El economicismo gubernamental, esa suerte de moderna de numerología que lo basa todo en las cifras y no en las personas, en los números y no en las realidades que reflejan, ha vuelto a hacer una de las suyas. O, para ser más exactos, la corte moncloíta y genovesa que utiliza ese economicismo como gas lacrimógeno y cortina de humo para ocultar otras cosas ha vuelto a hacer de las suyas.
En España -en lo que queda de ella- hay dos millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan. Esas cifras bordean lo insostenible, rayan en lo incomprensible más si se tiene en cuenta que ahora resulta que se es joven hasta los treinta años, no como antes que a los 23 ya te arrojaban a la madurez adulta sin red, anestesia ni paracaídas.
Como hay que bajar esa cifra, como nos queda mal el número en las tablas de EuroStat, nuestros egregios gobernantes, con Fatima Bañez, la ministra de la rogativa a la Virgen del Rocio en pos del pleno empleo, se ponen a arreglarlo.
Y se les ocurre lo de siempre. Nada nuevo bajo el sol. Pagar a los empresarios para que contraten a jóvenes que ni estudian ni trabajan a razón de 1.800 euros por cabeza.
Los de la libre empresa, los del mercado laboral competitivo, los del exabrupto neocon cuando les viene bien tiran de la medida más proteccionista que se recuerda desde que las tropas de Su Graciosa Majestad pusieran el pie en Hong Kong.
En principio parece que, pese a la incoherencia formal y material con su supuesta ideología, la cosa es natural, es lógica, está justificada. Lo parece hasta que te das cuenta de que no, de que hay cosas que chirrían, que hay circunstancias que en realidad ocultan otras necesidades que van más allá de la mera exigencia economicista de rebajar los números de jóvenes sin estudios ni empleo que hay en este país.
La subvención al empresario se le dará si les hace un contrato fijo -sí, sí, un contrato fijo. Ese concepto que desconoce una generación completa y que la anterior ya apenas si recuerda- pero podrá romper el compromiso a los seis meses.
La primera en la frente.
O sea, que en realidad le estamos dando al empresario de recibir de forma prácticamente ilimitada subvenciones por cada trabajadores que contrate porque a los seis meses romperá el compromiso contractual, contratará a otro joven sin trabajo ni estudios y recibirá otros 1.800 euros y así en un ciclo que no tendrá fin y que conseguirá que siempre haya un joven sin estudios trabajando pero que no dará un futuro a ninguno de ellos en concreto.
Nunca antes el viejo dicho fue más real, más evidente, más ridículamente visible para todos. Nunca fue más cierto que quien hizo la ley hizo la trampa.
Y la trampa es tan evidente que te dan ganas de dar un salto mortal con pirueta y tirabuzón para no quedar atrapado en ella. Lo que se crea en realidad es un sistema de rotación laboral precaria en la que los jóvenes sin preparación irán saltando de un empleo a otro en una situación de continua e insuperable precariedad, sin posibilidad de establecerse en ningún trabajo ni de progresar en ellos porque su permanencia por más de seis meses en cualquier puesto de trabajo supondrá a cualquier empresario la pérdida de los 1.800 euros de subvención que el Gobierno le dará si le despide y contrata a otra persona que se encuentre en su misma situación.
De modo que Fatima Bañez no lo que pone en marcha no es un sistema para lograr sacar de la falta de expectativas de futuro laboral a dos millones de jóvenes españoles, lo que pone en marcha en realidad en un engranaje que los arroja a un futuro de precariedad laboral constante y de rotaciones laborales continuas y constante en beneficio de los rendimientos empresariales.
Y encima paga a los empresarios para que la ayuden a lograrlo.
Pero ahí no queda la cosa cuando de repente una pregunta asalta tus embotados procesos de razonamiento de lunes por la mañana.
¿Por qué a los jóvenes que no estudian ni trabajan?
Puede parecer que es lo más urgente, que es lo que más atención precisa, Pero el primer café de la semana te despeja el velo de los razonamientos proyectivos y te das cuenta de que no.
Wert y Gomendio, Rajoy y Rosell y todos los voceros mediáticos de Moncloa y Génova se han repetido hasta la afonía en gritar que hace falta recuperar la cultura del esfuerzo, del compromiso y la superación personal.
¿Y ahora la primera medida de apoyo a los jóvenes en el mercado laboral repercute directamente en un supuesto beneficio sobre los que no estudian ni trabajan, sobre aquellos que no son el ejemplo y epítome de esos aparentemente deseados valores universales?, ¿por que no empezar por favorecer la contratación real - no ese sistema de becarios propio de algodonal a orillas del Mississippi que se han sacado de la manga- de jóvenes que están estudiando?, ¿por qué no subvencionar la contratación fija de jóvenes licenciados?
Y no se puede responder a esas preguntas, no se puede entender porque no se empieza la recuperación de nuestra juventud, de la siguiente generación, de nuestro futuro, por aquellos que están demostrando que sí quieren prepararse, que sí quieren mejorar, que si piensan en construirse un futuro pese al campo de minas en el que Wert y sus adláteres han convertido la enseñanza universitaria.
Bueno, en realidad, sí se puede. Pero la respuesta te riega la sangre en las venas.
La única respuesta plausible es que esos jóvenes no les interesan. No quieren profesionales preparados, licenciados competentes o diplomados preparados. No los quieren porque esos no les servirán para su sistema de rotación laboral en la eterna precariedad que ellos han diseñado para nuestro futuro y el de sus beneficios.
Porque esos podrían reclamar un sueldo de acuerdo con su preparación, una remuneración acorde con su valía, una estabilidad laboral justificada por los beneficios que originan en la empresa en la que trabajan.
Y eso no. Eso no es bueno. Eso no sirve para su economicismo numerológico y el diseño de la sociedad con la que sueñan. Esos que emigren, que se vayan a otra parte donde la inteligencia, la preparación y el rendimiento si sean valorados y remunerados.
En España no hay sitio para ellos. Solo pueden vivir los que obtienen beneficios y todos sus esclavos.
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