sábado, mayo 31, 2014

Podemos aterroriza al falso déspota Ilustrado

Hay ocasiones en las que uno no puede evitar recordar la mítica frase del personaje del descafeinado Episodio I de Star Wars como resumen de la actividad humana: Nada es más fuerte que el miedo.
Y resulta que en estos días, tras el fiasco electoral de algunos y el ascenso vertiginoso de la ilusión en las urnas de otros, el miedo empieza aflorar a la piel de esos que se hacen llamar políticos y que en realidad solamente se esfuerzan en ser poderosos.
Y como llega el miedo, llega el ataque como herramienta defensiva. Y como llega el ataque y se han acostumbrado a no hacerlo de frente, como no roban de frente, como no tiran de nepotismo de frente, como engañan de frente -vamos, como no hacen ninguna cosa de frente- pues se buscan un escudo para lanzar ese ataque.
Y el nuevo hoplos, el parapeto elegido para lanzar esos ataques tiene un nombre, una sola palabra que se repite como un mantra contra Pablo Iglesias y Podemos: populismo.
Pues bien, hablemos de populismo.
¿Qué se supone que es el populismo?, ¿en qué consiste ese nuevo enemigo que nos acecha tras la coleta de Iglesias y las camisetas verdes por la Educación de sus eurodiputadas?, ¿cual es esa hidra multicéfala contra la que clama desde sus canas el otrora estadista y ahora autoreconocido miembro de la casta?
La primera sorpresa nos llega del hecho de que tal definición no existe en el diccionario -en la wikipedia sí, allí existe de todo- así que tenemos que tirar de manual de ciencias políticas -aquí ya estoy catalogado por la mayoría del arco político español. Soy un friki de Podemos- para saber algo.
Se supone que el populismo se basa en dos cosas. 
Primero en prometer medidas populares que no necesariamente son eficaces.
Y entonces las preguntas se me vuelven respuestas aunque sigan pareciendo preguntas.
Entonces ¿es populismo utilizar como lucha contra el terrorismo la obligación de izar la bandera española todos los días en los ayuntamientos de Euskadi?, ¿es populismo prometer 10 millones de puestos de trabajo y luego no crearlos?, ¿es populismo prometer bajar los impuestos y luego aumentarlos?, ¿es populismo crear un subsidio agrario que esquilma las arcas públicas pero no soluciona los problemas endémicos de nuestra agricultura?, ¿es populismo agarrarse a los fondos estructurales de la UE como a un clavo ardiendo para mantener actividades económicas que no son rentables?
Las preguntas contienen en si mismas la misma respuesta para todas. Son la quintaesencia de la pregunta retórica.
Como se antoja algo muy parecido al populismo -en este aspecto concreto- entonar y reiterar, pese a todo dato y estadística, el famoso "España va bien", hacer bandera de leyes que solo cubren a colectivos concretos -aunque sean necesarias- mientras se ignora y hasta se niega la existencia de una crisis económica, tirar de política de Marca España, de selección de fútbol campeona de no se qué y no sé cuantos y de tenista escultural y de drive demoledor para vender un país como bueno.
Y todo eso no lo ha hecho Pablo Iglesias, No lo ha hecho Podemos. Lo han hecho los que ahora salen a la palestra, aupados en una suerte de miedo repentino a clamar contra el populismo. Hayan gobernado o no.
Porque las hay que, desde sus partidos minotarios, acusan de populismo después de haber destilado una ideología que solamente buscaba tomar los votos de unos y de otros y aglutinar la supuesta progresía con el falso españolismo para hacerse un lugar en el arco parlamentario, de la mano de actores diputados y demás.
O sea que cuando ellos, partidos serios según dicen, políticos profesionales según se creen, hacen populismo, prometen medidas populares, no son populistas, pero cuando otros lo hacen sí.
Vaya, lo de siempre. El vicio típico de nuestra sociedad. Para mi vale lo que para otros no vale. Yo puedo hacer aquello que niego a los demás el derecho a hacer.
Pero la cosa no para ahí. La otra vertiente del populismo es el intervencionismo estatal para lograr una supuesta mejora social.
Y aquí ya se les ponen los pelos como escarpias porque eso es tabú, según parece. Hablan de frikis, desastre, voluntad dictatorial, etc, etc, etc.
Claro, como el Estado español no ha intervenido para salvar a la banca de una ruina que solamente ellos se habían buscado, como no ha acudido corriendo como alma que lleva el diablo a una primera comunión a Panamá o Argentina para salvar intereses privados; como nuestro país no es el más castigado por Europa -con cualquier gobierno- por intervenir en los precios de los carburantes, en el mercado de las telecomunicaciones, en los precios de la energía, como no ha cambiado las leyes a toda prisa para evitar el procesamiento de unos cuantos dictadores asiáticos. Como no han hecho nada de todo eso no se les puede llamar intervencionistas ni populistas.
No son populistas porque no han modificado todas las reglas del juego en la Educación para beneficiar a un sector concreto, no son populistas porque no han hecho que el Estado defina una educación para la ciudadanía -los unos y los otros- que solamente sirve a sus intereses ideológicos. No son populistas porque no han viciado los órganos judiciales- el tercer poder del Estado, que debería ser absolutamente independiente- para que les declaren constitucionales leyes que saben que no lo son, no han usado el Estado y lo público de parapeto para sus negocios y sus tejemanejes.
Y entonces es cuando llega la pregunta definitiva.
Si ellos, esos que ahora claman, se mesan los cabellos y se rasgan las vestiduras, rezando a su dios o llorando a sus próceres para que el populismo no nos invada, prometen medidas populares para ganar votos y si ellos utilizan el Estado cuando les viene en gana para intervenir en asuntos en los que, según sus propias ideologías, no deberían intervenir ¿qué diferencia hay con ese populismo que se nos viene encima y que será un desastre?
Pues muy simple y sencilla.
La diferencia es que supone el fin de un modo de gobierno que técnicamente acabó en el siglo XVIII pero que esos políticos creen que aún tienen derecho a ejercer: El despotismo ilustrado -lo de ilustrado es matizable-.
Es el fin de eso de "nosotros sabemos lo que os conviene aunque a vosotros os parezca mal", del "nos hemos visto obligados a tomar medidas impopulares por el bien de todos", del "todo es para el pueblo, pero sin el pueblo -¡Uy no, que eso de Carlos III-, todo para el ciudadano pero sin el ciudadano, todo para el español pero sin el español" en sus versiones progresista y conservadora.
Pero sobre todo la diferencia estriba en que las medidas y la intervención estatal están diseñadas en beneficio de todos no solamente de los que las diseñan, de sus votantes, de los que piensan de su misma manera y de sus parejas de baile económicas. 
Y claro, si el Estado interviene en beneficio de todos ya no puede intervenir en beneficio de unos pocos.
 Que al parecer eso no es populismo.

domingo, mayo 25, 2014

Francisco, nosotros y hacer el trabajo a los jerarcas.

Mientras todos estamos lo poco pendientes que nos importa estar de unas elecciones que pueden no servir para nada o cambiarlo todo, depende como todo y como siempre de lo dispuestos que estemos a arriesgarnos, he decidido hablar sobre otra cosa.
Votaré, que para algo sangraron y murieron mi derecho varias generaciones precedentes, pero hoy voy a escribir de Francisco que ahora, tras recorrer las tierras de Al Urdum, la Jordania del millón de refugiados de otras partes, aterriza en Belén. Esa ciudad bendita y maldita por la guerra y la muerte.
Hay personas, hay gentes que perecen venidas de otro mundo. Hay voces que parecen que hablan otra lengua y Francisco es una de esas personas,es una de esas voces.
Se calza la sotana y se cuadra ante el mundo para dejar al descubierto, sin la fatua cobertura del silencio, el secreto, los pactos intramuros y los confesionarios, a esos locos que hacen de los niños y niñas sus víctimas. Y lo hace con la sencillez con la que suelen decirse en bares y tabernas cosas que ya se saben, cosas que siempre se han sabido pero que casi nunca se dicen en voz alta.
"No importa que sea un pecado, importa que es un crimen". Y se queda tan ancho. Como el que hubiera dicho una verdad conocida por todos. Al final es que sencillamente es eso lo que ha hecho.
No le importa dejar a la intemperie legal y criminal a todos aquellos protegidos por otros, desde el papa viajero hasta el gran inquisidor, porque él no lo ha hecho, porque sabe que su dios, su ética y su mente no lo aprueban y porque no está bien hecho.
No le importa dar un paso diagonal hacia un lado como un buen central de River o de Bocca -no hiramos susceptibilidades futboleras- y dejar a todo el aparato vaticano en un fuera de juego tan obvio y evidente que sus rostros comienzan a hacer juego con sus rojos capelos.
Y lo hace con todo. Como quien en la cosa nada tiene que perder porque nada ha ganado con ello.
Manda callar a nuestra curia patria y les exige que se ocupen de los niños y familias que mueren en el desesperado silencio de la miseria que muchos malos gobiernos uno detrás de otro han provocado y que el egoísmo social ha hecho estallar y dejen lo que hay debajo del ombligo a cada cual.
"Ya sabemos lo que opina la iglesia sobre el matrimonio homosexual y el aborto. Hay cosas más importantes de las que hablar" 
Los prelados españoles se quedan con el aire cogido en la garganta, a mitad de su penúltimo exabrupto moral, sin nada que decir al respecto.
Descubre las finanzas vaticanas y entra, látigo en mano, en el nido de mercaderes y serpientes -¡Uy perdonen!, el buffet de a 2.000 euros el cubierto- de las canonizaciones con la furia del quien lo considera no solo un exceso innecesario sino un maldito insulto personal.
Acude a Lampredussa a escupirle a la sociedad italiana su desprecio por decirse católica y permitir que hombres, mujeres y niños mueran cuando están a escasos centímetros de su ayuda y sus costas.
Luego sigue besando niños, repartiendo bendiciones y sonrisas y bautizando hijos de divorciados y la corte de falsos santos y jerarcas que le siguen cada vez se encuentra más incomoda en su compañía porque cada vez les recuerda más a alguien que ellos dicen que hizo más o menos lo mismo hace ya mucho tiempo. Y no es que ese tipo le tuviera mucho cariño a ningún sacerdote.
Y ahora se va a Tierra Santa no para reclamarla para su dios en santa cruzada. Viaja para hacer apartar la mirada con vergüenza a cristianos, musulmanes, judíos y todo el que se pone por delante recordándoles que están parando el futuro de la tierra que dicen defender empeñados en una guerra interminable que nadie puede ganar y que solamente da alas a los fanáticos y radicales de uno y otro bando. Y que ninguno de los tres nombres de su dios que utilizan dijo nunca que quería eso.
“Las raíces del mal están en el odio y en la codicia por el dinero. Esto nos debe hacer pensar. La paz no se puede comprar. No se vende”.
Para colmo de males de escribas y fariseos -¡Uy, perdón otra vez, que se van los términos evangélicos al teclado! Quise decir de obispos y prelados- hace lo que nadie ha hecho desde aquello del ojo de la aguja. 
Clama contra el dinero.No llora la pobreza, denosta la acumulación especulativa de riqueza.
Clama contra el poder. No reza por los oprimidos, señala y acusa a los opresores.
Clama contra la desigualdad. No sufre por los explotados, rabia por los explotadores.
"El actual sistema económico nos está llevando a la tragedia, nos está robando la dignidad”.
Eso ya no deja fuera de juego a la curia, los prelados y toda la jerarquía católica. Es que la expulsa directamente del partido. Y comienzan a mirarse entre ellos y a hablar bajito como si hubieran puesto en el sitial de Pedro al anticristo.
Hace siglos, quizás milenios, que los cristianos del mundo no reaccionan, no hacen caso e ignoran olímpicamente aquello que el papa les dice, les escribe o les grita. Siguen haciendo con sus fortunas, sus negocios y sus entrepiernas lo que les da la gana y luego se van a misa.
Pero ahora Francisco -y a este sí le llamo por su nombre porque está ejerciendo de lo que dice ser- no les deja. 
Casi parece que le importa un comino con quien se acuesten o no y que sí le preocupa lo que hacen con aquello que la buena sociedad católica española -y de otros muchos sitios- cree que nada tiene que ver con su dios: el poder y el dinero.
Las mesnadas del  Opus, reclutadas a golpe de cilicio y talonario, comienzan a removerse intranquilas, los legionarios entonan un tardío e insulso mea culpa por los excesos aberrantes de su fundador en un intento de acallar a la fiera que les grita desde Roma y Kiko, el falso iluminado del fanatismo neocatecumenal, se revuelve en su mansión romana esperando una audiencia que no llega.
Y encima sin mentar a dios a todas horas. No es porque dios lo diga en tal versículo y capítulo, en tal encíclica promulgada Ex catreda hace un puñado de siglos o en tal epístola apostólica. Es porque es justo. Punto.
Y claro los cristianos, los pocos que quedan entre la hueste inmensa de los que dicen serlo y no lo son y de los que dicen no serlo y lo son por pura tradición, dan palmas con las orejas, se sonríen de lado y miran a su cielo con un gesto de "ya era hora, jefe. Ya era hora".
¿Y nosotros qué hacemos? Todos los que no creemos que haya un dios o los que consideramos que su existencia no es tema de debate porque es absolutamente irrelevante, ¿qué hacemos?
En España, el idiota, como siempre. 
Nuestra izquierda falsamente laica y rabiosamente anticlerical sigue a lo suyo. 
Sigue estampando el ariete de su queja y su protesta contra las reforzadas e insonorizadas puertas de las catedrales y los palacios episcopales; siguen con una estrategia que no les ha llevado nunca ha nada, siguen buscando un objetivo imposible desde fuera: que la iglesia española, apegada al dinero y el poder, cambie y modifique sus prácticas arteras.
Su anticlericalismo les hace rebuscar en las hemerotecas y sacar una frase que Francisco dijo hace no se sabe cuantos lustros sobre la homosexualidad o le achaca que está en contra del aborto, obviando el hecho incuestionable de que tiene todo el derecho del mundo a estarlo. Seguimos con una estrategia que ya no sirve, que les hace el trabajo a los jerarcas.
Se intenta desacreditar la cabeza para esparcir descrédito sobre todos los demás olvidando el hecho de que las jerarquías ya están desacreditadas por todo lo que hacen y han hecho y Francisco no. Ignorando la circunstancia de que, hoy por hoy, Francisco y las jerarquías no son la misma cosa.
En lugar de utilizarle a él y a su impulso para desacreditar a los que dicen seguirle, de usar sus palabras que son tan parecidas a las nuestras, de atacar a las jerarquías bajo la linea de flotación de su supuesta obediencia debida por no hacer lo que él les exige, nosotros les hacemos el trabajo.
En cierto modo es lógico cuando uno se enfrenta a lo que desconoce por odio o por desidia ocurren estas cosas.
Bien haríamos en aplicarnos esa evolución en el tiempo que tanto demandamos con criterio y justicia a la iglesia romana y todos sus satélites -y a todas las religiones en general- porque deberíamos tener en cuenta que Francisco nos hace mucha falta y nosotros deberíamos saber que no creer en un dios no implica no apoyar a las gentes que hacen las cosas bien aunque crean en él.
Como las guardias bárbaras de los césares, los cosacos de los zares, las escoltas vikingas de los reyes egéos y los guardias numidios de Cartágo, puede que seamos los únicos que puedan proteger a Francisco en su intento de hacer la religión tolerable para las sociedades de aquellos que dicen que le deben obediente vasallaje.
Quizás sea Francisco la mejor herramienta de la que disponemos para lograr que la religión -al menos una, que con otras lo tenemos bastante más difícil- sea algo entre el ser humano y su mente y no pretenda impregnar las sociedades.
Que me temo que entre las huestes bíblicas que inundan el mundo desde el dios de la zarza el periodo de cadencia entre los nacimientos de alguien que entiende la religión de esta manera es bastante elevado: uno cada dos mil y pico años.
Y uno ya está mayor.

viernes, mayo 23, 2014

El Carpe Diem según el efímero William Salas

Nos hemos confundido en muchas cosas. Eso salta a la vista con solamente mirar alrededor de nuestra economía, nuestra sociedad y nuestras propias existencias personales y personalizadas. Pero uno de los principales errores que podemos achacarnos es haber interpretado mal la escolástica. Dicho así de repente, sin anestesia ni nada, parece un desvarío filosófico pero cuando se ve la imagen de Justin Timberlake en el post ya todo se antoja como algo incomprensible, como una de esas efímeras y cogidas por los pelos relaciones que suelen asomarse a estas líneas endemoniadas.
Seguro que lo es, pero ese hombre que ustedes ven ahí -como diría la cirrótica diva de la copla Rocío Jurado- no es Justin Timberlake -gritos de adolescentes fanáticas incluidos- es Will, concretamente William Salas, papel protagonista de una película de esas raras que dan para mucho.
Y ¿qué tiene que ver el tal William Salas con la escolástica? Pues muy sencillo. Aparte de ese rapado de estilo monástico postapocalíptico que me luce el chaval, William Salas es un muchachito que, por arte de la magia de los complicados guiones de ciencia ficción, vive al día.
Pero no lo hace porque sea millonario, porque no quiera involucrarse en los tumultuosos mares de la realidad. Lo hace porque no le queda más que un día. Porque cada vez que se despierta solamente tiene un día de existencia. Tiene un día y lo mejor o lo peor, según como se mire, es que él lo sabe. Así de sencillo.
Y eso es, amiguitos, lo que le permite entroncar directamente con el bueno del lírico Horacio y sus odas y todos los monjes que desarrollaron los conceptos escolásticos. Porque mister Salas, Will para los amigos, está arrojado, por azar y por necesidad, al siempre nombrado y nunca bien entendido Carpe Diem.
Esa actitud es lo que le hace radicalmente distinto de nosotros. Y eso es lo que hace completamente distinta su vida de todas nuestras tarjetas de dedicatoria, recomendaciones de revista y camisetas compradas en un mercadillo. Y tuits, sobre todo tuits.
Porque en ese día, ese día que la vida le obliga a vivir como llegue, él aplica el Carpe Diem de forma absoluta, no de esa forma hedonista, individualista y egoísta que hemos dado nosotros a la antigua expresión latina.
Si el día viene de trabajar lo aprovecha y trabaja, si el día de viene de irse de copas lo aprovecha y se va de copas. Y hasta ahí no parece distinto de nosotros, no parece que no haga lo mismo que nosotros hacemos una y mil veces repetidas.
Pero Will Salas no tiene opción. No la tiene y no la quiere. Su Carpe Diem es puro y directo. Sabe que no sirve de nada convertir cada uno de sus últimos días -que son todos- en una suerte de elusiones, de escapismos absurdos, de secretos y mentiras, de ocultaciones fingidas entre risas forzadas, borracheras inducidas a toda prisa y polvos buscados con más aceleración si cabe que los episodios etílicos. Vienen bien de vez de en cuando, ni Salas lo niega, pero no son suficientes.
Lo sabe porque no puede hacerlo, porque vivir el día es vivir el día que te toca vivir y aprovecharlo. No intentar convertir todos los días que te restan en una eterna fiesta de fin de curso apocalíptico para el mundo.
Y en eso sí se diferencia radicalmente de nosotros y se acerca a lo que Fray tal y Fray cual pensaban en su escolástica filosofía sobre el Carpe Diem. Incluso si el día viene de regalar tiempo pues se regala aunque no me queden apenas unos segundos para acabar la jornada.
En lugar de recitar a todo correr en el mejor de los casos un Carpe Diem de salir del paso o enviarlo por sms, tuit o actualización de Facebook y seguir a lo nuestro -que no están las cosas ni los egoísmos para regalar nada. Ni siquiera tiempo- el tipo, con todo lo mal que canta, se dedica a hacer lo que tiene que hacer. Aunque eso funcione en contra propia.
Porque el Carpe Diem es tomar el día tal y como llega, contemplarlo desde la posibilidad de que sea el único que queda -en el caso del bueno del señor Salas, la certeza es casi absoluta- y hacer lo que toque, aunque lo que nos toque no sea lo que queríamos que nos tocara, aunque no sea justo -como si la vida hubiera evolucionado desde el barro primigenio para ser justa-. Sencillamente, lo que nos toque.
Y Salas, con su rapadillo monacal al viento y al sol, se despierta y, si el día está de sufrir, pues se sufre, porque el sufrimiento también es parte de la vida. No lo ahoga en alcoholes que destilan tanta elusión como desidia, no lo inunda de barbitúricos, ansiolíticos y antidepresivos para dejarlo pasar cuando sabemos que no será el Carpe Diem de la juerga, la risa y de la felicidad.
Y créanme que aceptar el sufrimiento cuando este supone ver a morir a escasos centímetros de ti a la maravillosa e inefable 13 de House por un quítame allá unos segundos de más o de menos es mucho sufrir. Aunque haga el papel de tu madre.
Pero digresiones testosterónicas al margen. William Salas es el ejemplo de lo que no somos, de ese aprovechamiento absoluto del día sin renunciar a él. De esa vida que tenemos que vivir y que no queremos vivir porque nos resulta pesada, onerosa o simplemente porque creemos que no estamos preparados para ella.
Si el día de William Salas amanece de correr, él aprovecha todo lo que puede y se pone a correr porque eso es lo que toca y si está de disfrutar y de desparramar pues también. Pero no se intenta que todo último día sea un día en el que haya buen rollito y en el que nadie nos eche nada en cara y en el que el egoísmo sea la bandera que se tremole en el fin de los tiempos.
Nosotros, los occidentales atlánticos que hemos decidido que para nosotros todo vale, hemos vaciado de responsabilidad el Carpe Diem, convirtiéndolo en una suerte de justificación continua para nuestra despreocupación, nuestra falta de compromiso con todo y con todos y nuestra continua obsesión por percibirlo todo como una extensión de nuestras necesidades.
Así que, señores y señoras, si vuelven a oír o a querer utilizar la expresión Carpe Diem no se acuerden de sus copas alocadas, de sus fiestas de última hora, de sus amores sin compromiso recién conseguidos ni de sus polvos de fin de semana.
Acuérdense de William Salas -y si se tercia de su madre-.
Y si hay que llorar lloren, y si hay que reír, rían y si hay que tomar, que dirían los argentinos, tomen y si hay que coger, en el mismo modismo, cojan. Y si hay que sufrir tomen aire, hinquen la rodilla y sufran. 
Porque como diría el personaje de Intime -así se llama la película- "el día da para mucho, aunque sea el último"
Ah, y si tienen que luchar, luchen. Que están por llegar algunos Carpe Diem de esos. Yo diría que bastantes.



viernes, mayo 16, 2014

Triana, un 2,275 y el juego de las mil preguntas

Parece que la cosa sigue, se desgrana, comienza a aclararse.
Parece que la locura de la asesina solo lo es porque su injustificada frustración la llevó a planear la muerte de Isabel Carrasco; parece que la locura de la madre solo lo es porque la llevó a disparar para matar y rematar a la presidenta del PP leonés en mitad de la calle.
Y parece que todo lo demás es política. Política de esa novecentista de caciques y clientes que estilan las principales formaciones partidarias de este país cuando están en los gobiernos. Al menos de forma mayoritaria, que toda generalización es injusta.
Aquellos que intentan presentar a la asesina como una loca -que lo es. Hay que estar fuera de tu razón para pensar que matar a alguien soluciona algo- se aferran como un clavo ardiendo al suspenso de Montserrat Triana en las oposiciones para gritar a los cuatro vientos que se trata de una venganza injustificada contra Isabel Carrasco. Que ella no asumió la justicia de la decisión de esa oposición.
Y de repente la realidad les pega un bofetón en el rostro.
Cierto es que la nota del primer examen no llego a 3, bueno apenas superó el 2 -2,275 sobre 10, concretamente- Y hasta ahí no hay nada que objetar.
Nada que salvo de 33 candidatos solamente uno superó el primer corte ¿de verdad que en toda Castilla León no hay ingeniero o ingeniera que pueda sacar más de un cinco en una test de conocimientos específicos?, ¿podemos creer que el nivel es tan bajo que solamente uno -que casualmente también es afiliado del PP- es el único?
Podemos enrocarnos y decir que sí. Pero claro estaremos haciendo un acto de fe, no un análisis de la realidad.
Y más si se tiene en cuenta que dos años antes Triana había entrado en esa plaza que no existía antes siendo considerada como "la candidata con mayor puntuación".
¿Sufrió la instigadora del asesinato de Isabel Carrasco un proceso degenerativo que en 24 meses la hizo olvidar todos sus conocimientos?, ¿no había tenido nunca esos conocimientos pero Isabel Carrasco -firmante del decreto para su contratación- decidió ignorarlo y falsear el dato por algún motivo?, ¿como es posible que pase de ser la mejor puntuada a tener un 2,275?
Nadie lo sabe porque, mientras Triana se enfrentaba a la que hasta entonces había sido su señora feudal reclamando ver los dos exámenes -el suyo y el del ganador- quien había logrado la plaza pide inmediatamente una excedencia y se marcha para nunca más volver, como en una telenovela venezolana. La lógica impone que si se ha hecho una oposición para una plaza es porque esta es necesaria.
Pero la lógica hace tiempo que abandonó esta historia. Probablemente dejó de estar presente al comienzo del todo cuando Isabel Carrasco puso sus ojos y su ala protectora sobre Triana solamente -según cuentan aquellos que viven en León y las conocen a ambas- porque era hija de un antiguo amor. 
Pero en realidad eso ni siquiera es relevante.
La plaza se amortiza cuando lo lógico hubiera sido que la ocupara el segundo -ah, que no había segundo porque solo había superado el primer examen una persona de 33- o que volviera a la persona que era la interina hasta que volvieran a convocarse las oposiciones -ah, que esa persona era Triana, la que había sufrido un ataque de amnesia cognitiva y había pasado de ser la mejor puntuada a una nota de 2,275-. Así que la plaza se amortiza.
Todo el gasto de una oposición para nada. Los procesos lógicos de cubrir una plaza dinamitados por loa aires. Pero habrá alguien que seguramente le encuentre una explicación plausible que nada tenga que ver con la política tal y como se hace en España.
Y luego llega el rocambole definitivo. La que ha sacado una nota mínima para una plaza es la que termina elaborando como autónoma externa los informes que, según parecía antes, ya no eran necesarios y por lo que no importaba amortizar la plaza.
¿Ha experimentado Castilla León una eclosión digital que haya hecho replantearse su decisión a Isabel Carrasco?, ¿han descubierto los expertos que con unos conocimientos de 2,275 es suficiente para elaborar proyectos de TDT?
No se sabe. Nadie lo sabe o, para ser más exactos, solo Triana y Carrasco lo saben.
Y de pronto ese puesto de concejala al que no llegó al principio de su carrera política esta vacante. Tiene que ser ocupado por Triana porque es la siguiente en las listas. Eso lo marca la ley, no hay vuelta de hoja. Pero el PP de Astorga decide no cubrirlo.
¿Alguien puede decirme de una formación política que renuncie en este país a un cargo político porque quedan tres meses para las elecciones? ¿Alguien puede poner un ejemplo de una formación que renuncie a la posibilidad aunque sea lejana y en coalición de ganar una votación en cualquier ámbito?
Se puede responder pero de nuevo será un acto o de fe o de demagogia, no una respuesta basada en la realidad.
Y más si se tiene en cuenta que en las siguientes elecciones Montserrat Triana no figura en las listas del PP de Astorga
¿Es porque no ha ejercido de concejala?, ¿es porque se ha enfrentado por su plaza a Isabel Carrasco?, ¿es por que se tiene previsto que ocupe otro puesto?, ¿Es porque el PP se ha olvidado repentinamente de su existencia?
Y ya puestos a hacer preguntas 
¿Por qué Isabel Carrasco, a la que se le han llegado a contabilizar doce sueldos distintos, firma un decreto exigiendo a Triana y solo a Triana la devolución del plus de exclusividad? ¿es por una política general del Partido Popular?, ¿es porque de repente le ha dado por ahorrar y empieza por Triana?
Y cuando pierde el juicio porque los tribunales lo consideran prescrito ¿por que firma otro decreto volviendo a reclamar dinero de Triana?, ¿por qué se empecina en la vía judicial?, ¿tan importantes son 6.000 euros para la Diputación Provincial de León?
Y aquí es donde los que defienden que esto es solo una locura, que no tiene nada que ver con la política que es solamente "inquina personal" ven el cielo abierto y afirman que fue por perder ese juicio -ante la justa sentencia del tribunal- cuando Triana enloqueció y echó la culpa, sin razón ninguna a Isabel Carrasco.
Pero el hecho es que no se sostiene porque resulta que la asesina se estaba ganando las lentejas con el Parlamento de Navarra si ya tiene un contrato de servicios en vigor ¿por qué desesperarse y enloquecer por la falta de recursos económicos? ¿porque matar a Carrasco por ese motivo si la vista por esa reclamación no está prevista hasta julio?
Y ahora comienza el juego.
Que alguien intente responder a todas estas preguntas sin recurrir al clientelismo político, al vasallaje partidario ni al feudalismo novecentista que marca la actividad de los principales partidos políticos españoles. Suerte
¡Ah y otra para terminar! ¿por qué todo el mundo se empeña en recurrir al apellido materno de Triana cuando habla de ella?
Pero eso ya lo sabemos, ¿no?
Y de nuevo para que conste. Nada de esto justifica que alguien decida descerrajar cinco tiros a otra persona, sea política o no. Buscar explicaciones no es buscar excusas.

Wert, Las NNEE y la laxitud y el rigor de la norma

Mientras nuestra sociedad y nuestra prensa se hacía cruces sobre el "inexplicable" crimen que acabó con la vida de una política leonesa y que ha terminado siendo de todo menos inexplicable, nuestro Gobierno, que se ha llenado la boca durante tres días de decir y repetir que no hay que banalizar el sufrimiento, que todas las vidas son iguales y demás lugares comunes que todos sabemos que ni se creen, ni esperan que nos creamos, ha seguido a lo suyo.
A acrecentar el sufrimiento de los que menos recursos tienen en aras de algo que no es más que su obsesión, su obtusa y pretenciosa manera de ver el futuro. Y esta vez le ha tocado a los autistas.
Centenares de familias han visto como desde las oficinas del ministerio que preside el proceloso José Ignacio Wert han salido cartas denegándoles las becas para la terapia extra que precisan estos niños enfermos para poder integrarse en el mundo que les rodea con unas garantías mínimas de existencia normalizada.
Y así, de un plumazo, echan por tierra toda su demagogia funeraria sobre que "toda vida es importante", sobre que "no se debe banalizar la existencia humana" porque ellos, los inquilinos de Moncloa y del Ministerio de Educación toman como nada la existencia de estos niños y sus necesidades, la vida de sus padres y familiares y su esfuerzo y su sufrimiento, las necesidades de cohesión y solidaridad de toda una sociedad.
Porque no hay nada que haga más banal la existencia humana que medirla por su coste monetario.
En otro de esos ejemplos de maltusianismo social que les caracteriza y que tiene como principal abanderado al ministro Wert vuelven a considerar que el gasto en los autistas no es necesario, es prescindible. Y como Leónidas y los espartanos arrojan por las laderas del monte a sus vástagos no perfectos para librarse de ellos. 
Porque consideran que no merece la pena gastar dinero en alguien que es posible que nunca llegue a estar en condiciones de ser las máquinas de producir sin pensar que ellos quieren que sea todo español para su beneficio y el de toda su clientela.
Y poco les importa que el nivel intelectual entre los autistas tienda a ser extremadamente elevado, nada les importa que la pérdida de esas becas suponga un retroceso evolutivo, les estanque, les impida salir de una enfermedad que les hace muy difícil relacionarse con su entorno y sus semejantes.
Desde Murcia a Alcalá de Henares, desde Baleares a Cantabria, desde Andalucía a esa Castilla León donde han estado todo este tiempo diciendo que no hay que "hacer de menos el sufrimiento humano", deniegan las becas de 20.000 euros para las terapias especiales mientras consienten que la consejera de educación valenciana -que parece querer iniciar el camino hacia Génova- gaste lo que no está escrito -bueno sí está escrito, pro lo oculta- en subvencionar colegios religiosos, en ceder terrenos y edificios a universidades privadas -también católicas, claro-.
Les niegan el pan y la sal a aquellos que más lo necesitan mientras consienten que Lucía Figar, consejera de Educación de la Comunidad de Madrid, se conceda a sí misma una beca de ayuda el sueldo combinado de ella y su esposo es uno de esos de seis cifras que rara vez se ven en las nóminas de los españoles.
Y la excusa que dan para denegarlas es de traca. Sería divertida si no fuera trágica, sería esperpéntica si no fuese dantesca. Afirman que ya están tratados en sus colegios.
Colegios en los que un solo logopeda tiene que atender cuatro aulas con ocho niños con necesidades especiales, colegios en los que el mismo profesor especial debe tratar a la vez con autistas, alumnos con síndrome de Down, con parálisis cerebral o con déficit de atención pese a las diferencias mas que evidentes que suponen cada una de las afecciones y su tratamiento y evolución.
Pero al ínclito ministro y a toda la corte genovesa que busca dinero para cuadrar unas cuentas públicas que ellos mismos han descuadrado en las comunidades autónomas en las que gobernaban nada de eso les importa.
Dicen que lo único que han hecho es ponerse más "estrictos" con el cumplimiento de los requisitos exigidos y hasta podría ser elogiable tal actitud.
Si también hubieran abandonado su laxitud a la hora de conceder becas de comedor hasta el punto de que han dejado colar una concedida por una consejera de educación a sí misma, si también hubieran abandonada su laxitud a la hora de pasar por alto la indolencia criminal con la que algunos directores de centros de enseñanza han tratado la pedofilia de alguno de sus profesores, si también hubieran recuperado la rigidez a la hora de exigir a los centros religiosos concertados que no cobren dinero alguno -disfrazado de lo que esté disfrazado- a las familias de sus alumnos cuando el Estado les subvenciona.
En todo eso permanecen laxos, relajados, dejando que el dinero circule a espuertas y siga saliendo de las cajas públicas para acabar en las privadas. En eso parece que no hay que ponerse estricto.
Hay familias que se han endeudado hasta las cejas pidiendo préstamos para adelantar -como todos los años- los gastos en espera de recibir la beca y ahora no pueden afrontar los pagos. No solo dejan a la intemperie a los autistas, sino que abocan a la miseria a sus familias.
Porque es obvio que en una sociedad moderna, solidaria y equilibrada hay que ser comprensivos con los gastos multimillonarios de las empresas que construyen carreteras privadas inviables y hay que compensarles por su fracaso empresarial, es evidente que para que un país sea justo y se preocupe por sus ciudadanos hay que gastar miles de millones de euros en el rescate de una burbuja inmobiliaria, financiera y bancaria que ha estallado por la furia especulativa de quienes se beneficiaron de ella.
Pero dar 20.000 a las familias para que puedan afrontar con unas mínimas garantías el esfuerzo y las dificultades que supone que uno de sus miembros tenga necesidades educativas especiales no, eso no debe hacerse. Eso no es justo, no es liberal, no es procedente.
Así que la próxima vez que, enlutados hasta las cejas, repitan que todo asesinato es execrable alguien debería recordarles al oído que no pueden decirlo, que es mejor que se callen.
Porque Wert, su ministerio y su absurdo maltusianismo social están matando las esperanzas de futuro y de integración de autistas y otros niños con necesidades educativas especiales.
Eso es casi peor que dispararles a bocajarro. Es matarles en vida. Y que un gobierno haga eso sí que es "inexplicable".

jueves, mayo 15, 2014

Montserrat Triana o el asesinato clientelar

Durante dos días nos hemos tenido que tragar el rito y el mito de que la política no tiene nada que ver con la muerte de Isabel Carrasco, de que "son cosas personales".
Y ahora parece que algunos y algunas empiezan a despertar de su letargo y recuerdan lo que son, recuerdan lo que nunca debieron dejar de ser. Recuerdan que son periodistas, no cantores de panegíricos que deben respetar la memoria impoluta de un difunto más allá de la comisión de un crimen.
Y de pronto, después de ocultarlo hasta el ridículo en las informaciones y matizarlo hasta el absurdo en los editoriales, hacen lo que tienen que hacer: informan de las circunstancias que rodean a la muerte de Isabel Carrasco.
Para ello no hace falta mucho, solo hace falta reconocer la existencia de un motivo, de una forma de actuar y de hacer política que es la causante de todo: el clientelismo feudal que impregna hasta el último resquicio de la política de las grandes formaciones españolas.
Empecemos por el principio.
Montserrat Triana, afiliada del PP, comienza su carrera política pública como candidata en las listas municipales de Astorga. Sabemos como se hacen las listas electorales en el Partido Popular y el PSOE. Luchas de poder, equilibrios de fuerzas, favores debidos, recompensas otorgadas: Clientelismo. Quizás clientelismo asumible y asumido, pero clientelismo al fin y a la postre.
Fallan los cálculos -o quizás no para Isabel Carrasco- y no obtiene una concejalía por los pelos. Pero el clientelismo funciona de nuevo en una fase ya no asumible por nadie salvo por las actrices del mismo: 
Recomendada -no se sabe si por Carrasco o por otro miembro destacado del partido- es contratada como interina en la Diputación Provincial.
¿Si hubiera entrado por oposiciones hubiera habido problema?, no; ¿si hubiera sido contratada sin recomendación, solamente por su currículo, sin tener en cuenta su militancia, su presencia en las listas electorales y su fallido acceso a una concejalía, hubiera habido problema? no. 
Pero no es así. Y no pasa nada porque el clientelismo todavía beneficia a ambas partes del acuerdo feudal de vasallaje.
La cosa sigue y se complica. Da igual que Triana no quisiera firmar un informe que le imponía su dueña y señora -a esas alturas, Isabel Carrasco ya se había convertido en su señora feudal- o que la presidenta del PP local quisiera colocar a alguien a quien debía más o que era más afecto a ella y la obedecería sin rechistar -como parece que hizo. El substituto de Triana también fue "recomendado"-.
Y aquí es cuando el clientelismo tuerce las cosas.
La señora feudal ya no está conforme con su vasalla y decide que no ocupe su puesto como concejal de Astorga, aunque ha quedado una vacante, clientelismo de nuevo. Pero aún la considera su vasalla y consiente que sea contratada como autónoma para realizar informes externos pagados con dinero público sobre lo mismo que supuestamente no sabía hacer cuando estaba contratada -porque uno asume que se despide a la gente porque no sabe hacer su trabajo cuando no hay ni puede haber quiebra económica de por medio-. Clientelismo, sobre clientelismo.
Y por eso la cosa sigue. La inquina crece pero, como sigo comiendo y subsistiendo gracias a mi señora feudal, me aguanto.
Y al final, la dueña del castillo deja de cumplir su parte del juramento vasallático y la deja sin recursos, sometida a juicio y sin forma alguna para afrontar en soledad una situación en la que la había colocado su clientelismo existencial y el nepotismo político de su dueña y señora.
Conclusión: lo que todos ya sabemos.
Culpable: Montserrat Triana -aunque la autora material de los disparos sea la madre. Eso es mera estrategia criminal-, Cómplices: Isabel Carrasco y todo el aparato político de uno y otro signo que pretende que esa es la forma correcta de hacer política en nuestro país.
Cualquiera de ellas dos podría haberse comportado de otra manera. Podría haber puesto freno a esa cadena continua de clientelismo vasallático y feudal en cualquier momento. Pero ninguna de ellas lo hizo.
Para empezar, Triana nunca debería haber puesto sus esperanzas de trabajo y sustento en ser cliente política de nadie; para continuar, Isabel Carrasco jamás debería haber aceptado que ser del partido, de la cuerda, de la tendencia o afecta en cualquier otro sentido es sinónimo de tener derecho a un puesto de trabajo y un sueldo.
Para empezar, Isabel Carrasco no tendría que haber buscado alguien afecto sino competente para un puesto solamente porque así sabía que iba a hacer todo lo que ella quisiera; para continuar, Triana no debería haber aceptado hacerlo y debería haberlo denunciado si así se lo intentaban imponer.
Para empezar, la sierva no debería haber pensado que tenía derecho a que su señora la protegiera de todo mal; para concluir, la dueña no debería haber creído nunca que tenía derecho de horca y cuchillo sobre vidas y haciendas de aquellos a los que consideraba sus siervos y aparceros.
Y ¿qué origina todo eso? Solo una palabra. No es la locura de una mujer, ni el desajuste emocional. Es el clientelismo.
Así que todos los afectos a este gobierno o cualquier otro que ahora visten de negro y gritan "asesina" a la salida de Montserrat Triana de la comisaría -¿este gobierno no decía que hacer esas cosas era anticonstitucional y había que evitarlo, por cierto?- deberían llevar sus ropas luctuosas y sus gritos al cementerio en el que yace Isabel Carrasco y repetirlos.
Porque Montserrat Triana es culpable de matar a sangre fría a alguien que no merecía morir -tal vez sí ir a la cárcel, pero no morir-. Pero Isabel Carrasco es culpable de asesinar la política española con su forma de utilizar el vasallaje y el clientelismo para mantenerse en el poder y medrar con sus cargos.
Aunque conviene repetir que eso no está penado con la muerte.
A Isabel Carrasco la mató la madre de Montserrat Triana, instigada por esta, y son cómplices del asesinato la propia víctima y todos los políticos de este país que tiran de nepotismo, relaciones feudales y clientelismo para ejercer la política.
Y ni todos los panegíricos y los eufemismos, la demagogia y las historias preparadas del mundo nos van a hacer apartar la vista de ese punto.
Estos son los hechos del caso. Y son irrefutables.

Isabel Carrasco y el móvil del rencor solitario

Hay gentes que, aprisionadas en los complejos de superioridad que desarrollan para compensar sus miedos y carencias, son capaces de creer que saben más que nadie, que pueden dirigir a los demás al lugar al que quieren llevarles sin que estos se enteren, sin que perciban la dimensión de sus maquinaciones y sus intentos de manipulación. Y sobre todo sin que estos reaccionen ante ellos.
Sabíamos que nuestros políticos casi de todo signo y condición se encontraban entre esos seres y barruntábamos que la prensa política de este país iba a hacer lo mismo tarde o temprano. Pues bien, ya lo ha hecho. 
Y como parece ser que en estos dos días todo tiene que ver con Isabel Carrasco y su asesinato a tiros en las calles de León, lo han hecho en precisamente en ese caso.
La prensa española, toda la prensa española, tira de manual y editorial y en dos días da por zanjado el asunto del asesinato de Isabel Carrasco. Pero no de manual periodístico, no de Curso General de Redacción Periodística, tira de manual de contra información, de agitación y propaganda, y da por concluido el tema.
Como todo el mundo busca un móvil en este asesinato furioso y con ensañamiento y como investigar sobre el móvil puede ser contraproducente para los intereses de aquellos a los que sirven que, obviamente, hace años que dejaron de ser la información y los ciudadanos para ser uno de los dos partidos políticos mayoritarios, nos dan un móvil.
"El rencor, la inquina personal". La asesina de Isabel Carrasco la mató por eso. Se acabaron las especulaciones. Punto final.
Y pretenden ser superiores en inteligencia y conocimiento que todos los demás, como creen que no percibiremos que nos llevan a una emboscada disfrazada de certeza, respiran tranquilos porque creen que no nos daremos cuenta de algo que es tan evidente como la rotación planetaria:
Casi todo el que mata lo hace por rencor o por inquina personal.
La mala bestia que mata a su pareja a golpes lo hace por rencor, pero luego decimos que ese rencor se origina en el hecho de que le va a abandonar para ser libre; el loco furioso de un dios mal entendido mata por rencor e inquina personal contra aquellos que no cumplen los preceptos que su locura ha inventado para el mundo; el terrorista de la bomba lapa y el tiro en la nuca mata por rencor e inquina personal contra todos aquellos que no comparten su visión sesgada y totalitaria del mundo, la mujer celosa que clava un cuchillo a su marido por la espalda lo hace por inquina personal porque este se va a divorciar o se mete en la cama de otra. 
El rencor y la inquina personal, o sea el odio, es el principal móvil presente en todas las formas de asesinato. Junto con el dinero, claro está.
Pero curiosamente las investigaciones policiales y periodísticas no suelen quedarse en ese punto, en es móvil genérico y casi universal. Tienden a preocuparse de ahondar en los motivos que han generado, con razón o sin ella -casi siempre sin ella, que pocos o ningún motivo razonable hay para matar a alguien-, ese rencor, esa "inquina personal".
Nos hemos tenido que tragar reportajes completos que hablan de por qué Bin Laden odiaba a Occidente, nos hemos desayunado día tras día con descripciones y perfiles psicológicos de Carcaño en los que nos contaban o especulaban con el motivo que le llevó a odiar a Marta del Castillo o del padre de los niños de Córdoba en el que nos explicaban porque odiaba a su esposa. 
Sin ir más lejos hace apenas una semana muchos de esos medios de comunicación han participado en una campaña que solicita el indulto para una mujer que quemó vivo a un individuo por rencor. Un rencor motivado por el hecho, nada desdeñable, de que este había violado a su hija.
Pero con Isabel Carrasco no. 
Soraya Sáenz de Santamaría dice que "es una venganza personal" y nadie le pregunta ¿y de que se estaba vengando?; el presidente del congreso dice que "fue un asesinato por motivos personales" y nadie le pone el micro o la grabadora en la boca para que responda a la pregunta ¿qué motivos personales?
Y luego nos dan un móvil del crimen para que nos callemos, para que no protestemos o indaguemos más: el rencor, la inquina personal. 
Y es tan vago e insustancial que sirve para toda muerte violenta desde Caín y Abel hasta la guerra de Vietnam, desde el asesinato de Cayo Julio César hasta las purgas estalinistas, desde los Infantes de Lara hasta el pogromo nazi.
Hitler mataba por rencor pero todos sabemos que ese rencor se basaba en el racismo, Stalin mataba por inquina personal, pero todos conocemos que lo hacía por ideología y luchas de poder, Torquemada mataba por rencor y era la religión fanática la que lo producía como lo origina hoy en los furiosos yihadistas.
Pero seguimos sin saber y parece que nadie va a investigar el motivo del rencor y la inquina personal que destilaba y aún destila la asesina de Isabel Carrasco contra su víctima.
Porque en realidad no nos han dado un móvil, nos han dado una pieza de contra información bellamente decorada, nos han dado una píldora endulzada y azucarada en la esperanza de que la ingiramos y sigamos a lo nuestro. 
Nos han dado un placebo. Nos han dado la teoría del loco solitario.
Un móvil tan rápido y un ejecutor tan solitario como Lee Harvey Oswald, como el asesino de Martín Luther King, como Mehmet Ali Agca, como el asesino de Calvo Sotelo, como Ramón Mercader, como el asesino de Olof Palme, como Yigar Amir... Como todos aquellos que han matado a políticos y personajes con poder solos y guiados exclusivamente por su rencor e "inquina personal".
Y luego se extienden en explicar cómo se planifico, en describir el lugar en el que se llevó a cabo, en recrearlo para que nuestra atención se fije en otras cosas.
Pero, a estas alturas, todos somos ya el general X de la mítica película de Oliver Stone y arqueamos una ceja bajo nuestro sombrero stetson para decir: "el cómo, el dónde y el cuando son solo montajes para el público, cortinas de humo que impiden hacer la gran pregunta: por qué".
¿Por qué odiaba a Isabel Carrasco su asesina?, si era por el despido ¿por qué esperó tres años y no disparó a su jefe directo que es, con toda probabilidad, quien lo recomendó?, si fue por perder el juicio ¿por qué siguió a la presidenta del PP leonés y no esperó a la salida del juzgado al juez que había sellado y firmado la sentencia de su ruina?
¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?
Y para quien no lo tenga claro, nada de esto justifica a las mujeres que descerrajaron cinco tiros a quemarropa a Isabel Carrasco. Que conste y queda dicho con todas las letras: Isabel Carrasco no merecía morir.
Pero el consumo se ha desplomado en España y no están las economías para despilfarrar dignidad e inteligencia en comprar cosas que no sirven, sobre todo historias preparadas.
No se está buscando exonerar a nadie, ni siquiera se están buscando atenuantes. Estamos buscando cómplices.

miércoles, mayo 14, 2014

Ocho apellidos femeninos

Pues parece que lo han hecho una vez más. El próximo 22 de julio entra en vigor la norma por la cual se puede elegir el orden de los apellidos, anteponiendo el de la madre al del padre si así se quiere.
No me hace falta ni escribir de nuevo sobre ello. Esto nos viene de 2010, de una de esas ideas gloriosas e incultas del emporio paritario que antepone la ideología a la historia, la reflexión y la lógica.
Y hasta aquí lo nuevo. Todo lo posterior es de 2010. Y salvo la reelección de Obama, tiemblo al darme cuenta de que poco o nada ha cambiado.
Con ustedes Ocho apellidos femeninos.


Barack Obama se desestructura a sí mismo y se pone a pensar en su reelección en lugar de en su país -algo normal en Estados Unidos y sus presidentes, con o sin Tea Party de por medio; Los franceses y sus sindicatos siguen elevando el nivel  de su acción sindical a limites de resistencia y salvajismo que no se conocían desde los tiempos de Emile Zola; los iraquíes siguen matándose y muriéndose por un quítame allá ese dios medieval  -sea cristiano, chiita o sunita- de enfrente de la cara... y así en una sucesión inacabable de asuntos reiterados y continuos que nos llevan a la eterna anticipación de un desastre que amenaza con hacerse inevitable, no porque lo sea, sino porque no tenemos la voluntad de evitarlo.
Y nosotros, ¿qué hacemos? Nosotros hablamos de apellidos.
Aún sin ministerio de Igualdad, aún sin ministra de chaneles y diccionarios sexistas, nosotros seguimos con el burro atado a la misma noria, dando vueltas sobre el mismo surco y pretendiendo hacer de lo banal una sustancialidad que se antoja, ya no sólo ridícula, sino cargante. Y ahora le toca el turno al apellido paterno.
Las hay que dicen que es un vestigio del patriarcado -las mismas que ocultan datos sobre la prostitución masculina, las mismas que eliminan el móvil del delito en los crímenes contra mujeres- y el Gobierno las escucha y decide que ahora el apellido paterno es el nuevo caballo de batalla de la lucha por la igualdad.
Porque es sexista que, en caso de conflicto, se prime el apellido paterno y por eso es mejor que, en caso de conflicto, se recurra al orden alfabético, para que, en caso de conflicto, los restos machistas del patriarcado imperante no se reproduzcan.
Y entre tanto razonamiento se olvidan de hacerse dos preguntas ¿qué lógica tiene que haya un conflicto por el orden de los apellidos?, ¿por qué es importante fomentar ese conflicto, hacer ver que se puede producir?
La lógica impone que un individuo - y no diré una individua, me niego- pueda elegir el orden de sus apellidos cuando la mayoría de edad le abra la puerta de esa elección, como se la abre del cambio de nombre o del cambio de sexo. Más allá de eso, toda discusión es versallesca.
Ahora resulta que los apellidos paternos son un resto de la sociedad patriarcal. Y el razonamiento es aparentemente estable en lo histórico, medianamente comprensible en lo social y ligeramente asumible en lo político -sobre todo si se reconoce que hace tiempo que se hace política con una inexistente guerra de los sexos-. Pero se queda corto, muy corto.
Por primera vez desde que las descendientes del feminismo historicista y clasista estadounidense arribaran a las costas de nuestras asociaciones de mujeres y colectivos de féminas, se quedan cortas.
Porque, si la prevalencia de los apellidos paternos es un resto del patriarcado innombrable e inasumible como vestigio histórico, entonces tenemos que ir más allá.
El debate sobre la libre elección del orden de los apellidos -o incluso la prevalencia forzosa del apellido de la madre, que también se les puede ocurrir con eso de la discriminación positiva- es una discusión tan inútil y banal como discutir sobre qué pieza interpreta la orquesta del Titanic mientras se hunde.
Porque cualquiera que sepa un mínimo de historia, un poco de sociología y tenga una sola pizca de capacidad de razonamiento lógico tiene que darse cuenta de que, hoy por hoy, todos los apellidos son paternos.
Llevamos siglos -e incluso milenios- nombrando así a las personas, organizando de esa manera las referencias genealógicas basadas en los apellidos para la identificación de las personas y de los linajes.
En las sociedades arcaicas esa elección no se tomó por el hecho de que fueran hombres o de que fuera más importante el linaje masculino, sino por el simple motivo de que todo el mundo estaba presente en la gestación -y hasta en el parto- de los hijos y tenía claro quien era su madre y no se podía decir lo mismo del padre, si no era por su apellido.
Pero más allá de todo eso, si ponemos delante el apellido de la madre no estamos eliminando vestigio patriarcal alguno. Porque estamos cambiando un apellido paterno por otro. Lo único que hacemos es saltarnos una generación.
Por si las hijas de Catharine A. Mackinnon no se han dado cuenta, después de un milenio de matrimonios y alumbramientos, todo primer apellido de una mujer es el de su padre. Así que también es patriarcal. El niño pasa de llevar el apellido de su padre en primer lugar a llevar el de su abuelo. El patriarcado se retroalimenta a sí mismo.
Todo apellido que se lleve, en el puesto que se lleve, es el apellido que en alguna generación, hizo referencia directa a la filiación paterna de la persona que lo lucía.Y eso no pueden cambiarlo. Todo primer apellido es el apellido del padre. Lo porte una mujer o un hombre.
Así que se han quedado cortas. Deberían haber exigido -en aras de la igualdad genealógica- la eliminación de todos los apellidos españoles acabados en "ez". Los Rodríguez, Fernández, Miguélez, Estébanez no significan otra cosa que "hijo de Rodrigo", "hijo de Fernando", etc. Así que fuera del registro Civil por patriarcales.
Y exijamos que no haya nombres de varón y de mujer. Yo tengo un amigo al que le pegaría tremendamente llamarse Casandra y una amiga a la que le vendría estupendamente poder llamarse Borja. La imposición de un sexo para el nombre también es patriarcal. Fuera con ella.
Pero no hacen eso. No piden eso ¿por qué?, ¿no eliminarían esas normas los insoportables restos del patriarcado que actúan como pesadas rémoras en el camino hacia la igualdad?
No lo hacen porque eso no generaría lo que realmente quieren. Eso no provocaría conflicto.
Hay tantas mujeres que se apellidan Fernández como hombres, hay tantas mujeres que considerarían raro que una mujer se llamara Julián como hombres. Así que todos estarían de acuerdo. No habría conflicto.
Pero si vendes que lo que tienes que hacer para luchar por la igualdad es defender tu apellido -aunque sea tan patriarcal como el de tu pareja- por encima del suyo, entonces el conflicto está asegurado.
Entonces volvemos a entrar en la deseada guerra de los sexos en la que el hombre es el enemigo y la mujer es la víctima social por antonomasia. Entonces podemos resucitar a Mackinnon.Y eso responde a la segunda pregunta ¿por qué necesitan ese conflicto?. Porque si no hay conflicto su visión apriorística del mundo no les vale, no les funciona. Así que hay que generar un conflicto.
Y el Gobierno, presa de unos complejos en este asunto que resultan incomprensibles, entra en ese juego.
Igual que anteriores gobiernos cambiaron una ley, abrieron un debate social y montaron un espectáculo para facilitar el aborto libre a las menores cuando sólo suponen un seis por ciento de las mujeres que abortan; igual que han invertido millones, han realizado campañas imposibles, han manipulado cifras y han burlado el espíritu y la letra de La Constitución, para hacer grande un problema que afecta -trágicamente, eso sí- a menos de uno por ciento de la población femenina española.
Ahora nadie se pelea por el apellido, pero el Gobierno les muestra con su repentina idea sobre la prevalencia patriarcal del apellido paterno un nuevo campo de batalla, ¿por qué? Pues porque las feministas de este país -por lo menos aquellas que pretenden ejercer de altavoz del feminismo en los pasillos del poder- necesitan un conflicto, porque han bebido de la fuente del feminismo clasista estadounidense y no del feminismo igualitario francés.
Por que necesitan un enemigo y necesitan que ese enemigo sea masculino. Porque en el caso contrario tendrían que reflexionar en lugar de oponerse, tendrían que pensar en lugar de protestar. Tendrian que crear en lugar de destruir. 

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