Debe ser que me aburro con esto de las vacaciones estivales en espera de viajar a lugares donde la vida es otra cosa, se la juegan de otra manera y los recuerdos y las compañías te hacen percibirla de otra forma. Pero sea como fuere me ha dado por leer cuentos y me encontrado uno escrito ni más ni menos que por Juan Rosell.
¿Se acuerdan de Rosell, ese empresario que sustituyó al frente de los empresarios españoles a un actual reo de no se cuantos delitos empresariales? Pues bien, el chico, como ve que esto de la reforma laboral del Gobierno Popular no va bien, como ve que pese a que dejado a seis millones de personas sin empleo no le ha hecho ganar más dinero, pues pide otra vuerta de tuerca.
Pocas de las medidas que propone tienen desperdicio. Pero antes de entrar en honduras -no en Honduras, aunque nuestro mercado laboral se parece cada vez más al hondureño, con todos los respetos-. Hay que analizar los principios del documento, que en esto tan importantes son los principios como los finales.
Desde luego hay que estar de acuerdo. Ya nadie confía en que los empresarios españoles -gracias a sus principales representantes públicos- sean capaces de superar su condición de patronos novecentistas para constituirse en verdaderos empresarios.
Es lógico que el aumento de la confianza no llegue de un día para otro. Nadie va a creerse que de la noche a la mañana un colectivo que ha estafado de forma sistemática 80.000 millones de euros al fisco, albergando capitales en paraísos fiscales, deje de hacerlo; nadie va a olvidar en un abrir y cerrar de ojos que empresas en su día emblemáticas como Pescanova, Marsanz u otras muchas han caído en quiebras fraudulentas, amaño de balances, compraventas ilegales y un sinfín de delitos e irregularidades para que sus directivos se embolsaran inmensas cantidades de dinero, dejando a sus empresas a la cuarta pregunta y a sus empleados, acreedores y proveedores con una mano delante y otra detrás.
Y por supuesto nadie va a olvidar de repente que esos empresarios, que ahora reclaman confianza como si la desconfianza fuera culpa de otros, han protagonizado amaños con elementos corruptos de los gobiernos de todos los partidos. Han participado en concesiones nepotistas de servicios que nunca se llegaron a fiscalizar, han realizado ERES fraudulentos para repartirse los beneficios, han creado una burbuja que estalló mientras ellos escapaban con sus fortunas acumuladas, dejando viviendas a medio hacer, urbanizaciones sin construir y créditos bancarios sin pagar.
No puedo estar más de acuerdo con el señor Rosell en que, con ese panorama, resulta más que difícil recuperar la confianza. Sobre todo para aquellos pobres ilusos que alguna vez la tuvieron realmente.
Y no puedo por menos también que estar de acuerdo con los caminos indicados por el nuevo pero nada innovador presidente de la CEOE para conseguir esa mejora de la confianza.
Claro que hay que mejorar los fundamentos para demostrar que España ya no permite esas cosas. Esas reformas económicas significarán cambiar la legislación sobre delitos fiscales, sobre quiebras fraudulentas, sobre evasión de capitales, sobre alzamiento de bienes, etc, etc etc., para que se tenga que pagar lo que se adeuda o incluso hacer una dura ley que permita confiscar todo el dinero evadido. Así dejaremos claro que ya no se consiente.
Y tendremos que ser mucho más competitivos. Impidiendo que se declaren y desgraven como inversiones empresariales, pisos en el Barrio de Salamanca, Viajes a las Maldivas con un grupo de coristas -¿aun existen coristas, por cierto?, joyas de aniversario para la esposa o el marido, coches deportivos para los hijos o cualquier otra "inversión necesaria", mientras se sigue usando maquinaria digna de museo que origina accidentes laborales, se sigue sin invertir en seguridad laboral o se sigue sin trasformar los procesos productivos o sin pagar a los trabajadores la especialización y los conocimientos.
Y, claro, para atraer a esa competitividad internacional habrá que asegurar a las empresas que los políticos no van a conceder las contratas públicas a sus amigos y familiares, habrá que dejarles claro que si se les pilla en una de esas de regalos bajo cuerda, compensaciones en negro o dádivas bienintencionadas, se les prohibirá operar en nuestro país además de que sus directivos irán a la cárcel a hacer compañía al político sobornado.
Supongo que a eso se refiere el bueno de Rosell con sus reformas económicas y sociales para mejorar la confianza. Porque al fin y al cabo en quien no confiamos es en los empresarios y en sus formas de hacer las cosas, que son los que han originado este fiasco.
Y por eso también estoy de acuerdo con los caminos que ha elegido para presidente de la patronal que se niega a dejar de serlo para convertirse en empresarios de verdad como ejes fundamentales de esas reformas.
Muy razonable. Porque aumentar la productividad supone forzar -sí, forzar ¿acaso los empresarios tienen inmunidad ante la ley?- a la reinversión productiva, castigar fiscalmente a aquellos que no reinviertan sus beneficios en la mejora de su empresa, en el aumento de la productividad.
Porque aumentar la productividad de un sistema económico supone gravar por encima de las rentas del trabajo -las productivas- a las del capital, que son improductivas y meramente especulativas; supone controlar las sociedades de capital que hacen que solamente un 30 por ciento de los beneficios empresariales de este país surjan de producir algo y no solamente de mover capitales de un lugar a otro.
Porque la asignación de recursos humanos, financieros y tecnológicos a las actividades competitivas supone limitar hasta su desaparición la creación de empresas interpuestas que ejercen simplemente de testaferros, cortinas de humo y falsos proveedores de empresas que de esa manera consiguen eludir impuestos a través de actividades de intercambio de capital virtual que no generan ningún producto con el que se pueda competir en el mercado.
Porque la asignación de recursos financieros a la economía española supondrá asegurarse de que los beneficios empresariales contribuyen a crear consumo, compartiéndolos en su justa medida con los trabajadores que son los que más aportan a esos beneficios, hecha la amortización del capital invertido por el empresario.
Y por supuesto en colaboración con Europa. Para que la administración continental no acepte paraísos fiscales en los que nadie da cuenta del dinero que tiene, para no permita que se creen en países que tienen frontera con ella sociedades con un solo empleado que facturan sobre el papel miles de millones de de para no pagar impuestos en España Francia o Italia, para que no consientan que haya corporaciones que facturan sus ventas en España en una filial de un país de la UE como Irlanda, solamente porque ese país les da ventajas fiscales más allá de toda lógica.
Sin duda el presidente de la CEOE se refiere a esa competitividad, esa flexibilidad y esa optimización de sus recursos.
Porque sino es eso, solamente estará haciendo una vez más lo mismo. Vendernos el cuento de la la lechera según el cual los buenos y arriesgados empresarios necesitan no pagarnos nuestros sueldos y poder despedirnos cuando quieran para utilizar ese dinero en crear nuevos empleos que darán trabajo, generaran consumo y nos harán a todos felices aquí, en la tierra de Jauja.
Y ese ya nos lo han contado y es mentira.
Su constante incremento de beneficios en los últimos años, el continuo descenso de la inversión productiva y en I+D, el desplome del consumo y el paro galopante mientras no hacen más que sucederse los dineros escondidos y las quiebras fraudulentas dan constancia de ello.
Así que supongo que ese cuento no es el que nos está intentando contar.
Pero hay mas...
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