Instalar a la gente en la confusión de términos y significados es algo tan viejo como el ejercicio del poder, como las teorías políticas. Y parece que nuestro Presidente del Gobierno, el ínclito Mariano Rajoy ha decidido sacar lustre a esos viejos haceres políticos para reactivar una vez más la cortina de humo tras la que se esconde hace meses su gobierno: la traída y llevada consulta catalana sobre su soberanía nacional y la forma en la que quieren organizarla y expresarla..
Acuciado por la situación en Escocia que se le viene encima por comparación, agobiado por la demostración baldía del catalanismo en la Diada, Mariano se descuelga con una frase que parece decir una cosa pero en realidad dice otra completamente distinta.
"Los referendos como los de Escocia o Cataluña provocan pobreza y recesión" y apuntilla con un titular que seguramente habrán hecho brillar las mentes pensantes del marketing de Génova, 13: "Es un torpedo para la Unión Europea (una consulta sobre soberanía)".
Y el bueno de Mariano lo deja ahí, vuelve a sus recortes, sus constantes genuflexiones a los organismos económicos del capitalismo liberal europeo y se queda tan "pichi".
Y los que están en contra de la supuesta, temida y profetizada en vano secesión de Catalunya asienten creyendo que entienden lo que Rajoy ha dicho, pero no lo comprenden.
Ningún Referéndum, comicios, plebiscito votación, consulta popular, emisión de sufragios o cualquiera de los nombres que se le quiera poner según su rango y condición a la expresión secreta de la voluntad de un pueblo, genera pobreza o recesión.
Y para ser justos tampoco genera riqueza o crecimiento. Tan solo generan democracia y libertad.
Rajoy, su corte genovesa, el nacionalismo español, los globalizadores económicos o los que abogan por la santa unidad del territorio nacional pueden y tienen derecho a pensar que la segregación en estados pequeños del viejo continente traerá pobreza y recesión, pero bajo ningún concepto pueden identificar el ejercicio de un derecho democrático que debería estar garantizado con un perjuicio económico.
Porque, expresado como lo ha dicho, Mariano Rajoy está diciendo que la libertad democrática trae pobreza, está afirmando que la expresión de la voluntad popular provoca recesión.
Está manteniendo que todos -no solo los catalanes, los vascos o los escoceses- hemos de subsumir nuestra libertad de decisión, ganada con la sangre, el esfuerzo de generaciones a las que les debemos la obligación de mantenerla, a los intereses de un sistema económico que está muerto y comienza a pudrirse por la incapacidad de todos sus gestores políticos para redefinirlo o crear algo nuevo.
Y así no, señor Rajoy, así no.
Si Europa se siente torpedeada por que determinados territorios quieran mantener o recuperar su identidad nacional -cosa que, por cierto, hacen constantemente los estados miembros-, entonces quizás el problema esté en Europa.
Quizás no se esté construyendo como se debe construir, no se esté intentando elevar sobre los pilares adecuados. Quizás no esa la Europa que el mundo y la humanidad necesita.
En un error muy clásico del Partido Popular. Rajoy confunde el fondo con la forma, el continente con el contenido, la parte por el todo.
Como hizo con independentismo y terrorismo en Euskadi, con protestas ciudadanas y violencia en todo el país, con respeto a la libertad religiosa y laicismo, llega a la conclusión que le evita todos los problemas, que mete a todos en el mismo saco, que la facilita su discurso populista -para que luego acuse a otros-.
Si los terroristas son independentistas, el independentismo es lo que hay que combatir, si los violentos participan en las protestas, hay que impedir las protestas, si los que piden el referéndum son catalanistas hay que evitar la consulta popular.
Porque en su mente que siempre bordea el totalitarismo más rancio por la derecha -que los hay que no pueden evitar bordearlo por la izquierda, que conste-, quien evita la tentación evita el pecado. Muy conservador, muy de derechas, muy totalitario.
En lugar de hacer y pensar lo que todo demócrata debería hacer y pensar.
Consultemos al pueblo lo que quiere e intentemos convencerlo de que lo justo y necesario es lo que nosotros defendemos. Hagamos la consulta y una buena campaña para que el resultado nos sea favorable.
Lo que se hizo en Canadá, en los países balcánicos, en Timor. Lo que está haciendo Cameron en El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Lo que hasta un central de un equipo de fútbol en horas bajas ve con mucha más claridad que el individuo que dirige nuestro destino político y social.
¡Hagamos la consulta y acabemos con esto, joder!
Pero claro, quizás si ocurre eso el Gobierno pierda una de las más densas paredes de humo tras las que ahora tiene la posibilidad de seguir escondido.
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