Hoy no voy a hablar de místicas locuras que yerran en el credo de sus propias creencias y llevan al mundo al borde de la guerra, salpicando de sangre su hogar y los de otros en espera de un martirio soñado.
No voy a hablar de ellos porque eso es lo que quieren.
No voy a recordar a oscuros presidentes que confunden gobierno con grandeza, prestigio con dominio, e imponen a sus tierras guerras no deseadas que les conducen al peor de sus horrores patrios.
No voy a recordarlos porque eso es lo que anhelan.
No voy a fijar mi memoria en gobiernos pretéritos que buscaron eludir las verdades, los hechos y las ciencias para convertir aquello que les perjudicaba en las urnas en algo que les diera la llave de seguir en lo alto de un poder que creían eterno.
No voy a hacerlo porque es lo que desean.
No voy a criticar a los medios que someten a un constante revisionismo conspirativo, basado en sus propias ideas, sus propias mezquindades y sus propias aversiones personales, hechos que, ya juzgados, han sido suficientemente explicados y expuestos.
No voy a criticarlos porque eso es lo que anhelan.
No voy a dar pavulo constante a oposiciones que se dicen garantes y respetuosas de sentencias y juicios y luego aprovechan sin tiento el más leve resquicio para cuestionar, manipular y negar las sentencias, exigiendo más investigaciones que les den la razón.
No les voy a dar pávulo porque es lo que andan buscando.
No voy a hablar de grupos que exigen, entre gritos airados, su derecho a saber y luego, cuando saben, niegan lo que conocen y exigen saber más hasta llegar a aquello que creen saber desde el principio.
No voy a comentar sobre ellos porque eso es lo ansían.
No voy a dar más publicidad a ciertos leguleyos que se lucran con libros que fingen agujeros y destapan supuestas cuartas tramas para ganar dinero a costa del ansia conspirativa de unos pocos y el dolor de aquellos que les pagaron por defender su causa.
No voy a publicitarlos porque ese es su objetivo.
No voy a hablar de víctimas porque ellas están muertas o heridas deseando que la vida les siga y les dejen tránquilos.
No voy a hablar de ellos porque ellos no lo quieren.
De modo que, sin gobiernos arteros que llevarme a la pluma, sin los locos furiosos que traerme al recuerdo, sin medios vengativos que acercarme a la crítica, sin oposiciones imprudentes que elevarme al reproche, sin conspiraciones continuas que arrojarme al delirio, sin letrados arribistas que mandarme al desprecio, con víctimas continuas y maltrechas que buscan el descanso, me ha atacado el silencio.
Hoy, que es un once de marzo, cinco años después del famoso 11M, no voy a hablar de ello.
Porque está todo dicho y nadie lo ha escuchado.
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