Hay ocasiones en las que, en contra de lo que cantara el poeta catalán, no resulta bochonorso verles fanfarronear a ver quien es el que la tiene más larga.
Sobre todo por que en el caso que nos ocupa no hay fanfarronada posible. Los que la tienen más larga son los franceses.
Sobre todo por que en el caso que nos ocupa no hay fanfarronada posible. Los que la tienen más larga son los franceses.
En un país como el nuestro -en el que el desprecio al gabacho es un deporte nacional no de riesgo- eso duele. Defender al galo es algo que no se practica demasiado y favorecerle en las comparaciones es algo que raya en el antipatriotismo de chiste y taberna más obsceno. Pero es algo que no puede negarse. Las cifras mandan.
No podemos sustraernos a ello. No podemos soportar esa patria comparación de sacarla y medirla porque la suya ocupa calles, avenidas, callejones y Rues -como las llaman ellos- y la nuestra se nos vuelve exigua y encogida y apenas nos ocupa unos cuantas unidades de medida de una vía principal cortada a tal efecto para que no impida llegar a nadie al fútbol.
Es posible que los franceses la tengan más crecida que nosotros porque ellos la usan mucho. No sólo es bastante más larga sino que encima la sacan para todo.
Y eso hace que esté siempre dispuesta para cuando se la requiere, para cuando resulta necesaria, para cuando franceses y francesas consideran oportuno hacer uso de ella. La sacan en el trabajo, en la casa, en Internet y en la tele. Pero sobre todo la sacan en la calle que es donde nosotros, pese a nuestros intentos y deseos, la tremolamos menos.
La nuestra sale poco, no está muy aireada. La sacamos de vez en cuando en salas de reuniones y despachos, pero en la calle... en la calle apenas la sacamos . Y eso la empequeñece, la vuelve casí ínfima. No tenenemos constumbre de sacarla en mitad de nuestra vía pública y eso nos inhibe demasiado, nos bloquea hasta el punto de que cuando, después de pensarnoslo mucho, lo hacemos, nos sale algo bastante chapucero, la sacamos rápido y mal y en los días de fiesta.
Y, por si esto fuera poco en nuestra secular comparación contra nuestros vecinos, las cosas se nos vuelven bochornosas cuando nos hacen caer en la cuenta de algo que, a estas alturas, debería ya darse por sentado: la suya es más larga porque -¡como duele decirlo!- los suyos son más grandes.
Los franceses los tienen más grandes que nosostros.
Y mejor colocados, más limpios y más fuertes. Pero sobre todo los tienen mucho más grandes.
Todo eso es porque los usan regularmente, los mantienen cargados y dispuestos. Porque los utilizan casi todos los días en pequeños escarceos, en tranquilos devaneos, en pequeñas conquistas y en grandiosas pasiones.
Mientras tanto los nuestros languidecen, se hacen sucios por dentro, se vacián en usos que no son de lo suyo y se descargan en onanismos propios que les hacen mostrarse arrugados e inútiles cuando han de dar la talla.
Así que, mal que nos pese y aunque está mal decirlo, cuando llega el momento -y las crisis que ahora nos aquejan hacen que todos los momentos se nos junten a un tiempo- los franceses dan mucho más la talla y nos matan de envidia.
Ellos tienen más largas las manifestaciones porque tienen los sindicatos mas grandes y mas fuertes.
No todo en este mundo es cuestión de pene y de cojones -con perdón-.
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