga de Campeones, en lo más similar a los discursos manidos de una noche electoral tras el recuento final de escrutinios.
Dependiendo de por donde soplara al aire, la publicidad y la ideología, los medios de comunicación convirtieron la sentencia en una victoria de los suyos, en una resolución favorable a sus tesis políticas y electorales. Consiguieron que los ciudadanos no se enteraran de verdad de qué había dicho el Constitucional con respecto al famoso y siempre inexplicado e inexplicable Estatut.
Dependiendo de por donde soplara al aire, la publicidad y la ideología, los medios de comunicación convirtieron la sentencia en una victoria de los suyos, en una resolución favorable a sus tesis políticas y electorales. Consiguieron que los ciudadanos no se enteraran de verdad de qué había dicho el Constitucional con respecto al famoso y siempre inexplicado e inexplicable Estatut.
Mas, sin solución de continuidad, sin tiempo para recuperar la confianza, nos llega otro. Ahora los medios, algunos medios, consideran que el Tribunal Constitucional amenaza una ley. Lo dicen, lo escriben, lo titulan y se quedan tan anchos.
La ley es, la también tristemente famosa, nueva ley del Aborto, esa que garantiza en España el derecho a ser irresponsable -como otras tantas-, pero daría igual que fuera la Ley de Costas o la de Desarrollo e Investagación. la cuestión es que se permiten decir que el TC amenaza una ley.
Los mismos que aplaudieron y titularon a cuatro columnas hace siete meses, cuando el TC se negó a suspender la aplicación de la misma ley ahora se sienten amenazados; los mismos que cuando el TC declaró constitucional por la mínima la Ley de Violencia de Género salieron a la palestra de las columnas de opinión hablando de Estado de Derecho y de Garantías Constitucionales, ahora acusan a los integrantes del TC de partidismo, de votar según sus creencias, sus ideologías y no según el espíritu constitucional.
Y el rídiculo y la estupidez van en aumento.
Resulta que los que antes querían acelerar la renovación del TC para lograr la incostitucionalidad de la Ley de Violencia de Género -o sea el PP-, ahora quieren retrasarla para lograr la incostitucionalidad de la Ley del Aborto. Los mismos que lograron retrasar la renovación -o sea el PSOE- para sacar adelante el dictamen constitucional más sesgado de la historia de la democracia moderna en Europa, ahora protestan porque no logran acelerar el proceso que antes demoraron y temen que su Ley del Aborto no salga adelante.
¿No será que esa ley amenaza la Constitución y no que el Tribunal la amenaza a ella?, ¿no será que cuando un Tribunal Constitucional echa atrás una ley es porque va en contra de La Constitución?
Tendría que ser eso, debería ser eso. Pero todos sabemos que no lo es. No lo es porque el TC se ha convertido en la tercera cámara del hemiciclo, en el tercer campo de batalla en el que los dos grandes partidos dirimen sus cuitas en el reparto del poder y de la ideología.
No lo es porque la Costitución Española no le importa un pimiento a ninguno de los que -en otras contiendas- se hacen llamar constitucionalistas. No lo es porque nadie toma esas decisiones en los asientos del alto tribunal atendiendo a los preceptos constitucionales, sino a los intereses políticos, ideológicos y electorales de aquellos que les han colocado en su puesto. Lo único que les importa es ganar, es imponer su criterio y si para eso tienen que llevarse las garantías constitucionales y el tribunal que las representa por delante, lo hacen y punto.
Así que, la Ley del Aborto no saldrá adelante - si eso ocurre- no porque no sea constitucional -que, en mi modesta opinión lo es. Injusta, irresponsable y socialmente dañina, pero constitucional- sino porque, en este momento el PP, tiene más poder que el PSOE en el recuento de votos judiciales. Y la ley de Violencia de Género no fue aprobada porque sea constitucional -que, de nuevo en mi modesta y molesta opinión, no lo es. Util, llamativa y quizás efectiva, pero no es constitucional- sino porque el PSOE tenía más número de votos en el Tribunal Constitucional en ese momento.
Quizás sea así como tiene que funcionar el sistema. O quizás alguien debería poner un recurso de constitucionalidad sobre el uso y abuso personal y partidista que los partidos -y los colocados por ellos en esos sitiales- hacen del Tribunal Constitucional.
A lo mejor la que está amenazada por El Tribunal Constitucional no es la Ley del Aborto. A lo mejor la que está amenazada por el TC y su forma de actuación es La Constitución. Pero como eso sería un verdadero problema preferimos no planteárnoslo.
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