¿Os acordadaís de los republicanos? Si, hombre, esos señores, generalmente de edad avanzada, a los que Barack Obama barrió en el Congreso y en el Senado en las elecciones que se celebraron en noviembre en ese país que ellos llaman América.
Esos señores que se fotografían disparando armas automáticas, se ponen la mano en el pecho cuando suena el barras y estrellas y se gravan vídeos rodeados de infantes de Marina estadounidenses para pedir el voto en ese país al que todos llaman Estados Unidos y ellos llaman América.
Esos señores que dan dinero a individuos para que dan vitores y aplausos a presidentes que invadan otros países para lograr contratos millonarios y buscan otros países que invadir cuando la invasión que han aplaudido ya no sale rentable. Esos señores que, cuando todo el mundo lo pasa mal ,piden rebajas de impuestos para que los que mejor lo están pasando puedan seguir pasándolo bien y, si se tercia, ayuden a pasarlo peor a los que ya lo pasan mal.
Esos señores que cogen el dinero que los otros -repúblicanos o no- depositan en sus bancos, lo gastan y malgastan en nogocios poco fiables y luego se niegan a devolver los depósitos, pero insisten que el gobierno de su país - al que ellos llaman América- obligue a los que no pueden devolver sus hipotecas a hacerlo para poder cubrir los agujeros que sus malos negocios les crearon.
¿Os acordaís de ellos?, ¿de los que cambiaron las galletitas saladas por las patatas fritas para optar a seguir en el gobierno de ese Estados Unidos al que ellos llaman América?
Pues bien, esos señores -que todavía existen en grandes cantidades-, como no pueden usar el Congreso para asignarse ayudas, ni el Senado para paralizar las asignaciones que Obama da a otros que las necesitan más que ellos. Han optado por la vieja defensa.
Por el discurso al que recurren todos aquellos que, como ellos, no saben hacer política sino es con una bandera a sus espaldas. Por el miedo y el patriotismo.
Y dicen dos cosas -a cual más divertida y sorprendente- sobre este nuevo Obama que asombra y descoloca de vez en cuando a todos.
La primera es que atenta contra el principio sobre el que se formó esa nación que se llama Estados Unidos, pero que ellos se emperran en llamar América. Y las carnes se nos vuelven trémulas, como a Almodovar, cuando, esperando aquello de la igualdad de oportnunidades y la libertad como argumento, se nos desenganchan con la palabra Capitalismo.
O sea que los chicos, cenicientos cual buitres y enlutados cual cuervos, que se embarcaron en el Mayflower lo hicieron, no porque quisieran poder quemar aquí y allá algunas brujas sin que la molesta corona británica lo impidiera, sino porque querían ser capitalistas.
Los colonos que se sublevaron no lo hicieron porque estaban hartos de décadas de servidumbre y de ser usados como carne de cañón en las guerras que ingleses y franceses -con sus tribus indias aliadas respectivas- libraban cerca de sus granjas y sus casas. Se sublevaron porque querían ser capitalistas.
De modo que la Declaración de Independencia y todos esos sacrosantos principios incuestionables -copiados, a la sazón, de los franceses- no hablaban de libertad, de autogobierno o de independencia. Hablaban de capitalismo.
Así que, cuando el capitalismo agoniza, da sus coletazos y deja sus testamentos en forma de desplomes financieros, paros galopantes, activos tóxicos y desmoronamiento industrial, Obama no debería hacer nada, porque cualquier cosa que haga -y que no beneficie a los republicanos- es ir contra el capitalismo, que fue la inspiración de la independencia estadounidense -que ellos llaman americana-.
Pues vale.
Pero áun más divertida y dantesca la segunda acusación perentoria y trerrorífica que vierten sobre Obama: el nuevo presidente está llevando a Estados Unidos -o sea, a América para ellos- al socialismo y por tanto al stalinismo.
Porque claro, ampliar la sanidad pública y buscar la cobertura universal es stalinista. Lo dice el elefante repúblicano por la radio y eso va a misa.
Stalín no se parece a ellos. Se parece a Obama.
Porque un gobernante que cierra campos de detención y torturas caribeños en islas y barcos casi fantasmas es igualito que Stalin, que deportó y llevó a campos de trabajo, reeducación y tortura a miles de personas; porque alguien que pretende abandonar un conflicto armado en el que nadie le ha dado vela a su país -al que ellos laman América- es igual que el bigotudo soviético que metió al suyo -al que él llamaba Unión Soviética- en todas las conflagraciones desde la II Guerra mundial en Africa, Asia e incluso Europa, con tal de asentar su círculo de influencia; porque alguien que reduce el presupuesto militar, elimina contratos con los fabricantes de armas y destina el dinero a otros esfuerzos productivos es lo más semejante a alguien que mantenía a su país en el hambre perpetua con tal de poder aumentar el número de divisiones acorazadas que pululaban por Europa y de submarinos nucleares que navagaban bajo el Báltico o el Mar del Norte.
Porque alguien que pretende llegar a un acuerdo para detener el escudo antimisiles y la Guerra de las Galaxias es absolutamente idéntico a un dictador que contribuyó a sembrar el mundo de cabezas nucleares por doquier; porque alguien que les pide mayor esfuerzo económico a los que más tienen es una comparación simétrica con aquel que exigia a todos esfuerzos imposibles para mantener el nivel económico propio y de sus círculos de poder; porque un presidente que intenta utilizar su influencia y presión para acabar con un conflicto de forma favorable para las dos partes -aunque no tenga muy claro como hacerlo- es meridianamente un gémelo idéntico del mandatario que se dedicó a sufragar guerrillas por todo el mundo conocido -y parte del desconocido para occidente- para mantener permanentemente al mundo en guerra; porque alguién que ni siquiera ha hecho el servicio militar es lo más parecido al Stalin que no se quitaba las medallas y el uniforme ni en el excusado.
Con y tantos niveles de igualdad es lógico pensar que Barack Obama y Joseph Stalin son prácticamente la misma persona.
Pero claro, hay que tener en cuenta que todas esas minúsculas diferencias poco sustanciales no importan, no son relevantes, no tienen que tenerse en cuenta. Porque Obama quiere llegar a la cobertura Universal de la Seguridad Social. Y eso es stalinismo puro y duro.
O sea que los que sabemos poco de lo que significa socialismo en ese país conocido como Estados Unidos y que ellos llaman América, pero conocemos un poco de lo que significa el término stalinismo en el resto del mundo -que se llama de muchas formas pero ellos llaman "lo que no es América- llegamos a una conclusión ineludible.
Las purgas, los centros de tortura, el militarismo, la nuclearización, la dictadura, la tiranía, el empobrecimiento, la corrupción, la falta de libertades individuales, la explotación, la represión y el imperio del terror no definen al stalinismo. Lo define exclusivamente la cobertura sanitaria universal.
Es una pena saberlo tan tarde y que el viejo Joseph no lo supiera en su momento. Porque si todo eso es irrelevante para los repúblicanos en su explicación del stalinismo, con renunciar a la cobertura sanitaria universal, habría sido el candidato reprublicano perfecto para las próximas presidenciales en ese país que se llama Estados Unidos y que ellos conocen como América.
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