viernes, abril 22, 2011

Trillo y el nuevo principio programático del PP

Pues ya está claro. Por fin el Partido Popular ha presentado el primer punto de su programa electoral para las elecciones municipales y autonómicas del próximo mes. Es un punto, un principio básico, que, con toda seguridad, extenderá a su programa nacional para los comicios generales que tanto ansían adelantar y que esperan como agua de mayo.
Lamento profundamente haber dudado de su capacidad para generar ideas porque, visto lo visto, han presentado un principio general novedoso, impactante y original.
Y para demostrarlo han hecho que le de carta de naturaleza uno de sus pesos pesados. No ha sido el bueno de mariano que dice todo con la boca pequeña como para no molestar, no ha sido Esperanza Aguirre que lo dice todo con la boca grande como sabiendo que se equivoca y fingiendo que no le importa.
Ha sido Trillo, Federico Trillo, uno de los tipos serios que quedan en las filas del PP o que al menos lo parecen.
Y lo ha hecho como mandan los cánones. Nada de mítines sobre economía o visitas en las que se abordan los problemas sociales de los españoles. Eso está muy visto.
Federico Trillo ha presentado el revolucionario plan del PP relacionándolo con lo único que importa, con el terrorismo, con lo único que existe, ETA, con el único personaje del que resulta posible hablar en estos días, Troitiñio. Como debe de ser.
Y ¿cual es ese principio novedoso que revolucionará la política española? ¿cual es ese punto programático que nos permitirá salir de la crisis, abandonar el déficit público y el endeudamiento municipal?, ¿cual es ese descubrimiento político que nos sacara de la lista de peligros financieros europeos?
Pues muy sencillo: la total y absoluta quiebra del Estado de Derecho.
Así como suena, sin anestesia ni nada. Porque Don Federico se ha descolgado afirmando que "una vez que se recurrió por la fiscalía la resolución de la Sección Tercera de la Audiencia Nacional que supuso la excarcelación de Troitiñio, el Ministro del Interior tenía todas las razones para haber procedido al seguimiento e incluso a la detención preventiva de este". Manda huevos, Señor Trillo, manda huevos.
Y dicho así no parece nada fuera de cuadro, ni siquiera se asemeja de lejos a un principio político de actuación que sea aplicable a un programa electoral. Pero lo que está defendiendo trillo, el PP y todos aquellos que, desde los medios afines y desde cualquier parte, asienten mesuradamente con la cabeza cuando leen estas frases es, sencillamente, el final de las garantías constitucionales, dar carpetazo al Estado de Derecho, acabar con la democracia y la justicia en este país.
¿Exagero? No creo.
Troitiño fue excarcelado legalmente después de que un tribunal, un alto tribunal decretara que había cumplido su condena. Troitiño era un hombre libre, legalmente libre. Eso lo sabe Trillo, eso lo sabe el PP y eso tenemos que tenerlo claro todos.
El fiscal del Estado solicitó una reunión de la audiencia para aunar criterios judiciales antes de decidir sobre el recurso que había presentado a esa excarcelación. Y el señor Trillo y el Partido Popular afirman que en ese momento Troitiñio tenía que haber sido detenido de nuevo.
Explico esto a la gente que tengo alrededor y parece no sorprenderles, reaccionan como si fuera algo normal, como si lo habitual fuera esa forma de actuar de los poderes del Estado.
Claro que escribo sentado en un balcón de la plaza de Djemma el Fna, en pleno corazón de Marrakech, y esta gente está acostumbrada desde su mas tierna infancia a convivir con los acosos policiales, con las detenciones ilegales. Esta gente ha crecido para su desgracia presente y para la nuestra futura en un régimen totalitario.
Porque lo que pide Don Federico es que la policía vigile y persiga a un hombre legalmente libre, que no es sospechoso de ningún delito, que no ha cometido delito alguno tras su excarcelación y sobre el que no pesa orden judicial de detención o vigilancia alguna.  Eso se llama acoso policial. Y eso es un delito.
Federico Trillo lo sabe, el Partido Popular lo sabe y nosotros haríamos bien en no ignorarlo aunque creamos que nos viene bien.
Porque lo que solicita el Portavoz de Justicia del PP es que la policía detenga a alguien solamente porque el fiscal lo quiere o, para ser más exactos, porque el fiscal tiene dudas de que tenga que ser excarcelado. Sin decisión judicial alguna, sin pruebas de comisión alguna de delito. Sólo porque un fiscal tiene dudas sobre lo ajustado a derecho de una decisión judicial. A eso se le llama detención ilegal. Y es un delito.
Don Federico lo sabe, las mesnadas de Génova lo saben y nosotros haríamos bien en recordarlo porque algún día puede venirnos bien 
Porque un hombre que ha cumplido su condena y que es libre por decisión y refrendo judicial no es un delincuente, no es un criminal hasta que vuelve a cometer otro delito, hasta que vuelve a perpetrar otro crimen y la policía y el ministro encargado de ella, en este caso el ínclito Rubalcaba, no pueden ir deteniéndole porque un fiscal haya presentado un recurso a un tribunal que todavía no ha decido sobre el asunto. Eso se llama régimen totalitario. Y es un crimen de proporciones históricas.
El señor Trillo lo sabe, los ideólogos del PP lo saben y nosotros haríamos bien en tenerlo absolutamente claro porque si no lo hacemos puede terminar viniéndonos muy mal.
Si esta exigencia llegara desde una barra de bar al leer el periódico sería desechable por inculta y desinformada, si proviniera del púlpito de una de esas misas que aún se estilan de vez en cuando en los madrileños Jerónimos por los caídos por dios y por España sería explicable por fascista y dictatorial, si partiera de los familiares de algunas de las pasadas víctimas de Troitiñio sería comprensible por dolorosa y vindicativa.
Pero parte del Portavoz de Justicia del PP, de alguien que sabe que está exigiendo al Gobierno que haga algo ilegal, de alguien que sabe que sus exigencias suponen la comisión de dos delitos, de alguien que incluso sabe que el acoso policial arbitrario y la detención ilegal son los principales síntomas de la existencia de un estado autocrático, totalitario y despótico. Parte de él y sabe lo que está haciendo, lo que está exigiendo.
Incluso sabe que, si se hubiera hecho, Troitiño hubiera acabado en la calle más rápido que ahora. Porque sus abogados hubieran tenido tanto material para acusar al Gobierno, a la Fiscalía, a la Policía y al Ministerio del Interior de esos delitos que la Abogacía del estado y el Tribunal Supremo hubieran pasado años cegados por el papeleo de este asunto.
Sabe todo eso y pese a ello lo dice. Pese a ello convierte esa exigencia en la postura oficial de un partido que, justo hasta ese momento, hasta la publicación de ese comunicado, podía hacerse llamar democrático.
Así que la única conclusión posible es que lo sabe pero no le importa lo más mínimo.
Que no le importase al profeta del pasado de barra de bar e invectiva política entre licor de hierbas es inocuo, que no le importe al fascista recalcitrante y nostálgico del "con Franco esto no hubiera pasado" es irrelevante, que no le importe a la víctima del delincuente al que se ha excarcelado legalmente es intrascendente.
Que no le importe el principal partido de la oposición y a su portavoz de Justicia es, ni más ni menos, que un crimen de Estado.
Porque si lo sabe y no le importa eso lo convierte en una estrategia electoral, en un principio político, en un punto programático. El Estado de Derecho puede doblarse, suspenderse e incluso quebrarse siempre que me venga bien, siempre que sea conveniente, siempre que me impida hacer lo que creo que tengo o que me viene bien hacer.
Y está la originalidad de este nuevo programa electoral de PP.
Da igual que el Estado de Derecho y las garantías constitucionales me impidan perseguir, vigilar, acosar y detener a alguien por el mero hecho de que alguien piensa que no debe andar suelto -salvo en el caso, claro está, de que sea un perverso posible maltratador de mujeres, ¡Anda, leche, pues no va a ser tan original la idea de Don Federico!-. Yo lo hago.
Da igual que, según el código penal español y La Constitución, tan tremolada y citada, nadie pueda tratar como un convicto a alguien que ha sido puesto legalmente en libertad tras cumplir su condena porque se considera que ya ha saldado su deuda. Yo lo hago.
Da igual que no se pueda aplicar el concepto de riesgo de fuga a alguien que no puede fugarse porque no está en la cárcel ni tiene que estarlo, según la justicia ha decidido. Yo lo hago.
Ese es el Estado, ese es el gobierno, que nos propone el Partido Popular en su programa electoral encubierto dentro de su eterna vinculación electoral relacionada con los asuntos viscerales y mediáticos del terrorismo.
Y algunos dirán que quizás la propuesta de anular el Estado de Derecho en determinadas situaciones sea buena, sea, aunque maquiavélica en su concepción, democrática en sus fines. Aunque me provoque una cierta urticaria genital ese razonamiento, he de reconocer que quizás pudiera ser cierto, pero cuando vuelvo al área de justicia del PP -y a la del PSOE, en esta ocasión- me doy cuenta de que es una esperanza baldía.
Porque si ese fuera el objetivo de esta nueva forma de concebir el Estado de Derecho y las libertades públicas que el PP nos propone con Troitiñio, habría emitido el Señor Trillo un comunicado en idénticos términos, criticando la actuación judicial y policial en el caso Gürtel, en las corruptelas y escuchas madrileñas, en el Caso Fabra,  o en el proceso contra Jaume Matas.
Y hubiera exigido que, en cuanto el fiscal presentara cargos o requerimientos o cualquier otro acto judicial que le correspondiera, el Ministro del Interior y los Cuerpos y Fuerzas de seguridad del Estado se saltaran a la torera las garantías constitucionales y los fundamentos del Estado de Derecho y procedieran a detenerles en aras de la justicia y el castigo a los culpables.
Pero me temo que no ha hecho eso. Por lo menos no lo había hecho cuando salí de España hace unos días. Eso sí que hubiera sido original.
Visto con más detenimiento, con lentes de aumento, más al microscopio,  no es una propuesta electoral tan original ni tan sorprendente.
No puede sorprender cuando parte de un partido que trata como héroes en la lucha antiterrorista a guardias civiles que han sido condenados por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo por torturar y asesinar a un detenido.
No lleva a sorpresa cuando llega de una formación política que se atreve a criticar al máximo órgano judicial europeo en materia de derechos y libertades por condenar al Gobierno español por no investigar adecuadamente casos de tortura a abertzales -o incluso a etarras-.
Cuando esa propuesta está generada por los mismos que consideran un insulto que ese mismo órgano jurídico decrete que se ha vulnerado la libertad de expresión por condenar Otegui por el mitin de Anoeta o por condenarle por un delito, el de injurias al rey, que no solo no cometio, sino que ademas no es compatible con el Estado de Derecho Europeo y su constitución.
No resulta sorprendente que alguien que ha percibido siempre los derechos constitucionales de los demás como un problema, como una molestia. De alguien que se ha posicionado en la Ley de Partidos, la Ley de Violencia de Género, en el referéndum del Estatut, en las consultas no vinculantes vascas, en las leyes de inmigración y con otras tantas normas del lado de los maquiavelismos que anulan los derechos de todos en aras de unos supuestos y nunca claros beneficios y objetivos,. Después de intentar cercenar tantas veces la democracia no sorpende que ahora incluya por fin en su programa la absoluta quiebra de esos fundamentos y esas garantías.
Si les exigen a otros que, estando en el gobierno lo hagan, será porque ellos, cuando estén en el gobierno están dispuestos a hacerlo. Es decir, algo que han de incluir en su programa electoral.
No sea que después de todo no estén dispuestos a hacerlo y solamente sea una estrategia de desgaste para dejar en mala posición ante la opinión pública al candidato a candidato -¡vaya lío que se gasta el PSOE, por cierto!- más fuerte que tiene el partido rival. Aunque Trillo y todos los demás sepan de antemano que no se puede hacer y que ellos tampoco lo harían
Porque no puede ser eso, ¿verdad?
Pero tampoco resulta original en demasía.
Eso de crear un Estado de Derecho para luego saltárselo a la torera cuando les viene bien es algo que ya han hecho muchas veces muchos otros, ahora que caigo.
Lo hicieron los jacobinos con Madame Guillotine, los bonapartistas con su revolucionarismo exportado por las armas, los fascistas con sus fascios de camisa negra, los stalinistas con sus Gulahs, los maoistas con su revolución cultural, los chavistas con sus modificaciones constitucionales ad hoc, los castristas con su revolución continua, los republicanos estadounidenses con su mcarthismo pasado y su eje del mal o su Guantánamo presentes, los nacionalsocialistas con su Ley de Buena Convivencia...
Lo ha hecho y está haciendo Berlusconi con su dictadura mediática y sus leyes personalizadas, Sarkozy con su legislación de laicismo militante e inmigración, el polaco Kaczynski con sus normas homofobas o su proyecto de juicios sumarios en los estadios de fútbol, el húngaro Vicktor Orban con su Ley Mordaza,
Lo hace Zapatero con su Ley de Violencia de Género, Artur Mas con su política lingüística, Camps con sus clases de Ciudadanía en inglés, Chaves modificando leyes autonómicas que perjudicaban a empresas familiares, De Cospedal reclamando la eterna culpabilidad para un excarcelado y la presunción de inocencia también eterna para sus imputados.
Lo hace Hugo Chávez con sus milicias populares, Evo Morales con sus leyes de recorte de derechos, Cristina Fernández de Kirchner con sus multas a los analistas económicos desleales y sus monopolios estatales del papel prensa,  El Assad con su levantamiento del Estado de Emergencia y sus represiones simultaneas, Mohamed VI con su reforma constitucional increíble y descreída.
Así las cosas, si tengo oportunidad, a lo mejor me quedo en Marrakech. Por lo menos aquí los totalitaristas llevan siglos siéndolo, son profesionales y no se disfrazan de democrátas.
Salvo por eso y por que aquí nadie espera, contra todo pronóstico, salir por arte de magia de una crisis económica que se está eternizando,  cada vez me es más difícil percibir la diferencia.

miércoles, abril 20, 2011

Cuando el terror se escuda en el terrorismo

Leer la prensa en un aeropuerto es algo diferente. Cuando lees las páginas nacionales, esas que deberían hablar de que Europa comienza a deshacerse, de que el paro empieza a enquistarse, de que las elecciones están como quien dice al caer, te da la sensación como de que escapas, como de que huyes, como de que dejas atrás algo a lo que estás acostumbrado no por lógico, sino por normal, no por racional sino por cotidiano.
Y me embarco en Barajas con un atragantamiento de descontrol judicial de unas proporciones tales que se me antoja que el lugar al que voy va estar más organizado: Y eso que voy a Marrakech.
Para empezar, La Audiencia Nacional reboca la puesta en libertad  y pone en búsqueda y captura a Troitiño
¿Nos acordamos de Troitiño? Sí, hombre, ese etarra cuya excarcelación está sirviendo para que los partidos nacionales y nacionalistas -nacionalistas españoles, se explica- estén ocultando su total ausencia de política municipal y autonómica en Euskadi; ese asesino mafioso confeso, convicto y penado, que parece que es necesario encarcelar seis años más para que la política autonómica y municipal de este país funcione como es debido.
En sí misma, la rebocación de la puesta en libertad no es algo caótico -los altos tribunales españoles llevan desdiciendose unos a otros desde el comienzo de los tiempos, los tiempos democráticos, se entiende-.
Lo que resulta caótico es como se produce. No se convoca al pleno del Tribunal Supremo porque están de vacaciones, se realiza una vista de urgencia ante el riesgo de fuga del tal Troitiño por los mismos que le pusierno en libertad, la sala Tercera, en lugar de la que estaba prevista para el próximo día 25 por la Sala de lo penal, que es la que tenía que haber decidido. Un galimatías que al final conduce a una conclusión ya sabida, ya anticipada, ya decidida: Troitiño vuelve a prisión.
Bueno en realidad no. Porque el asesino es sanguinario, irredimible y no se arrepiente, pero no es idiota. 
Los periodicos dicen que se ha fugado eludiendo centenares de años de prisión, pero mienten. Mienten al mismo nivel que mienten los tribunales afirmando que han decidido rebocar la excarcelación legal de Troitiño, mienten al mismo nivel que mienten los políticos utilizando este asunto para tirarse los trastos a la cabeza, intentando minarse los unos a los otros cara a las elecciones autonómicas y municipales.
Mienten porque todo esto nada tiene que ver con la justicia, nada tiene que ver con el terrorismo, nada tiene que ver con ETA. Solamente tiene que ver con los intereses electorales de unos y de otros.
Los diarios mienten porque Troitiño no está condenado a centenares de años de cárcel. Esta condenado a treinta. A multitud de condenas que se cumplen simultaneamente y que pueden sumar como máximo treinta años. Ellos lo saben, pero lo ocultan.
Mienten los rotativos porque no se ha fugado. Fue puesto en libertad y como hombre libre que era tras cumplir su condena puede ir a donde le plazca, les guste o no a aquellos que no pueden soportar la visión de su libertad -o que simplemente fingen que no pueden soportarla-. Los tribunales mienten porque no ha habido debate, no ha habido nada que se pareciera a una decisión judicial. Sencillamente han aplicado ex machina una sentencia del Supremo del pasado martes que negaba el famoso computo doble a otros dos etarras. Cuarenta y ocho horas para crear jurisprudencia. Todo un récord. 
Mienten porque ya habían decidido meterle de nuevo en prisión, tan sólo estaban esperando una excusa. No es que el tal Troitiño no se lo merezca, es que asusta realmente que la aplicación de la justicia funcione así. 
Aunque sea en el terrorismo, aunque sea para hacer pagar la sangre y el terror a un asesino, cuando la justicia se hace maquiavélica deberían erizársenos los pelos del cogote.
Y mienten los políticos porque los seis años de más de Troitiño en la cárcel no son relevantes, no son importantes por más empaque y trascendencia que quieran darles. Porque ese lustro largo de prisión no servirá para nada a Euskadi ni a los municipios vascos ni a ninguna otra comunidad autonoma o corporación municipal.
http://wiki.nolesvotes.org/w/index.php?title=Corrupt%C3%B3dromo&oldid=1651
Mienten porque no les preocupa en lo más mínimo que se haga justicia y que los delincuentes y criminales no puedan presentarse en una lista electoral o cumplan integramente sus condenas.
Si así fuera hubieran convocado una sesión extraordinaria del Congreso para ampliar la Ley de Partidos e incluir en los motivos de ilegalización o de anulación de listas electorales los delitos en el ejercicio de un cargo político como la prevaricación, el cohecho o cualquier forma de corrupción. Pero no lo han hecho.
Porque si eso les importara se hubieran sacado una Ley de Inhabilitación Preventiva -discriminación positiva al canto- por la cual se prohibiera a los imputados de corrupción por un tribunal formar parte de una lista política y se les revocara la inmunidad parlamentaria para que pudieran ser investigados por los tribunales ordinarios -no politizados-. Pero no lo han hecho.
Mienten porque ahora utilizaran la falsa fuga de Troitiño para seguir ocultando sus vergüenzas, para seguir demorando sus programas, para seguir haciendo campaña con algo que para Euskadi, para España y para todos es ya absolutamente irrelevante.
Pero, mientras espero a embarcar me doy cuenta de que todo sigue, de que no se para, de que seguirán encontrando cortinas de humo. El Gobierno ya estudia impugnar las candidaturas de Bildu. Sigue arrojando rastrojos verdes a la hoguera de las elecciones autonómicas y municipales en la esperanza de que las columnas de humo que levanten nos impidan ver que no saben que hacer y que ni siquiera se han puesto a pensar en ello.
Y el PP le sigue la corriente porque espera que esas inmensas fumarolas de vapor y humo inofensivos tampoco nos dejen ver que en todo el tiempo que han tenido para pensar algo que hacer con el gobierno cuando lo tuvieran no han sido capaces de hacer otra cosa que centrarse en el modo de lograrlo, sin ir más allá como lo haría cualquier partido político responsable. 
Como lo haría cualquiera que no considerara el poder como un bien que se agota en sí mismo.
Y volverán a convertir las audiencias, tribunales y salas judiciales en un circo mediático en el que se dirimirá si los partidos legales pueden presentar a tal o tal otro candidato a concejal o a diputado autonómico en Donosti, en Amorebieta o en Galdakao.
Pero ningun fiscal del Estado, ningun letrado de la Abogacía del Estado presentará ante el Tribunal Supremo una demanda solicitando que se anulen las listas del PP en Valencia, de Izquierda Unida en Sevilla o del PSOE en Madrid, aunque todas ellas incluyen imputados por delitos de corrupción y condenados por ellos en muchos casos.
Porque, si eso ocurriera, tendrían, para salvar el trasero a los suyos y sus negocios,   que hablar de la presunción de inocencia -obviando el contraindicio ignorado que les ha permitido ilegalizar a Sortu presuponiendo su culpabilidad-.
Tendrían que hablar de penas cumplidas, de antecendentes borrados y  de actitudes modificadas, teniendo que tragarse la doctrina actual, tremolada en discursos y declaraciones públicas, de que los abertzales nunca se van alejar de la violencia. Porque sino tendrían que admitir que si un violento no se aleja de la cviolencia, un corrupto tampoco se aleja de la corrupción o un estafador tampoco se aleja de la estafa. y eso a muchos les dajaría sin componentes en sus listas electorales.
Y dirán que no es lo mismo. Se atreverán a decir que no es lo mismo.
El terrorismo genera terror. Ese su objetivo. Esa es la parte esencial de su definición.
Y su politica del pelotazo, de la burbuja inmobiliaria, de la privatización de servicios, de la imposición linguística, de la mediocridad educativa, de la ideologización de la educación hacia lo laico, lo católico lo catlán o lo vasco -que cada palo aguante su vela, que hay cirios para todos- lo único que ha generado en España ha sido eso: el más profundo y arquetípico terror.
Terror de cinco millones de personas a no encontrar trabajo, de otros cuantas decenas de millones a perderlo; terror a que su educación no sirva para nada; terror a perder su familia y su libertad en aras de una protección baldía.
Terror a que su esfuerzo no se remunere adecuadamente y tener que aguantarlo, terror a que la supervivencia se haga imposible, terror a que el desconocimiento de una lengua les impide acceder a un trabajo seguro, terror a no poder vivir donde siempre han vivido porque alguien ha cambiado las reglas.
Terror a perder su casa, a perder su trabajo, a perder su futuro o a no ganarlo nunca.  
Y aún así dirán que no es lo mismo. Que todos esos miedos, que ese terror y desesperanza  ellos y sus formas de hacer política han generado, no pueden equipararse a pegar un tiro en la cabeza o poner una bomba. Pero mientras se condena, ilegaliza o anula a Troitiño, a Sortu o a Bilbu, nadie conceda, ilegaliza o anula eso.  Ese terror que ellos han generado.
Dirán que no es lo mismo. Y tendrán razón. Es mucho peor.

martes, abril 19, 2011

Y Europa va de El Dorado a la Atlántida

Se veía venir. Nadie puede construir un estado sin que este le salga justito, justito como son aquellos individuos que lo componen.
Resulta imposible que un gobierno no se asemeje a sus gobernados y que un continente no sea absolutamente idéntico a sus países.
Así que, tras lustros de ir y venir desde las salas de Roma hasta las ceremoniales murallas de Maastrich, desde los pasillos de Estrasburgo hasta los despachos de Bruselas, Europa ha acabado siendo como aquellos que la crearon, como aquellos que la habitamos.
No podía ser de otra manera. Europa no cree en sí misma.
Italia, a las puertas de las elecciones administrativas que pueden poner a Berlusconi en la picota -ya va siendo hora-, no cree en Europa y diseña una forma de librarse "europeisticamente" de un problema nacional en Lampredusa, dando una ciudadanía con fecha de caducidad para que Libios, tunecinos y algún otro que pueda colarse, atraviesen su territorio y salgan de él en busca de una tierra en la que, por lengua y tradición colonial, se sentirán mucho más cómodos.
El mismo gobierno del condottiero, amigo de las carnes núbiles, que quiso cerrar sus fronteras a la inmigración, las abre ahora de par en par y concede a quien lo quiera condición de europeo con tal de que no se asiente en Italia. Con tal de que el problema de su afluencia se lo coma otro que no pone los sufragios en las urnas transalpinas.
Y Francia reacciona a la europea, no a lo europeista, sino a la europea. Como hemos sido siempre y como el euro, Estrasburgo y el espacio Shengen no han conseguido que dejemos de ser.
Sarkozy, acuciado por el bofetón con la mano abierta que le han dado los electores de su país, no cree en Europa, tira de nacionalismo ultraderechista y decide cerrar la frontera con Italia. Decide que, en bien de su imagen electoral, el Espacio Shengen bien puede dejar de existir durante unas horas, durante unos días o durante el tiempo que haga falta.
Italia mira en su chistera para descubrir un truco que le permita deshacerse de un problema para dárselo a Europa, Francia se saca de la manga un truco -llamado motivos de orden público- para que el problema se quede dentro de las fronteras de Italia.
Y un pobre yankie que paseara perdido por las calles madrileñas, que se sentara en una terraza, dispuesto a ser sableado por un café y un croisant del día anterior, y echara un ojo al periódico, se preguntaría ¿qué más da? ¿no es todo Europa?
El pobre no habría entendido nada. Nunca hemos sido Europa. Y lo que es más triste: no es que nunca hayamos creído ser Europa, es que nunca hemos querido ser Europa.
Siempre hemos tenido la mosca tras la oreja. Aquello de Europa no era lo nuestro, no era algo que tuviéramos integrado en nuestro inconsciente colectivo. No era a lo que estábamos acostumbrados.
Nuestros libros de historia estaban tan llenos de épica y estética del enfrentamiento entre imperios europeos que nunca se nos antojo suficiente un tratado, una paz o un acuerdo como para sentirnos parte de un todo al que la geografía nos había arrojado por puro y mero capricho de la ruptura de la Pangea.
Si no sirvieron las paces de París, de Augsburgo o de Versalles, si no valieron los tratados de Aquisgrán, de Chaumont o de Fontaineblau, si no cuajaron la Santa alianza, la Triple Entente o la Triple Alianza y si no fueron útiles las Conferencias de París o de Yalta, no tendría porque ser diferente con el Tratado de Roma o el de Maastrich.
Nuestro agnosticismo europeo se convirtió en descreimiento absoluto cuando el café nos subió con el euro. Nuestro desasosiego europeo se transformó en un anatema completo cuando descubrimos que Europa exigía, no se limitaba a dar. Que para ser europeo había que aceptar tener a los otros europeos en cuenta y no solamente exigir que los otros europeos nos tuvieran en cuenta a nosotros.
Y así empezaron una serie de ritos, de síntomas, que han demostrado a todos que, en realidad, nunca fuimos Europa, nunca seremos Europa hasta que estemos dispuestos a ser europeos, por encima de todo, por derecho de todos.
Francia no participa en la estructura defensiva de Europa, Italia se salta sus leyes de inmigración, Inglaterra no utiliza su moneda ni comparte su espacio económico, España promulga leyes y mantiene delitos -la famosa ley de protección integral a la mujer y el no menos famoso delito de injurias al rey- que Estrasburgo avisa una y otra vez que no tienen cabida en la futura constitución europea, Alemania no participa de los despliegues de tropas europeas.
Y así, uno tras otro, todos los estados miembros tienen una excepción, una excusa, un motivo para no ser del todo europeos. Cualquier hecho diferencial es válido para excusarse de su obligación de actuar de forma unitaria, cualquier circunstancia histórica es utilizable para eludir un aspecto que viene mal a nuestro país, a nuestra nación, a nuestro estado. Hoy por hoy, no hay ni un solo país que sea miembro pleno para todo y para todos de Europa.
Europa no cree en sí misma y ahora que su vida y su hacienda, su futuro y su pecunio, la obligan a actuar como un todo coordinado y global, reacciona como siempre lo ha hecho, como siempre lo hemos hecho y seguimos haciéndolo: barriendo para casa, obviando el perjuicio general en aras del beneficio particular -en este caso nacional-, en definitiva, intentando defecar en el patio del vecino, sin que se note demasiado, para que las heces no ensucien nuestro cada vez más agostado jardín.
Que eso iba a ocurrir se veía venir. Nunca hemos hecho la guerra juntos y por eso, aunque se supone que tenemos una política exterior común, nos cuesta hacerla ahora.
Unos van, otros no. Unos van con unos, otros se posicionan con otros. Unos la apoyan pero no van, otros no la apoyan pero venden armas a una de las partes. En fin, el juego europeo de siempre de hablar de Europa, pero actuar como las tribus bárbaras divididas y enfrentadas de las que, al fin y al cabo, descendemos.
Que nadie cree realmente en Europa es algo que dejan a la vista sus euroturistas, esos que se llaman a si mismos eurodiputados.
Si pierdes unas elecciones internas, acabas en Estrasburgo, si caes en unas primarias, pues de vacaciones a Estrasburgo; si tu corriente ideológica es minoritaria pero necesaria, a pintar la mona a Estrasburgo; si te radicalizas, a Estrasburgo; si pierdes unas municipales o unas autonómicas, de cabeza a Estrasburgo. Siempre podrás aparecer en las listas del Parlamento Europeo de Estrasburgo.
Esa es la importancia que le damos al parlamento que debería mantenernos unidos, que debería ser la expresión legislativa de Europa. No nuestros partidos. Nosotros, que votamos para las elecciones Europeas en un porcentaje tan ínfimo que podrían jugarse los escaños a los chinos y no nos daríamos ni cuenta.
Hemos llenado el parlamento Europeo de actrices porno italianas, de ecologistas radicales alemanes, de extremistas de derecha españoles que no pueden figurar ni en una lista conservadora al Senado, de socialistas bilbaínas que corren como alma que lleva el diablo cada vez que se acaba una sesión sin importarles el coste, de políticos fracasados de toda nacionalidad y signo, que viajan en bussines, de ideólogos baldíos que se niegan a viajar en turista. Europa es un retiro molesto, pero es un retiro rentable.
Si no sabes hacer política en tu país quizá pueda pasar inadvertido en Bruselas que no sabes hacerla.
Y por eso resulta absolutamente imposible que Europa llegue a lo único que puede llegar si quiere sobrevivir.
No queremos ser un estado europeo porque eso nos exigía ser lo que no somos, considerar como a nosotros mismos a mucha gente que nunca fue de los nuestros. Anteponer el bien común de demasiados a nuestros intereses egoístas. Nos obligaría a dejar de ser occidentales, a dejar de ser atlánticos. A dejar de ser nosotros.
Y muchos dirán que Europa funciona. Y no diré que no.
Pero no funciona como debería funcionar. No funciona como una unidad. Funciona como una sociedad. Una sociedad anónima, supongo.
Mientras Europa, la Europa que lo tenía,  podía dar dinero a los que no lo tenían y mercados a los que carecían de ellos, la cosa ha funcionado.
Mientras los periféricos -curioso concepto, ¿de donde proviene?- recibíamos cantidades ingentes de fondos con los que comprar votos que no eran merecidos, con los que ganar afectos electorales incuestionables, todo funcionaba. Europa funcionaba.
Mientras la Europa organizada podía ampliar sus mercados, colocar sus productos y seguir haciendo dinero, todo funcionaba.
Pero ahora no. Ahora Grecia cae, Portugal cae, Irlanda cae, España caerá, los mercados se cierran, el consumo se retrae y no hay de donde sacar el dinero que estábamos acostumbrados a recibir de Europa.
Ahora ya no queremos ser socios, pero no podemos retirarnos de la sociedad que era Europa vendiendo nuestras acciones cuando empiezan a bajar.
La base económica en la que se asienta el futuro de Europa tiembla y no tenemos nada a lo que recurrir. No tenemos nada en común y nos apresuramos a recordar que nunca lo tuvimos.
Ahora que tocaba dejar de actuar como socios y quedarnos con aquellos que ya no pueden darnos nada, no lo hacemos. Escurrimos el bulto.
Hemos decidido que Europa es una sociedad, no un matrimonio -aunque sea civil y polígamo-, no una fraternidad -aunque sea mal avenida- es una sociedad. Y solamente puede ser eso.
En las sociedades solamente se permanece en la salud, no en la enfermedad, solamente se permanece en la riqueza, no en la pobreza, solamente se recogen dividendos, no se es garante solidario de sus deudas.
Así que clamamos porque Portugal se hunda, exigimos que los tunecinos de Lamprerusa no nos afecten, torcemos el morro cuando Irlanda pide ayuda y nos negamos a participar en una guerra justa que no nos reporta beneficios.
Rompemos el frente, quebramos las alianzas, disolvemos la sociedad y pretendemos que Francia se quede con sus gitanos, Italia con sus tunecinos, España con sus suramericanos, Alemania con sus turcos...
Prestamos oídos a todos aquellos que desde las banderas nacionales nos hablan de nuestros derechos y de lo molestos que son los demás. Nos tapamos los oídos para no escuchar que la solución exige solidaridad, lealtad, responsabilidad y reconocer que tenemos que renunciar a muchas cosas que damos por sentadas en favor de gente a la que no conocemos, que no habla nuestro idioma y que no juega a nuestro juego.
Nos limitamos a escuchar a aquellos que dicen que hay que disolver la sociedad y venderla por partes. A los profetas del sálvese quien pueda, a los adalides de la supervivencia y el orgullo nacional.
Europa empieza a dejar de existir y es muy fácil echar la culpa a los políticos, incapaces de renunciar a su poder, a sus gobiernos nacionales, en aras de un gobierno europeo que sería la única solución que podría llevarnos al futuro.
Pero, al igual que un continente es como son sus países y un país es como son sus regiones, un gobierno es y siempre será como son sus gobernados.
Europa no existe porque nosotros nunca renunciaremos a nosotros en favor de todos. No queremos hacerlo y, aunque quisiéramos,  no está muy claro que supiéramos como hacerlo.
Europa es como nosotros la hemos hecho.
Europa es como un relato mitológico, algo de lo que se habla pero en lo que se cree, es como un dios, algo en lo que se cree pero por lo que no se lucha. Somos como un reino perdido, algo que todo el mundo busca pero que nadie quiere arriesgarse a encontrar.
Quisimos ser El Dorado, pero sólo somos la Atlántida.
Y así será hasta que alguien o algo nos obligue a que deje de serlo.

viernes, abril 15, 2011

Troitiño y el perverso remake de PP y PSOE

Parece mentira, no díría que parece imposible, pero sí parece mentira.
Muchas cosas están cambiando. Los árabes se lanzan a una lucha a la que no se lanzaban desde hace mucho tiempo, a la que probablemente nunca se habían lanzado del todo por historia o por concepto. África se remodela lentamente, El Magreb se reestructura a tiros en Bengasi y a decretos sorprendentes en las calles de Túnez, Palestina se mira por primera vez el polvo en la vestimenta propia antes que el barro -¡qué hay mucho y muy sucio!- en el sayal del vecino, China se crece y nos empequeñece... Muchas cosas están cambiando, pero otras no.
Como nuestras series televisivas tiran de cuerpos desnudos y sexo de satén cuando baja la audiencia; como nuestros programas de víscera y ridículo tiran de cuernos confesados e hijos ilegítimos cuando les fallan las recaudaciones publicitarias; como nosotros tiramos de copas y polvos cuando no nos salen las cuentas de los sentimientos ni los afectos, nuestros políticos, llegado el inevitable momento cuatrienal del giró de guión electoral, tiran de la misma trampa escénica, de la misma falacia literaria.
Tiran de ETA
No nos engañemos. Nadie ha hablado de ETA -salvo los que siempre lo hacen, en toda circunstancia y condición- en los últimos dos años. Se informaba sobre ella, se opinaba sobre su situación, se anunciaban detenciones. Pero hablar, lo que se dice hablar, nadie hablaba de la banda de asesinos mafiosos que finge ser abertzale para no tener que decir que es simplemente criminal.
Y ahora, de repente, los telediarios se nos llenan de ETA, los periódicos se nos desbordan de ETA, las radios nos ensordecen con ETA. Todo es ETA. No hay nada en el horizonte nacional que no sea ETA.
El paro alcanza casi los cinco millones de personas, pero los dos grandes partidos hablan y gritan sobre el Caso Faisán. Todo es ETA.
La subida de los tipos de interés europeos nos coloca en el limite interno de un desastre financiero que nuestras cajas de ahorros apenas pueden afrontar, pero nuestras formaciones políticas mayoritarias debaten sobre la Doctrina Parot -un arcano judicial sobre el que no se ponen de acuerdo ni siquiera los dos altos tribunales hispanos- y un tipo llamado Troitiño, compañero de aquel famoso De Juana Chaos, que también se hizo importante en un momento electoral concreto. Nada salvo ETA.
Nuestros partidos se debanan los sesos para taparse las vergüenzas de sus nalgas puestas al descubierto al ocultar o impostar a corruptos en sus listas, al destapar Eres inexistentes, al justificar los gastos de altos vuelos de sus euroturistas -perdón, eurodiputados-, pero los dos grandes siguen hablando de frenar a Bildu y a cualquier otra formación que pueda parecer de lejos y por aproximación superlativa algo relacionado con el entorno de lo que un día fue ETA y está dejando de serlo. Siempre ETA
Pese a todo lo nuevo que hay en nuestro país, ellos deciden no salirse del guión, deciden comportarse como lo hicieron siempre.
Don Mariano y el bueno de José Luís recuperan la mejor tradición de la telenovela, del culebrón, y se disfrazan de actores monocordes, sin cambio de registro, sin posibilidad ética o estética de dar diferente salida a idéntica escena de guión.
El partido Socialista y el Partido Popular se emulan a sí mismos, se recuerdan y, como diría la mítica voz aterciopelada de la judía de naríz prominente y agudos infinitos, se aferran a "the way we were" para pasar el trago electoral, para sobrevivir a sí mismos.
E interpretan un absurdo remake de ese glorioso Día de la Marmota, una nueva versión de Atrapado en el Tiempo.
Los unos y los otros acordándose, para bien o para mal, de los GAL y el atentado a Aznar; de La T4, del mafioso De Juana Chaos, De Miguel Angel Blanco y de su muerte, y de todos esos ocasionales simbiontes que ETA les ha proporcionado a tiempo cuando el momento de las urnas se acercaban.
Y así, de repente, pasa a ser algo importante que un etarra, que lleva 24 años en la cárcel, salga seis antes de lo previsto ¿alguien puede explicarme qué gana nuestro país con que la excarcelación sea un lustro antes o un lustro después?, ¿alguien puede explicarme qué beneficios tiene para los municipìos y las autonomías que van a votar que se aplique sobre Troitiño o no la Doctrina Parot?
Sin comérnoslo ni bebérnoslo nos encontramos debatiendo si Bildu tiene que estar o no en las elecciones vascas, en lugar de debatir si los partidos que están y van a estar se merecen que les votemos o no.
Sabemos que la presencia de Sortu o de Bildu no es relevante para que se frene la destrucción económica y el estancamiento social que sufre Euskadi desde hace décadas.
Sabemos que los 162 folíos de explicación del voto particular del Tribunal Supremo -que coloca al voto mayoritario de ilegalización del alto tribunal a un centímetro escaso de la prevaricación- no tiene importancia alguna a la hora de frenar la degradación de los servicios públicos en las autonomías del PP, ni el derroche desmedido en políticas vagamentes sociales que se produce en las del PSOE.
Sabemos que la tonelada y media de explosivos requisada a ETA en la última detención, o el chivatazo estratégico -pues sí que queda bonito eso de chivatazo estratégico- del caso Faisán ni ponen ni quitan nada a la sinrazón que el control político de las comunidades autónomas sobre las cajas de ahorro ha impuesto en el sistema financiero español.
Sabemos que el gusto o disgusto por la violencia de Sortu no cambia en nada las nefastas políticas de empleo en las comunidades y municipios conservadores, más preocupados por que no se vean los pobres que porque no existan.
Sabemos que el rechazo de los abertzales a los actos terroristas no modifica en un ápice las tembaleantes políticas empresariales de las autonomías y ciudades progresisitas -y el término es tan absurdo como el anterior de conservadores-, que han destrozado a las Pymes y han considerado la ayuda a la empresa como una herramienta ideológica más. Algo para lograr la paridad, la igualdad o cualquier otra cosa que se les viene a la cabeza, en lugar de para generar empleo, que es, si no me equivoco, para lo que se supone que sirven las pequeñas y medianas empresas.
Sabemos todo eso pero parece que tenemos que seguir opinando sobre lo mismo, pensando sobre lo mismo. Que tenemos que consentir que ETA sea de nuevo la medida de todas las cosas.
Parece que tenemos que fingir que no nos damos cuenta de que lo único que se busca es que no nos demos cuenta de que los progresisitas se han quedado si horizonte hacia el que progresar y los conservadores sin absolutamente nada que conservar.
Parece que tenemos que consentir que unos y otros nos llenen la cabeza de humo para que no nos demos cuenta de que, tras ese humo no hay nada, absolutamente nada. Ni siquiera  ETA. Ya ni siquiera está ETA.
Porque eso es lo que pasa. Los que han estado toda la crisis hablando de lo que no hace el gobierno con la destrucción económica de nuestro país, se ven ahora en la tesitura de explicar que harían ellos. Y no saben hacerlo. Nadie gana unas elecciones con lo que no han hecho los demás.
Y los que no han hecho nada o lo han hecho tarde y mal ya no tienen de qué tirar para justificar su permanencia en el poder. Están atados de pies y manos porque no es de recibo que se propongan soluciones a nivel autonómico que ni siquiera se han querido experimentar a nivel nacional.
Porque ya ni siquiera pueden tirar de su limpieza y honestidad -¡como si alguna vez la hubieran tenido!-. Porque por cada Gurtel en Valencia hay un Ere andalúz o un mercasevilla, o un Fabra o un Palau de la Música en Cataluña, o unos contratos de Marguello en Euskadi, o un Caso Orquesta en Galicia, o un Caso Brugal, o un Caso Matas, o unas escuchas en Madrid.
 Porque cada autonomía, cada ayuntamiento, cada uno de los colegios electorales en los que los españoles depositaremos nuestros sufragios está relevantemente cerca de uno o varios casos de corrupción, de una o varias decisiones incompetentes, que ponen mucho más en riesgo su futuro que la Doctrina Parot, el contraindicio de Sortu o la excarcelación legal de Troitiño.
Y eso no podemos verlo. No pueden permitir que lo veamos.
Porque si no llenan nuestros ojos con el denso humo de un etarra brindando por su libertad -parece que el resto de los presos que salen de la cárcel tras cumplir su condena no lo hacen- a lo mejor vemos todas las veces que ellos brindan con cava o rioja por sus cohechos, sus pelotazos y sus estafas políticas.
Porque, si no son capaces de volver a interpretar el mismo papel de artificio de ficción de demócratas indigandos y luchadores, a lo mejor nos damos cuenta de la realidad de sus biografías políticas y sus trayectorias gubernamentales y los que nos indignamos somos nosotros. Por su incapacidad, por su inutilidad, por su arrogancia y por sus más que absolutos y demostrados egoísmo y avaricia políticas. 
Así que todo es ETA, todo tiene que ser ETA. Nada salvo ETA
Hay cosas que no cambián. Otras, sin embargo, sí.

sábado, abril 09, 2011

Rajoy intenta saltarse la liturgia victimista


 Los vascos sí parecen entenderlo.

Dice el dicho popular: "El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra", pero las huestes de Mariano, que quieren hacer suyo todo lo popular y elevarlo a un rango superior, casi de mandamiento divino, han hecho suya esa expresión y la han llevado a su máxima expresión. El dicho popular -popular de Génova, se entiende- debería ser ahora: El hombre es el único animal que tropieza cada cuatro años en la misma piedra.
El próximo fin de semana hay manifestación de las víctimas del terrorismo. Ya sabemos de lo que estamos hablando.
Y el PP vuelve a volcarse con ella, vuelve a subir el tono y los decibelios, vuelve a acelerar el tempo, vuelve a afinar toda la percusión para formar parte de la primera línea de esa manifestación. Vuelve a recordar que esas cosas logran votos en los comicios, vuelve a tener en mente que estamos en precampaña. Vuelve a tropezar en el mismo enorme peñasco en el que torpieza cada cuatro años. En el que nos hace tropezar a todos cada vez que el metacrilato de las urnas comienza a reflejar la luz en la lejanía.
Vuelve a sentir la tentación de preferir sus votos al futuro de los vascos. Vuelve a dar pávulo a aquellos que, por más que lo digan, por mas que crean sentirlo, no quieren o no pueden conformarse con la paz en Euskadi.
Rajoy y los ideologos electorales de Génova vuelven a situarse en el lugar en el que no debería situarse nadie, en el que no tiene sentido mantenerse posicionado. Vuelven a jugar a lo mismo que han jugado siempre, porque siempre han salido ganando.
Pero ahora, justo ahora, el tropezón adquiere proporciones inmensas. Resulta dificil de explicar como otra cosa que no sea un encontronazo deliberado y finjidamente accidental con sus propios objetivos electorales.
El PP estará en esa manifestación, encabezará esa manifestación y se colocará tras la pancarta que encabeza esa manifestación. Y con ello dejara claro lo que quiere, dejará claro lo que hace, dejará claro lo que intenta. rajoy duda de acudir o no. Y eso deja claro lo que teme, lo que sabe. Lo que quiere.
Porque en esta ocasión, aquellos que por motivos personales comprensibles o por excusas ideológicas no tan respetables, se han alineado en las filas de los que quieren hacer de la condición de víctima algo hereditario, algo eterno, algo poderoso -de nuevo el poder y su deseo, ¿siempre será lo mismo?- lo han dejado claro.
¡Por la derrota del terrorismo. ETA fuera de las elecciones! Lo pueden decir más alto -y no tengo la más mínima duda de que lo dirán- pero no hace falta que lo digan más claro.
Aquellos que abogan por paralizar el tiempo, por reducir el espacio para dirimir sus vindicaciones, sus odios y sus pérdidas ya no hablan de paz, ya no hablan de libertad, ya no hablan de democracia. Ni siquiera de Euskadi. Hablan de guerra, con letras mayúsculas y en la cabecera de una manifestación.
Si hablaran de democracia sabrían que el juego democratico exige que todas las ideologías puedan participar en él. Reconocerían que la organización democratica exige la confianza en los principios de un partido político se den por sentados hasta que demuestra que carece de ellos.
Si su pancarta de arranque tuviera la palabra democracia inscrita en ella tendrían que darse cuenta de que no se puede aplaudir a un gobierno que sienta en el banquillo a una formación política, solamente porque no se fía de que diga la verdad; habrían de reconocer que no se puede ilegalizar un partido porque no nos fiemos de ellos, mientras siete jueces del Tribunal Supremo llenan 162 folios de argumentos legales para su legalización y de contraargumentos jurídicos para la repentina falta de fe del máximo órgano judicial de nuestro país.
Por eso no pueden hablar de democracia. Porque la democracia no incluye la venganza, no incluye el sacrificio del futuro en aras de la vindicación del pasado. No incluye el eterno culto a los muertos.
Es poible que nunca fueran en realidad democratas o es posible que el dolor y la rabia por sus muertos les diluyera la línea de pensamiento que define lo que es democratico y lo que no lo es, les volviera sufrientes maquiavélicos. En cualquier caso ya no quieren democracia en Euskadi. Quieren guerra. Quieren Victoria.
Y por eso tampoco pueden ni quieren hablar de Paz en Euskadi. No les sale el término, se les atraganta,  apenas lo recuerdan.
Porque todo el mundo sabe que la paz no se logra con la victoria. Que la victoria sólo es el perfectoel perfecto couagulante que enquista la herida, que enquista la guerra.
Todos sabemos que a la paz se llega antes mediante los acuerdos, mediante las negociaciones, mediante los ritos y los ritmos que permiten que todos los participantes en ese pérfido y sangriento juego que es y ha sido siempre la guerra salgan conformes, salgan convencidos de que la guerra ya no será nunca más necesaria. Y eso no se consigue con la victoria.
Porque cualquiera sabe que la paz llegará antes pasando por las urnas que de otra manera. Todos sabemos que la paz, la ausencia de violencia, el derrumbe definitivo de una banda mafiosa que tan sólo utiliza la ideología como excusa, se producirá antes si se le quitan los referentes políticos, si estos se separán de ellos, si se muestra a las claras que no tienen nada que ver con la ideología que antes les defendía.
Todo el mundo sabe que la paz se logra mirando al futuro, no anclándose a las exigencias de un pasado, a las vindicaciones deseadas por unos pocos y que colocan en el límite de la desesperanza a todo un pueblo. Así no se consigue la paz. Su puede conseguir la victoria y la venganza pero no la paz.
Así que ya lo dicen a las claras y sin ambajes.
Necesitan derrotar al terrorismo, necesitan que continue la guerra hasta la derrota de sus enemigos. Eso es lo que quieren. Eso es lo único que les import
a. Sus corazones, anegados de odio por sus pérdidas, precisan del bálsamo de la victoria absoluta para sanarse, para poder decir que la muerte de aquellos que tenían cercanos sirvió para algo.
Así que no pueden pedir otra cosa que la derrota, que salir victoriosos y creen que tienen el derecho de exigir al Estado que asuma esa necesidad como algo propio.
Pretenden que España continue una guerra que ahora mismo ni siquiera continuan los mafiosos de ETA, que les acompañe en esa eterna batalla, poniendo el riesgo el futuro de Euskadi, demorando innecariamente la paz, ignorando intencionadamente la democracia.
Esa pancarta, esa exigencia -que puede sonar como las anteriores, pero es radicalmente distinta- les delata.
No hablan de democracia porque no son democratas o han dejado de serlo, no hablan de paz porque no son pacifistas o han olvidado que lo fueron, no hablan de libertad porque no son libertarios y no han asimilado el significado de la palabra.
Hablan de derrota porque son víctimas, porque se sienten víctimas. Porque eso es lo único que les importa y la única condición que las da poder para poder forzar a los demás a combatir en una guerra interminable, que tiene como único objetivo saldar sus cuentas personales con la banda asesina que les robó a los suyos.
Las víctimas eternas necesitan la guerra. Porque si no hay guerra no se puede vencer. Y lo que necesite o quiera Euskadi no entra dentro de sus planes. No es relevante para ellos. Eso es el futuro y en el futuro no va a estar sus muertos.
Y todo ello sería comprensible aunque inasumible a nivel estatal si no hubiera una segunda parte en la pancarta: ETA fuera de las elecciones. Y esa frase sería poco reseñable si no fuera terriblemente demoledora.
ETA ya está fuera de las elecciones, de hecho siempre ha estado fuera de las elecciones. Pero ellos no lo asumen, no quieren creerlo, no pueden verlo. Y ese velo no se lo coloca delante de los ojos ni el dolor por sus pérdidas ni el deseo de venganza por sus muertos.
Esa exigencia, parapetada tras las muertes causadas por la banda, sólo deja a las claras una cosa. Que aquellos que sostengan la pancarta son incapaces de separar la ideología abertzale de las acciones macabras de la banda terrorista.
Cualquier abertzale es, para ellos, un etarra o un defensor de ETA porque ETA dijo una vez -sin creérselo nunca- que era abertzale. Ya no es una cuestión de dolor o de sufrimiento. Es una cuestion de españolismo ideológico y visceral. Es una cuestión de unos cuantos silogismos perniciosos convenientemente enunciados.
Una ideología es perseguible porque alguien, que decía hacerlo en nombre de esa ideología, mató a alguien cercano a mi. Si queremos evitar que alguien mate en nombre de esa ideología lo mejor es no permitir que esa iedología exista. Vamos, la pura esencia del fascismo ideológico. Lo siento.
Así que las víctimas, las que se llaman así porque perderían fortaleza social si se llamaran de otra manera, piden en una pancarta que se mantenga una guerra en aras de la victoria, con menoscabo de la democracia y de la paz y además exigen que una ideología en concreto no participe en unas elecciones y sea borrada del arco ideológico español.
Si nuestra historia les hace caso y les sigue haciendo caso tendremos que fundar en Euskadi y en el resto del territorio español una Asociación de Afectados por las Víctimas del Terrorismo.
Y el PP ve desde tanta distancia la piedra ocupando toda la carretera que podría evitarla de mil maneras distintas, con cientos de maniobras diferentes.
Pero se acerca a ella y termina estrellándose de nuevo contra su sólida base de basáltica intransigencia y de granítica venganza porque aún piensa que le puede salir bien. Un puñado extra de votos de gentes que han dejado hace tiempo de pensar en la democracia, la libertad y la paz en Euskadi siempre es bueno. Cualquier voto es bueno.
Pero, por primera vez, Mariano, el bueno de Mariano, tiene dudas ¿Por qué vienen las dudas del ínclito Rajoy?, ¿duda porque ha cambiado su forma de ver España y a los españoles?, ¿duda porque le importa el futuro de Euskadi y de sus gentes?
No, hombre, no. ¡Que Mariano es del PP!
El procer designado de las mesnadas neoliberales conservadoras de este país duda por algo tan obvio y evidente que nos muestra que, en el mundo de la política, nadie es ajeno a la posición que ocupan e intentan ocupar aquellos que se autoproclaman vícitmas y vengadores eternos del terrorismo.
Rajoy dura porque se ve Presidente del Gobierno. Rajoy duda porque, por primera vez, echa cuentas y estas le salen sin los sufragios del más radical de los españolismos victimistas que circularán por las calles madrileñas el próximo fin de semana.
Rajoy se deshace en desfloramientos -perdón por la expresión- de la margarita de su agenda y en demoras silenciosas porque como candidato a lo mejor le vienen bien los votos de los que anteponen la venganza al fin de la violencia.
Pero sabe que como presidente es seguro que le vendrá mejor una Euskadi en paz y democrática que una guerra en pos de la victoria definitiva contra el terrorismo; que le vendrá mejor un alto el fuego definitivo y verificable que una cadena continua de atentados; que le vendrán mejor unos cuantos diputados abertzales que cientos de militantes clandestinos y violentos.
El bueno de Mariano se hace cruces porque, quizás por primera vez en su carrera, sus intereses personales pueden coincidir con los de Euskadi. Y eso es muy difícil de asimilar.
Los otros no tienen esas dudas. Necesitan su guerra. Necesitan su victoria. necesitan su venganza. Ni Rajoy, ni Euskadi ni el futuro les importan lo más mínimo.

Il Cavaliere hace del feminismo su cómplice

Alguien pregunta en los blogs de El País ¿para qué sirven los chistes de Berlusconi? Pero yo me pregunto ¿por qué se riene en italia de esos chistes?
Los chistes de Berlusconi y las risas de Italia sirven para muchas cosas, pero pensar que los italianos votan para consolidar el machismo o para perpetuar los roles que la división sexista de la sociedad me parece tan absurdo como cambiar de tumbona en el Titanic.
Lo que experimenta Italia es una suerte del culto al liderazgo que han padecido esa y otra muchas sociedades a lo largo de la historia y que nada tiene que ver con el machismo.
Es el mismo culto al poder omnimodo que le permitió hacerse grandes a Musolini a Hitler o a Stalin. El que se basa en la premisa de que el poderoso puede hacer lo que quiera porque es poderoso. Independientemente de su sexo.
Berlusconi ha instaurado una dictadura mediática en Italia y eso es lo que le hace perverso, no su machismo, que sólo es un síntoma, como otras muchas actitudes -el nacionalismo trasnochado, el intervencionismo moral, el absentismo judicial, etc-, del verdadero mal que aqueja la mente de Berlusconi: la enfermedad del poder omnimodo.
Los que le ríen las gracias no se las ríen porque sean machistas -aunque probablemente lo sean- se las ríen porque estan dentro de la dinámica del culto al poder que hace deseable que ese poder sirva para lo que se quiera y se utilice para fines personales.
Son los mismos que le aplauden cuando insulta y expulsa a los gitanos, son los mismos que le jalean cuando menosprecia a los comunistas o escupe en el suelo al hablar de los extranjeros. Son los mismos y las mismas que consideran que tiene derecho a silenciar a los ficales, a satanizar a los jueces, a encarcelar a los manifestantes...
¿Aprueban todo eso por machismo?, ¿por una concepción discriminatoria de la mujer?
Por supuesto que no. No tiene nada que ver con el sexo, no tiene nada que ver con nada que no sea el poder y el culto al liderazgo.
Y las mujeres entran en ese juego porque son igual de afectas al poder que los hombres.
Las mujeres que apoyan a Berlusconi -en su gobierno, en su partido y en los sufragios que emiten- lo hacen porque tienen esa misma visión del poder y de su uso.
Lo hacen porque ellas en caso del llegar al poder harían lo mismo.
No podemos llegar a la conclusión de que Berlusconi es perverso porque es machista ¿hubiera sido perverso que el menor fuera varón? ¿hubiera sido menos reprochable si Berlusconi hubiera sido una mujer y se hubiera rodeado de Gigolos en su villa costera?
Lo que es reprochable es el hecho de cómo abusó del poder y cómo uso de manera perversa la fuerza.
Si nos fijamos solamente en su componente discriminatorio de la mujer perdemos el foco, perdemos la perspectiva.
Criticar a Berlusconi por machista y solamente por machista y pretender que sus actos en su villa son sólo rasgos de su machismo y son criticables por eso, nos comvierte en sus complices. De ese delito y de todos los demás.
El falso Cavaliere no ha hecho lo que se supone que hecho por machismo o por perpetuar los roles femeninos en la sociedad.
Lo ha hecho por despotismo, por tiranía y por imposición pervertida del poder. Por eso es por lo que no merece ser un gobernante. Por eso es por lo que merecería pudrirse entre rejas. Si decimos otra cosa simplemente estamos diciendo que eso no es cuestionable mientras no sea machista. Y no creo que queramos decir eso, ¿verdad?
Tampoco puedo estar de acuerdo con que Italia ha reaccionado contra el tratamiento que Berlusconi ha hecho a las mujeres. Colocó de Ministras a modelos porque eran guapas, e Italia no reaccinó, estableció un concurso de belleza periodístico entre las ministras europeas y nadie dijo apenas nada y así un sinfín de gestos y de delirios que no obtuvieron reacción alguna.
Italia se ha indignado porque Rubi es menor. No se ha indignado por las 33 mujeres adultas que, haciendo gala de su capacidad de elección-no lo olvidemos-, decidieron acudir a esa fiesta para ganar dinero, para acercarse al poder o para obtener influencia -que hay prostituciones que son una explotación y otras que son una elección, no conviene olvidarlo- en lugar de poner copas en un bar a sesenta euros la noche.
Se ha indigando porque Rubi es menor y ha comenzado a rebajar su indignación cuando la joven ha empezado a sacar partido de ello, saltando de plató en plató televisivo cobrando 3.000 euros por intervención.
Italia reduce su indiganación cuando descubre que Rubi también ha decidido formar parte del circo de poder de Berlusconi, aunque sea como su antagonista.
Por supuesto que tampoco puedo estar de acuerdo en que la sociedad de roles sexistas es una invención del hombre.
Las mujeres han colaborado voluntariamente en esa concepción y han contribuido a perpetuarla tanto como el hombre. El concepto del perpetuo victimismo de la mujer en estos asuntos debería empezar a ser revisado porque no corresponde con la realidad histórica, todos los sabemos, pero no sé -bueno sí sé- por qué motivo nos empeñamos en negarlo.
Los chistes de Berlusconi y las risas de Italia, los italianos y las italianas no sirven para demostrar que el mundo occidental es machista, sirven para demostrar que los occidentales, hombres y mujeres, estamos enfermos de deseo de poder y consideramos que ese poder debe servir a nuestros fines.
los italianos y las italianas que le ríen los chistes a Berlusconi lo hacen porque querrían hacer lo mismo que él y ser capaces de utilizar el poder sin ninguna cortapisa para sus propios fines, placeres y deseos personales, Porque querrían ser como él. Hombres y mujeres querrían ser como él
No igual de machistas que él. Igual de poderosos que él.
El rol no es hombre: fuerza, mujer: sexo. El rol es poderoso: impunidad, débil: aquiescencia.
Y hablar de otra cosa me parece que simplemente es restarle importancia a elementos que son, como mínimo, igual de importantes, sino más, que el machismo de Berlusconi a la hora de considerarle un gobernante funesto.

viernes, abril 08, 2011

Los Ninis ya se dan cuentan de lo que somos (el efecto del cabo interino Dawson)

Hoy he visto a esos que llaman Nini, la Generación Nini, intentar luchar en las calles de Madrid, intentar comprometerse consigo mismos y he sentido lastima. He sentido lástima por ellos, pero sobre todo he sentido lástima por nosotros.
¿Por qué por nosotros?
Porque, mientras contemplaba como los manifestantes discutían entre ellos, me he acordado de dos marines de ficción llamados Louden Downey y Harold Dawson.
He sentido pena por nosotros porque, mientras los manifestantes se enfrentaban porque algunos de ellos consideraban excesivo cortar el tráfico y retrasar a los conductores -fijaté qué problema-, he recordado que esos dos marines eran absueltos de asesinato y condenados por conducta impropia de un marine -curioso delito para un cuerpo que tiene como costumbre no comportarse adecuadamente en ninguna parte-.
 Porque mientras un conductor airado abandonaba su vehículo al grito de "si tocas mi coche te mato" -grandisima prioridad social, por cierto- me ha vuelto a la mente la pregunta sorprendida del más ingenuo y joven de ellos cuando se les comunica su expulsión del glorioso cuerpo -¡Semper Fi!: ¿Por qué Hal? ¡Hicimos los que nos mandaron! ¡No hemos hecho nada!, ¡no hemos hecho nada!
He sentido la más profunda de las conmiseraciónes por nosotros mismos, la generación que se creyó única,  porque, mientras un pollícia daba un disimulado codazo a un manifestante, sin intención alguna de cargar, casi con el aburrimiento de aquellos que saben que eso no es ni una manifestación ni una protesta como díos manda, me ha venido el eco de la respuesta del cabo interino Dawson a la queja de su compañero.
Una de esas frases que están dentro de la ética y la estética del cine hollywoodiense para con sus nunca suficientemente ponderados soldados -¡uaaaa!-, pero que sirve perfectamente para ilustrar mis sentimientos ante el baldío y patético esfuerzo de los Nini por dejar de serlo: "Sí lo hemos hecho, Louden, sí lo hemos hecho. Nuestro deber era luchar por aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos. Nuestro deber era luchar por Willie". Y, en ese punto, Willie me ha sonado demasiado parecido a Nini.
Porque, aunque nos hartemos de gritar que la incapacidad de la Generación Níni para la lucha y la revindicación no tiene nada que ver con nosotros, la jurisdicción sobre esa situación estalla justo debajo de nuestras narices.
Su intento, nacido de su juventud y de su necesidad de hacer algo, está condenado al fracaso porque nosotros nos hemos asegurado de que así sea. Déjenme que lo repita, nosotros nos hemos asegurado de que así sea.
Les hemos dejado sin herramientas, sin armas y sin referentes para poder enfrentarse a nada,  para comportarse como un colectivo social, para actuar como una fuerza modificadora de la realidad. Y eso lo hemos conseguido nosotros.
Hemos sacrificado a nuestros hijos sobrinos, primos pequeños y jóvenes, en general, en el holocausto de la ofrenda a nuestro más adorado dios y su no menos adorada santisima trinidad: nosotros mismos y nuestro egoismo, nuestro egocentrismo y nuestra necesidad. >Yo, me mí, conmigo.
Nuestro deber era darles las herramientas para su lucha, para su protesta, para su revolución -si es que querían hacerla-. Ni siquiera teniamos que crearlas. Las habiamos heredado de otros muchos y ortras muchas que ya habían hecho ese esfuerzo y dejado brotar esa sangre por nosotros. Pero no lo hemos hecho.
Se las hemos ocultado tras la filosofía del individuo como centro, del ego en estado puro. Les hemos enseñado a ser Ninis porque les hemos demostrado con nuestro ejemplo -sean nuestros hijos o no, los hallamos parido o no, los hallamos engendrado o no- que lo único que importa es lo que queremos, lo que deseamos; que lo que resulta relevante es lo que necesitamos de otros, no lo que estamos dispuestos a darles; que lo que tiene que ser el objetivo de nuestras operaciones militares como seres humanos es lo que nos viene bien, no lo que es justo.
Hemos transformado en algo romo las armas para su lucha porque les hemos arrancado el filo al hacerles ver que lo que importan son sus derechos, sin que tengan que sangrar o sufrir cumpliendo sus deberes. Porque les hemos instalado, con nuestra forma de actuar, en la falsa creencia de que lo único que importa es lo que el Estado tiene que darnos y no lo que nosotros que devolverle al Estado por lo que nos da.
Somos los demiurgos de la Generación Nini porque nos hemos comportado como la María de la mítica canción de Mercedes Sosa. Hemos sido "de esa gente que ríe cuando debe llorar. Que no vive, que apenas aguanta". Y nuestros pigmaliones no saben lo qué hacer, no saben cómo luchar, no saben cómo vivir porque nosotros les hemos hecho ver que la supervivencia está por encima de la vida, que la neceasidad está por encima de la justicia. Que yo estoy por encima de todas las cosas.
Gabriel Albiac dijo de nosotros, de los que en los ochenta protagonizaban la movida, de los que somos antecedentes genéticos de los Nini, que somos los últimos habitantes de un mundo sin sentido. Fuimos y somos La Generación Sin Sentido.
Y nosotros no lo creímos.
Nosostros quisimos creerlo y actuamos como si no hubiera mañana por el simple hecho de que no lo hay para nosotros, como si no hubiera futuro por el plausible motivo de que nosotros no formaremos parte de él, como si no hubiera un próximo sol por la realidad eterna e incuestionable de que, tarde o temprano, amanecerá un día en el que el sol no nos llegue a nosotros como individuos.
Era nuestro deber enseñarles a luchar y les dimos playstations. Era nuestro deber prepararles para algo que sabiamos -o hubieramos sabido si nos hubieramos parado a pensarlo- que iba a llegar pero, como nosotros no ibamos a verlo, no nos importó. No nos pareció -y aún no nos parece- relevante.
Faltamos a nuestro deber, como hicieran el soldado Downey y el cabo interino Dawson, cuando decidimos hacer lo mismo que ellos hacen. Lo mismo que han aprendido a hacer de nosotros.
Puede que seamos más discretos y prefiramos un spa o un fin de semana entre monumentos y no el baño de un garito de moda o el almacén olvidado de un complejo universitario, pero buscamos la satisfacción de lo nuestro y no la de aquel o aquella al que le exigimos que nos complazca. Rechazamos el esfuerzo del amor para sustituirlo por la diletancia del placer.
Puede que seamos más inhibidos y utilicemos nuestras mesillas de noche, nuestros cuartos de baño o nuestros coches, pero hemos sustituido el camino de la responsabilidad y el sufrimiento necesario por el Prozac y el Lexatin, al igual que ellos lo han hecho en plazas públicas, aparcamientos y descampados por el botellón y el ron cola de hipermercado.
Puede que parezcamos otra cosa. Pero ellos saben que no lo somos. No saben que lo saben, pero lo saben y hacen lo mismo que nosotros.
Son dignos hijos de sus padres, de sus tíos, de los vecinos y amigos de sus padres y de sus tíos, de las amantes, nuevas parejas, ex esposas y segundas mujeres de sus padres y de sus tíos -y viceversa, claro está-.
Quisimos creer que eramos la última generación sobre la Tierra y la realidad de que no lo somos nos estalla ante los ojos. Y la piedra de que somos responsables por lo que hecemos y por lo que no hacemos de la Generación Nini golpea directamente sobre nuestros rostros maquillados, afeitados con cuidado desaliño, embadurnados de CH for him y for her y empados de cremas antiarrugas de día y lociones antibolsas de noche.
Y, pese a todo, pese a una generación entera de escapismo criminal, aún teníamos una oportunidad. Aún tuvimos el 9 de Septiembre.
Nuestro deber era luchar por ellos. Nuestro deber era luchar por aquellos a los que nosotros mismos habiamos colocado en condiciones que les impidían luchar por si mismos. Nuestro deber era responsabilizarnos de nuestra creación, de nuestro sorprendido descubrimiento de que no éramos el centro y el final del universo humano conocido.
Y ¿qué hicimos?
Nada. Absolutamente nada. Lo que hemos hecho siempre. Lo único que sabemos hacer. Rien de Rien. Nos vestimos de Edith Piaf.
Echamos cuentas y vimos que a nosotros la jubilación nos llegaba por los pelos y no fuimos a la huelga. Contamos con los dedos y nos dimos cuenta de que los 100 pavos que nos quitaban de la nómina nos impedían ir de puente y no fuímos a la huelga. Miramos a un lado y a otro y encontramos sindicatos informes y divididos y no fuimos a la huelga. Solicitamos nuestra vida laboral y comprobamos que nosotros no estábamos parados, ignorando que ellos, los Niní, no tenían oportunidad alguna de iniciar su vida laboral, y no fuimos a la huelga. Tiramos de calculadora para comprobar que nuestro sueldo nos daba para pagar la hipoteca y sobrevivir -siempre sobrevivir- y no quisimos reparar en el hecho de que ellos ni siquiera tendrían la oportunidad de endeudarse. Y no fuimos a la huelga.
Cuando era necesaria una huelga salvaje y continuada, sin pausa ni medida, con detenidos, con despedidos, con riesgo personal, nosotros consultamos nuestros manuales de excusas y nos quedamos en casa, limándonos las uñas o tratándonos la papada con encima Q10, echándole la culpa al transporte, a los piquetes o a una repentina enfermedad.
Cuando era necesario recordar Germinal y Los Miserables de Victor Hugo nosotros releimos a Flaubert y su Madame Bovary
Eludimos el riesgo eterno que supone luchar para que otros ganen, aunque nosotros no lo veamos, aunque nosotros no lo disfrutemos, aunque nosotros tengamos que renunciar a todas nuestras certezas para lograrles a ellos una mínima esperanza.
Eludimos la responsabilidad de arrojarles al dolor, al sufriente conocimiento de que la preparación no garantiza el éxito, ni siquiera garantiza la supervivencia, porque intentamos protegerlos de una realidad en la que el poder y la injusticia son factores relevantes, en la que lo más probable es que ocurra lo que siempre ha ocurrido, lo que siempre -salvo en gloriosas y efímeras excepciones- hemos permitido que ocurra.
Hoy, cuando escucho a los Ninis gritar sin convicción, manifestarse sin fiereza, considerar que el coche de un "trajeao" es más importante que su revindicación, siento pena por todos los que les hemos creado.
Hoy, somos todos ya los marines Dawson y Dawney, que han faltado a su deber por mor de una orden, un ascenso o una necesidad. Hoy somos todos, sin excepción alguna de soltería, no paternidad o renuncia a la maternidad, los creadores y los sepultureros de los Nini.
Hoy, por usar una metáfora de esas que gustan en estas endemoniadas líneas, hemos perdido el cielo por no negar lo que exigía el dios inexistente y hemos perdido el infierno por negar lo que necesitaba el hombre. Somos carne de purgatorio. Nadie nos reconoce como hijos suyos.
¿Y ellos? Ellos siguen siendo Ninis, pero son otro tipo de Ninis. Unos Ninis, por decirlo al modo hispánico, mucho más monárquicos.
Porque ya no son ninis porque ni estudien ni trabajen. Son ninis porque miran al horizonte en busca de su futuro y descubren que, como diría el ya mítico jefe de La Casa real, el viejo Sabino, ni está, ni se le espera.
Eso es lo les que hemos legado. Tendrían que estar orgullosos de nosotros.

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