Sarkozy, el populista al que nadie llamaba de esa manera porque era conservador, perdió la presidencia de Francia porque su electorado, el suyo no el de socialistas o ni siquiera el de la extrema derecha del clan Le Pen, le castigó por sus desabridos vaivenes xenófobos, sus escenificaciones de culebrón de sus idas y venidas afectivas y los escándalos políticos de corrupción de su gobierno; Berlusconi, el capo de la dictadura mediática italiana cayó -después de resistir mucho, eso sí- porque su electorado, el suyo no el de la izquierda ni el del ultra nacionalismo fanático de la Lega Norte, le negó el pan y la sal por sus excesos personales y por seguir metiendo la excavadora en los caudales públicos para llenar los propios.
El Primer Ministro belga, el holandés, el Presidente de la República Alemana...
Los hay qué aún se preguntan sobre las diferencias entre los países europeos y España con respecto a la corrupción y los hay que se niegan a dar la respuesta evidente. Todos los países, todos los gobiernos, están expuestos a la corrupción y en todos ellos hay casos. La diferencia con España no es que los políticos dimitan cuando les pillan, la diferencia con la corrupción galopante que hay en España es que los políticos son obligados a dimitir por sus partidos porque si no lo hacen su electorado se lo hace pagar en los siguientes comicios.
Pero en España no.
Al electorado del Partido Popular, la formación política que ha mantenido al gobierno nacional y a los gobiernos regionales más corruptos de la historia de la democracia -vale, ahora toca decir eso de ¿y el PSOE? ¿y Transmediterranea, los ERE, las subvenciones de Formación, Filesa o las tragaperras de Juan Guerra? Y tú más, Y tú más... defensa infantil- su electorado no le tiene nada en cuenta. No le hace pagar nada.
Basta que les tremolen la bandera patria con eso del soberanismo catalán, que les asusten con un estalinismo inexistente o que les aterroricen con una guerra que nadie puede parar y de la que ningún gobierno puede defendernos, para que se olviden de los miles de millones sacados de las cajas públicas para beneficio de los gobernantes y de sus amigos y familiares.
Siguen depositando su sufragio en manos de aquellos que les roban, que les recortan para beneficiarse, siguen mirando a otro lado y negando la mayor. No hay freno a la corrupción porque no hay castigo electoral a los corruptos.
Diriasé que es un suicidio nacional, entonces ¿por qué lo hacen?
Por el simple motivo de que en nuestro país la política y las elecciones llevan demasiado tiempo entendiéndose como un Real Madrid - Barça.
Lo importante es ganar. Lo importante es poder sacar pecho a la mañana siguiente al derbi -¡Uy perdón, al clásico!- y mirar por encima del hombro a los derrotados sintiéndose vencedor. Porque lo importante es sentirse el rey del mundo aunque el mundo sea un cúmulo de cenizas.
Da igual que se haya ganado de penalti injusto en el último segundo, que se haya metido un gol con la mano y en fuera de juego anotado por un jugador alineado indebidamente -que ahora está muy de moda en el fútbol-. Solo importa ganar.
Da igual que 21 de los países de la Unión Europea tengan menos corrupción que nosotros, que Bostwana, Puerto Rico o Bután tengan menos corrupción que nosotros, que esa corrupción se lleve un 4,5% del PIB español, que le cueste a las arcas públicas 48.000 millones de euros solamente en sobreprecios, que de los 150 casos abiertos por corrupción 78 sean del Partido Popular... da igual todo. Cuando empieza el partido solo la victoria interesa.
Ellos, que tanto hablan de orgullo nacional, de patriotismo, son los principales traidores a su país porque por el mero instinto de ganar, de que "los suyos", "su equipo", salgan victoriosos del envite miran a otro lado con las injusticias, pasan por alto la corrupción, permiten que les sigan robando y justifican cualquier acción que el gobierno de su partido haya llevado a cabo.
Según dicen los sondeos parece a uno de cada cuatro españoles les importa un carajo su país con tal de sentirse vencedores.
Alguien me dijo hace poco que, aunque era una solución imposible, quizás debería aplicarse la política de un gobierno en primer lugar a aquellos que le han votado.
A lo mejor si fueran los primeros en perder su trabajo por la reforma laboral, en ver subidos sus impuestos, si los políticos solamente se llevaran su parte de los impuestos, les aplicaran los recortes a ellos en primer lugar y les mandaran a ellos a sacar a tiros a los yihadistas de sus bastiones armados lo verían de otro modo.
Pero como no pasará pueden seguir ignorándolo todo y votando a aquellos que les roban solo para no perder el partido y sacar pecho al día siguiente.
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