Mientras Hamás sigue pensando que negociar es demostrar que se es capaz de matar a ciegas a niños con misiles e Israel sigue creyendo cree que dialogar es hacer patente que se es capaz de apuntar contra niños a sabiendas, es decir, mientras todo sigue practicamente igual, hay cosas que están cambiando en Sudamérica.
Muchos creen que la política es cuestión de ideologia y no les falta razón. Pero la ideología no es sólo cuestión de lo que se quiere hacer, sino de cómo se está dispuesto a hacer aquello que tu ideología te impele a hacer.
Y eso es algo que no se analiza demasiado en los lares más occidentales del planeta, es decir en América -la Ámerica de todos, no la de los estadounidenses-.
Chavéz, el bolivariano que reinventó a Bolivar y le hizo socialista, tiene un conflicto con la producción de arroz en Venezuela y Kirchner, la presidenta que se reinventó a si misma y a su marido para llegar a la casa Rosada, mantiene un ya casí clásico conflicto con su campo y con su soja.
La argentina, entre sonrisa populista y arenga peronista, se tensa, se enfada, retira palabras y saludos a su vicepresidente, pierde votaciones, se enardece y se niega a hacer caso a productores y oposición. Acusa a diestro y siniestro de esconder soja, de alterar ficticiamente el mercado y vuelve a enfadarse, a enfrentarse, a no bajarse del burro.
Que la Kirchner es cabezona es algo que ya está fuera de dudas. Que es demócrata es algo que su cabezonería ha contribuido a demostrar, afortunadamente para Argentina.
La presidenta rosada, por residencia y vestimenta habitual, es impuntual y en ocasiones mal educada, no tiene una tendencia al diálogo constructivo demasiado acentuada -lo cual se le presupone a cualquier político o política- y mantiene un pulso con el campo que le cuesta apoyos y diputados con cada cazarolada, con cada protesta y con cada discurso.
Pero deja las cosas en su sitio. Deja a los campesinos en el campo, a los policías en las manifestaciones y a los políticos en los parlamentos. Y sobre todo deja a los ejércitos en los cuarteles.
Unos cuantos miles de kilómetros más arriba -apenas un palmo en los desequilibrados mapas que se manejan por Europa- el recién posible reelegido ad eternum presidente venezolano tiene un mismo problema -aunque con el arroz y no la soja-. Los productores privados le esconden el alimento para que suba de precio, las compañías agropecuarias especulan con el hambre bolivariana y venezolana y Chavéz reacciona.
Reacciona con la misma cabezonería que Kirchner, con la misma incapacidad para el diálogo, con la misma prepotencia de presidente que sabe ordenar pero no gobernar.
Pero él no se enfada con su vicepresidente -que piensa lo mismo que él-, Chavéz no pierde diputados porque siguen aplaudiéndole tras sus discursos maratonianos, él no presenta una y otra vez la misma ley de forma más encubierta para intentar que se saque adelante.
Aquel que fuera general antes que presidente -como Bolivar- recurre a lo que sabe. Llama al ejército para que ocupe las productoras de arroz y zanja la cuestión. Luego pide apoyo al pueblo y refrendo al congreso, pero llama al ejército.
Quizá Kirchner caiga víctima de su obcecación o demuestre que esa obcecación se debía a que su idea era buena para Argentina; quizá Kirchner no busque ese enfrentamiento nada más que para engradecerse los bolsillos -algo desgraciadamente típico en muchos gobernantes argentinos- o lo haga con seria vocación de cambio y de progreso; quizás la presidenta impuntual y rosada merezca ser reelegida por intentar cambiar el país o defenestrada en las urnas por ser la responsable de hundir el campo argentino.
Quizás el bolivariano de estampita virginal y abrazo al crucifijo consiga dar de comer a los venezolanos con el arroz que ocultan los productores o quizás sus cabos y sargentos encuentren los silos tan vacíos como se supone que están; quizás consiga manifestaciones multitudinarias de apoyo o quizás sufra manifestaciones multitudinarias de rechazo; quizás quiera controlar el arroz para enrriquecerse él y sus adlateres manejando el mercado o quiera hacerlo para evitar que los venezolanos pasen hambre.
Pero en donde no hay ningún "quizás" posible es en que lo que hace María Cristina para defenderse del campo no es lo que debe hacer, pero es cómo debe hacerse. Y lo que hace Chavéz, con el mismo supuesto objetivo, a lo mejor es lo que debe hacerse, pero no es cómo se debe hacer.
Puede que no sea suficiente para votar a Kirchner en las siguientes presidenciales argentinas, pero se atonja bastante para no votar a Chávez en las próximas presidencuiales venezolanas.
Aunque un referéndum te permita hacerlo.
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