Ya no somos lineales, somos cuánticos.
Hasta ahora éramos vástagos orgullosos del tiempo einsteiniano en la política. A un tiempo le seguía otro tiempo y a ese otro igual o diferente. Sin solución de continuidad, sin posibilidad alguna de curvatura.
Y en esa linea nos movíamos como en un fandango, como la ya mítica María de Ricky Martin. "Un pasito pálante, un pasito patrás".
Todo era sencillo, todo era fácil, todo era lineal. Se trataba de elegir un bando y esperar a ganar. Si no era esta vez sería la próxima.
Y de pronto, la historia, el recambio generacional, la lógica y el mundo nos han arrancado de esa realidad virtual, de esa primera versión de Matrix en la que todo estaba claro y funcionaba ex machina, simplemente porque así eran las cosas.
Bienvenidos al imprevisible mundo de la política cuántica. Ahora somos hijos de Hawking y bastardos de Plank.
Una realidad cuántica que exige toda nuestra atención porque en ella conviven todos los futuros y los presentes posibles, porque el tiempo y el espacio se pliegan y se mezclan dando origen a múltiples realidades que debemos conocer y ante las que debemos reaccionar.
Un mundo que exige toda nuestra responsabilidad como ciudadanos porque tenemos que vigilar un sinfín de universos posibles, de coaliciones y alianzas, de gobiernos y ausencias de Gobierno. Porque todas las posibilidades nos exigirán posicionarnos y reposicionarnos. Porque ya no podremos elegir una vez en la vida y permanecer por siempre, ocurra lo ocurra, en esa elección, sabiendo que en el fondo nada va a cambiar en la linea de tiempo.
Un universo que nos obliga estar despiertos y conscientes no vaya a ser que el próximo pliegue temporal, que el próximo agujero de gusano, nos arroje a una realidad política que no habíamos calculado y que haga que nuestro voto consiga exactamente lo contrario de lo que buscábamos; que nos fuerza a renunciar a la inconsciencia de repetir las mismas acciones, los mismos votos, una y otra vez esperando que tengan un resultado diferente.
Bienvenidos a la España Cuántica
Aquellos que han aprendido a vivir la política y la ideología como una herencia o un leal compromiso que no hay que revisar lo van a pasar mal porque nunca tendrán claro del todo a quien prestar vasallaje militante para lograr sus objetivos -sean puros o aviesos-; aquellos que perciben la política como una forma de derrotar a sus rivales y sacar pecho van a sufrir porque hay demasiados rivales y aliados en el tablero como para tener claro con quién se ha ganado y por quién se ha sido derrotado.
Aquellos que no saben ver ni verse más allá de sus propias elecciones es posible que mueran antes de saber que es lo que está pasando ni en qué universo de todos los posibles se desarrolla cada día, cada año, cada legislatura, su existencia.
Bienvenidos a la realidad cuántica española. A lo que nuestra democracia debio ser desde el principio.
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