Si, por algún misterio del tiempo o de la mente transformas cada risa en desprecio, cada charla en conjura, cada reunión en conspiración, cada conversación en conchabamiento, Entonces sí, estás siendo culpable. Para mí y para la vida estás siendo culpable. Y no lo siento. Tal véz has de sentirlo tú.
Si, siguiendo el camino del miedo o de la culpa, conviertes en traición que haya gente que viva de espaldas a tu vida, se divierta sin ti, se junte sin llamarte, sin pedirte permiso ni darte información que ni necesitas ni mereces; si, siguiendo la senda del ego o del patio infantil, crees que aquellos que se juntan sin ti, lo hacen en tu contra, que se ríen sin ti, lo hacen de tu sombra y que viven sin ti, lo hacen para odiarte.
Entonces sí, estás siendo culpable. Para mí y para la cordura, estás siendo culpable. Y no voy a sentirlo. Quizás habrías de sentirlo tú.
Si la necesidad, la ira o la desdicha, te hacen descubrir en recodos ocultos de tu imaginación planes oscuros y perversos que sólo existen en tu ira alterada, en tu queja inmadura y en tus miedos absurdos; si soberbia u orgullo te hacen proclamar esos planes como si fueran ciertos, te fuerzan a creer, ante ti y ante otros, que esos planes existen porque tu necesitas que existan, porque tú has decidido que existen. Porque tú, en alguna febril pesadilla, has soñado que existen.
Entonces sí, estás siendo culpabable. Para mí y para la tranquilidad, estás siendo culpable. Y sigo sin sentirlo. A lo mejor, tendrías que empezar a sentirlo tú.
Si, por culpa del azar o de la necesidad, pretendes elevar tus sospechas a la categoría de verdad absoluta, si tratas como ciertas deducciones absurdas, basadas en premisas falaces, si cambias las palabras que nadie ha pronunciado por otras que has creido escuchar, que te han dicho que dije, que te dicen que he dicho, si presentas fugaces intuiciones como pruebas veraces, creencias como hechos, inferencias privadas como cargos confesos.
Entonces sí, estás siendo culpable. Para mí y para la verdad estás siendo culpable. Y no puedo sentirlo. A lo peor, deberías sentirlo tú.
Si, de forma irreflexiva perpetua y reiterada, otorgas a corros de pasillo el rango de juez y de jurado, a coros de susurros el grado de testigos de cargo, a dimes y diretes la etiqueta de hechos, si callas lo que sabes y afirmas lo que ignoras; si sientes necesario inventarte los odios de los que no te odian por sentir los aprecios de los que no parecian. Si transformas o intentas transformar el reproche en traición, la reivindicación en contubernio, la lealtad en delación... Si clavas en los muros carteles de “Se Busca” sobre cargos ficticios, sentencias sin recurso y condenas injustas y, amparada en el éter, ocultas luego el muro para que no exista réplica, para que no haya recurso, para que no haya defensa.
Entonces sí, estás siendo culpable. Para mí y para la justicia, estás siendo culpable. Y no quiero sentirlo. En un mundo perfecto, lo sentirías tú.
Si, volando en las alas de la irresponsabilidad, la irreflexión, la necedad o cualquier otra cosa, crees que es necesario para bajar un cristo clavar otro en la cruz, usando el mismo mazo. Si los clavos del rumor, el oprobio y la maledicencia, que te duelen clavados en carnes aprecidas, son usados por ti para horadar las pieles y hacer manar la sangre de aquellos que no están o han dejado de estar en tu lista de aprecios; si, para acallar los ecos del martillo que clava a un inocente cristo, te sientes impelida a subir a la cruz a un falso barrabás, si, para ti, aún existe la más mínima diferencia entre la sangre de uno y la de su contrario, entre Dimas y Gestas; Si, amparada en ti misma, no comprendes o finges no entender que el proceso perverso es la crucifixión y no depende de a quien se crucifica y quien clava los clavos.
Entonces sí, estás siendo culpable. Para mí y para el mundo, estás siendo culpable. Y no voy a sentirlo. Quiera el tiempo y el mundo que no hayas de sentirlo tú.
Si alguna vez hubiera visto todo esto y hubiera callado, sí, es posible que hubiera sido culpable. Si lo veo ahora y sigo en silencio, es seguró que seré culpable.
1 comentario:
Aplausos multitudinarios
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