viernes, junio 05, 2009

Obama tira de externocleidomastoideo para cambiar el mundo

Hay veces que lo importante de los discursos es lo que se dice y otras en que lo que realmente trasciende es a quien se le dice.
Un discurso no cambia un mundo, no sirve para que las situaciones se modifiquen o los hechos se consumen. Un discurso no es un acto, no es un hecho, es sólamente una intención -y a veces ni eso-. Pero en muchas ocasiones hasta las intenciones hacen falta.
Y si alguien ha hecho necesarios los discursos, ese ha sido Barak Obama, ese presidente esperanzado que, de vez en cuando, sacude los cimientos de lo que se considera inamobible con algunas de sus palabras y sus actos. Se diría que, despues de ejercer de anti cesar y llegar al poder imperial recordando a los suyos que el imperio no es el mundo, no podía hacer nada más que llamara la atención, pero lo ha hecho.
Se ha plantado en El Cairo y ha soltado una de las suyas, una de esas que hasta quedan bien cuando les pone música Bruce Springteen y rostro Scarlet Johansson -como si algo a lo que le pone rostro la Johansson pudiera quedar mal-. Pero esta vez no ha mirado de frente a nadie. Se ha instalado en la torticolis.
Obama ha decidido hacer algo que pocas veces se ve en los discursos. Le ha dicho lo mismo a todo el mundo. Y a todos los ha mirado de frente.
Ha girado el cuello hacia América -su América, no la del resto del mundo- y le ha dicho que no está en guerra con el Islam, que da igual lo que digan el complejo militar industrial, los halcones republicanos o los generales retirados, que él es el comandante supremo del ejercito del imperio y dice que el imperio no está en guerra. Punto pelota.
Se ha girado al islam y le ha dicho que sus hijas son tan grandes o tan pequeñas, en definitva tan importantes, como sus hijos y que el radicalismo no es el islam y es su problema. No es nada nuevo, pero lo ha dicho mirando a los ojos del mundo árabe.
Ha vuelto el cuello en un giro deseado hacia Israel y ha lanzado su voz por encima del vergonzoso muro para que los josues guerreros del sionismo escuchen alto y claro que Palestina existe, que ha de ser un Estado y que lo que ellos piensen no tiene para él la más mínima importancia.
Y luego ha vuelto a dar un giro de cuello y ha mirado a los furiosos islamistas que controlan Gaza con su puño de sangre y de hierro, para decirles que el pueblo israelí, no sus gobernantes, no sus ejércitos o sus tanques, tiene derecho a que le dejen de sacudir con su absurda Yihad y su dictadura religiosa del miedo y el terror.
Obama no se ha limitado a mirar de frente a la audiencia televisiva -como todo político que se precie sabe que debe hacerse- y se ha salido de plano. Ha girado el cuello una y mil veces, no hacía quien quería escucharle, sino hacia quien estaba en la obligación de hacerle caso.
Se ha vuelto hacia los papas de Ratisbona y los caciques vallisoletanos con delirios de grandeza en Las Azores que definen al islám por los genizaros y exigen disculpas por las supuestas dominaciones ibéricas musulmanas y les ha recordado ese califato cordobés donde judíos y cristianos se refugiaban de la Inquisición.
Desafiando de nuevo la tortícolis y la contractura en el externocleidomastoideo, se ha girado para mirar a aquellos que -desde donde quieran que estén, si es que aún están en algún sitio- clamán por la restitución de Al Andalus como imperio islámico, para recordarles que los Abderramanes vivian con cristianos y judíos en los vergeles andalusís mucho antes de que ellos inventaran sus furiosas yihads que hunden rascacielos.
Se ha vuelto a Europa para decir que basta de imponer libertades si alguien no las quiere, que los liberalismos y los progresos han de convencer y no vencer, que los chadores y las chilabas son cultura y no oprobio o dominio o nada que su mente occidental imagine.
Quizás es que su delgado cuello sea algo más flexible que el del resto del mundo y se pueda girar hacia todos en un sólo discurso o quizás es que al verse a si mismo, hijo de musulman, cristiano practicante, líder occidental, negro y habitante indonesio durante mucho tiempo, le resulta sencillo ver a los demás con mirarse a si mismo.
La cuestión es que ahora, después de este discurso que no ha cambiado nada, pero que ha dicho lo que debe cambiarse, les toca a muchos entonar el famoso Yes, we can y demostrarse a si mismos y al mundo que si no hacen lo correcto es porque están sordos o simplemente porque no quieren escuchar.
Como este chico siga así vamos a tener que habilitarle una suite en los infiernos. Sería una lastima que diera sus discursos a aquellos que no los necesitan y no van a escucharlos. Un discurso no cambiara el infierno, pero no está de más que alguien quiera intentarlo.
Eso y un masajista para el cuello.

No hay comentarios:

Lo pensado y lo escrito

Real Time Analytics